El francés se enroca en el aula
Rebeca Hortigüela
Rabat | Diciembre 2019
“Un escándalo”. “Una catástrofe para la enseñanza pública en Marruecos”. Con estas palabras ha descrito el político islamista Abdelilah Benkirane la nueva ley que fomenta el francés en la enseñanza secundaria frente al árabe. «El árabe es un tema de principios. Es una desgracia que el partido con una referencia islámica renuncie al idioma árabe en la educación y la reemplace con el lenguaje del colonialismo», se indignó Benkirane, de 2011 a 2017 primer ministro de Marruecos y hasta aquel año también jefe del del partido islamista Justicia y Desarrollo (PJD).
Marruecos dejó de ser protectorado francés en 1956, hace más de 60 años. Desde entonces, la única lengua oficial ha sido el árabe… pero en la práctica, toda la administración ha funcionado de forma bilingüe, con el francés siempre al rescate y de obligado conocimiento. En el sector privado es directamente dominante. No solo las universidades imparten sus clases en la lengua de la antigua metrópoli, sino que es requisito obligatorio para acceder a la mayoría de los empleos, incluso a muchos no cualificados.
Esta posición del francés se ha mantenido pese a la construcción de una identidad nacional tras la independencia, que subrayaba a menudo el “carácter árabe” del país (aunque mucho menos que en la vecina Argelia). Y se verá reforzada con la nueva ley, que revierte la arabización de la enseñanza secundaria: a partir de ahora, los colegios e institutos deben impartir las asignaturas de ciencias, matemáticas y tecnología en francés. Queda por ver si pueden: no hay libros de texto de las asignaturas científicas en francés y escasean docentes.
Nueve de cada diez alumnos abandonan antes de obtener el título en las carreras científicas
«Tenemos problemas para encontrar profesores de francés y reemplazar a los que se están jubilando. ¡Cómo vamos a encontrar profesores de matemáticas o de ciencias naturales que puedan dar las clases en francés! Es prácticamente imposible», expresa Mostafa Ouzir, responsable del departamento de estudios hispánicos en la Universidad Mohamed V de Rabat y coordinador de la formación de profesores de primaria”.
La medida intenta eliminar una barrera que hasta ahora se encuentran muchos jóvenes marroquíes: tras alfabetizarse en el colegio de primaria en árabe y francés a la vez, pasan a estudiar el resto de las materias solo en árabe… pero se enfrentan a clases íntegramente en francés cuando se matriculan en una carrera de Ciencias en la universidad. De hecho, nueve de cada diez alumnos abandonan antes de obtener el título en las disciplinas científicas (más del doble que en el resto de carreras). Con la nueva legislación, creen los expertos que se posicionan a favor, se puede reducir el galopante paro juvenil al abrir a los jóvenes acceso a un mercado laboral que sí los necesita.
Así lo ve Fouad Lakchour, un ingeniero industrial que se posiciona a favor de la medida. Estudió la educación primaria y secundaria en árabe, pero en cuanto llegó a la Universidad tuvo que cursar su carrera en francés. «No sé si esta ley es la mejor forma de hacerlo, pero estudiar las asignaturas científicas en árabe en el colegio y hacerlo en francés en la universidad no tiene ningún sentido. Los alumnos que vienen de un entorno francófono tienen mucha más facilidades durante el periodo universitario», explica. Esta ley es una buena medida para eliminar las barreras sociales, sugiere.
