Entrevista

Dani de Morón

«No va a haber un nuevo Paco de Lucía»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 14 minutos
Dani de Morón (Mayo 2015) |  © José Luis Montero
Dani de Morón (Mayo 2015) | © José Luis Montero


Sevilla  | Mayo 2015

Es, indiscutiblemente, el guitarrista de las nuevas generaciones de aficionados. Daniel López Vicente (Sevilla, 1981), que toma su nombre artístico por haberse criado y formado como músico en Morón de la Frontera, lleva ya una década asumiendo retos y superándolos con nota. Después de una intensa etapa de tocar para el baile ( Antonio Canales, Javier Latorre, Manuela Carrasco, Javier Barón, Joaquín Grilo…) empezó a acompañar a grandes cantaores al tiempo que se abría a músicas allende las fronteras del flamenco.

Pero fue su incorporación a la gira Cositas buenas de Paco de Lucía lo que propició su estirón definitivo, y le confirió la madurez necesaria para dar forma a un álbum como el celebrado Cambio de sentido (2012). Ahora vuelve a reinventarse a sí mismo con El sonido de mi libertad, un disco del que solo espera “que no se escuche con prejuicios. Y que empiece por donde quiera, no necesariamente por el principio. Son historias cortas y cada una tiene su sentido”.

Entre los proyectos de futuro que acaricia, quiere trabajar con dos músicos casualmente de Jerusalén: el contrabajista Avishai Cohen y el guitarrista Yotam Silberstein.

No se ha quitado el apodo de “De Morón”. ¿Eso es un posicionamiento estético, un gps musical?

«Lo de Morón no es una denominación de origen tan cerrada como algunos creen»

Bueno, ahí hay dos cosas: lo de Morón te lo pone la gente para identificarte, pero también porque es un pueblo con identidad flamenca. Y yo me siento orgulloso de mi pueblo, muchísimo. No es una denominación de origen tan cerrada como algunos creen, y la prueba es que seguimos saliendo gente distinta. Hay algo que nos define.

Siempre se piensa en Diego del Gastor y otras piedras fundacionales del flamenco moronense. Pero si se escucha su disco, ya Morón no es un monolito de cal. ¿Dónde habría que buscarlo?

En la forma de pulsar, como dije en su momento y parecía una ofensa al pueblo. Eso va a estar siempre, me encanta como suena mi tierra en las manos de quienes la hacen sonar bien. Todos nos admiramos mutuamente con la naturalidad que hay que tener y sin necesidad de demostrar nada. A la vista está que hay variaciones que no son de Diego, y suenan a Morón, y es precisamente por la forma de pulsar. Me gustaría grabar algún día algo así, muy de la tierra.

«Nunca dejaré de tocar para el baile; lo malo es que dejan de llamarte porque creen que cobras mucho»

¿Qué queda del Dani de Morón que tocaba para el baile?

¡Ese está ahí todavía! A mí me encanta tocar para bailar, lo que pasa es que la vida te va llevando por otro lado. Pero buena parte del ritmo que hay en el disco se lo debo al baile. En los talleres que imparto, suelo explicar a mis alumnos que los rasgueos que me invento son un intento de copiar lo que hace un bailaor en una patá por bulerías, copiar esa dinámica. Lo del baile no dejaré de hacerlo nunca, lo malo es que dejan de llamarte porque creen que cobras mucho o que estás muy ocupado [risas].

Usted ha tocado para los mejores, ¿hay alguno que le falte?

En esto del flamenco, cuando nombras a uno parece que los demás no te gustan. Pero hay dos que me vuelven loco: Israel Galván y Rocío Molina. No solo me gustaría trabajar con ellos, sino crear algo juntos, eso sería un regalo, un lujo. Luego está Eva [La Yerbabuena], pero eso es otra cosa. Y además ahí está el maestro Paco [Jarana], y no hay quien lo quite: esa pareja tiene que estar unida para siempre.

¿Y qué cante le gusta, cuál querría filtrar a su guitarra?

No es por no señalarme, pero soy incapaz de decir una línea o un artista. De uno me llega una cosa, de otro otra… Gracias a dios estoy rodeado de cantaores que me llegan mucho, y otros son amigos y compañeros y también me llegan. No me quedaría ni con Camarón ni con Morente: cada uno tiene su momento.

Ha tocado con artistas no específicamente flamencos, como Buika o con Ojos de Brujo. ¿En esos casos es un guitarrista flamenco al servicio de otras cosas, o un guitarrista sin más?

Yo no soy ni guitarrista, me considero tocaor. Pero no se puede ser tocaor con prejuicios, y menos cuando la música que escucho mayoritariamente en este momento no es flamenco. Luego puedo dar un paso atrás y me pego escuchando a los maestros clásicos dos meses. Las colaboraciones me las tomo de la misma forma.

