Opinión

Asalto a Ceuta

Soumaya Naamane Guessous
Soumaya Naamane Guessous
· 6 minutos
Opinion

Casablanca | Sep 2024

El 15 de septiembre, unos 3000 jóvenes asaltaron la valla entre Marruecos y Ceuta. ¿Fueron las dificultades socioeconómicas las únicas razones de estos hechos?

Son jóvenes procedentes de todas las regiones de Marruecos. Muchos son menores de edad. Algunas, chicas jóvenes. ¿Qué lecciones podemos sacar de esta tragedia?

El peligro de las redes sociales. ¿Cuáles serán los próximos llamamientos a la desobediencia? Estos jóvenes son vulnerables debido a su insatisfacción, a su adicción a las pantallas y la confianza ciega en individuos que, a través de vídeos, vierten su odio sobre Marruecos.

Estos jóvenes están sometidos a un lavado de cerebro. Terminan odiando a su país y consideran que no hay ninguna esperanza de formar parte de él. El hrig (emigración ilegal) se les presenta como la solución mágica para triunfar fuera del país. El nuevo lema es nriski (me arriesgo).

El Estado debería controlar el contenido de las plataformas digitales para proteger a nuestros jóvenes. Los llamamientos al asalto colectivo fueron se enviaron desde cuentas abiertas hace un año, desde fuera de Marruecos. Se diseñó una campaña meticulosa para incitar a la rebelión. Circularon noticias falsas anunciando que España facilitaba la regularización de los inmigrantes ilegales. Videos engañosos mostraban a migrantes ilegales que habían logrado triunfar de forma rápida. Los propios marroquíes amplificaron esta campaña al compartirla en redes.

La escuela marroquí, tanto la pública como la privada, muchas veces destroza la personalidad y la autoestima

Estos jóvenes son ninis (ni estudian, ni trabajan), o NEET, un acrónimo del inglés Not in Education, Employment or Training. Ni tienen un trabajo, ni están estudiando, ni recibiendo formación profesional. Son 1,5 millones en el grupo de edad de 15 a 24 años. Más de 1 de cada 4 está en paro, pero 7 de cada 10 son inactivos. El parado es una persona sin trabajo, pero que está buscando uno. Los inactivos ni trabajan, ni buscan trabajo.

El 37 % de las mujeres de 15 y 24 años son ninis, frente al 13,5 % de los hombres. Los ninis representan a la mitad de la población rural y más de un tercio de los habitantes de las ciudades. Las regiones más afectadas son Beni Mellal-Khenifra y el Oriental. Entre los ninis hay algunos universitarios pero la mayoría carece de un certificado de estudios y han dejado el colegio.

En 2023, unos 300.000 alumnos abandonaron sus estudios, de los cuales 63 554 fueron expulsados. Un joven debe estar escolarizado hasta los 15 años. Cada expulsión es un fracaso de la política educativa. Cualesquiera que sean sus complicaciones, debería haber un seguimiento por parte de los asistentes sociales o psicólogos de su propia escuela.

Siempre hablamos del fracaso educativo, sin responsabilizar a los profesores, muchos de los cuales utilizan una pedagogía de violencia verbal y física, de desprecio y miedo. Un alumno que se siente valorado, que ve su dignidad respetada, ama la escuela y se engancha a ella. Sin embargo, muchas veces, la escuela marroquí, tanto la pública como la privada, destroza la personalidad y la autoestima. Aplasta a los alumnos con dificultades académicas o problemas de comportamiento, y destruye en ellos el sentido de la iniciativa y la confianza en el futuro. Les hace huir de la escuela. Es ahí donde empieza la ‘hogra’, ese sentimiento de injusticia y desprecio.

Cuidado con el mito de El Dorado, promovido por las redes sociales y por muchos de nuestros emigrantes

Estos jóvenes trataron de emigrar debido a la precariedad y la desesperación. Pero cuidado con el mito de El Dorado, promovido por las redes sociales y por muchos de nuestros emigrantes, que regresan alardeando de signos de riqueza, signos que a menudo son fingidos. Dan la impresión de vivir en la abundancia, como si cruzar la frontera fuera suficiente para hacerse rico. Su entorno los aplaude y ellos se burlan de los que no han podido irse.

Este mito destruye el esfuerzo. Muchos jóvenes se niegan a formarse, a aprender un oficio, mejorar. Esperan pasivamente la oportunidad de marcharse. Y el mito incluso seduce a los jóvenes de familias solventes. Algunos participaron en el asalto colectivo.

En una investigación sobre los menores que emigraron a Melilla, todas las familias que conocí tenían un solo proyecto para sus hijos: emigrar. Algunas familias ya habían mandado ilegalmente a Europa a uno o dos de sus hijos y planeaban lo mismo para los más pequeños. Algunos padres abandonan a sus hijos en Melilla, cerca del «Centro», el centro de acogida de menores no acompañados. Muchos no eran pobres. Allí, los menores son escolarizados o reciben formación. Al cumplir la mayoría de edad, se dirigen a la Península.

Las familias alimentan el sueño de irse; Europa garantizaba el éxito, pero hoy eso ya no es así

Las familias alimentan el sueño de irse. Europa antes garantizaba el éxito, pero hoy eso ya no es así. Su propia población está sufriendo. Nuestros jóvenes se niegan a creerlo. Muchos, si no se los traga el mar, terminan mendigando, sin hogar, metidos en la prostitución o la venta de drogas. Volver al ‘bled’, al terruño, es imposible. Sería un fracaso. Las familias se sacrifican para pagar la travesía, así que regresar sería convertirse en el hazmerreír del barrio y la familia.

Aparte de las dificultades socioeconómicas, los jóvenes tienen sueños alejados de la realidad: riqueza inmediata, sin sacrificios ni esfuerzos, a la imagen y semejanza de los influencers o las estrellas que ven en internet. Creen que pueden lograrlo en Occidente.

Incluso en las familias más o menos acomodadas, los jóvenes sueñan con emigrar, motivados por la esperanza de encontrar justicia, empleo, salarios adaptados al nivel de vida, atención médica y seguro de desempleo, educación para los hijos, y la obtención de una nacionalidad que permita viajar sin restricciones de visado.

Los jóvenes representan una gran proporción de la población. A pesar de los esfuerzos del Estado, las necesidades siguen siendo enormes. Aquellos que han abandonado la escuela deben ser integrados en una escuela de segunda oportunidad, o en una formación que les otorgue un diploma, y ser orientados hacia su integración profesional.

Necesitan ocuparse de forma sana en actividades culturales y deportivas gratuitas para evitar los peligros de la desocupación. Deben ser formados en ciudadanía a través de asociaciones y partidos políticos. Y educados en el amor por su país, para ser agentes de cambio, en lugar de esperar a que todo se les dé en bandeja de plata o a huir a otras tierras.

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© Soumaya Naamane Guessous | Publicado primero en Le360 · 27 Sep 2024 | Traducción del francés: Imane Rachidi