Cuestión de apariencia
Soumaya Naamane Guessous
El sdaq es una obligación religiosa, pero ¡no constituye el valor de compra de la novia!
En el islam, el sdaq (la dote que el marido entrega a su futura mujer) es obligatorio para la boda, como lo son la lectura de la Fatiha y la publicidad del evento. Si no se extiende acta de boda, el vecindario es testigo de la unión, de ahí el zgharit (cantos agudos de mujeres, “yuyu”).
El Corán y el Código de la Familia marroquí exigen el sdaq, sin mínimo ni máximo. Pero el sdaq siempre se ha negociado. Sin protección jurídica, el sdaq era una garantía: “La boda debe ser costosa para disuadir a los hombres de divorciarse o casarse de nuevo”, dice una mujer mayor. Con el acta de boda, se ha desarrollado una practica de protección: el valor del sdaq es alto, pero el marido solo pone una parte. Lo demás queda escrito al revés del acta y solo se debe pagar a la esposa si hay divorcio.
La familia del marido debe ser generosa, y la de la novia, exigente para dar valor a la esposa
El sdaq puede llegar a tener un precio desorbitado para deslumbrar el entorno. Se debate entre hombres. La familia del marido debe ser generosa para salvar su honor y la de la novia, exigente para darle valor a la esposa. Se le da el sobre al padre de la novia cuando se celebra el noviazgo, delante de los invitados. Los adules que establecen el acta cuentan el dinero o leen el cheque en voz alta y escriben la cantidad en el acta. Muchas familias se niegan a negociar, pero confían en la generosidad del esposo. Si el esposo está necesitado o si el padre de la esposa se niega a “vender” a su hija, puede ocurrir que las familias monten una puesta en escena: “Para no ser despreciado por mi familia, mi marido ha dado un cheque de treinta mil dirham (3.000 €). Después, lo ha recuperado y me ha dado diez mil dirham”.
El sdaq permite completar el dhaze (ajuar), constituido de antemano, sobre todo cuando a las chicas se les casaba siendo adolescentes y los mercados no estaban bien abastecidos. Entonces todo se fabricaba en casa: encajes, túnicas, mantas, tapices de lana… El ajuar “es el rostro de la esposa”, se decía. Bien surtido, la valoriza. El ajuar viaja del domicilio de los padres al de los esposos con gran ceremonia, expuesto en carretas, seguido por una banda musical, y recorre el camino atrayendo a los curiosos que se van uniendo a la caravana integrada por la mujeres y los hombres de la familia de la esposa.
El sdaq tiende a perder valor entre los hombres jóvenes, ¡pero el precio de la boda se dispara!
Esa exhibición se va haciendo menos frecuente en las grandes ciudades, pero sigue siendo la norma en los demás sitios. Si el recorrido es largo, se exhibe el ajuar en coches todoterreno Honda. Si la familia es menos conservadora, el ajuar sale con discreción de casa de los padres para luego exponerse en el salón de los esposos.
En la actualidad, todos los artículos que suelen componer el ajuar se pueden comprar en todo momento. Pero las madres, en su mayoría, siguen preparándolo mucho antes la boda; eso se ve especialmente en la población más o menos pobre. Los que tienen medios lo preparan después de la petición de matrimonio. Las familias más acomodadas compran en Europa, Estados Unidos y, moda más reciente, en los países del Golfo Pérsico o en Turquía. A los artículos tradicionales se han añadido los más modernos ¡para gran disgusto de padres y maridos!
El sdaq tiende a perder valor entre los hombres jóvenes, ¡pero el precio de la boda se dispara! Otros elementos se deben añadir. El esposo debe traer el dfu’, formado por varios regalos. Antes, le tocaba a la madre comprar los regalos. Las mujeres de la familia de la esposa decidían el contenido del dfu’. La formula “yuye yuye male haya” es la más corriente (dos piezas de cada articulo): túnicas, pijamas, zapatillas y zapatos, pañuelos y joyas. Hoy en día, la esposa elije sus regalos según sus gustos, presionada por su madre y las mujeres de la familia. Los regalos han conocido la influencia de la modernidad, y una escalada. Las mujeres se emancipan, pero se encierran en nuevas limitaciones.
El dfu’ se trae con gran celebración a la fiesta de la boda, dentro de los tiafer, cofres que se alquilan, compitiendo en colores, formas y materias. Cuanto más tiafer, más se admira el dfu’. Su contenido mezcla tradición y modernidad: leches, dátiles, henna en bolsitas lujosas. Se complementan con golosinas de Turquía, del Golfo Pérsico y hasta de Suiza, tejidos lujosos y novedades… bolsos, zapatos, pañuelos firmados por las grandes marcas europeas. Se añade un cofre que parece salir directamente de la caverna de Alí Baba, conteniendo joyas. El reloj – o varios – firmado, las diversas joyas de oro con diamantes incrustados. Todo eso expuesto a los invitados.
