Salvini no es fascista
Saverio Lodato
En política, las palabras deberían usarse con austeridad, sin excesos verbales que, aunque en el momento garantizan atajos rápidos, muy pronto se revelan cerrojos contraproducentes de los que se pierde fácilmente la llave. Uno incluso puede quedarse encerrado.
En Italia hoy en día se habla mucho de fascismo y antifascismo.
Hay quienes perciben el regreso del fascismo, aunque con otras formas, y piensan que sea oportuno una movilización popular para cerrarle la puerta. Hay quienes desean que vuelva, haciendo lo humano y lo divino para acelerar ese parto “horribilis”.
Y luego, en medio, están todos los matices posibles: los escépticos, los dudosos, los que niegan las barbaridades históricas y aquellos que van a comparar archivos públicos y bibliotecas privadas para confirmar o darle la vuelta del todo a la narrativa de lo que pasó hace tres cuartos de siglo.
Y ahí tenemos la cascada de la reconsideración, si se puede llamar así.
¿Fueron héroes o canallas los patriotas que colocaron las bombas contra policías alemanes en 1944?
¿Fueron héroes o canallas los patriotas que colocaron las bombas en vía Rasella en 1944? ¿Fueron verdugos o militares fieles a las órdenes los alemanes que lanzaron en represalia la masacre de las Fosas Ardeatinas? ¿Fueron realmente los partisanos quienes liberaron Italia? ¿O fueron tal vez las tropas aliadas que se abrieron camino tras el desembarque en Normandía para juntarse con aquellas que habían llegado a Sicilia? Y el 25 de abril ¿fue la liberación del pueblo o de la élite?
En otras palabras, el 25 de abril se ha convertido en un juego de tira y afloja, en el que se tira de la cuerda por un lado y por otro esperando que uno de los dos equipos, una vez por todas, acabe con el otro por cansancio.
Si este deporte, el de la reconsideración, se practicara en toda Europa, el discurso sería más serio y más temible. Y realmente habría que buscar soluciones. Pero no nos consta que eso pase.
Los españoles parecen estar contentos por haberse liberado de Franco, los portugueses de Salazar, los franceses de Petain, y los alemanes nunca han añorado, 75 años después, las atrocidades que cometieron en aquellos tiempos.
Pero cuidado: eso no excluye que en todos los países arriba citados no se estén manifestando fenómenos que dan miedo y que fomentan impulsos que ya parecían haber desaparecido. Pero nadie se imagina –y es eso que marca la diferencia– recrear el pasado, con la intención declarada de darle la vuelta a todo.
En definitiva: todos aquellos que llevan un tiempo acusando a Matteo Salvini de ser la reencarnación de Benito Mussolini, hacen, como decía al principio, un uso impropio de las palabras en política.
Salvini no es un fascista. Es un individuo que mantiene calentito el fascismo: esa es la diferencia.
Cuando unos matones lo toman en serio, Salvini los define rápidamente como “idiotas”
Lo usa como un juguete, lo acaricia. Y con tal de hacerlo puede coger una metralleta. Puede decir: en su casa, ¡cualquiera puede disparar al ladrón! Puede parafrasear a Benito, con su “pillaremos los inmigrantes en el la playa” (aunque Lampedusa es una isla con acantilados, pero da igual). Puede llevar el uniforme de policía como traje elegante y como pijama por la noche. Y cuando unos matones y pequeños delincuentes lo toman en serio –con pancartas que invocan a Mussolini o con ataques contra los cementerio judíos, el núcleo de la cuestión es el mismo– los define rápidamente como “idiotas”. Y así siempre cae –o por lo menos eso cree– de pie.
Los mantiene a todos calentitos, por supuesto.
¿Cuánto va a durar ese juego? Hasta que los italianos vuelvan a despertar de ese sueño profundo. Pero haría falta una oposición que desafortunadamente de momento no existe.
Así que Salvini puede seguir usando el uniforme de policía como pijama por la noche. Sin que a ninguna figura de la autoridad se le ocurre decirle que tendría que vestirse de manera decente, ya que incluso en el circo los payasos tienen que llevar ropa de escena.
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© Saverio Lodato | Publicado en Antimafiaduemila | 25 Abril 2019 | Traducción del italiano: Carolina Pisanti
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