Cuando el héroe torturaba
Javier Pérez de la Cruz
Habib Bourguiba ha pasado a la historia de Túnez como el padre de la patria, el salvador que guió y dirigió a los tunecinos hacia la independencia de Francia, el avanzado estadista que promovió unas pioneras políticas de igualdad entre hombres y mujeres. Estos valores son los que se evocan al señalar la principal avenida de la capital, que lleva su nombre, o al visitar el magnánimo mausoleo de Monastir, su ciudad natal.
Muchas luces, sin duda. Pero sus cerca de 30 años en el poder también son más que suficientes para labrar alguna que otra sombra. Algunas, de tan oscuras, negras. Las torturas son el ejemplo más palpable, una práctica institucionalizada y generalizada en la Túnez independiente y bajo su mando. ¿De quién, si no él, heredó esa cruel costumbre el infame, y plácidamente retirado en Arabia Saudí, Ben Ali?
La sombra que producen las torturas en el país que prendió la Primavera Árabe es tan alargada que incluso alcanzan nuestros días, en el tercer año después de comenzada la lenta senda de la transición democrática. Pocos son los que se molestan en enfocar la luz hacia este punto negro del país, un país que se ha convertido en un modelo para todos los que le siguieron en su senda revolucionaria, especialmente Siria, Libia y Egipto. Y es que, lamentablemente, las denuncias e informes que corroboran que en Túnez todavía se tortura con demasiada frecuencia no son para nada escasos.
Lamentablemente, no son escasas las denuncias que corroboran que en Túnez todavía se tortura con demasiado frecuencia
Hichem Ben Ammar es uno de esos pocos. Este cineasta tunecino se ha propuesto poner el asunto encima de la mesa. Para ello ha filmado “Mémoire Noire” (Memoria Negra), la primera parte de un documental de cuatro entregas que aborda la historia de la tortura en Túnez y que comienza, cómo no podía ser de otra forma, con los maltratos producidos bajo el primer presidente de la República, Habib Bourguiba, “el padre estricto”, según una de las confesiones del documental.
Su estreno ha coincidido con el 50 aniversario del nacimiento del movimiento “Perspectives”, una asociación de jóvenes universitarios izquierdistas, quienes protagonizaron entonces las palizas del Estado y hoy los testimonios de la película. Estamos a finales de los años 60, en un mundo de ideales y camaradas, el mundo del Che Guevara, de la descolonización, de las luchas sociales en Estados Unidos, de Don Quijotes contemporáneos. Una época en la que todavía no era descabellado luchar por conceptos como la justicia y la libertad. En Túnez, como en el resto del mundo, pronto se vieron aplastados por el violento peso de los poderes fácticos.
En 50 minutos se construye la imagen de la brutalidad de los interrogatorios y de la dificultad para perdonar, todavía hoy
“Mémoire Noire” es un relato reposado de detalladas experiencias personales. Los tres protagonistas hurgan en su memoria para ir desgranando poco a poco y con milimétrica precisión cómo fueron esos años que tuvieron que pasar en las cloacas del sistema, es decir, en las salas de interrogación del Ministerio de Interior y en las cárceles ordinarias. A lo largo de 50 minutos de documental, uno se puede construir la imagen de la brutalidad de los interrogatorios y de la dificultad para perdonar que, todavía hoy, tienen las víctimas con sus verdugos. Pero también se muestra y se percibe el compañerismo de los presos que militaban en un mismo grupo de ideas, el aura bohemia que mantenían entre los cuatro muros, las triquiñuelas con las que conseguían sacar mensajes al mundo exterior, las ayudas que recibían de algunos guardias.
En Túnez se desconocía por completo el asesinato por causas políticas. Hasta el año pasado. Se reprimía, se encarcelaba, se torturaba, pero todo dentro de una especie de camaradería que se desliza entre palabra y palabra de los protagonistas. Y es que como ellos confiesan: ni siquiera estaban totalmente en contra de Bourguiba.
Ben Ammar consigue sacar unos testimonios claustrofóbicos, que potencia con un negro omnipresente a lo largo del documental. Tan solo lo rompe para salir a la calle a mostrarnos las ruinas de las que fue una de las cárceles. Hoy está destruida por completo, apenas quedan un puñado de piedras y cimientos. Nada. “Debería haber sido un monumento nacional. Destruir las huellas del pasado tendría que ser un crimen”.
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