Entrevista

Tahar Ben Jelloun

«Los islamistas conectan con el electorado pero son incompetentes»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 11 minutos
Tahar Ben Jelloun (Sevilla, Dic 2018) | © Anna Elias / Fund. Tres Culturas

Sevilla | Diciembre 2018

Tahar Ben Jelloun señala los zapatos del periodista, reconoce la marca. “Muy buenos. Yo los uso también”, dice sonriendo y alzando un poco su pantalón para mostrar el modelo similar que calza. En las diversas entrevistas que han mantenido en los últimos años, el escritor marroquí, aun siendo siempre amable, nunca se ha mostrado tan divertido.

Nacido en Fez en 1944, fue el primer escritor marroquí que llegó al gran público en Francia, su país de acogida, que lo coronó con todo un premio Goncourt en 1987. Sus libros son hoy clásicos: El niño de arena, La noche sagrada, La noche del pecado, El último amigo… Y al mismo tiempo, nunca ha dejado de intervenir en el debate público y de tratar de explicar a sus lectores fenómenos de nuestro tiempo relacionados con el mundo árabo-musulmán.

Esta vez visitó la Fundación Tres Culturas para presentar su último libro, El castigo (Cabaret Voltaire) donde narra su experiencia real como represaliado cuando, siendo muy joven, participó en las protestas contra la precaria situación de los marroquíes en los años 60. Ben Jelloun no disimula su satisfacción por la buena acogida del volumen, tal vez una de las razones de su buen humor. “Hablaremos del libro, y luego si quieres de la política andaluza”, bromea, refiriéndose a las últimas elecciones, que han supuesto el fin de la hegemonía socialista en Andalucía… y la entrada de la ultraderecha en el parlamento autonómico.

El castigo, ¿habría tenido un efecto distinto si se hubiera publicado antes? ¿Era este el momento propicio para que viera la luz?

No lo he hecho queriendo, el momento llegó ahora, pero no me di cuenta del tiempo que había pasado. En todo caso, el testimonio está ahí para que los jóvenes marroquíes de hoy, que gozan de más libertad, comparen el Marruecos de hace 50 años, cuando yo tenía sus 20 de ahora; que vean que el mundo ha cambiado enormemente, y comprueben la diferencia entre los años de plomo y lo que ocurre hoy día. Pero siempre es útil mostrar elementos, pruebas del pasado a través de la literatura.

En España se dice “de tal palo, tal astilla”. ¿Son Hassan II y Mohamed VI tan diferentes?

«Mohamed VI heredó un país en muy mal estado y ha pasado 10 años arreglándolo»

Son muy diferentes, muy diferentes. Con Hassan II tuvimos años de plomo, golpes de estado, decepción, represión, ausencia de libertad, y muchas injusticias. Mohamed VI heredó en cambio un país en muy mal estado, y ha pasado los primeros diez años de su reinado reparándolo, en el aspecto material, pero también en el político y cultural. En este sentido, lo que ha hecho es extraordinario, y eso todos los observadores lo reconocen. Desde el punto de vista de las libertades, la condición de la mujer, las infraestructuras, el puerto Med, autopistas… ha hecho muchas cosas para que Marruecos pueda entrar en la modernidad. Por otro lado, tenemos a los islamistas que han llegado al poder y es un auténtico drama para nosotros, porque son incompetentes, un motor de regresión y no de progreso. Es en ese punto donde no cabe la comparación entre ambos monarcas, aunque también el hijo tenía cuentas pendientes con su padre. Ahí también hay un factor psicológico…

Las recientes revueltas del Rif, ¿son comparables a las que vivieron ustedes?

Sí, más o menos son los mismos temas: la justicia, la libertad, la dignidad… El Rif fue históricamente despreciado, y la gente se lanzó a la calle porque hubo proyectos planteados y aprobados que no se llevaron a cabo. Y ahí el pueblo sí se sublevó. Los responsables designados por el rey para realizar todas esas inversiones y esos cambios no hicieron nada, y fue un drama. Dicho esto, las manifestaciones de Usem o de la población minera de Yerada muestran que hay desigualdades e injusticias profundas, hay una clase demasiado rica y demasiado pobre, y la gente lo sufre a diario. Y salieron a la calle para decirlo y denunciarlo. Seguí de cerca el juicio, y dije que no había que condenar a los manifestantes, que no hacían más que decir la verdad.

