Smotrich va en serio con Cisjordania
Amira Hass

Ramalá | Sep 2025
En sus cerca de veinte años de actividad política, Bezalel Smotrich ha demostrado tener objetivos claros y una gran capacidad para alcanzarlos. Muchas de sus posturas se han convertido en política oficial del Gobierno israelí, desde su oposición a la retirada de colonos de Gaza en 2005 al liderazgo de la organización derechista Regavim y a su actitud como ministro responsable de los asentamientos; también fue el primero en decir que liberar a los rehenes no era una prioridad.
Por eso hay que tomarse en serio la propuesta de Smotrich en una rueda de prensa con importantes figuras del sector de los colonos esta semana [el 3 de septiembre]: la anexión formal del 82% de Cisjordania.
Esto no es una promesa electoral ni nace de una preocupación por la popularidad en las encuestas. Es un programa ideológico coherente. Según dijo Smotrich, él y la Administración de Asentamientos, un organismo creado a petición suya dentro del Ministerio de Defensa, se han pasado los últimos meses diseñando mapas de soberanía.
Será una anexión del territorio, no de la población. Acorde al mapa, a los palestinos se les asignarán seis enclaves de color amarillo, separados entre ellos: las ciudades de Hebrón, Ramalá, Jericó, Nablus, Tulkarem y Yenín. Esas serían las zonas de residencia donde los palestinos podrían gestionar sus propios asuntos. De esta manera, dijo Smotrich sin pestañear, «se preservará una clara mayoría judía en un Estado judío y democrático de Israel».
Smotrich: «El principio de soberanía que se impone es: el máximo de territorio com el mínimo de población»
Con su candor característico, Smotrich explicó: «No tenemos ninguna intención de extender nuestra soberanía a una población que busca destruirnos. A los enemigos hay que combatirlos, no permitirles una vida cómoda. Por esto, el principio de soberanía que se impone es: el máximo de territorio con el mínimo de población».
Pero pese a todo su candor, Smotrich no hizo público qué destino prevé para los palestinos que viven en ese 82% del territorio, es decir fuera de los enclaves no anexionados, coloreados de amarillo en el mapa. Solo tras una pregunta de la periodista Matan Golan, del diario Haaretz, dijo que unos 80.000 palestinos viven en este territorio por anexionar y que su estatus será el mismo que el de los residentes de Jerusalén Este.
Pero ¿qué pasa con los cientos de miles que viven e Belén, Salfit, Qalqiliya, Tubas, Abu Dis, los pueblos y aldeas en medio y los pastores de ganado…? ¿Han dejado estas áreas sin representar en el mapa, como enclaves que no se anexionarán, simplemente para simplificar la imagen gráfica?
Nadie debe pensar que esa omisión fue un simple error. Las burlas respecto a Smotrich —por fallar como ministro de Finanzas, por no hablar inglés, por su escaso éxito en los sondeos— pasan por alto una verdad más profunda: ha conseguido hacer avanzar los propósitos del sector religioso-nacionalista-colono al que representa con tanta lealtad.
Ya en 2016, en una entrevista con Ravit Hecht en el Haaretz, Smotrich expuso su objetivo: extinguir la esperanza palestina de conseguir un Estado en alguna parte entre el río Jordán y el Mediterráneo. Describió tres opciones para los palestinos: una masiva emigración voluntaria (que es la opción que prefiere él), quedarse en el territorio sin derechos ni aspiraciones nacionales, o una guerra a gran escala contra quienes se oponen a estos designios.
«A los que quieran irse, les ayudaré. Cuando no les quede esperanza ni visión, se irán. Como hicieron en 1948»
«Cuando Josué, hijo de Nun, llegó a la tierra, envió tres mensajes a sus pobladores: los que quieran aceptar (nuestro dominio) lo aceptarán; los que quieran irse, se irán; los que quieran luchar, lucharán. La base de esta estrategia era: Nosotros estamos aquí, hemos llegado, esto es nuestro. También ahora se abren estas tres puertas, no hay una cuarta puerta. A los que quieran irse —y habrá quienes quieran irse—, les ayudaré. Cuando no les quede esperanza ni visión, se irán. Como hicieron en 1948».
En septiembre de 2017, Smotrich expuso su visión en un artículo en el periódico Hashiloach, llamándolo «El plan decisivo». De sus afirmaciones respecto al estatus temporal de los ciudadanos palestinos de Israel («Los árabes son ciudadanos se Israel, al menos por ahora, y tienen representantes en la Knesset, al menos por ahora») en 2021 o respecto a la necesidad de «erradicar» la aldea de Hawara en 2023 podemos inferir de forma razonable que alberga en su mente planes de largo plazo para los palestinos que se hallen fuera de los enclaves amarillos… y no pertenezcan a los 80.000 «afortunados» que serán anexionados.
