Entrevista

Nativel Preciado

«La chapuza no fue la Transición, sino lo de después»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 11 minutos
Nativel Preciado | © Ricardo Martín
Nativel Preciado | © Ricardo Martín

Sevilla  | Abril  2016

Madrileña de 1948, forjada en los años 60 en periódicos como Arriba o Madrid, antes de vivir intensamente la Transición en cabeceras como ABC, Interviú o Tiempo, además de una larga trayectoria en radio y televisión, Nativel Preciado es hoy una de esas veteranas de la profesión periodística que se resiste a entregar la cuchara. En su último libro, Hagamos memoria, recién publicado por la Fundación José Manuel Lara, confronta de hecho su mirada con la de los nuevos informadores y políticos. Cabe recordar que fue también finalista del premio Planeta, premio Primavera y premio Fernando Lara de novela. Actualmente es una asidua visitante de tertulias televisivas, donde hace valer su experiencia como cronista política.

Tradicionalmente se ha representado la Transición como una gesta heroica, pero en los últimos años han aumentado las voces que la tachan de apaño, de enjuague indigno. ¿Usted con qué versión se queda? ¿Exaltación o crítica?

«Las fuerzas que participaron en los acuerdos de la Moncloa eran menos sectarios que los de ahora»

Me quedo en el justo medio, que es donde siempre está el acierto. No fue una empresa heroica ni titánica, se hizo lo que buenamente se pudo, porque realmente no se habría podido ir mucho más lejos con los poderes fácticos al acecho: ahí estaban los militares, la Iglesia, los potentados, las grandes empresas, todo esto estaba por el continuismo y no dejaba avanzar más. Pero dentro de eso, se hizo todo lo que se pudo. No estoy de acuerdo con aquellos que quieren demoler la historia de la Transición, diciendo que fue una chapuza. Mi teoría es que la chapuza fue después, es decir, en el no haber profundizado todo lo que era necesario, cuando ya el sistema estaba mucho más estable.

Viendo cómo han ido las negociaciones para formar Gobierno, ¿qué falta hoy que sí había antes? ¿Sensibilidad, experiencia, compromiso, madurez…?

Falta compromiso y generosidad. Tengo la impresión de que los negociadores de aquella época, las fuerzas que participaron en los acuerdos de la Moncloa y los demás, eran menos sectarios que los de ahora, pensaban menos en sus intereses que en los de su partido, y estaban más concienciados en la necesidad de llegar a acuerdos para sacar el país adelante. Ahora dan la impresión, no digo todos, pero sí la mayoría, de que lo primero en lo que están pensando es en su propia salida personal y la de su partido.

Usted ha escrito dos biografías de boxeadores [Cassius Clay y Pepe Legrá], conoce el llamado noble arte. ¿En qué se parece la política a este deporte? Lo digo porque a Pablo Iglesias le explicó que ésta debía ser más ajedrez que boxeo…

«El boxeo es más impaciente y más violento, por eso la política tiene que ser ajedrez»

Evidentemente, el ajedrez requiere más conocimiento estratégico que el boxeo, que consiste en tumbar al contrario, si puede ser por KO mejor que a los puntos. El ajedrez es una labor de más largo alcance, y se trata de vender al adversario con tu inteligencia y la paciencia. El boxeo es más impaciente y más violento, por eso la política tiene que ser ajedrez.

Y sin embargo, ve maneras de boxeadores en los nuevos políticos…

Pues sí, creo que falta finezza, como decía Andreotti. Quisieran acabar lo antes posible, y de cualquier manera. Pero el fin no puede justificar los medios.

A veces, a la hora de recordar la Transición, se tiende a eludir la autocrítica por parte de los medios. ¿Qué hicimos mal en aquellos años?

Estar quizá demasiado implicados con los políticos, estar demasiado cerca. Teníamos que haber tomado más distancia. Creo que fuimos muy críticos con los del pasado, solo, y muy condescendientes con los que creíamos que eran nuestros colegas o nuestros compañeros de viaje, que serían los gobernantes de después de la Transición. En ese momento se le perdonaba todo a la oposición, y absolutamente nada con el gobierno. Podríamos haber sido más equilibrados, y también ser más estrictos con aquella oposición.

Hoy cualquier político, incluso un concejal de pueblo, tiene su gabinete de prensa que hace de aparato de propaganda y de filtro. ¿En aquella época eran más accesibles?

Sí, el sistema no estaba tan sofisticado como ahora, cuando las noticias las crean los propios interesados. Entonces no había jefes de prensa todopoderosos que marcaban las pautas informativas de los partidos, como hoy. Me acuerdo que uno de los directores del New York Times decía que los medios de comunicación ganarían mucho si no hubiera gabinetes de propaganda, que es lo que realmente son. Crear la noticia de una manera que favorece al que la emite impide la transparencia muchas veces. Es muy difícil aproximarse al político cuando tiene comunicados, no contesta a preguntas, tiene todo un aparato que le ampara, y tras el cual se parapeta.

Trabajó en Interviú. ¿Alguna vez tuvo la tentación de gritar: ‘Basta de tetas, queremos ver culos’?

«El desnudo en el cine y las revistas era un sarampión, una necesidad de purgar la represión anterior»

Bueno, yo no llegué a trabajar en la redacción, me dedicaba exclusivamente a hacer la entrevista política, no tenía posibilidad de mando ni de protesta. Nunca reclamé ver culos de los hombres para compensar los desnudos de las mujeres. Mi reivindicación iba por otro camino, quería otras cosas.

¿Pero sí tiene claro el papel que jugó el destape en la Transición española?

