Cuando ligan las chicas…
Soumaya Naamane Guessous
Ligar está en la naturaleza de los hombres: es una actividad indispensable para mantener y exhibir la virilidad: así, el hombre aprende desde muy joven mostrar su valor por el poder que tiene sobre las mujeres. Ras edderb [la esquina de la barriada donde se juntan los chavales] es una escuela que modela los comportamientos del chico. Aprende a ligar para entrenarse, para divertirse, para molestar a las chicas, para exhibir su fuerza y construir su masculinidad. Ligar se convierte en un acoso que crea un profundo malestar entre las mujeres.
Pero desde hace unos cinco o seis años, me dicen los hombres, con furia, rencor o desternillándose de risa, “los papeles se han invertido”. “Ahora son las mujeres las que se ligan a los hombres”. ¡Sorpresa! ¿Cómo puede ser que las mujeres, a las que se les consideraba a la disposición de los hombres, se conviertan en emprendedoras por su cuenta? Una metamorfosis entre las mujeres, cuyas madres y abuelas caminaban con la vista clavada en el suelo, evitando la mirada de los hombres.
Ligo, luego existo
Las chicas jóvenes, que ya han adquirido autoconfianza, se lanzan desafíos y desafían a los hombres. Como Leila, 19 años, estudiante: “Provoco a los hombres para demostrarme que soy capaz de hacerlo”. O para vengarse, como Rim, estudiante de 16 años: “Los acosamos para que se den cuenta lo que nos hacen sufrir”. Cumplidos, invitaciones a ponerse en contacto, insultos, burlas, obscenidades…
En grupo, las chicas son terribles, para divertirse, para provocar, para conocer a alguien
Las chicas se han apropiado de los mismos métodos que los hombres: “Quién te ha parido a ti, guapura?” “¡Fouirma axuya!” (Qué cuerpazo). “¿Turki ula maghribi?” (en referencia a los actores turcos). “¿Dónde está tu madre, que le pido tu mano?” “Te quieres casar conmigo, hermano?” “¿Nos tomamos un café?” “Cásate conmigo, y te lavaré los pies”. “Tú eres la abeja y yo soy la miel”. “Cuando veo a un hombre guapo y estoy con mis amigas, puedo decirle ‘Alá ya’ti li sahbi musiba’ (Que Dios destruya a mi chico)” confiesa Nadia.
Frente a los jóvenes de aspecto islamista, el lenguaje cambia: “Que Dios me permita peregrinar a La Meca contigo”. “Que Dios me haga hacer la oración del alba junto a ti”.
Una chica sola no provoca a un hombre. Le sonríe, le mira a los ojos y utiliza un lenguaje respetuoso. Pero en grupo, las chicas son terribles, para divertirse, para provocar o para conocer a alguien. La imaginación es fértil: “No soy un objeto dispuesto para los hombres. ¡Tengo derecho a elegir! Hacemos con los hombres lo mismo que hacen con nosotras. Los perseguimos, incluso los tocamos”. Walid se exaspera: “Tengo miedo a las chicas cuando van en grupo. Una chica me ha dicho, señalando mi bragueta: “Eso es tuyo o es una tubería?” Eran demasiadas como para pegarla”. “Yo soy rubio. Las chicas me han llegado a decir: “Axuya (hermano) ¿lo de abajo es igual de rubio que lo de arriba?””.
«Una chica me ha dicho, señalando mi bragueta: “Eso es tuyo o es una tubería?”»
Los hombres tienen miedo a las burlas y los insultos. “Cuando van en manada, te ridiculizan delante de la gente, se burlan de lo que vistes, te tu peinado, de tu cuerpo… Yo las insulto, pero eso no me quita la rabia”. Cuando las chicas quieren poner furioso a un hombre, pueden decirle: “¿Tú eres un hombre o una mujer?”.
También tienen repertorio para los hombres con aspecto islamista: “Estoy furioso. Hay chicas que me han preguntado si voy a hacerme detonar en un café”. Otro: “Las chicas me han dicho: “Axuya, ¿tú te has salvado del Daesh?”. Menos provocador: “Ay ay. Zin u din u disiplín (Belleza y religión y disciplina)”. Pero ¡ay de los hombres que respondan de forma violenta! “Una guarra me ha dicho “Axuya, lo tienes todo tan largo, o es sólo tu lengua?”
¿Cómo ligan ellas?
