Tu cuerpo, propiedad pública
Sanaa El Aji El Hanafi
El periodista Ahmad al-Mahdaui salió de prisión después de tres años entre rejas. Su mujer y sus hijos lo recibieron en la puerta de la cárcel. Algunas mentes enfermas no vieron en este hecho sino el vestido de la mujer, y le lanzaron insultos, acusaciones y ofensas al marido. A él, claro está, porque la mujer no merece que se dirijan a ella directamente.
Todos nosotros sabemos con certeza que toda mujer es menor de edad. Para criticarla o para insultarla debemos dirigirnos al marido, porque él es responsable de ella. Y, además, él es un cornudo que desnuda a su mujer y la expone al público. No importa la opinión de ella, ni su actitud como persona, ni importa la libertad de ambos de elegir lo que les conviene.
Ni siquiera su hija, que en la foto parece tener unos doce años, se libra de la manía sexual enfermiza que tienen los protectores de los valores y la virtud.
En Egipto algunos eruditos consideran que no existe el orgasmo femenino
Esto ocurre en Marruecos. Pero la obsesión sexual con el cuerpo de las mujeres es universal, gracias a dios… En Túnez, durante los exámenes finales, un profesor se negó realizar la tarea de vigilancia en los exámenes acompañado de una compañera porque su ropa le parecía indecorosa… y también por el carmín de sus labios.
Señora mía, ¿acaso no sabe usted que su pintalabios es un crimen?
En Egipto hay un profundo debate sobre el éxtasis sexual de la mujer, porque algunos eruditos han dicho que no existe, que la relación sexual termina con la eyaculación masculina y que no hay tal cosa como el “orgasmo femenino”.
Igualmente en Egipto existe un debate profundo (porque somos sociedades muy abiertas a todas las reflexiones trascendentes) sobre el bikini y el burkini.
Defienden la libertad de ponerse burkini y llaman putas a las que se ponen bikini
Los defensores del burkini lo consideran una libertad personal. El problema es que en la misma frase en la que defienden la libertad de ponerse el burkini insultan a las que se ponen bikini por ser unas “putas” y unas “promiscuas” que van enseñando sus carnes.
Para ellos, la libertad individual se ejerce exclusivamente en términos de hiyab, niqab o burkini. El bikini, los vaqueros y la falda son depravación, degeneración, fornicación, son pornográficos y son una invitación al acoso (esto, por cierto, es lo que declaraba una influencer con hiyab en instagram).
Estos “profundos debates” hacen que nos planteemos más de una cuestión. La primera de ellas es la cantidad de rencor y malicia presente en las redes sociales.
¿Cuál es la fuente de este deseo enfermizo de hacer daño a quien no conocemos, simplemente porque tenemos la posibilidad de expresarnos libremente? ¿Qué enfermedad mental es la que hace que uno disfrute insultando e hiriendo a otro? ¿Somos conscientes del daño psicológico que podemos infligirle a otro a través de esas terribles campañas intimidatorias?
Esa simple entrada que escribes en tono irónico, a la que se unen muchas otras, conforma una campaña psicológica hiriente y dolorosa que provoca la exclusión social en algunos casos. En otros, incluso el suicidio.
Lo que cosifica a la mujer y la reduce a un cuerpo que debe taparse es el hiyab y el niqab
La segunda cuestión que estas campañas hacen plantearnos es la obsesión con el cuerpo de la mujer y su hiyab. Los que comentan los vestidos de las mujeres y su ropa en la playa no ven depravación excepto en los cuerpos de ellas, en sus faldas, en su pelo. Sin embargo, la verdadera depravación, esa de la que toman parte con sus actos ciertos sectores de la población, esa no les molesta.
Al final, el origen del problema reside en esta obsesión colectiva con el cuerpo de las mujeres. Una obsesión que se preocupa hasta por cómo respiran y por los pocos centímetros sin cubrir de sus cuerpos.
En realidad, con toda objetividad, lo que cosifica a la mujer y la reduce a un cuerpo que debe taparse ante los demás es el hiyab y el niqab y no la libertad de vestir como se quiera.
Pero, incluso si considerásemos que formen parte de la libertad personal, el hiyab y el niqab no podrán considerarse una elección libre si no hay también libertad de quitárselos (recordemos las campañas perpetradas contra mujeres y chicas que se quitan el hiyab). Ni pueden considerarse parte de la libertad personal mientras no llevarlos se tilde de indecente y una invitación al acoso o incluso a la violación.
La libertad individual no es compatible con el acoso ni con la presión psicológica, ni con los insultos y la violencia verbal de quienes se oponen a nuestra supuesta libertad. La libertad individual no es compatible con la presión ideológica que impone llevar un tipo de vestimenta concreta para que la tribu esté complacida con nosotros.
La libertad, simplemente, no es compatible con un ideario que se opone al propio concepto de la libertad.
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© Sanaa El Aji | Primero publicado en Al Hurra · 23 Julio 2020 | Traducción del árabe: Carmen Gómez Orts
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