«Cuando yo iba a clase con 13 años no tenía ni grabadora de cintas y tenía que ir tarareando por el camino»

¿Qué música tiene ahora en el i-phone?

Mira [lo saca]. La discografía entera de Avishai Cohen, lo primero. Brad Mehldau… Chemical Brothers, Prodigy, esto es para correr, ¿eh? [risas]… Christian McBride, otro bajista que me encanta. Dhafer Youssef, un tunecino que vi tocar en un festival. Y Leonel Loueke, también fabuloso… Marcus Miller, Melchor de Marchena, Petrucciani, Miles Davis, Niño Ricardo, Tomate, Debussy… Este guitarrista también es genial, Peter Bernstein. No tengo doscientos discos seleccionados, cojo 40 o 50 y me los voy estudiando un tiempo.

Lo cierto es que hoy tiene acceso a una cantidad de música que Diego del Gastor quizá no habría podido ni soñar, ¿no?

Pero es adonde te va llevando la vida, creo yo, no por inquietud. La mentalidad que hay que tener con toda la información que hay a nuestro alcance debe ser prudente. Suelo contar que cuando yo iba a clase con 13 años no tenía ni grabadora de cintas, y mientras iba a mi casa tenía que ir tarareando lo que me había enseñado el maestro, para que no se me olvidara y ya en casa pegarme tres o cuatro horas más machacándolo. Eso ha permitido que todavía hoy me acuerde de aquellas lecciones. Hoy pensamos que por tener un montón de falsetas en el teléfono somos capaces de tocarlas. Si logramos conjugar la mentalidad de antaño con todo lo que Spotify pone a nuestra disposición, tendremos dos aliados.

«Los guiños que hay al jazz en mi disco no son más que melodías que he ido interiorizando»

Hoy parece difícil encontrar un guitarrista que solo se ciña al flamenco clásico, y no explore al menos los vecindarios aledaños, ¿me equivoco?

El problema es que un guitarrista clásico que se aprenda tres acordes de Herbie Hancock, seguramente va a tener problemas para meterlos ahí. Hay que intentar incorporar todo con naturalidad, no pretender ampliar el lenguaje, sino que éste vaya avanzando solo, de un modo que tenga que ver con la afición.

Esa fue la gran lección de Paco…

Claro, que no sea para demostrar que uno sabe mucha armonía… Un guitarrista sonando auténtico siempre va a tener sentido. En mi disco no hay una evolución intencionada, los guiños que hay al jazz no son más que melodías que he ido interiorizando. Lo que escucho y te he mostrado antes es porque me encanta, me vuelve loco.

Me llama la atención su afinidad con el bajo, muy presente en el disco también. ¿Por qué ese gusto por dialogar con este instrumento?

Porque he descubierto un bajista [J. m. Popo] que creo que es el primero que se sale de la onda Benavent en el flamenco, y eso es muy difícil. Tanto, que hemos compuesto el primer tema juntos los dos. Si uno observa las líneas que hace en esa bulería, te das cuenta. Quería que el disco empezara con un minuto o minuto y medio con una tensión armónica fuerte, que no se supiera qué iba a pasar. Y cuando vi lo que traía, me pareció increíble.

Este es su primer disco d. P., “después de Paco”. ¿De qué manera está presente el maestro en él?

Paco siempre está, pero el verdadero homenaje es tocar con tu personalidad. Es lo que más le gustaba. El disco está lleno de homenajes a personas que quiero, a maestros, pero si te das cuenta no hay ni un agradecimiento, ni una nota. Está todo ahí, aunque no sea evidente.

«A Paco lo veíamos como un superhéroe, nos imaginábamos con 70 años y él todavía tocando»

¿Hay sensación de orfandad, de vacío del padre o del hermano mayor? Recuerdo que me dijo una vez que todos sabían que cuando Paco se marchara, se llevaría la silla…

Sí, así fue, pero a cambio nos dejó veinte mil caminos abiertos, no cerró nada. En su terreno es imposible caminar, él contó su historia y eso es lo que tiene que hacer todo el mundo. No creo que quisiera demostrarle nunca a nadie lo bien que tocaba. Cada paso en su vida contó lo que sentía. Ahora bien, se siente uno huérfano porque lo veíamos como un superhéroe, nos imaginábamos con 70 años y él todavía tocando, creíamos que estaría ahí siempre. Un maestro me dijo que Camarón cada vez canta mejor, porque cada vez lo escuchamos mejor, somos más conscientes de lo que dejó. Y Paco tocará cada vez mejor.

Si tuviera que quedarse con una enseñanza de la gira que hizo con él, ¿cuál sería?

Constancia y, sobre todo, ilusión. Siempre quería seguir aprendiendo. Y esas giras que se metía, que hasta se llevaba a su familia… Era como no querer renunciar a tu vida, que no es ganar dinero ni estar con los tuyos, es la guitarra. Y para ello no dejas de tocar, no te quedas en casa: te llevas a los tuyos adonde haga falta.

