Parejas modernas
Soumaya Naamane Guessous
Casablanca | Marzo 2021
¡El matrimonio por amor! El sueño de toda chica joven marroquí. Una vida llena de felicidad conyugal. Para las jóvenes, el matrimonio es un destino feliz que va a compensar todas las privaciones que han sufrido estando solteras.
El príncipe azul está muy presente en la representación femenina del matrimonio. Las expectativas de las jóvenes están muy altas. El matrimonio es una promoción social y sobre todo la libertad de la que la han privado sus padres. Wiame, 22 años: «Todas las cosas bonitas que quiero hacer, mi madre me dice que espere a hacerlas con mi marido».
En lo que al hombre se refiere, el matrimonio es más un final que un principio. Los hombres viven en una sociedad que es permisiva con ellos, incluyendo la experiencia sexual prematrimonial. La edad media de matrimonio está disminuyendo: 28 años para las mujeres y 31 para los hombres. La soltería asfixia a las mujeres, pero a los hombres les ofrece la oportunidad de crecer y disfrutar. El matrimonio es un final: «Wa baraka alik (basta ya), sienta la cabeza, ya te has divertido bastante.» La esposa lo hará entrar en razón: «Necesitas una mujer que te devuelva la cordura, te estabilice, te ate los pies…».
A los hombres, el matrimonio los priva de libertad y los carga de responsabilidades. A las mujeres, el matrimonio les da alas; a los hombres, en cambio, se las corta.
Si los matrimonios por amor son cada vez más frecuentes, la vida en pareja no es siempre tan armoniosa como se espera. Estos son algunos de los temas que enfadan:
Iddi bi iddik (mi mano en tu mano): los maridos están acostumbrados a que sus hermanas y sus madres les sirvan, sin tener responsabilidades. Llegan al matrimonio con una obviedad: la esposa se hará cargo de la gestión del hogar. Pero nuestras jóvenes no lo ven así. Quieren encargarse de la casa, pero con la ayuda del marido. El reparto de los roles es una de las principales fuentes de tensión en las parejas jóvenes.
La sociedad siempre ha despreciado al hombre que participa en las tareas del hogar
La sociedad siempre ha despreciado al hombre que participa en las tareas del hogar, un trabajo de mujeres que menosprecia la virilidad. No hay nada peor que insultar a un hombre de yaffafa o el karratha (calzonazos). Pero los cambios sociales están creando perfiles de mujeres que se rebelan contra los roles tradicionales de la pareja. Cuando la mujer trabaja fuera de casa, exige la ayuda del marido. De ahí los conflictos que pueden desembocar en divorcio. Nawal: «Ambos tenemos la misma jornada de trabajo. Pero por la tarde, él se va a descansar y a distraerse con sus amigos y yo empiezo otra nueva jornada de trabajo. ¡No es justo!». Al final de la noche, las mujeres están tan agotadas que ya no les pueden dar placer al marido. ¡Tensión!
Sin embargo, hay que reconocer que hay cada vez más hombres que se implican en el hogar. Hace cerca de 10 años, cuando les preguntaba a los hombres si ayudaban a sus esposas, reaccionaban de manera agresiva: «Es que no está bien. ¡Soy un hombre!». Ahora, cada vez son más los jóvenes que presumen de ayudar a sus mujeres y de cuidar a sus hijos, sin complejos.
Radjli bi radjlik (mi pie junto al tuyo): los hombres, antes de casarse, disfrutan de una gran libertad. Desarrollan una gran red de conocidos y tienen aficiones fuera de casa. Una vez casados, se sienten privados de su libertad. Tradicionalmente, cada miembro de la relación se ocupaba de sus cosas. La noción de pareja no existía. De hecho, en el árabe dialectal no existe la palabra «pareja». Decimos el esposo y la esposa. Actualmente, las esposas jóvenes prefieren la operación 1+1=1. Pero los maridos no están dispuestos. Para ellos, 1+1=2, incluso 3 ¡o más! A menudo, quieren quedarse con las ventajas de la soltería y del matrimonio. Dris, 32 años: «Mi mujer me reprime. ¡Me quiere manejar a su antojo! Estoy harto de los fin ghadi, mnin djiti (dónde vas, de dónde vienes)». Las mujeres jóvenes no solo quieren convivir con sus esposos, sino que también quieren compartir sus vidas y sus aficiones. ¡Tensión!
«No me voy a casar nunca con una mujer que trabaje: el dinero la vuelve rebelde»
Flusi flusek (mi dinero, tu dinero)
La supremacía del hombre sobre la mujer se ha justificado por el hecho de que es él quien la mantiene. Ella depende de él y debe someterse a él. Pero hoy en día, muchas esposas tienen ingresos, contribuyen al presupuesto conyugal y, por tanto, tkaddo laktaf (son insumisas). Esto hace que Mounir, de 34 años, diga: «No me voy a casar nunca con una mujer que trabaje. Lflus taisajnu liha ras·ha (el dinero la vuelve rebelde)». Es cierto que una mujer económicamente independiente busca una relación matrimonial igualitaria puesto que no tiene miedo de que su marido la deje sin dinero. ¡Tensión!
Bghit nttal·laq (me quiero divorciar)
El hombre puede obligar a la esposa amenazándola con divorciarse. Sin medios, ella y sus hijos se ven en una situación precaria. Además, la mujer divorciada estaba muy mal vista por la sociedad, acusada de haber sido una esposa indigna. Pero las mujeres económicamente independientes ya no tienen miedo al divorcio. Asumen sus responsabilidades y la sociedad es más indulgente con ellas. De modo que el marido ya no puede utilizar el divorcio como amenaza. Peor, es la esposa quien puede amenazar con divorciarse, hiriendo la virilidad del marido. La reforma del código de familia introduce la noción de discordancia (chiqaq) que facilita el divorcio. ¡Tensión!
La relación marido/mujer está entonces en plena mutación. Puede ser tumultuosa cuando el marido sigue siendo prisionero de su educación tradicional mientras ha elegido casarse con una mujer moderna. Puede ser armoniosa cuando el marido es lo suficientemente flexible para adaptarse a los cambios y la mujer no es rebelde, sino conciliadora.
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© Soumaya Naamane Guessous | Primero publicado en 360.ma · 26 Marzo 2021 | Traducción del francés: Rebeca Martínez
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