Opinión

La apuesta de Abu Mazen

Uri Avnery
Uri Avnery
· 9 minutos

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Tel Aviv | Septiembre 2011

Maravilloso discurso. Magnifico discurso.

El lenguaje expresivo y elegante. Los argumentos claros y convincentes. La expresión oral perfecta. Una obra de arte. El arte de la hipocresía. Casi todo el discurso en el comunicado concerniente al tema palestino-israelí fue una mentira. Una mentira evidente: el orador lo sabía, y la audiencia también.
Obama en su mejor momento, Obama en su peor momento.

Siendo una persona moral, debió de tener ganas de vomitar. Siendo una persona pragmática, sabía que debía hacerlo si quería ser reelegido.

Básicamente vendió los intereses nacionales fundamentales de los Estados Unidos de América por la posibilidad de una segunda legislatura.

No está bien, pero esto es la política, ¿vale?

Una obra de arte. El arte de la hipocresía. Casi todo el discurso de Obama fue una mentira

Puede ser excesivo ―casi insultante para el lector― mostrar los detalles farsantes de este edificio retórico.

Obama consideró los dos lados como si ellos fueran iguales en fuerza – israelíes y palestinos, palestinos e israelíes – .

Sin embargo, de los dos, los israelíes ―sólo ellos― fueron quienes sufrieron y han sufrido. Persecución. Exilio. Holocausto. Un niño israelí amenazado por misiles y rodeado por el odio de niños árabes. Tan triste.
Sin ocupación. Sin acuerdos. Sin fronteras de junio de 1967. Sin Naqba. Sin niños palestinos asesinados o asustados. Esta es la línea de propaganda derechista israelí, pura y simple: la terminología, la narrativa histórica, la argumentación. La música.

Por supuesto, los palestinos deberían tener un estado propio. Indudable. No obstante, no deben ser impacientes. No deben poner en un aprieto a Estados Unidos. No deben venir a las Naciones Unidas. Deben sentarse con los israelíes, como personas razonables, y solucionarlo con ellos. La oveja sensata debe sentarse con el lobo sensato y decidir qué hay para cenar. Los extranjeros no deberían interferir.

Obama dio el servicio completo. Una dama que proporciona este tipo de servicio generalmente recibe el pago por adelantado. Obama lo recibió inmediatamente después, en una hora. Netanyahu se sentó con él frente a las cámaras y le dio suficientes muestras de amor y gratitud, dignas de ser citadas, para durar varias campañas electorales.

La oveja sensata debe sentarse con el lobo y decidir qué hay para cenar

El trágico héroe de este asunto es Mahmud Abbas. Un trágico héroe, pero un héroe al fin y al cabo.

Muchas personas pueden estar sorprendidas por esta aparición repentina de Abbas como un jugador de altos riesgos, preparado para enfrentarse con los poderosos Estados Unidos.

Si Ariel Sharon se despertara por un momento de su coma de largos años, se desmayaría a causa del asombro. Él fue quien llamó a Mahmud Abbas «pollo desplumado».

Aún así, durante los últimos días, Abbas fue el centro de la atención global. Los líderes mundiales consultaron sobre como ocuparse de él, los diplomáticos estaban impacientes por convencerlo de uno u otro plan de acción, los comentaristas adivinaban lo que haría después. Su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas fue tratado como un acontecimiento de trascendencia.

No está mal para un pollo, incluso para uno lleno de plumas.

Su aparición como un líder en el escenario mundial recuerda a Anwar Sadat.

Cuando Gamal Abdel Nasser murió de improvisto a la edad de 52 años en 1970 y su vicepresidente oficial, Sadat, asumió el bastón de mando, todos los expertos políticos se encogieron de hombros.

Arafat nunca designó a un vicepresidente. Abbas fue uno de los cuatro o cinco sucesores probables

¿Sadat? ¿Quién demonios es ese? Se consideraba un don nadie, un segundón eterno, uno de los miembros menos importantes del grupo de Oficiales Libres que gobernaba Egipto.

En Egipto, tierra de bromas y bromistas, abundaron las ocurrencias sobre él. Una de ellas hacia referencia a la prominente marca marrón sobre su frente. La versión oficial dice que esto era el resultado de mucho rezo, golpeando su frente contra el suelo. Pero la verdadera razón era que en las reuniones, después de que todos los demás hubieran hablado, Sadat se levantaría y trataría de decir algo. Nasser afablemente pondría el dedo en su frente, lo empujaría con cuidado y diría: «¡Siéntate, Anwar!”

Para completar el asombro de los expertos —y sobre todo de los israelíes— este «don nadie» se arriesgó enormemente al comenzar la guerra de octubre de 1973, y continuó haciendo algo sin precedentes en la historia: yendo a la capital de un país enemigo oficialmente en estado de guerra y haciendo la paz.