Sí, fue la ley del péndulo, de la represión previa pasamos al destape, que era como una exhibición, un desahogo, al que no dimos demasiada importancia. Después de este pendulazo, las aguas se calmaron y se le dejó de dar importancia al desnudo en el cine, las revistas. Era un sarampión, una necesidad de purgar la represión anterior.

En el Tres Festival de Granada hablará con el argelino Rachid Boudjedra de transiciones en el Mediterráneo. ¿Cree que el mundo árabe puede aprender algo de nosotros, podemos dar algún consejo, alguna lección?

«En el mundo árabe hay muchos intereses ajenos y la comunidad internacional parece haber entorpecido todo»

Hombre, podemos dar algunas pautas de comportamiento. Creo que a nosotros, a pesar de los pesares y las deficiencias democráticas, la Transición nos salió bien. Conseguimos la proeza de convertir una dictadura en una democracia por la vía pacífica, quitando la excepción del terrorismo, que nos ha acompañado durante muchos años. Ojalá las primaveras árabes hubieran desembocado en lo mismo, pero lamentablemente no lo han conseguido; en Túnez con muchas dificultades, y sobre todo con violencia… El mérito de pasar de un sistema a otro era hacerlo sin que hubiera más muertos. Eso fue una vacuna muy importante para que la transición se hiciera de forma pacífica. Es una pena que los países árabes no hayan podido hacerlo, aunque al inicio estaba muy bien planteada.

¿Ha faltado allí apoyo exterior, que quizá nosotros sí tuvimos? ¿O cree, como dicen algunos, que no hay pueblos dotados para la democracia?

En absoluto, esa maldición de que unos pueden hacer un proceso pacífico y otros no, no lo creo. Creo que todos pueden hacer las cosas igual, con sus características y su propia idiosincrasia. Ha ocurrido todo en un momento conflictivo para el mundo árabe, donde hay muchos intereses ajenos para el mundo árabe, y en lugar de recibir ayuda de la comunidad internacional, ésta parece haber entorpecido más bien todo.

En su libro, confronta su mirada de veterana con la de los jóvenes. En muchos de estos ha cundido la sensación de que el fenómeno del terrorismo en España fue algo así como una guerra con muertos en ambos bandos, que fueron tiros en la nuca contra cal viva. ¿Qué responde?

Yo no quiero justificar ningún tipo de terrorismo, ni el de la cal viva ni el otro. Pero el terrorismo que hemos padecido en España durante tantos años ha sido realmente atroz. Había que estar cerca del asesinato diario, del tiro en la nuca diario, de los escoltas, de la falta de seguridad, de visitar el País Vasco y mirar hacia todas partes, entrevistar a un político y que te pregunten: ¿Trae usted seguridad? El fenómeno de ETA ha sido realmente duro, y no se puede minimizar ni relativizar de ninguna manera. Ha sido lo peor que hemos tenido durante mucho tiempo. El terrorismo de Estado ha sido igualmente repugnante, pero muchísimo más corto en el tiempo.

También hay un sector de la izquierda más protestona que incluye a la prensa en sus críticas más duras. Se nos tacha con frecuencia de instrumento del poder, ¿tienen razón?

«Incluso con Franco, siempre había un modo de esquivar la censura y decir las cosas»

Bueno, en un momento en que la prensa española e internacional ha hecho una tarea de investigación tan importante como los papeles de Panamá; en un momento en que siguen muriendo corresponsales de guerra e incluso son decapitados en zonas de conflictos, e incluso en pequeñas poblaciones destapan asuntos de corrupción, me parece que no es oportuno criticar al menos a los colegas que hacen las cosas bien. Ellos nos salvan a los que cometamos errores. Es verdad que siempre hemos tenido mala prensa, solo hay que remontarse a las películas de cine negro americano para ver que siempre nos han tratado como muertos de hambre, desgraciados, gente que busca titulares y escándalos… Pero estoy muy orgullosa de esta profesión, es un pilar y un equilibrio democrático imprescindible. Aunque muchos lo hagan mal, ya digo, como en todas las profesiones siempre hay 36 justos que nos salvan.

La prensa, que en democracia se propuso hacer de vigía de los poderes políticos, ¿ha terminado defendiendo al modo hooligan, cada periódico al suyo?

Pues sí, es un defecto de la concentración de los medios de comunicación. Pero siempre hay un hilo de oro del que tirar, una columna, una noticia, una denuncia. Pasaba incluso con Franco, siempre había un modo de esquivar la censura y decir las cosas.

La separación de poderes, incluida la del Cuarto Poder, ¿es una utopía?

«Hoy, la profesión de periodismo, con su precariedad, parece hecha para héroes»

No, no lo es. Es verdad que hay una tendencia a congraciarse con los otros poderes, especialmente los políticos, pero hay que seguir defendiendo la independencia. Por otro lado, también es cierto que hoy la profesión parece hecha para héroes, con la precariedad que hay en la profesión y las presiones que recibimos. Es muy difícil pasar hambre y mantenerse íntegro. Me pregunto muchas veces qué habría sido de mí si empezase ahora.

Siempre hay una nueva generación que quiere jubilar a la anterior, en la política como en el periodismo. ¿Cree que es la hora de una Segunda Transición, como se dice?

Toca el capítulo de cerrar una etapa y permitir el relevo generacional, claro, y de hecho ya lo está habiendo. Es inevitable, han cambiado demasiadas cosas en 40 años. Yo digo que seguiré dando guerra todo lo que pueda, pero soy consciente de que toca mirar las cosas de otro modo.

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