Pero el Rif, ¿ha sido una región especialmente maltratada, o simplemente sus habitantes tienen más conciencia? Porque el Atlas vive igual de mal, y no se subleva.

El Rif tiene una historia complicada, densa, que ha jugado un papel muy importante en las revueltas. Tuvieron una bandera republicana, que duró cinco meses, es verdad, pero fue un auténtico intento de escisión en Marruecos… Además, el Rif es la región donde se cultiva el hachís, un elemento determinante en la economía de la zona.

Volviendo a su libro, muchos lectores se sorprenden de descubrir que en los años 60 al otro lado del Estrecho hubiera un movimiento juvenil de protesta similar al que hubo al final de la década en Europa…

No solo fueron los jóvenes, sino todos los que sufrían la pobreza y el desprecio. Fue algo bastante violento, y creo que el gobierno no supo gestionar este tema, ni hablar a estas personas ni calmar la situación. Sus posiciones fueron muy provocadoras, y eso empujó a que la gente estuviera aún más crispada, y que las manifestaciones se reprodujeran con mucha fuerza, y durante mucho tiempo.

El personaje en todo caso recurre con frecuencia a Paul Nizan, y aquella frase: “Yo tenía veinte años; no permitiré a nadie decir que es la edad más bella de la vida”…

«Deberíamos resolver el drama no una vez que la patera llegue a esta orilla, sino antes»

Bueno, tener 20 años durante la ocupación de Francia o la guerra, no es nada envidiable. Pero tenerlos hoy en día tampoco es ideal, porque el futuro de esta generación, tanto en Marruecos como en Europa, está muy comprometido. Tengo un hijo que tiene 20 años, vive en California, en Silicon Valley, donde inventa juegos para internet, y está muy preocupado por esto. Los chicos de Francia o de Marruecos comparten esas preocupaciones, hay tensiones, hay angustias. No, no es fácil ser joven hoy.

¿A algunos jóvenes esa angustia todavía les hace lanzarse al mar en pateras?

Desgraciadamente, aunque no sean muchos. Las pateras son más para los desgraciados africanos que vienen de Senegal, de Mali, de tantos otros sitios. Y eso sí que es un drama que deberíamos intentar resolver no una vez que la patera llega a esta orilla, sino antes. Hay que luchar contra las mafias, y también para que los jefes de Estado de estos países hagan lo que tienen que hacer para dar trabajo a estas personas. No hay ninguna razón para que la gente de Nigeria o de Gabón, un país muy rico, tenga que salir de su país para morir en las playas de Almería o de Tánger. Eso es horrible, es un problema que afecta a todo el mundo.

Lo preguntaba porque siempre identificamos las pateras con gente desesperada, que es la mayoría, pero también he conocido a chavales marroquíes que se embarcaron solo porque tenían esos 20 años de Nizan y ganas de hacer algo con su vida.

Sí, hay una joven de 19 años que murió y era estudiante de Derecho. Cogió una patera clandestina, la guardia real la interceptó, la patera no quiso parar y abrieron fuego, y la estudiante fue desgraciadamente alcanzada. Esa chica no era pobre, simplemente quería irse. Y cuando usted tiene una juventud que se quiere ir, eso significa que el país va muy mal.

Otra cosa que llama la atención a muchos lectores es el mínimo papel que posee la religión en la historia de El castigo, estando más presente la ideología. ¿Tanto han cambiado las cosas?

