Cazadores de refugiados
Núria Vilà
Varna | Junio 2017
Unos jóvenes se encuentran estirados en el suelo boca abajo en un terreno montañoso de la frontera entre Bulgaria y Turquía, inmovilizados con esposas de plástico. A su alrededor, civiles búlgaros con vestimenta militar los tienen acorralados y les ordenan que vuelvan por donde han venido. «¡Turquía! ¡Volved a Turquía ahora! No Bulgaria para vosotros. ¡Volved a Turquía inmediatamente!»
El vídeo, grabado por un grupo de civiles reconocidos como ‘cazadores de refugiados’, fue difundido en las redes sociales el año pasado; en ese momento, el Gobierno búlgaro, acusado de ser demasiado permisivo con los asaltantes, anunció que abriría una investigación. En marzo, sin embargo, el caso fue archivado por falta de pruebas.
Ahora, más de un año después de la difusión del vídeo, estos ‘vigilantes’ siguen cazando refugiados e inmigrantes, principalmente en la frontera entre Turquía y Bulgaria. El discurso de odio, a medida que en los últimos años más refugiados cruzaban de Turquía a Bulgaria, se ha ido extendiendo en este país, la puerta de entrada a la Unión Europea.
«El Estado Islámico tiene el objetivo de transferir gente desde los países árabes hasta Europa»
«El Estado Islámico tiene el objetivo de transferir grandes cantidades de gente desde los países árabes a Europa, y entonces el segundo paso será activar una guerra religiosa en Europa que destruirá nuestra cultura. De esta manera todos los musulmanes en Europa y Estados Unidos se consolidarán y actuarán bajo la bandera del ISIS». Es el razonamiento catastrofista de Vladimir Rusev, fundador de la organización BNO Shipka, o Movimiento Nacionalista Búlgaro Shipka. En realidad, los atentados yihadistas de los últimos años casi siempre los cometen personas nacidas o criadas en Europa.
La iniciativa nació al calor del auge de los movimientos de ultraderecha y antiglobalistas que resurgen en la actualidad en Europa y Estados Unidos, dejando patente su rechazo absoluto a los migrantes y refugiados. Sus discursos grandilocuentes, sin embargo, se nutren del ‘No pasarán’ antifascista, e incluso predicaron durante el movimiento de los ‘indignados’ Nuit Debout de Francia contra la «mafia financiera internacional». Tras cada atentado yihadista en Barcelona, París, Londres o Bruselas, estos grupos aprovechan la ocasión para manifestarse contra el islam en su globalidad.
Aquellos refugiados y migrantes que han decidido no jugársela en el Mediterráneo -donde en la primera mitad de 2017 ya murieron unas 2.400 personas intentando alcanzar Europa- topan con el escollo de grupos ultranacionalistas que patrullan las zonas montañosas de la frontera. BNO Shipka es uno de ellos. Después de detenerlos, los ‘cazadores’ los obligan a retornar a Turquía para cumplir su objetivo de evitar la entrada de migrantes irregulares en la Unión Europea.
Bulgaria, que tiene una frontera de 270 kilómetros con Turquía, es el principal país de entrada en la UE para los inmigrantes y refugiados que escogen la ruta balcánica. Más de 18.000 personas entraron en territorio búlgaro en 2016 de forma indocumentada, según datos recogidos por el centro de análisis alemán Friedrich Ebert Stiftung.
«Les explicamos que cruzar la frontera es una ofensa criminal, que pueden ir a la cárcel»
Entre las piscinas y tumbonas de un resort de lujo cerca de Varna, en la costa búlgara del Mar Negro, es fácil confundir a los locales con los turistas que disfrutan de las vacaciones, rusos principalmente. Pero Vladimir resalta entre el resto por su uniforme militar; botas altas, bigote y una mirada seria que no pierde en toda la entrevista. Le acompaña Lachezar Llourdjeu, un abogado afín a la organización que, además de traducir, suscribe cada una de las palabras de su jefe.
«No estamos haciendo nada ilegal, como se dice en muchos artículos. Estar presente en la frontera no es ilegal», asegura el abogado. Su grupo busca a refugiados e inmigrantes cruzando a Bulgaria y entra en acción. «Les explicamos que es una ofensa criminal, que cuando cruzan la frontera de este modo pueden ir a la cárcel. Si obedecen a lo que les decimos, vuelven a Turquía y solicitan el estatuto de refugiado en los puntos indicados».