¿Quizás esto incluya promover leyes de expulsión y traslado, modelados según los que se aprobaron durante el apartheid en Sudáfrica, que concentrarían y comprimirían unos tres millones de palestinos y sus descendientes en esos mil kilómetros cuadrados inconexos?
Smotrich no es Superman: tiene éxito porque el sector al que representa está muy bien organizado y sabe cómo conseguir lo que quiere. Pero también porque muchos israelíes judíos han descubierto que se benefician o podrán beneficiarse de la ocupación continua y el proceso de despojar a los palestinos de su tierra: porque en el marco de este proceso tienen acceso a viviendas asequibles y de buena calidad (en comparación con el mercado de viviendas en la propia Israel), tienen acceso a subsidios del Gobierno, ganan movilidad socioeconómica y pueden hacer carrera en el sector de la defensa y en el de la tecnología avanzada, basados ambos en el concepto de mantener control sobre otro pueblo.
Los Acuerdos de Oslo dejaron grandes partes de Cisjordania en manos israelíes, con una población palestina mínima
Smotrich no inventó la rueda. El objetivo de prevenir el establecimiento de un Estado palestino en los territorios ocupados en 1967 lo comparten desde hace tiempo mucha gente en el llamado «bando opositor». Yitzhak Rabin y Shimon Peres estaban en contra de un Estado palestino, al igual que Ehud Barak. La separación de la población de Gaza de la de Cisjordania, un paso esencial para sabotear un concepto palestino estatal, empezó en la década de 1990.
El principio conductor de «lo máximo de territorio, lo mínimo de árabes» tampoco es nuevo. Guía desde hace tiempo el movimiento laborista-sionista, a veces mediante guiños y gestos, a veces abiertamente, tanto antes como después de 1948, y ha servido incluso para formular varios planes de «ingenería demográfica» para Gaza y Cisjordania.
Los Acuerdos de Oslo estaban estructurados desde el principio para dejar grandes partes de Cisjordania en manos israelíes, con una población palestina mínima. Desde mediados de la década de 1990, el sector de los colonos —y sus representantes que se van expandiendo en el establishment israelí— se han concentrado en prevenir la devolución de un 61 % de Cisjordania a los palestinos. Sus herramientas: la proliferación de asentamientos avanzadilla, el aumento de la violencia que generan, sin freno ni castigo, una presión política inmensa sobre el Gobierno civil para bloquear toda construcción palestina y la promoción sostenida de leyes para la anexión.
En toda Cisjordania, Israel ha lanzado una guerra económica diseñada para empobrecer la población
En la Franja de Gaza, Israel ha llevado a cabo durante casi dos años la tercera opción que Smotrich ofrece a los palestinos: una campaña de destrucción y aniquilamiento cuyo objetivo es alcanzar una «victoria decisiva», en las palabras del jefe del Estado Mayor israelí, Eyal Zamir. En enero de 2024, el Gobierno estadounidense se distanció de la propuesta de Smotrich para la «expulsión voluntaria, es decir emigración» de los habitantes de Gaza. Pero ahora, Smotrich tiene a un aliado ideológico en la Casa Blanca, uno al que le parece enteramente natural trasladar a pueblos no blancos a favor de una visión megacapitalista de negocio inmobiliario, como si fuesen piezas de Lego.
La política en Cisjordania refleja ahora también el espíritu de la tercera opción ofrecida por el profeta bíblico Josué ben Nun y Smotrich, aunque con herramientas menos letales. En Yenín y Tulkarem, el Ejército ha mostrado que la evacuación, el traslado y la destrucción son el modelo que se aplica.
En toda Cisjordania, Israel ha lanzado una guerra económica diseñada para empobrecer la población: denegando a los palestinos permisos de trabajo en Israel, expulsando a pastores de ovejas y campesinos de sus tierras, reteniendo fondos de la Autoridad Palestina, de manera que el sector público sobrevive con salarios divididos por la mitad, confiscando bienes personales y erigiendo puestos de control a la salida de aldeas y ciudades, aislando así unas de otras. Como resultado, moverse para trabajar, estudiar o hacer comercio se ha vuelto tan caro que es cada vez más inviable.
Cuando hablamos de políticas antipalestinas, Smotrich no es una figura marginal. Forma parte de la corriente principal. Por eso, su plan de anexión no es una ilusión fantasiosa.
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© Amira Hass | Septiembre 2025 | Publicado en Internazionale Nº 1631 · 12 Sep 2025 | Traducción de la versión inglesa de Haaretz (4 Sep 2025) : Ilya U. Topper