Entrevista

Mazen Maarouf

«La paz era muy molesta»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 16 minutos
Mazen Maarouf | © Instagram del autor


Sevilla | Abril 2019
[Entrevista colectiva]

Lo primero que se ve de Mazen Maarouf (Beirut, 1978) incluso a distancia, es una poblada aureola de rizos negros. Las gafas de pasta, la barba bien recortada, cierto aire desenfadado: si los escritores árabes tienen un aspecto más o menos determinado, no es el de Maarouf. Y basta leer su primer libro traducido en España, Chistes para milicianos, para saber que tampoco es un escritor corriente.

Tal vez porque su formación es de ciencias –Física y Química–, tal vez porque pertenece a una generación que ha bebido de fuentes muy diversas, tal vez por el tiempo que lleva viviendo en Islandia como refugiado, lo cierto es que escapa de cualquier molde. Y lo mismo cabe decir de su modo de desenvolverse en las entrevistas, creando una atmósfera más propia de un encuentro entre amigos que de un acto promocional.

¿Son sus personajes personas reales?

Los milicianos de mi libro son personajes muy reales. Vivía en un barrio donde había milicianos armados, iban siempre armados, siempre listos para intervenir en cuanto estallase una batalla. Pero al mismo tiempo, como vivían a la espera de esa batalla, acabaron convirtiéndose en individuos sociales, convivían con nosotros… aunque seguían portando armas. Nos preguntaban si queríamos jugar al fútbol con ellos. ¿Qué le dices a un miliciano que te pregunta eso? No te queda más remedio que aceptar. A veces se reían de nosotros y nosotros bromeábamos con ellos, pero nunca sabíamos cuándo se enfadarían. Era como estar permanentemente junto a una bomba a punto de estallar.

¿Qué fue antes, la necesidad de contar una guerra o el fondo; el realismo mágico o las historias de la vida cotidiana?

En el libro quería contar una historia, pero no quería atenerme a la realidad tal y como es. No quería hacer un espejo, sino una realidad alternativa. No soy lo bastante valiente para enfrentarme a mis recuerdos, a las cosas tal y como pasaron, por eso siempre escapo hacia otra forma de realidad, pero también aporto unos rasgos, características o sucesos, detalles, que he experimentado personalmente. Eso es el realismo mágico o la fantasía.

¿Por qué no aparecen nombres de ciudades en su libro, salvo Beirut una vez? ¿No importan los lugares?

«Los niños ven el mundo de forma más abstracta que nosotros, porque son más libres de la autoridad racional»

Cierto. Intenté hablar de lugares en abstracto, sin dar referencias directas. Quería escapar de ese sitio, no confrontar mi memoria diciendo “Esto ocurrió en Beirut en los 80 o los 90”. Y cuando uno escribe fantasía, poner lugar y tiempo de forma abstracta te ayuda a hacer avanzar la historia y a que los personajes actúen libremente. Sobre todo porque muchos personajes son niños. Los niños ven el mundo de forma más abstracta que nosotros, porque son más libres de la autoridad racional que tenemos nosotros.

Cuando usted llega a vivir a Islandia, un país sin conflicto, ¿cómo se ven las cosas desde la distancia?

Era realmente molesto. La paz era molesta, me sentí muy incómodo al estar un sitio seguro, protegido, sin ningún conflicto político ni militar. Me di cuenta de que mi cuerpo se había acostumbrado a la tensión de manera que mi mente solo trabaja cuando hay tensión en el ambiente. Cuando hay gente frustada, enfurecida a mi alrededor. Entonces mi mente intenta captar historias, crear historias. Pero cuando vivía en una ciudad como Reykiavik, donde todo el mundo es calmo y frío, donde la gente no expresa gran cosa, yo me sentía confuso: ¿dónde está la expresión de la gente? ¿dónde está la gente aquí? Quizás eso también me incentivó a volver en mi memoria a Beirut y volver la mirada atrás al conflicto, a la época de cuando era un niño, intentar entender qué pasó y recuperar la tensión para escribir esas historias.

Tal vez conozca a un escritor iraquí, Hassan Blasim, que vive en Finlandia, un país que como Islandia no está muy acostumbrado a recibir emigración. ¿Qué es ser extranjero en esas latitudes?