«Desde la Revolución iraní, hace 40 años, el islam se ha convertido en ideología política»

Desde la Revolución iraní, hace 40 años, el islam se ha politizado, se ha convertido en ideología política. Y Marruecos no ha escapado a ello. Existe una inquietante islamización de Marruecos, porque los partidos de izquierda, centro y derecha han fracasado en su intento de hablarle a la juventud, y son los islamistas los que han encontrado las palabras para conectar con este electorado, y siguen ganando terreno. Pero no son capaces de gobernar, son totalmente incompetentes, y somos muchos los que estamos deseando que la religión se quede en las mezquitas y en los corazones, pero no en el ámbito político. Me gustaría alcanzar una cierta laicidad, donde la religión se respete pero no se use para ser diputado o jefe de gobierno. Si conseguimos esto, ya habremos ganado algo. Desgraciadamente, estamos muy lejos de esta separación de las mezquitas y de los poderes políticos.

También aparece en su libro una figura que aparece como una sombra, Ufkir. ¿Hemos sabido, después de tantos años, quién fue Ufkir y qué supuso para Marruecos?

«Hassan II era lector de clásicos franceses, Victor Hugo, Balzac, nada de contemporáneos»

Ufkir fue un general que Marruecos heredó de Francia, porque fue capitán en la guerra de Indochina en el 56. Llegó a Marruecos, subió en grado muy rápidamente, adquirió notoriedad. Era el tipo de general bruto, que gustaba de torturar, y que se ocupaba de las tareas más innobles para Hassan II. Y es él quien intentará atentar contra el rey. Un personaje histórico siniestro, era la cara del mal, de la violencia, poseía una especie de brutalidad terrible. Le mandaron a París para convencer a Ben Barka, éste dijo naturalmente que no volvía a Marruecos, que se quedaba allí. Murió a consecuencia de las torturas y su cuerpo nunca apareció, y eso fue obviamente Ufkir quien lo hizo. Hoy no hay pruebas de aquello, pero hay muchas trazas de que fue así.

¿Es posible encontrar todavía hoy en Marruecos libros de la familia Ufkir?

Sí, sí, a los hijos de Ufkir lo castigaron porque no consiguieron encontrar al padre, y eso es terrible.

Me imagino a uno de sus personajes marroquíes que viajaban a Francia en busca de paz y estabilidad, y que encontrarían hoy París lleno de chalecos amarillos y antidisturbios. ¿También en el mundo desarrollado hay grandes problemas?

Sobre los chalecos amarillos, le contaré que cogí un taxi en París que conducía un tunecino, y me dijo: “Gracias a dios, por una vez, no se habla de inmigrantes ni de musulmanes. ¡Y además son franceses!” Es verdad que es una revuelta espontánea, no organizada, y no sabemos dónde va a parar aquello. Es una situación muy grave, sin duda.

No solo están preocupados los políticos, sino también la ciudadanía, que ve cómo se cortan comunicaciones, no llegan los productos…

Fíjate, preocupa tanto que Egipto, que está a 4.000 o 5.000 kilómetros, ha prohibido la venta de chalecos amarillos en el zoco. Parece ridículo, pero el mariscal Sisi sabe perfectamente que el pueblo egipcio sufre, y sería normal que bajo ese autoritarismo que sufren hubiera algún tipo de contagio.

Una curiosidad: ¿sabemos si Hassan II fue lector de las novelas de Tahar Ben Jelloun?

No, no, no leía mis libros, pero Mohamed VI sí lo hace. Le mando mis libros y él me manda cartas haciéndome comentarios. Hassan II era lector de clásicos, le gustaba Victor Hugo, Balzac, solo los clásicos franceses, nada de contemporáneos.

Fue usted pionero de una línea de autores magrebíes que revolucionaron la literatura francesa. Ahora lo hace Leila Slimani, Abdellah Taïa y otros. ¿Se siente padre o abuelo de esa generación?

Me siento muy feliz de descubrir a Slimani o Taïa. Es una nueva generación que no tiene miedo, dice las cosas alto y claro. Los he apoyado, sinceramente, porque en primer lugar tienen talento, un talento reconocido en el mundo entero. La literatura marroquí hoy tiene su lugar en el mundo. Los libros de estos jóvenes se traducen en Estados Unidos y en todas partes, y eso significa que tienen una dimensión universal.

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© Alejandro Luque | Especial para M’Sur

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