Entrevista

Amin Maalouf

«El mundo nunca ha estado más cerrado que ahora»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 6 minutos
Amin Maalouf (Madrid, 2009) | © Ilya U. Topper / M'Sur
Amin Maalouf (Madrid, 2009) | © Ilya U. Topper / M’Sur

Madrid | Mayo  2016

Cuando se exilió en Francia en 1975, huyendo de la guerra de Líbano, Amin Maalouf (Beirut, 1949) difícilmente podía imaginar que acabaría ocupando un sillón en la Academia Francesa. “La tradición de la Academia es que el miembro electo pronuncie en su discurso un elogio de su predecesor”, recuerda.

“A mí la idea me encantó, porque se trataba de Claude Lévi-Strauss, que había sido muy importante en mis estudios de Sociología. Pero a partir de ahí quise descubrir a todos los personajes que habían ocupado el sillón 29, desde 1634 en adelante”. Fruto de esa curiosidad es su último libro, Un sillón que mira al Sena (Alianza), que presentó el pasado viernes, coincidiendo con su pregón de la Feria del Libro de Madrid.

«Mientras tomábamos café, el embajador me escribió aquella carta que me permitió llegar a París»

El volumen, que repasa casi 400 años de historia de la Academia y del país galo en general, incide en cuestiones como el cambio de fuerzas que se da entre cardenales y filósofos, o lo que Maalouf considera “el nacimiento del star system” con una inaudita visita de Voltaire a París, pasando –cómo no– por la Revolución Francesa, “con todas las tribulaciones que supuso para los académicos, algunos de los cuales fueron condenados a muerte, aunque al final ninguna se llegó a ejecutar”, o el siglo XIX y el triunfo del pensamiento científico con gente como Claude Barnard o Ernest Renan. Pero también de figuras de las que ya nadie se acuerda, como Pierre Bardin, que se ahogó en el Sena tratando de salvar a uno de sus pupilos.

Por otro lado, Maalouf, conocido por no resistirse a abordar cuestiones de actualidad en sus intervenciones públicas, acepta opinar sobre la crisis de los refugiados cuando están a punto de cumplirse los 40 años de su llegada a Francia. “Las cosas han cambiado mucho desde entonces”, explica. “Me acuerdo de que cuando estalló la guerra del Líbano, me dirigí al puerto, me monté en un barco y llegué hasta Chipre. Allí fui a la Embajada Francesa, donde me dijeron que necesitaba una carta de recomendación del embajador de mi país. Fui a la Embajada del Líbano y, mientras tomábamos café, el embajador me escribió aquella carta y me permitió llegar a París. Hoy eso es impensable, parecería cosa de otro planeta”.

«Decimos que el mundo está más abierto que nunca, pero no : nunca ha estado más cerrado»

“No quiero lanzar piedras contra nadie”, subraya el escritor, “estamos viviendo una época muy difícil, pero es inevitable sentir nostalgia por aquel tiempo en que se podía ir y venir sin necesidad de hacer malabarismos, sin tener que jugarse la vida para cruzar una frontera. Creo que en general vivimos una época de impostura, decimos que el mundo está más abierto que nunca, pero no es cierto: nunca ha estado más cerrado. La gente siempre ha viajado con más facilidad que ahora”.

El autor de éxitos como León el Africano cree que “lo que está ocurriendo en el mundo me parece extremadamente inquietante. Hace unos años publiqué un libro que se titulaba El desajuste del mundo, y creo que ahora está todo mucho más desajustado. La sociedad se está transformando en algo cada vez más asustado y cerrado. Y en todos los países surgen movimientos que reflejan esa inquietud, ese deseo de protección de lo que se percibe como una invasión. Así es como se está amenazando la democracia, la libertad y el Humanismo”, agrega.

Maalouf, que dice pertenecer “a esa gente que ha vivido otras cosas”, declara sentirse “escandalizado” por lo que oye en los medios, “especialmente en la campaña política de los Estados Unidos. Pero me temo que ese discurso se está convirtiendo en la norma, no en la excepción”, dice. “A veces creo que el mundo no avanza en el sentido que yo hubiera esperado, sino más bien al contrario. Y lo percibo en todas partes”. Y a este propósito, recuerda aquel personaje de su novela Los desorientados que exclamaba: ‘¡La razón la tengo yo y la que se equivoca es la historia!’

«En un mundo usando la lengua de la mayoría llegaremos necesariamente a un empobrecimiento»

Preguntado por MSur por el hecho de que la cultura francesa haya ido perdiendo terreno en Occidente en beneficio de la anglosajona, el autor comenta que “es una pena y no parece que haya forma de evitarlo. Pero lo que el mundo está perdiendo no está solo relacionado con Francia. Lo importante sería preservar la diversidad cultural del mundo, empezando por la diversidad lingüística. A través de cada cultura se transmiten elementos de civilización, como lo ha hecho también históricamente la cultura española. Si avanzamos en un mundo usando la lengua de la mayoría, llegaremos necesariamente a un empobrecimiento. La gente dice que hay demasiadas lenguas europeas, pero sabemos que se trata de una falsa respuesta. Ningún país quiere renunciar a la suya, porque cada uno accede a la modernidad a través de su lengua”.

Sobre el drama contemporáneo del mundo árabe, Maalouf no duda de que “le ha faltado un Montaigne, y un Voltaire, y un Ernest Renard. Le ha faltado un Siglo de las Luces. Sería muy necesario otro enfoque entre la religión y las sociedades, una nueva forma de relacionarse con los textos sagrados. Probablemente, el problema esté alcanzando hoy proporciones gigantescas no solo para los países árabes, sino para todo el mundo. Mientras esto no cambie, el problema va a continuar y a crecer. La situación seguirá siendo trágica”.

Volviendo a Un sillón que mira al Sena, Maalouf reconoce que “no siempre disfrutas escribiendo». «A veces es un auténtico martirio, pero con este libro lo he pasado en grande. He descubierto personajes, he gozado leyendo y encargando más libros, asomándome a periodos históricos… Espero haber transmitido que ha sido un año y medio de felicidad total”, sentencia.

Finalmente, el escritor explica: “No acostumbro a hablar de lo que escribiré de forma inmediata, ni siquiera se lo digo a mi esposa. Eso me permite estar a solas, cara a cara, con el tema que quiero abordar. Lo que sí puedo decir es que Los desorientados era solo la primera entrega de lo que me gustaría que fuera una gran novela, que imagino con dos o tres títulos más”.

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