Hassan Blasim es un amigo, nos encontramos hace tres semanas y compartimos una lectura en Oslo. Para nosotros es importante vivir en estos países, pero también mantener una relación estrecha con nuestras culturas. La distancia geográfica es muy importante para el arte, la literatura, el cine: da una oportunidad a la distancia psicológica y creativa. Se necesita una distancia siempre, ya sea física o mental, hay que moverse, desplazarse un tiempo para ser capaz de acercarte a tus raíces. Se puede escribir con más libertad sobre tu país, tu lugar, desde esa distancia.

Usted ha sido extranjero siempre, ¿no?

Creo que sí… Pero el término refugiado es esencialmente político y se usa sobre todo para segregar a la gente, categorizarla, para distinguir entre unos y otros, hacer pensar a la gente: son diferentes, no sabemos nada de ellos, les tenemos miedo. Es alienante en un nivel psicológico. Pero estoy de acuerdo en que somos refugiados de muchas cosas que amamos y por las que sentimos nostalgia.

¿Que me puede decir del humor palestino? ¿Ayuda a sobrevivir en una situación de conflicto?

«Es muy importante reírse de las cosas, porque te hace independiente de cualquier  concepto sagrado»

Cuando vives en un momento de crisis, en una situación tan impotente que te sientes atrapado, sin esperanza ni salida, la única cosa que te permite traspasar tu realidad es el humor. El mecanismo y la psicología del humor son interesantes: cuando estás haciendo un chiste estás creando otra forma de realidad, una ficción. El humor está un paso por encima de la realidad. Cuando la gente se ríe de algo, le da una dimensión distinta. Es algo impensable, sorprendente, que te hace olvidar tu realidad. Es muy importante seguir riéndose de las cosas, porque te hace independiente de cualquier sistema o concepto sagrado.

El humor en este libro no hace reír demasiado… Es más bien negro. ¿Cómo se consigue el equilibrio?

Cuando escribía estas historias, quería hacerlo desde la honestidad para con el niño turbado que fui y que vivía una situación de guerra. En la guerra te domina un sentimiento: la confusión. Te sientes confuso. No sabes qué ocurre contigo, y la gente en esta situación vive un drama, una tragedia, una pérdida, la ansiedad, pero también el humor. Siempre intentan traspasar esta dura situación haciendo un chiste. Cuando escuchan un chiste, lo intentan contar cuanto antes. Y utilicé la voz ingenua de un niño.

¿Por qué un niño?

Por dos motivos. Quise ver al niño que era yo y preguntarme: ¿qué haría ahora? ¿Cómo se comportaría? ¿Tendría más miedo que yo o sería más valiente, más audaz? Podría haber usado un niño que no fuese tan ingenuo, pero quería confrontar el extremo de la tragedia —porque la guerra te empuja hasta el último extremo del drama y la tragedia psicológica— y quería saber cómo sería la tragedia si la leemos en clave ingenua. ¿Por qué siempre tenemos que estar muy conscientes si hay una tragedia, analizarla, sentir culpa, dolor… ? Desde luego, usar la voz de un niño no es algo nuevo en ficción. Pero como ahora cada vez más niños viven conflictos, crisis y problemas, la voz de niño es cada vez más necesaria en la literatura.

Los campos de refugiados en Líbano, ¿son un Estado dentro del Estado? Y en caso afirmativo, ¿quién reina ahí?

«Nunca supimos ser ciudadanos, hemos vivido bajo dictaduras que nos han forzado a vernos enfrentados»

Reina la miseria. Son los lugares más miserables, o uno de lo lugares más miserables que puedes visitar jamás. Son como un limbo de espera. Ahora llevan más de 70 años y la gente sigue esperando para volver a casa. En algún momento te das cuenta de que el retorno no es posible, pero se lo sigues contando a tu hijo. En los campos está la constante sensación o el cuento del retorno, se transmite como algo que va a ocurrir de verdad. Imagina: vives en la miseria, no tienes derechos civiles ni sociales, pero piensas que hay una esperanza. Todo a tu alrededor te está diciendo que no la hay, pero les sigues diciendo a tus hijos o nietos que sí.

¿Y quién está al control?