«Vicente, por supuesto, es el guitarrista que para mí encierra más mensaje»

Y si tuviera que hacer pronóstico de por dónde irán los rumbos de la guitarra, ¿adónde apuntaría?

No habrá nuevo Paco, como no hubo nuevo Sabicas ni nuevo Niño Ricardo. Veo tantos puntales con tanta personalidad… Es que no veo a dos guitarristas iguales, hay muchas escuelas, muchos caminos. Eso también se lo debemos a Paco. Por ejemplo, me encantan los discos que hace Tomatito, y luego hay dos que me encantan, que son Juan Carlos Romero y Cañizares. Niño Josele, también lo veo con un nivelazo. Y Chicuelo, Paco Jarana… Y Vicente [Amigo] por supuesto, es el guitarrista que para mí encierra más mensaje.

¿Qué le convence de los encuentros que se han hecho hasta ahora de lo jondo con el jazz?

Los encuentros, por culpa de tiempo o dinero, se quedan generalmente en lo superficial. Si alguien cree que el flamenco es la escala dórica, mal; y si yo creo que el jazz es aprenderme dos standards, mal también. Eso funcionará cuando el jazzista se olvide que es jazzista, y el flamenco que es flamenco. Algunos han funcionado comercialmente, pero no me gustan porque el jazzista, con mucha información, se ha adaptado al flamenco, pero no al revés, y es una pena. De lo que se ha hecho hasta ahora, me gusta especialmente el trabajo de Dave Holland con Pepe Habichuela, por la personalidad de los dos. Creo que el contrabajo es un acompañamiento muy adecuado para la guitarra.

‘El sonido de mi libertad’, a examen

danimoron-libertad

¿Qué ha cambiado en Dani de Morón desde Cambio de sentido?
Lo principal es que me tomo los discos como un resumen del tiempo que ha pasado desde el anterior, para contar cosas que no se pueden contar con palabras. La diferencia está en el estado anímico que crea, más allá de los cambios rítmicos o armónicos. Sí es verdad que este disco ha salido más como me lo imaginaba. Los primeros estaban más rodeados de incertidumbres.

Es curioso que distinga los estados de ánimo del campo rítmico y armónico, ¿no es éste consecuencia o incluso traducción de aquéllos?
Sí, es cierto. A veces me preguntan si me planteo innovar o evolucionar cuando compongo, y la verdad es que no. Solo pretendo tener muchas armas, entre comillas, para ese estado de ánimo que quiero provocar… Que quiero provocarme a mí mismo, el primero.

Quería preguntarle por lo rítmico en el disco -ese compás que juega a descomponerse y recomponerse– y por la afinación.
El ritmo tiene que estar a tu favor. Yo me rodeo de músicos como Los Melli o El Piraña, gente muy rítmica, pero no por ayudarme, sino porque la forma de entender ellos el ritmo ayuda a saber mejor dónde me encuentro yo. Esa descomposición de la que hablas no se basa tanto en los contratiempos, como mucha gente cree, sino en acentuar mucho en tiempos débiles. Cuando tocas por soleá en el 4 o en el 7, provocas mucha tensión. No es otra historia que pellizcar para buscar un ole, que es el objetivo último del flamenco. Y también eso le da sentido a melodías que no van apoyadas en tanta tensión, es un juego que me hace sentirme muy cómodo. Sobre la afinación, solo hay un tema con la guitarra transportada, la bulería, que está en tono de rondeña. El resto del disco tiene afinación natural.

¿Y la rumba, tan atípica?
Lo primero en la rumba fue quitarle los elementos bailables, luego descomponerla rítmicamente, aunque eso fue más labor de El Piraña. Yo la había grabado con un click y un bombo a tierra, como siempre, sin referencia de ritmo. En él estaba crear lo que yo creo en los demás temas, desplazando tiempos. Eso hace que suene muy nueva, y aparte cae mucho en tonalidad menor, que no suele ser propio en la rumba.

Sobre los temas, me atrae que no son temas acancionados, en la línea de Vicente Amigo, y por otro lado su guitarra suena muy cantaora. ¿Cómo cuadra ese círculo?
Aunque no lo creas, me acabas de echar un piropo [risas]. Intento colocar estribillos, pero muy sutiles, que el cerebro los vaya captando sin darse cuenta. Y nunca hago un estribillo copiado, siempre lo toco distinto. Sabes que es el mismo, pero va variando, y es el cerebro el que hace sus asociaciones. También hay temas tratados de otra forma: el fandango, por ejemplo, no tiene elementos como la melodía del cante por fandangos, y éste no lo tiene. He investigado marcajes muy antiguos, pero al colocarlo rítmica y armónicamente en la tesitura que tiene el tema, se han camuflado. Me gusta que se sepa que algo hay, pero que no se perciba a primera vista.

[Especial para MSur]

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