Adonis
«Un poeta siempre está de parte de la verdadera revolución»
Alejandro Luque
Superados ya los 80 años de edad, el poeta sirio Ali Ahmed Said Esber, mundialmente conocido como Adonis, demuestra poseer unas insólitas reservas de energía. Procedente de Sicilia, ha hecho escala en Málaga y Granada para participar en sendos festivales de poesía antes de acudir a otros compromisos europeos. Ni la fatiga de los vuelos ni las peticiones de entrevistas merman su tono sereno, que sólo se excita cuando habla de la candente actualidad de la primavera árabe, en especial de las últimas masacres de la población civil en su país natal.
“He estado siempre a favor del cambio, no solo político, sino global”, afirma el poeta, que vive desde los años ochenta exiliado en París. “Un cambio en la mentalidad de los pueblos. Todos los regímenes árabes, sin excepción, deben cambiar, pero lo esencial en este caso es saber cómo, y por qué. Las sociedades árabes están cerca de la Edad Media, sobre todo en lo concerniente a las libertades: derechos de la mujer, libertad de expresión, libertades civiles del pueblo… Los corruptos regímenes árabes han oprimido en nombre de la ideología, y deben ser abolidos”.
El poeta, que a lo largo de su vida ha sido testigo de graves conflictos, es consciente de que esas transformaciones no serán un camino de rosas. “El problema es que cuando se habla de revolución, la gente tiende a ligarla con la religión, que allí no es una creencia, sino una institución, ligada a todo, al desarrollo de la vida cotidiana, las relaciones del hombre y la mujer, al poder político. Así, para hacer una revolución verdadera, no basta con cambiar el régimen. Hay que cambiar a la sociedad. No se puede hacer una revolución si no se separa la religión de la política y de la cultura. Si no es así, el cambio se reducirá a un conflicto para cambiar de manos el poder. Sólo una revolución basada en la separación Estado-religión puede ser viable, y el primer paso es liberar a la mujer de las leyes religiosas”, añade.
Por otro lado, Adonis insiste en que los problemas del mundo árabe deben ser resueltos por los propios árabes. “Estoy a favor de una revolución no violenta, porque la violencia trae la injerencia de los europeos, y yo estoy en contra de ambas cosas”, asevera. “Me siento triste por las víctimas de mi país, estoy con ellas. Culpo a los regímenes totalitarios, pero también a los fundamentalistas que pretenden hacerse con el poder. Es obvio que, si no se puede convencer con una causa, menos puede hacerse con la violencia”.
Con una veintena de poemarios publicados, condenado a figurar como eterno candidato al premio Nobel, Adonis pasa por ser un puente entre la vasta tradición poética árabe y la modernidad. Se ha escrito que su aportación es comparable a la del parnasianismo y el simbolismo en la lírica europea de finales del XIX, pero ese germen hay que encontrarlo en el Beirut de los años 50, donde el sirio se había establecido y fundado junto a otros poetas la revista Chi’r [Poesía] y su editorial hermana, que en 1958 sacó a la luz el primer poemario de Adonis, Hojas al viento.
Ya entonces manifestaba Adonis su inclinación a insertar la tradición árabe en un amplio contexto mediterráneo, que no excluye lo occidental. Advertía de los riesgos de examinar la poesía bajo la luz de “las costumbres de nuestros países, en sus conceptos, en su moral, en sus instituciones”, y abogaba por “superar ese entendimiento cerrado del legado cultural árabe”. El hecho de que declaraciones como éstas se realizaran en pleno temporal político y bélico, con Egipto acosado por la nacionalización del Canal de Suez, Argelia emancipándose de Francia y la República Árabe Unida a punto de constituirse, propició fuertes polémicas.
Pero fue la invasión israelí en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este en 1967 la que determinó, como ocurrió con tantos poetas árabes, un giro abiertamente ideológico en su obra. Dedicó su libro Un tiempo entre la rosa y la ceniza (1971) a Nasser, “primer dirigente moderno que se ha esforzado en acabar con la época de los reyes de taifas para inaugurar una nueva era”, y escribe en uno de sus poemas que su patria “es esta centella/ este relámpago en la tiniebla del porvenir”.