«Estudiar ciencias en árabe en el colegio y en francés en la universidad no tiene sentido»
Ouzir no se lo cree: «Se habla mucho de que esta medida es muy positiva para evitar la barrera social, pero todos sabemos como se accede a los puestos de trabajo en este país. Por mucho que se impartan las asignaturas de ciencias en francés, el idioma de la élite, un chaval de la medina o de un pueblo del Atlas o del Rif no va a tener las mismas oportunidades para acceder a los ‘buenos puestos de trabajo’. Esos, en la mayoría de las ocasiones, están reservados para los que vienen de la educación privada y, normalmente, vienen de una familia francófona. Es independiente del idioma que se utilice en su educación”, sentencia
Es más, teme Ouzir: las consecuencias serán un mayor abandono escolar por parte de todos aquellos alumnos que hayan recibido una educación primaria en árabe y que en las asignaturas científicas en Secundaria a partir de ahora no entenderán absolutamente nada. «Habrá una falsificación importante de los resultados, ya que, según los expertos, ni la mitad de las escuelas del reino va a poner en práctica esta ley y los auditores no tendrán otro remedio que falsificar las estadísticas», cree el profesor. Como él, muchos detractores de la ley la califican de «absurda» y la consideran inventada para beneficiar al ‘lobby francés’, todavía muy presente en las instituciones, y señalan que beneficiará a las élites, no al pueblo: solo un 35% de los marroquíes tiene cierto nivel de francés, argumentan.
«Los medios son obsoletos, los métodos anticuados, las cifras de absentismo escolar alarmantes»
Sin embargo, el francés también está ampliamente presente en la cultura. Los diarios de mayor tirada son en árabe, pero los periódicos de lengua francesa, sobre todo los semanarios, han marcado desde siempre el debate político y social. Varios de los escritores marroquíes más conocidos publican en la lengua de Victor Hugo. ¿De dónde esta preferencia por un idioma que no es el materno? La respuesta es que la alternativa, el árabe que se usa en prensa y administración, tampoco es el idioma materna de nadie. Porque solo se se escribe, se lee y se enseña el árabe estándar (fus·ha), netamente distinto del magrebí. Este, común al Magreb entero, es el vehículo de expresión diaria de millones de marroquíes, pero nunca se ha estandarizado. De ahí que escribir en árabe es para un marroquí un ejercicio no tan distinto a hacerlo en francés: ambos son idiomas aprendidos en el colegio.
Ouzir cree que la implantación del francés en las escuelas, un idioma que costó mucho sacar precisamente de la educación durante la arabización de Marruecos tras la independencia, se produce por intereses económicos y políticos. «Por un lado, se quiere seguir alimentando la hegemonía francesa y sus privilegios. Por otro, esta ley es una forma de posponer el debate de cómo educar a nuestros chavales en las dos lenguas oficiales reconocidas en la Constitución de 2011: el árabe y el tamazigh», explica el profesor.
El tamazigh (bereber), un idioma norteafricano que no tiene relación alguna con el árabe, es la lengua materna de alrededor de la mitad de la población marroquí —se estima entre un 40 y un 60%— y es presente en todo el país, desde las playas mediterráneas del Rif hasta el borde del Sáhara. Un 27% de los marroquíes, sobre todo mujeres del ámbito rural, solo conocen el tamazigh. Y aunque solo se llegó a reconocer como “un idioma oficial del Estado” y “patrimonio de todos los marroquíes sin excepción” en la nueva Constitución redactada tras el 20-F, la ‘primavera árabe’ marroquí, llevaba ya una década presente en la enseñanza pública, con material pedagógico y de lectura. Pero solo en forma de proyectos piloto. Hasta hoy se imparte en muy pocos colegios.
«En Marruecos solo habla francés un minoría, pero esa minoría controla el poder económico»
La nueva ley debe —al menos en teoría—también cambiar eso: su artículo 31 prevé que al terminar la enseñanza secundaria, todo alumno debe dominar árabe y tamazigh, aparte de dos lenguas extranjeras. Pero es el factor francés el que ha caldeado los ánimos, bien por considerarse un elemento propio de las élites tradicionales, contra las que se dirige el discurso del partido islamista, bien por pensar que no arreglará nada, porque la enseñanza marroquí necesita cambios mucho más profundos.
«Los medios son obsoletos, los alumnos ni siquiera disponen de ordenadores y otros aparatos tecnológicos e informáticos en las aulas, los métodos son anticuados, las cifras de absentismo escolar son alarmantes. ¿Se está trabajando en una ley de educación que pretendan arreglar todo eso? Pues claro que no. Todo lo contrario», opina Mostafa Ouzir.