La situación política en los campamentos es muy complicada. Quienes los controlan son sobre todo los partidos palestinos, en colaboración con las autoridades libanesas. Pero la situación social es tan miserable que debe ocurrir algo urgentemente para mejorar la situación de estos palestinos. Es muy trágico y muy complicado.

¿Es cierto que estos campos de refugiados se están islamizando, al igual que Cisjordania?

No tengo estadísticas, pero puedo decir que si metes a gente durante mucho tiempo en un lugar muy miserable y muy desesperante, se frustra, se siente atrapada. Algunos se derrumban. Otros intentan da una mejor educación a sus hijos, y esa educación es una vía para huir. Otros deciden tomar un camino que no es ético.

¿Se refiere al integrismo?

Todos sabemos que desafortunadamente el fundamentalismo en Oriente Próximo está creciendo y eso se debe a una situación política: carecemos de la sensación de ser ciudadanos. Nunca supimos ser ciudadanos, hemos vivido bajo dictaduras que siempre nos han querido forzar a vernos mutuamente como gente que se enfrentaría en cuanto se fuera el dictador. Aprendimos a pensar en vías muy estrechas, y cuando la gente carece de vínculo con el país, la nación, la ciudadanía, recurre a otras formas de identidad, como la religiosa, piensa que un poder más alto, uno metafísico, sería más justo con ellos y los vengará frente al dictador, en su nombre. Es una relación muy psicológica entre Dios, ellos y el dictador.

¿Qué piensa del movimiento internacional contra la ocupación de Palestina mediante el boicot cultural de Israel?

«El bando palestino, el que representa o asegura representar al pueblo, no lo hace mejor»

No conozco de cerca ese movimiento, no formo parte ni tengo relación. Tiene una visión, piden el boicot de productos israelíes y creo que han tenido cierto éxito presionando al Gobierno israelí. Todos hemos oído cómo Israel intenta sentar en el banquillo a esta gente, incluso fuera del país, en Europa. Es algo como devolver el golpe. Pero lo que necesitamos como palestinos, definitivamente, es más justicia. No podemos continuar así, en conflicto, no podemos seguir en la guerra, luchando todo el rato. Necesitamos alguna forma de paz. Pero esa paz, de la que todos hablamos, no puede llegar, excepto si…

¿Excepto si…?

Israel ha cometido numerosos ataques contra los palestinos y debería asumirlo, pedir disculpas de alguna manera. Si no aclaramos el pasado, no podemos continuar hacia el futuro. En Palestino hay sitio para todo y creo que la gente está cansada del conflicto. Desafortunadamente, el bando palestino, el que representa o asegura representar al pueblo, no lo hace mejor. Tenemos corrupción en el bando palestino, una dictadura, unos que intentan controlar la vida de los demás… Nosotros, los palestinos, estamos exhaustos en varios niveles. Para conseguir la paz debemos cambiar el sector político que controla la situación. Si no, continuaremos en ese ciclo de violencia absurdo hasta no se sabe cuándo.

Desde el exilio, a menudo se transmite a los hijos una visión idealizada del país de origen. ¿Lo vivió así? ¿Qué es para usted Palestina?

Yo nací y crecí en Líbano como refugiado palestino, pero no conocí Palestina hasta mucho más tarde. Siempre me decían que era palestino, pero vivía como libanés, porque nosotros no residíamos dentro del campamento. Siempre me hablaban de Palestina como el país al que retornaríamos algún día, pero no teníamos fotos, no había redes sociales, solo se podía ver lo que salía en prensa y televisión. Así que Palestina era una fantasía. Mi identidad palestina también era una fantasía, porque no podía demostrarla de ninguna manera. Lo que viví probablemente me convirtió más en libanés que en un palestino de Palestina.

¿Y cuándo llegó a conocer Palestina?

«Una de las principales estructuras que se ven afectadas en tiempos de guerra es el patriarcado»

En 2015 fui a Palestina, y puedo decir que no existe el palestino estándar, no se puede hablar de un único pueblo palestino, porque los palestinos de Cisjordania son distintos a los que viven bajo el Estado de Israel, y distintos a los que viven en Gaza, y todos son diferentes a los que viven fuera, nacidos en el exilio o como refugiados. La buena noticia es que todos estos palestinos distintos escriben literatura de forma diferente, porque viven en distintas circunstancias y realidades, y eso enriquece la literatura palestina y le da más color.

