Clara Janés
«Los poetas árabes amigos míos cantan al vino»
Alejandro Luque
Sevilla | Febrero 2019
Melena larga y nevada, ojos grandes y claros, una expresión que a veces se antoja ausente. Y un hablar moroso, algo lacónico: así se muestra Clara Janés (Barcelona, 1940), cultivadora de muchos géneros como escritora, también traductora de ancho horizonte –desde Vladimir Holan a los clásicos persas–, labor que le valió en su conjunto el Premio Nacional de Traducción en 1997, responsable de la colección de poesía de Ediciones de Oriente y el Mediterráneo y, desde 2015, miembro de la Real Academia de la Lengua.
Su último libro, Kamasutra para dormir a un espectro (Siruela), es un poemario de cierto aliento místico y acompañado por unos dibujos eróticos de Sistiaga que conforman un conjunto tan complejo como enigmático y atrayente. Con el pretexto de este lanzamiento, MSur habló con una de las autoras españolas que más cerca han vivido de las letras mediterráneas en las últimas décadas. “Somos mediterráneos, la verdad sea dicha, y se nota en las dos orillas”, afirma. “Hay que pensar, por ejemplo, cuánto tiempo estuvieron los árabes aquí, y cuántas cosas nos acercaron de un mundo más lejano. Mira a Ziryab, el músico persa, que vino a Córdoba y trajo la moda del flequillo. Se van mezclando muchas cosas, y estamos en un entorno que está lleno de puntos de similitud, y de proximidades. No es lo mismo compararte con un egipcio o un griego, que con un japonés”.
En torno a su nuevo libro gravita una mística que, sin embargo, es muy humana. ¿Puede explicar esta aparente contradicción?
«De feminismo se ha hablado durante mucho tiempo; ahora está de moda por lo que sea»
Ya Erasmo de Rotterdam, al final de Elogio de la locura, dice que no hay locura ni felicidad mayor que la mística, porque el místico se inventa una historia, se la cree y vive en ella. Surge una historia que empieza en los dibujos del libro, eso fue lo primero. Pensé en hacer algo con ellos. Y recordé una idea de mi padre antes de morir, que decía que si no era muy amado, no podía dormir. Sobre esa idea fui trabajando, trabajando. Evidentemente, me estaba inventando el personaje del Kamasutra. Y pensé: si Don Quijote se inventa a Dulcinea, lo vive muy fuertemente y de repente se da cuenta de que es una invención suya, ¿cómo se libera? Y entonces pensé que de una invención que viene de la palabra, y de que viene a través de la escritura, hay que liberarse por la misma vía. Se trata de una despedida suave de este fantasma, y había que explicar por qué hacer esta despedida. Pero el orden de las partes es el inverso, lo más reciente es lo último, y lo primero es lo último.
Hoy parece cada vez más difícil la mística, mientras que las iglesias pugnan por tener más y más presencia. ¿Hay una correspondencia entre ambas cosas, ha acabado el poder eclesiástico con la mística?
Pues no te lo puedo decir [risas], no estoy al corriente de esas cosas.
En 1981 se publicó su libro Eros, ¿cómo ha evolucionado desde entonces el erotismo en España? ¿Se leería de un modo muy distinto?
Tampoco lo sé muy bien. Cuando hice Eros la gente lo entendió muy bien, y mi siguiente libro de carácter erótico, Creciente fértil, también tuvo una acogida muy buena. ¿Se leerían hoy distintos? Evidentemente, la gente más joven, que tiene una libertad mayor, lo verían de otro modo. Pero este nuevo libro, el del Kamasutra, es un libro difícil, ¿eh? No sé si esta gente lo podrá captar o no…
Sobre todo con la poesía dominante de hoy, tan directa, que a menudo casi roza la autoayuda…
Ya, yo tampoco estoy al tanto de lo que se hace, porque como tengo tantos trabajos ajenos a mi propia creación… Que si tengo que dar una conferencia sobre Santa Teresa, o sobre el silencio, estoy preparando siempre este tipo de cosas, que me llevan mucho tiempo. A veces me caen cosas nuevas, pero es por azar, y no me permiten generalizar.
Nunca se ha hablado tanto de feminismo como hoy. ¿Cuando oye esos debates, piensa que nunca es tarde, o a buenas horas mangas verdes?
Yo creo que ahora es una moda, pero de feminismo se ha hablado durante mucho tiempo. Ahora está de moda por lo que sea, pero a mí no me perturba, ni me siento metida en este saco, digamos.
