Cafeomancia
Virginia Mendoza
Erevan
hoy he visto un ciervo alado
en el poso del café
juro que era café
pero a veces es lunes
y un proverbio armenio dice:
«toma esta taza y que Dios te haga hablar»
también he visto cómo
un gato con babero
espantaba el aire a cabezazos
porque el tejado es suyo
sigo jurando que era café
pero a veces me quito las gafas
y resulta que es lunes
(Algún día llegará alguien cuerdo a mi casa y será un aburrimiento)
Unos nudillos golpean la puerta con insistencia. Cuando abro, un hombre con boina gris, una gabardina a juego y un bastón me recibe con lo que bien podría ser un recital poético a domicilio, una maldición o una predicción apocalíptica. Sea lo que sea, lo dice con efusión y acompañado de un tic en el ojo izquierdo, mientras afuera el cielo se hace pedazos. Cuando trato de intervenir, me corta en seco, clava el bastón en el suelo, da media vuelta con mucha ceremonia, aireando la parte trasera de su gabardina como lo haría una folclórica con bata de cola y, mostrando un cogote de polluelo, se dirige a la siguiente puerta. Está todo dicho. Sea lo que sea. Al menos no se ha desnudado, que es lo que más temo cuando abro la puerta y alguien me espera con una gabardina.
Abril. 30 grados
La delusión de las estaciones intermedias.
(¿Cuándo y dónde es valiosa una sombra?)
Y del espacio vital en un autobús soviético
(¿cuándo el calor es humano y cuándo real?)
Imaginar un verano en Ereván es planchar la propia mortaja
Hola, Muerte:
¿Por qué te llaman primavera y te disfrazan de flores?
Un día que promete es un día que empieza con un taxista que saca una Biblia y te dice: “Vamos a rezar juntos por ti.” Mano derecha en alto, te dedica una oración durante unos diez minutos, cambiando de marchas con la mano izquierda, dejando el volante a su libre albedrío. Tú no entiendes nada, pero él se mantiene muy digno, repite tu nombre varias veces a lo largo de la oración y nunca antes te costó tanto contener una carcajada.
Ese momento en el que suena una canción de Sonia y Selena en una marshrutka y temes que alguien vea tu pasaporte.
Ya, yo tampoco sé de qué hablo a veces, pero después de varios meses, me ha venido esto de golpe:
Hola, Tiempo:
¿Me vas a perdonar esto que estoy haciendo contigo?
Déjame ser aquel viajero que caminaba de espaldas.
Ahora abro las ventanas y entran todas esas flores blancas
Al fondo queda la mole de hormigón que aparecía en aquel sueño
En el que un tsunami nos arrastraba por un país sin playas
-¿Es un país sin playas una cárcel?
Salir a pasear con chaleco antibalas. Por si acaso.
-Nos conocimos en Las Vegas, si no recuerdo mal.
-No…
-Ah, es que como utilizo tres idiomas a diario…
(Conversación con un taxista)
-¿Es una ciudad lenta el paraíso?
-¿Posible o probablemente?
La prisa nos ha ido matando poco a poco
La carne se ha hecho piedra
Y ya mis venas
Esconden lo que guarda una granada.
No todas las escaleras tienen dinero para llegar al cielo.
¿Te ha interesado esta columna?
Puedes ayudarnos a seguir trabajando
Donación única | Quiero ser socia |