El niño protagonista de su libro parece librar dos batallas: una contra los milicianos y otra contra su padre. ¿Es una experiencia personal?

Tengo una relación muy particular con mi padre, imagino que ha quedado reflejada en mi libro… Una de las principales estructuras que se ven afectadas en tiempos de guerra es el patriarcado. La autoridad masculina es la que más mermada se ve, sea militar o civil. Vive bajo la amenaza de un poder más fuerte, ya sea en el trabajo, en el hogar o en la calle. Y cuando este patriarcado se tambalea, eso se refleja en el hogar: los hombres que ven su autoridad cuestionada vuelven a casa y ejercen violencia contra su mujer y sus hijos. Desgraciadamente no se habla de las mujeres en las guerras; los libros de la Historia, cuando hablan de guerras, no hablan de mujeres, salvando quizás a Margareth Thatcher. Es una pena, porque las mujeres son las auténticas heroinas en estos contextos de conflicto, son las garantes de la salud, son las que educan a los hijos para que no reproduzcan las acciones de sus padres.

A veces…

Mi libro está dedicado a mi madre, porque cuando era pequeño era quien nos protegía, nos daba cobijo, comida, agua, y al mismo tiempo nos intentaba inculcar otras ideas. El niño de mi historia quiere ser un hombre, quiere ser valiente, porque tiene esa herencia de su padre, pero al mismo tiempo está en conflicto con esta figura paterna, al considerar que no encaja lo suficiente en la masculinidad de su sociedad. No pensaba en nada de esto cuando escribía mi libro; solo quería hablar de la guerra y mi experiencia, pero creo que mis historias se ven impregnadas de mi propia expriencia en la sociedad patriarcal en la que me crié.

Esta sociedad patriarcal ¿qué lugar le daba a la mujer?

«Había una tribu  árabe en la que las mujeres se podían divorciar cambiando la puerta de la tienda»

Ahora en el islam hay un gran debate… porque las mujeres no están obligadas a llevar velo; decir que la mujer se debe tapar entera es solo una manera de exhibir la religión. Pero también hay quien dice que no hay ninguna prueba de que las mujeres deberían velarse. Toda forma de autoridad patriarcal tiene miedo a las mujeres, al poder de las mujeres.

¿En las religiones especialmente ¿no?

Si vamos a la época anterior al islam hay historias maravillosas: había una tribu en el desierto árabe en la que las mujeres se podían divorciar del marido solo cambiando la orientación de la puerta de la tienda. El hombre sale a trabajar, la puerta apunta al este, y cuando vuelve y apunta al norte, sabe que está divorciado, así que entra, coge sus cosas y se va. No tiene nada más que hacer. Todo el mundo sabe que esta mujer está divorciada. Y cuando ella abre la puerta de la tienda, los hombres de la tribu saben que ahora está abierta a una experiencia romántica, dispuesta a acoger a hombres. Ella es muy libre con su cuerpo, decide con quién acostarse, y si se acuesta con varios y se queda embarazada, ella elegirá quién es el padre. Tenía todo el poder. Esto cambió cuando los filósofos y pensadores empezaban a escribir desde el punto de vista de los hombres, ignorando y marginando a las mujeres. Ahora, algunos piensan que piden derechos que no deberían tener, pero antes los tenían.

¿Cree que el Daesh se podría haber instalado en las sociedades de Oriente Próximo, sin ese patriarcado previo?

Daesh es el misterio de los últimos nueve años. No sabemos cómo surgió, ni sabemos cómo desapareció. Ahora la prensa dice que Daesh ha sido derrotado, y ya no existe en Siria ni en Iraq, se han disuelto. Es como cuando Obama dice: Matamos a Osama bin Laden y lo tiramos al mar. Si se lo cuentas a tu hijo, no te creerá: estabas persiguiendo a este tipo durante años y años, y finalmente lo atrapas, lo matas, lo metes en una caja de metal y lo tiras al mar? Anda ya… Desde luego, Daesh es una figura muy extrema del fundamentalismo islámico. Todo lo visual es chocante: el nivel de violencia, cómo oprimen a las mujeres… Es un nivel de opresión muy alto. Ocurrió en la historia y se repite.

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© Alejandro Luque  | Especial para MSur

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