Bienvenido al Guantánamo griego
Andrés Mourenza
Al joven Fauzi le castañean los dientes al hablar. Fuera de la celda del centro de detención de Corinto en la que está preso el mercurio oscila entre los 2 y los 15 grados, pero dentro la temperatura no es mucho mayor, a pesar de que los inmigrantes detenidos tratan de cerrar los huecos de las ventanas con trozos de gomaespuma arrancados de sus colchones. No hay calefacción, ni agua caliente. “Porque no tenemos fondos y las compañías de petróleo para calefacción no nos fían el pago”, se defiende el policía al mando, Vassilios Stavropulos.
No es extraño que Fauzi tenga frío. Cuando hace dos meses arrestaron a este joven argelino, caminaba en chancletas y vestía pantalón corto y camisa. Aún sigue así. Dos meses con la misma ropa ya que no le permitieron recoger sus pertenencias del hotel donde se hospedaba. Es la situación de la mayoría de detenidos, aunque peor lo tiene el afgano Lio Kat, de 18 años: perdió su ropa y se cubre con una camiseta de tirantes y una toalla de manos.
El afgano Lio Kat perdió su ropa y se cubre con una camiseta y una toalla de manos
Desde el inicio de la legislatura y tratando de contener el auge del partido neonazi Amanecer Dorado, el primer ministro conservador Antonis Samarás prometió mano dura contra los inmigrantes, a los que definió como “tiranos” de la sociedad griega.
Así se puso en marcha la operación Zeus Xenios (Zeus Patrón de la Hospitalidad) bajo la cual se han detenido en las calles de Grecia a más de 58.923 extranjeros, aunque sólo 4.092 de ellos carecían de documentación y han sido alojados, en espera de la deportación, en nuevos Centros de Detención de Extranjeros, el equivalente a los CIE españoles. Pero como Grecia no tiene dinero para casi nada –menos aún para construir nuevos edificios-, los hacina en viejos cuarteles e incluso almacenes.
“Son lugares donde uno no querría pasar más de una hora”, critica el relator especial de la ONU, François Crepeau, que además denunció que a los inmigrantes detenidos “no se les informa de sus derechos ni de lo que les va a pasar. No tienen acceso a abogados o los pocos abogados que les atienden cogen su dinero y se van”.
Viven repartidos en grandes celdas de unos 120 metros para entre 60 y 80 reclusos
En el centro de Corinto –un antiguo cuartel militar, que este periodista visitó recientemente junto a una delegación parlamentaria- hay unos 800 inmigrantes que viven repartidos en grandes celdas de unos 120 metros para entre 60 y 80 reclusos cada una (con un sólo cuarto de baño). Allá deben permanecer encerrados 23 horas al día, pues apenas les dejan una hora para salir al patio, aseguran. La dirección afirma que tienen derecho a pasear tres horas.
“Todos estamos muy débiles o enfermos. No tenemos suficiente comida y es muy mala”, se queja el bangladeshí Hassan. “Mira lo que nos han dado de desayuno”, añade, mostrando un trozo de pan seco y un vaso de leche diluido en agua.
Algo que confirma el abogado, Spyros Kulojeris: “A veces los inmigrantes exageran, pero en este caso tienen razón, la comida es de muy mala calidad, a pesar de que el Estado se gasta bastante dinero en una empresa de catering”. Y se les sirve a través de las rejas sin que existan mesas para comer. Tampoco se limpian las grandes salas que les sirven de habitaciones ni se les dan escobas o fregonas a los inmigrantes para que puedan limpiar ellos, denuncian.
“Nos mantienen encerrados como animales. No tenemos derechos. Somos personas, no animales”, se queja Ali Hasan, un afgano huido de su país y que permanece detenido desde hace dos meses junto a otras 800 personas en el centro de Corinto.
Muchos no saben siquiera por qué están allá –más allá del hecho de no tener la documentación en regla- ya que no hay traductores que les expliquen qué cargos pesan contra ellos o qué les ocurrirá.