La posición de Abbas bajo Yasser Arafat no fue diferente de la posición de Sadat bajo Nasser. Sin embargo, Arafat nunca designó a un vicepresidente. Abbas fue uno de los cuatro o cinco sucesores probables. El heredero seguramente podía haber sido Abu Jihad, si no hubiera sido asesinado por comandos israelíes delante de su esposa e hijos. Otro candidato probable, Abu Iyad, fue asesinado por terroristas palestinos. Abu Mazen (Abbas) fue, de alguna manera, la opción por ausencia de otros.

Semejantes políticos, surgiendo de repente de la sombra de un gran líder, generalmente caen en una de las dos categorías: el eterno frustrado segundón o el sorprendente nuevo líder.

La Biblia nos da ejemplos de ambos tipos. El primero fue Rehoboam, hijo y heredero del gran Rey Salomón, que dijo a su pueblo: “Mi padre os castigó con azotes, pero yo os castigaré con escorpiones”. Y el otro fue representado por Josué, el heredero de Moisés. No fue un segundo Moisés, pero según la historia fue un gran conquistador por si solo.

La historia moderna cuenta la triste historia de Anthony Eden, el sufrido segundón de Winston Churchill, quien inspiró poco respeto. (Mussolini lo llamaba, después de su primera reunión, “un idiota bien trajeado”). Cuando llegó al poder, trató de igualar desesperadamente a Churchill y pronto enredó a Gran Bretaña en el desastre de Suez de 1956. A la segunda categoría perteneció Harry Truman, el don nadie que sucedió al gran Franklin Delano Roosevelt y sorprendió a todo el mundo como un líder decidido.

Abbas ha puesto la búsqueda de la libertad palestina directamente sobre la mesa internacional

Abbas pareció pertenecer al primer tipo. Ahora, de repente, se revela como perteneciente al segundo. El mundo lo trata con el respeto del recién descubierto. Acercándose al final de su carrera, hizo la gran apuesta.

Pero ¿fue eso sensato? Valiente, sí. Atrevido, también. ¿Pero sensato?

Mi respuesta es: Sí, lo fue.

Abbas ha puesto la búsqueda de la libertad palestina directamente sobre la mesa internacional. Durante más de una semana, Palestina ha sido el centro de atención internacional. Decenas de hombres y mujeres de Estado internacionales, incluyendo al líder de la superpotencia mundial, han estado ocupados con Palestina.

Esto es de importancia extrema para un movimiento nacional. Los cínicos pueden preguntar: «¿Qué ganaron ellos con esto?” Pero los cínicos son tontos. Un movimiento de liberación gana del hecho en sí que el mundo ponga atención, que los medios de comunicación lidien con el problema, que la gente consciente en todo el mundo se despierte. Esto refuerza la moral en casa y acerca la lucha un paso más a su objetivo.

La opresión rehuye el estar en primer plano y la ocupación, los asentamientos y las limpiezas étnicas prosperan en las sombras. Es el oprimido quien necesita la luz de día. El movimiento de Abbas lo proporcionó, al menos por el momento.

Obama la ha fastidiado: ningún árabe le perdonará la puñalada por la espalda a los palestinos

El espectáculo miserable de Barack Obama fue un paso hacia la destrucción del estado de América como una superpotencia. De alguna manera, fue un crimen contra Estados Unidos.

La Primavera Árabe puede haber sido la última oportunidad para Estados Unidos de recuperar su categoría en el Oriente Medio. Después de alguna vacilación, Obama se dio cuenta. Exigió a Mubarak dimitir, ayudó a los libios contra su tirano y se quejó de Bashar Asad. Sabe que tiene que recuperar el respeto de las masas árabes si quiere recuperar alguna importancia en la región, y por extensión, en todo el mundo.

Ahora la ha fastidiado, quizás para siempre. Ningún árabe que se precie le perdonará haber dado una puñalada por la espalda a los palestinos desvalidos. Todo el mérito que Estados Unidos ha tratado de ganar en los últimos meses en el mundo árabe y en general, en el mundo musulmán, ha sido arrastrado por una ráfaga.
Todo por la reelección.

Esto fue también un crimen contra Israel.

Israel necesita la paz. Israel tiene que vivir cara a cara con los palestinos, dentro del mundo árabe. Israel no puede confiar siempre en el apoyo incondicional de los Estados Unidos en decadencia.
Obama lo sabe perfectamente. Él sabe lo que es bueno para Israel, incluso si Netanyahu no lo sabe. Y le ha dado las llaves del coche a un conductor borracho.

El Estado Palestina existirá un día. Esta semana ya era claro que esto era inevitable. Obama será olvidado, como lo serán Netanyahu, Lieberman y toda la pandilla.

Mahmoud Abbas ―Abu Mazen, como lo llaman los palestinos― será recordado. “El pollo desplumado” vuela hacia el cielo.