Fasto, ostentación y lujos dominan las ceremonias. Se trata de ver quién da más
En tiempos remotos, la esposa solía ofrecer regalos a sus suegros, sus cuñadas y la familia cercana: pañuelos con encaje y un vestido a la suegra, una chilaba al suegro y pañuelos a las cuñadas. Hoy en día, se ofrecen regalos valiosos y costosos: perfumes, tejidos, bolsos de marca… Puede ocurrir que todos los invitados salgan de la boda con botellas de perfume llevando una etiqueta con el nombre de los esposos, o con cajas de almendras dulces o chocolate de marca. Mucho presupuesto cuando sabemos que la más modesta de las bodas cuenta con más de cien invitados.
Fasto, ostentación y lujos dominan las ceremonias. Se trata de ver quién da más en la creatividad y la diversidad. ¿El colmo? Pues es cuando la esposa se iba al hammam con sus familiares, en un ambiente sencillo y festivo. Ahora eso es una ceremonia fastuosa. Hay familias que alquilan servicios de catering con mujeres sirviendo pasteles y bebidas, y que se hacen acompañar por una orquesta de mujeres chikhat, en baños públicos. Una falta de decencia ante empleados que ¡no llegan a ganar más de mil quinientos dirham al mes!
El marketing ha llegado a dominar ese frenesí: existe una feria anual de la esposa, y profesiones que van creciendo proponiendo toda clase de fantasías. Las ceremonias de boda se convierten en un alarde de riqueza, real o simulada: pantallas gigantes en cada rincón para que los invitados no se pierdan ningún detalle, montones de comida de todas las nacionalidades, una animación densa y variada como si de un gran programa de tele se tratara. Hasta tal punto que todas las ceremonias se parecen y ¡los invitados se aburren!
Cuando las familias tienen recursos, esto puede parecer normal, pero la mayoría de las familias, por mimetismo, se endeudan, venden bienes, presionan a las parejas. Las chicas de hoy, modernas, siguen viviendo bajo el influjo de los cuentos de hadas.
“¡Las chicas se extrañan porque no encuentran marido! ¡Los hombres no tienen recursos!
Los hombres culpan a las mujeres de incitar al sobregasto: “Las marroquíes son materialistas. Puedo ofrecerle a mi mujer lo que ella quiera, pero según mis medios y no presionado por su madre”, dice un hombre de 34 años. Pero otros se dejan manipular: “Rechazaba ese fasto, pero mi madre me ha chantajeado sentimentalmente”, dice un hombre de 36 años. Y cuidado con el que se rebela: “Mi suegra nunca olvida recordarme que le he roto el corazón porque su hija ha sido malvendida”.
Hasta las chicas más modernas acaban sometiéndose. Dice un joven ejecutivo: “Nos peleamos sin cesar. Tengo ganas de romper. A mi novia la está presionando su madre. Ayer se trataba de chocolate por un importe de ocho mil dirham, de arreglos de flores para cada mesa, quince mil dirham, y de un árbol de almendras azucaradas de nueve mil dirham”. Su novia: “Queríamos una fiesta con sesenta invitados. Mi madre y mi suegra nos imponen doscientos. ¡Estoy deprimida!”
Los preparativos de la boda, que suelen transcurrir con alegría, se convierten en causa de desgracias. Las mujeres estarán realmente emancipadas solo cuando se librarán de las apariencias. Un hombre lamenta: “¡Las chicas se extrañan porque no encuentran marido! ¡Los hombres no tienen recursos para financiar ceremonias de las mil y una noches!” El dicho marroquí declara: “Ceremonia de boda por una noche. Sufrimiento para un año.” Pero las bodas se han vuelto tan costosas que el sufrimiento ahora dura varios años.
Una recién casada de 27 años: “Mi esposo y yo hemos peleado contra nuestras familias. Hemos hecho una ceremonia intima que nos ha costado quince mil dirham, es decir el sueldo de mi esposo de un mes. Hemos gastado nuestros ahorros para comprar una casa. Hemos contratado un préstamo para comprar muebles. ¡La felicidad! Podríamos habernos endeudados para complacer a nuestras familias y pagar hipoteca durante diez años.” Y el marido añade: “Ser moderno es ser libre para elegir y hacer aquello en lo que se cree, no someterse a la dictadura de las apariencias”.
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