Emmanuel Carrère
«La izquierda se ha olvidado de la lucha de clases»
Alejandro Luque
Formentor | Septiembre 2018
Emmanuel Carrère (París, 1957) se ha visto obligado en los últimos tiempos, por un motivo u otro, a mirar hacia el pasado. Después de recopilar sus antiguas crónicas periodísticas en el volumen Conviene tener un sitio adonde ir (Anagrama), el escritor y cineasta ha vuelto a hablar de su novela de no ficción El adversario –la historia del asesino múltiple Jean-Claude Romand, que mató a su mujer, sus hijos, sus padres y su perro tras una vida llena de mentiras– ante la noticia de que el criminal podría salir de la cárcel en breve: “Si sale de prisión y quiere verme, no me voy a oponer. Pero no voy a buscarlo”, afirma con cierto hastío. El autor de Limónov y El Reino también ve ahora reeditado en España uno de sus libros más queridos, Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, la biografía novelada que escribió 25 años atrás de su admirado Philip K. Dick. Defensor de la política del presidente francés Emmanuel Macron, al que dedicó un largo reportaje, y de la candidatura de Manuel Valls a la alcaldía de Barcelona, en septiembre estuvo en España para participar en las Converses Litèraries de Formentor en Mallorca.
En el periodismo clásico se prohíbe contar en primera persona, solo raramente se permite un «este periodista», «nosotros». ¿Qué falsea la convención de fingir que el periodista no está presente?
¡Algo se falsea, sin duda! Paradójicamente, creo que al utilizar el “yo” estamos siendo, de alguna forma, más objetivos. La objetividad es ficticia, pero si admitimos que contamos desde un punto de vista personal, seremos más exactos, más precisos. El uso de la primera persona, si bien puede ser considerado un tanto exhibicionista, por otro lado es una muestra de humildad, y también de objetividad.
¿Y cómo evitar convertirse en uno de esos reporteros más o menos espectaculares, que acaban ocupando el centro de la noticia?
No, no creo que se trate de estar en el centro, no es eso. Simplemente contamos algo que pasa por ese filtro, el filtro del yo. Y cuando lo hacemos, estamos aceptando que tenemos un punto de vista. Si escribimos sin ese punto de vista, lo que expresaremos será falso.
¿Incluso si influimos en la realidad, como esas partículas que se alteran cuando son observadas?
Sin duda, así es. El observador forma parte de la situación, es importante reconocerlo, o al menos ser consciente de ello. Es como si rodáramos una película documental, no sé, sobre una familia particular o una tribu primitiva. Podemos hacerla como si no estuviéramos presentes, o saber que nuestra presencia allí altera su realidad. Yo creo que lo segundo es mejor.
Bien pensado, ¿no hay una cierta contradicción en ser periodista y creyente? Lo digo por el deber de la profesión de no creer nada que no se haya comprobado antes…
En principio sí, pero desde el momento en que uno es consciente del papel que tiene como creyente en la percepción de las cosas, se pueden dar las dos cosas al mismo tiempo. Lo importante aquí es que el lector sepa que hablamos desde el punto de vista de un creyente, y por tanto no es una verdad absoluta. Creo que un lector inteligente es consciente de eso. De hecho, esto me lleva a pensar en el caso de un personaje de hace unos 20 años, alguien que aparecía mucho en los medios de comunicación franceses para tratar temas sociales, y que era presentado como psicólogo. Lo que nadie sabía es que también era cura, lo que me parece bastante relevante por los temas que trataba y lo que decía… Por otro lado, el periodismo está sufriendo grandes cambios, y no para mejor. En particular los reportajes, un género que requiere tiempo, dinero y espacio, y eso es cada vez más escaso. Tuve la suerte de empezar en los 80, una época en la que había muchos recursos en ese sentido. Eso se está acabando.
Usted hizo un largo reportaje sobre Calais, la localidad francesa que llegó a albergar un campamento de 10.000 personas…
Fue una propuesta que me hizo el editor de la revista 21, un amigo con el que he trabajado a menudo. Fue él el que me propuso: “Me gustaría que escribieras sobre Calais, pero desde un ángulo diferente. No sobre La Jungla [nombre popular del campamento], sobre la que ya se ha escrito mucho, sino volviendo la mirada hacia los habitantes de Calais. Y a mí me pareció una idea genial periodísticamente hablando, y puedo decirlo porque no fue mía. Es una tarea del periodismo, mirar desde otro lado.
Habló allí con los votantes de Marine Le Pen. ¿Hasta qué punto se equivocan éstos cuando echan la culpa de todo a los inmigrantes?
Para empezar, creo que la cuestión hoy no es tanto si los votantes de Le Pen consideran que los inmigrantes son culpables de todo o no. Son movimientos que siempre han existido, no podemos negarlos. Al contrario, ese repliegue y esa xenofobia que hay en toda la Europa actual no se puede obviar, más bien podemos decir que se ha suavizado un poco en la familia Le Pen, aunque sigue siendo una cuestión candente. En cuanto a los inmigrantes, deberíamos pensar que lo que necesitamos es una solución paso a paso, mirando situación a situación. Es hipócrita mirar para otro lado. Quizá a los burgueses y los acomodados nos afecta menos, pero no podemos ignorar que la gente de Calais ha sido gravemente afectada por las oleadas de inmigrantes. Yo no tengo la solución, no puedo posicionarme. Lo que no podemos decir es que no existe un problema.
La ultraderecha y el islamismo: ¿existe una pareja de enemigos aliados más perfecta? ¿Quién ha conseguido diseñar ese binomio?
Temo que la pregunta supere mis competencias… En el periodismo existen dos familias, por un lado la editorial, analítica, etc., y la de los reporteros. Yo pertenezco a la segunda, sin duda. No me encuentro muy cómodo para responder a preguntas como esa. Si se enmarcara más en personas, situaciones, todavía… Pero no es mi terreno, me cuesta responder.
El año pasado dijo que el programa de la extrema derecha francesa promete más seguridad social que el de la izquierda liberal. ¿Quién le ha robado Marx a la izquierda?
Podríamos decir que la izquierda francesa, y probablemente la europea, ha dejado vacío el terreno de la lucha de clases, y es la extrema derecha la que está avanzando sobre ese terreno y tomando posesión de él. Es cierto que el populismo –aunque es una palabra que me parece peligrosa–, ha ido recuperando esa noción de lucha de clases; una noción que, creo yo, siempre ha existido. Es una pena que la izquierda se haya olvidado de ella.
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© Alejandro Luque | Especial para M’Sur
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