«Antes de aprobar, de forma unilateral, una ley como esta, que afecta en primer lugar a profesores, padres y alumnos, podían haber tenido en cuenta nuestra opinión. La asociación de padres y madres de alumnos está en completo desacuerdo y rechazó esta ley en el momento de la consulta», se indigna Khadiya, madre de una alumna de secundaria y miembro del colectivo.
¿Por qué no en inglés?
Mostafa Ouzir insiste en que la nueva ley es una forma de conservar la hegemonía política y económica del ‘lobby’ francófono. “En Marruecos solo habla francés un minoría muy pequeña, pero esa minoría controla todo el poder económico, y los que tenemos más de 65 años que fuimos educados durante el protectorado», se indigna. «¿Por qué no se estudia en inglés, un idioma mucho más universal?», se pregunta. «Ahora todos los jóvenes de Marruecos quieren hablar inglés. Se esfuerzan por hablar inglés. De hecho no les interesa en absoluto el francés”, sentencia el profesor.
Esa fue la pregunta que se hicieron en la vecina Argelia, excolonia francesa que pasó por un proceso aún más drástico. Por una parte, el francés estaba mucho más implantado tras 130 años de presencia colona (en Marruecos, el protectorado no superó los 45 años), por otra se llevó a cabo una arabización mucho más profunda, “importando” miles de profesores de primaria desde Egipto, algo que provocó hace ya décadas el mismo dilema que en Marruecos, porque también en Argelia, las universidades dan clase en francés.
En el deseo de alejarse de la influencia de la exmetrópoli, así como la preponderancia del inglés a nivel global, a principios de este año el Gobierno argelino pidió a las 77 universidades y centros de enseñanza superior del país que empezaran a dar preferencia al inglés sobre el francés. «El idioma francés no nos lleva a ninguna parte», declaró el ministro de Educación Superior e Investigaciones Científicas, Tayeb Bouzid.
«No tienen que venir los políticos ni las leyes a decirnos que tenemos que aprender idiomas»
¿Otro idioma más? No parece tan descabellado en un país en el que numerosos adolescentes dominan con fluidez cuatro lenguas: el tamazigh familiar, el magrebí de la calle y el árabe y francés del colegio. «El marroquí está abierto a los idiomas desde siempre. No tienen que venir los políticos ni las leyes a decirnos que tenemos que aprender idiomas. Solo hay que darse un paseo por la plaza de Jma El Fna o por la medina de Fez para apreciarlo. Sabemos que necesitamos aprender idiomas y los aprendemos», sostiene Mostafa Ouzir.
Pero una lengua no se asimila sola. «Lo que necesitamos es un buen sistema de educación en las escuelas públicas para que las familias de bajos recursos, la mayoría de familias del país, que no pueden permitirse una educación privada para sus hijos, tengas las mismas oportunidades que los demás”, insiste el profesor. Efectivamente: el abismo entre la educación pública y la privada —que hoy día acoge al 14% del alumnado marroquí, con tendencia creciente— se ha hecho enorme, tanto que muchas familias de clase media-baja prefieren hacer enormes sacrificios antes de contentarse con enviar a sus hijos a la pública.
Eliminar esta barrera parece fundamental. “Pero eso no se consigue dando las clases de ciencias en francés. Eso se consigue cambiando el sistema educativo desde cero. Y formando a buenos profesores en francés, en inglés y en español, un idioma que habla mucha gente en Marruecos, para que se impartan clases de idiomas desde el principio, para que enseñen las gramáticas a la perfección, no solo la terminología científica», concluye Mostafa Ouzir.
Otra pregunta distinta es si se podrá mantener para siempre la diglosia de un país que habla un idioma y escribe en otro. Pero el debate sobre la estandarización del árabe magrebí, un proceso que podría asemejarse a aquel que reemplazó en España en el siglo XV el latín por el castellano, sigue siendo muy minoritaria: la mayoría de los intelectuales parecer preferir no abrirlo de momento. No es raro toparse con marroquíes que se desenvuelven con la fluidez de un nativo en francés, español, inglés y árabe… pero sin opción de leer nunca una novela en su idioma materno.
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