La atención médica brilla por su ausencia, a pesar de que durante la visita, el jefe de policía Stavropulos asegura que un equipo de KEELPNO –el organismo griego encargado de la contención de enfermedades infecciosas- los visita cada día. “Casualmente hoy no han venido”, se justifica.
“Tengo problemas de estómago y pedí medicinas a los policías que nos custodian”, relata Mohammed: “Pero ellos me respondieron: ‘Para vosotros no tenemos nada, porque sois como animales’”. Los maltratos y vejaciones están a la orden del día incluyendo palizas ocasionales, según los reclusos, algo que la dirección niega.
“Las condiciones de los demás centros son parecidas, incluso peores”, asegura la diputada Afroditi Stambuli, de Syriza, que ha visitado varios de ellos. Según un informe de Human Rights Watch, en el centro de detención de Fylakio, junto a la frontera turca, “las aguas residuales corren por el suelo y el olor es difícil de soportar. Los guardas griegos usan mascarilla”. En los de Tychero y Vena, también en el norte de Grecia, se les hace dormir sobre cartones o directamente en el suelo. Los peores centros de todos serían los establecidos en las zonas fronterizas con Turquía: Filakio, Komotini…
El gobierno griego asegura que el centro está en excelente estado
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha condenado en repetidas ocasiones a Grecia por violar las convenciones que prohíben “la tortura” y “los tratos o castigos inhumanos o degradantes” en relación con la detención de inmigrantes, pero el gobierno griego no se da por aludido. La única respuesta, del ministro del Interior, Nikos Dendias, ha sido que el centro de Corinto fue elegido por “el excelente estado de sus dormitorios, salas de convalecencia y comedores”.
“Las instalaciones que son utilizados para la detención de imigrantes ilegales poseen calefacción y agua, y han sido comprados las mantas y toallas necesarias. El respecto de las reglas de higiene y de seguridad en el centro es primordial para el ministerio”, aseguró el ministro.
Otro de los problemas es que Grecia encierra en las mismas celdas a menores de edad junto con adultos, lo que contraviene la Convención de los Derechos del Niño. En Corinto había una docena de menores de edad hasta horas antes de la visita de una delegación parlamentaria en la que participó este periodista. Según los inmigrantes allí detenidos, la noche anterior, la policía ordenó salir a todos los menores a los que trasladó a un centro de Atenas, algo reconocido por los policías al mando.
«El único objetivo ha sido hacer desaparecer a los inmigrantes de la vista pública”
“El supuesto objetivo de detener a todas personas es preparar los documentos necesarios para su deportación, pero ¿cómo van a hacerlo si ni siquiera hay traductores en estos centros? El único objetivo ha sido hacerlos desaparecer de la vista pública”, critica el abogado Spyros Kulojeris.
De acuerdo a este letrado, la ley griega indica que los extranjeros sin papeles deben ser atendidos en “centros de recepción” donde se dilucide si estas personas son inmigrantes económicos o candidatos a la concesión de estatus de refugiado, o si pueden optar a la reagrupación familiar en algún país europeo. Sin embargo, se les mantiene a todos mezclados, lo que contraviene la legislación internacional en materia de asilo.
En los últimos meses, varios centros de detención han vivido protestas y huelgas de hambre para reclamar agua caliente y comida decente que, en el caso del de Corinto, fueron reprimidas con la intervención de policías antidisturbios y el uso de gases lacrimógenos dentro de los edificios, según reconoció el propio jefe de policía Stavropulos.
Fauzi muestra un moratón en su pierna: “Es de la última vez que los policías entraron en nuestra celda a pegarnos mientras rezábamos”.
Enfrente, encerrado en otra celda abarrotada, el tunecino Mohammed se lamenta: “Se supone que esto es Europa, pero he visto cosas terribles en este lugar”.
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