Las chicas ligan en todas partes. En la calle, en las salas de juego, en los cibercafés, los salones de deporte, los colegios, los centros comunitarios, los cafés, los restaurantes, los bares, las playas y las piscinas. Algunas adoptan métodos directos, sin preliminares, como Fadoua: “En un pispás. Voy hacia él y le digo que me gusta. Un día estaba comiendo en un restaurante e invité a un chico guapo que estaba esperando su plato: ‘Ven y pega un mordisco, si tienes hambre’”.
“Si me encuentro a un hombre en algún lugar de paso, me lanzo, porque no lo vería otra vez. Le digo: “Si no estás casado, coge mi número de teléfono”. “En el coche, en el semáforo rojo, le doy mi número de teléfono o le pido el suyo”. “Paso delante de él y le digo: ¿Qué marca de perfume llevas?’”. Algunas chicas también utilizan trucos. “Pasaba a mi lado y le di 20 dirham (2 €) y mi número de teléfono para pedirle que me haga una recarga en el kiosco que le cogía de camino. ¡Me ha llamado luego!” “He chocado con él y le he invitado a tomar un café para pedirle disculpas, como en las películas”.
Algunas marcan números de teléfono al azar, y si topan con un hombre, fingen haberse confundido
Las redes sociales son un aliada seguro en el ligoteo. “Si tengo su número de teléfono, le contacto por whatsapp. Si tengo su nombre, busco en Facebook”. Algunas marcan números de teléfono al azar. Si topan con un hombre, fingen haberse confundido e inician una conversación que puede abocar en una cita. Y las hay que se creen muy listas: En una cadena de radio privada, una chica se declaró, por teléfono, a su colega. Le dijo que lo amaba y que le daba corte decírselo. El moderador llamó por teléfono al chico, pero el colega estaba traumatizado: “Te da corte decírmelo a la cara y te atreves a decirlo frente a miles de oyentes?” Esta chica no consiguió lo que quiso.
¿Qué piensan los hombres?
Hay hombres que se benefician de la situación por mediación del camarero. “Una chica ha pagado mi cuenta en el café y me ha enviado su número de teléfono con el camarero. No iba a rechazar ese dulcecito que Dios me ha ofrecido”. “Ella ha enviado a una amiga para proponerme que saliera con ella. Una presa fácil”.
Otros se escandalizan. “Es el fin del mundo. Las chicas se han vuelto desvergonzadas, ¡ya no respetan la religión! Con los hombres es diferente porque Dios nos ha creados así”. Si hablamos del mismo dios, nos ha creado idénticos. Es la cultura la que inculca la diferencia.
«Es el fin del mundo. Las chicas se han vuelto desvergonzadas, ¡ya no respetan la religión!»
Otros, halagados, se aprovechan: “Para ligar hace falta gastar tanta energía y dinero… Si me ligan a mí, yo salgo ganando”. Pero cuidado con las confusiones. “He propuesto a un hombre ir a tomar un café. Me ha preguntado: ¿cuánto vale? Me he sentido herida”.
Cuidado con las consecuencias, que a veces pueden ser molestas. “El vecino de mi amiga me gustaba. He averiguado su fecha de cumpleaños en Facebook. He llamado a su puerta. Su madre me ha invitado a entrar. Le he dejado un regalo con mi número de teléfono. Hemos empezado a salir y se quería casar conmigo. Pero su madre se ha opuesto. Para ella, yo soy una prostituta”.
«Me envió una nota con el camarero: ‘Tú me gustas. Si estás soltero, me caso contigo’”
Otras veces, la audacia sale rentable. “En un restaurante, una mujer me ha enviado una nota con el camarero: “Tú me gustas. Si estás soltero, me caso contigo”. Un año más tarde estábamos casados”. En algunos raros casos, ligar se puede hacer de forma ortodoxa: “Yo estaba enamorada de él. Mi padre se enteró por mi madre. Ha dado mi foto al imam de la mezquita para que propusiera al padre de mi amor que se casara conmigo. Nos hemos casado. A mi marido le ha gustado mi iniciativa, porque también al profeta (Mahoma) le pidió matrimonio su esposa, Jadiya”.
Cuando un hombre nota que se lo está ligando una chica que le gusta, le parece bien. Si no, se siente cortado. Cuando es un ligoteo agresivo, se siente acosado. Ahora, que las chicas empiezan a ligar, los hombres ya no saben a qué atenerse. Conclusión de Faisal: “Si esto sigue así, habrá que aprobar una ley para castigar el acoso femenino”.
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