En los años sucesivos, Adonis ha ido alternando composiciones que cantan a las “calles viudas y huérfanas” de un Beirut desangrado, como al mestizaje en el que “proscrito por todas las tribus/ mis propias manos me separan”, pero también ha elevado profundos cantos basados en el lenguaje del cuerpo. Ha cantado a Nueva York como a Marrakech o Damasco, y arremetido contra el sionismo como contra unas Sagradas Escrituras que no liberan al individuo, sino lo humillan y someten: “No digas sino lo que confiesa el crepúsculo/ de los pactos y rebeliones, del mundo y el cuerpo…”
Cuando se le pregunta cuál puede ser el papel de un poeta en la convulsa situación actual, no duda: “En principio, lo primero es ser testigo de lo que es verdadero, y sobre todo ocuparse del ser humano. Y un poeta siempre se pone de parte de las verdaderas revoluciones, porque hay muchas falsas… A veces no es fácil distinguirlas. Los medios modernos a veces deforman la realidad, la manipulan, ustedes saben de esto… La verdad ya no resulta tan fácil de identificar. Es una lucha”, añade.
A lo que no renuncia Adonis es a la capacidad transformadora de la poesía, más poderosa incluso que la de la novela, en contra de la creencia mayoritaria. “Creo que los novelistas no tienen una gran influencia. Quizá tienen más lectores, que no es lo mismo. El poeta influye al lector, lo hace creador también. … Hay muchas lecturas de consumo, mientras que la poesía es creación”.
“Esto responde a un gusto personal, no tengo nada en contra de los novelistas”, matiza. “Pero narrar el mundo es reproducir el mundo. Y si sólo reproducimos la vida, no avanzamos nada. Prefiero la realidad a la imagen de la realidad. El arte nunca es reproducción. La industria, sí, pero la creación jamás. La poesía es a la vez una recreación y una energía creativa. Por eso creo que el tiempo de las novelas ha muerto, porque es un tiempo casi inanimado, lineal. En la poesía, la tensión es siempre vertical”.
Admirador del Moby Dick de Melville, de las novelas de García Márquez y el Ulysses de James Joyce, el sirio confiesa su gusto por “los novelistas que se asemejan a poetas. Lo esencial para mí es la poesía no como una serie de textos, sino como visión del mundo, como una manera de vivir, más allá de la escritura… Esa visión la pueden compartir bailarines, pintores o personas que están enamoradas. Todo el esfuerzo humano se basa en convertir el mundo en algo más humano y poético”, explica.
Pero muy pronto la conversación vuelve a orientarse hacia la actualidad. A la pregunta de por qué cree que no se ha informado en Europa de las revueltas en Bahréin, se encoge de hombros: “Deberían preguntarle ustedes [los periodistas] a sus jefes”, sonríe.
“Mire, en Libia por ejemplo, la injerencia extranjera fue un fracaso absoluto. El régimen de Gadafi era condenable, pero le correspondía a los libios destituirlo. Para mí la injerencia occidental es nefasta, va contra el pueblo y contra la revolución. La prueba la tenéis en Irak, que sigue en plena destrucción hoy. Bahréin es un caso distinto, hay un 80 por ciento de habitantes contra su régimen. Y los occidentales, en vez de apoyar al pueblo, apoyan a su régimen. Se ve claramente cómo para los occidentales la cuestión no son los derechos humanos o la libertad, sino el petróleo, el gas, los intereses económicos”, apunta.
En todo caso, el autor del Libro de las huidas y mudanzas por los climas del día y la noche quiere concluir lanzando un mensaje esperanzador sobre la continuidad de la revolución dominó. “Estoy esencialmente orgulloso de la juventud, son los jóvenes los que han promovido todo este cambio, y en particular el papel de las mujeres ha sido encomiable”, dice. “Han sembrado la semilla de la libertad, aunque la cosecha sea que el islamismo radical esté tomando posiciones. Tengo confianza en que la juventud seguirá avanzando en su camino, contra el fascismo militar y el fascismo religioso. Y contra la injerencia extranjera”.
[Especial para M’Sur]