Pero el Llourdjeu niega que empleen la violencia en caso de que los refugiados insistan en cruzar la frontera de todas formas. «No podemos utilizar la fuerza bruta contra ellos, no está permitido. Inmediatamente contactamos la policía de la frontera para que los detenga. Y ya está», prosigue.
La connivencia entre el Gobierno búlgaro y estos grupos ‘caza refugiados’ no es un secreto. El viceministro del Interior de Bulgaria, Philip Gounev, sin embargo, aseguró en una entrevista al diario británico The Guardian que «solo la policía tiene la potestad para arrestar. Cualquier tipo de detención de ciudadanos por parte de otros ciudadanos es ilegal».
El Gobierno búlgaro ha sido acusado varias veces a nivel internacional de hacer la vista gorda ante la actividad de estos grupos en la frontera. Unas declaraciones anteriores del primer ministro, Boiko Borisov, se interpretaron como una muestra de apoyo hacia los ‘cazadores de refugiados’: «Cualquier ayuda a la policía, a la policía fronteriza o al Estado es bienvenida. Cualquiera que ayude se merece que le demos las gracias», dijo.
«La policía nos anima a hacer este trabajo, porque tienen muy poco personal en la frontera»
De hecho, el mismo Vladimir Rusev no esconde el apoyo recibido por parte de las fuerzas de seguridad: «La policía nos anima a hacer este trabajo, porque tienen muy poco personal en la frontera».
Hasta el agravamiento de la crisis de refugiados hace unos tres años, Rusev se dedicaba principalmente a desarrollar investigaciones para compañías internacionales, según relata. También trabajaba como asesor en seguridad personal y corporativa, «así como para algunos gobiernos». «He dejado de lado mi negocio durante los últimos tres años solo para dar un empujón a mi trabajo ante los problemas públicos. Si no me ocupara de eso [su labor con BNO Shipka] ahora sería muy rico», asegura.
“Patrullamos las 24 horas”
Bulgaria es principalmente un país de tránsito para los demandantes de asilo que llegan a Europa. Grupos paramilitares como BNO Shipka han contribuido a este hecho, expandiendo la propaganda antiinmigración entre la sociedad. Según la agencia de encuestas Sova Harris, a principios de 2016 el 60% de los ciudadanos búlgaros consideraba a los refugiados como una amenaza a la seguridad nacional.
Vladimir Rusev explica que su grupo está formado principalmente por exmilitares -veteranos del ejército- y parados, desde maestros y médicos hasta ingenieros y científicos.
«Estamos defendiendo toda Europa. Si no nos ayudan, nos veremos obligados a dejar la frontera libre»
«Patrullamos la frontera las 24 horas del día y mantenemos grupos de hasta 800 personas, pero nos faltan recursos y por tanto solo vigilamos las zonas concretas por donde creemos que pueden venir (los inmigrantes)», explica Rusev, aunque el número de ‘cazadores’ presentes en la frontera y el total de miembros de su organización, que él cifra en 24.000, son difíciles de contrastar. «Actuamos puramente de forma voluntaria; no recibimos ninguna financiación y cada día tenemos que pagar la gasolina, comida, medicinas, etcétera».
Ante esta situación, la organización pide apoyo europeo. «Estamos defendiendo toda Europa. Si Europa y los ciudadanos europeos no nos ayudan, nos veremos obligados a dejar la frontera libre y toda esta gente comenzará a entrar libremente hacia el oeste de Europa», dice Rusev.
En el Viejo Continente, de hecho, la extrema derecha ha ganado una importancia significativa en los últimos años. A pesar de que BNO Shipka mantiene contactos con otros grupos europeos de ideología similar, sus líderes son pesimistas sobre el efecto real que puedan conseguir. «Les explicamos que cualquier cosa que hagan en sus países no ayudará. Si quieren ayudar a su propia gente, tienen que venir aquí porque la puerta de Europa está aquí. O bien que nos ayuden con la financiación, solo para detener a la gente aquí, en la frontera. Cuando esta gente llegue al oeste de Europa, será demasiado tarde», concluye Rusev.
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