Siempre le pregunto a los académicos si la RAE es una institución machista, habida cuenta de su escaso número de mujeres. ¿Usted lo cree?
«Hace 60 que murió mi padre; él escribió y publicó en catalán, no veo ninguna persecución»
No creo que sea machista, justamente hay una gran apertura, y hay algunas mujeres muy importantes, y que están teniendo mucha fuerza. La última que entró fue Paz Battaner… Hay dos que son dialectólogas, y cuentan mucho, porque el que estudia la lengua tiene un peso distinto del que no. Pero no diría que es machista, yo me siento bien allí… muy bien recibida.
Y cuando el debate se centra en el sexismo en el lenguaje, ¿cree que ahí hay un problema que como mínimo hay que abordar, o se está exagerando en ese aspecto?
Bueno, hay una comisión que lo está estudiando, todavía no lo han explicado pero supongo que no tardarán mucho. Ya lo explicarán, ellos que son los expertos.
Ahora que se habla tanto de discriminación del catalán, he recordado que su padre ya publicaba en esa lengua en los años 40. ¿Qué pensaría de esa controversia?
Bueno, han pasado muchos años, hace 60 que murió mi padre, es muchísimo. El escribió y publicó en catalán, yo hablo catalán, y no veo ninguna persecución, ¿eh? Mis hermanas ahí están tan tranquilas, manejándose en castellano y en catalán, y no pasa nada. Son visiones parciales.
¿Era la lengua que se hablaba en su casa?
Sí.
¿Y se ha visto tentada de escribir en catalán?
Sí, sí, he escrito un libro que son mis memorias de infancia y adolescencia, y tiene partes en catalán según quien habla. Se llama Jardín y laberinto. Evidentemente, como están en mi mente hablando en catalán, cuando habla mi familia no podía hacerlo de otro modo.
Siguiendo su trayectoria, se descubre que ha traducido a menudo a cuatro manos de poetas mediterráneos y orientales. ¿Cómo es ese sistema de trabajo? ¿Cuánto debe saber de cada idioma cada uno?
«Octavio Paz cambió todo un poema de Mallarmé por rimarlo; yo no soy partidaria»
Hay muchos planos en esto, porque una cosa es cuando uno no sabe el idioma: por ejemplo el árabe. He traducido de ese idioma con Milagros Nuin. Milagros traducía del árabe, yo lo revisaba, discutíamos palabras y se volvía a escribir… Esto es un tipo de trabajo. Otro es que yo sé una lengua a medias, por ejemplo el alemán. Se me ocurre traducir los poemas que Rilke escribió con motivo de su viaje a España , me lanzo, tengo al lado una traducción italiana, pero tengo una hermana germanista y ella me corrige, o me dice: esto lo traduzco primero yo, no lo hagas que es más fácil hacerlo yo y lo vemos luego juntas, pero yo ya me he lanzado.
¿Y el farsi?
El persa o farsi lo he estudiado pero no con la intensidad con que estudié el checo, que hacía diez horas al día. Yo lo puedo leer, soy capaz de poner las vocales, que no es cualquier cosa, puedo entender el sentido de la frase, pero me falta vocabulario. Entonces es muy bonito trabajar con otra persona. Yo ya he traducido muchas cosas sola, de checo una barbaridad, pero prefiero esto, lo pasamos muy bien tomamos un café, vemos esta palabra que tiene tantos significados… y entre los dos lo compartimos.
¿Y hasta qué punto se siente obligada a respetar la métrica y la rima de los poemas originales? Si Omar Jayyam quiso rimar sus Rubayatas, ¿tenemos derecho a cambiarlo?
Ahí hay posturas distintas. Octavio Paz, por ejemplo, hizo una traducción de un poema de Mallarmé, y cambió todo el poema por rimarlo. Yo no soy partidaria de modificarlo del todo. Pero si puedes darle la proximidad máxima, se la das. Y por eso, con el persa, leemos los poemas bien leídos para entrar en la sonoridad. El intento es que, cuando tú lo traduzcas, quede lo más próximo posible. ¿Lo puedes hacer rimado? A veces se puede. Con el persa no, pero con el italiano, a veces puedes rimar perfectamente un soneto de Petrarca. Cada idioma es diferente, no te digo ya con el chino. Estuve con un sinólogo, haciendo la traducción de Wang Wei. Él se empeñaba en hacer rima, yo le decía: “Este adjetivo no lo veo en este poeta”, y el decía: “No, lo he puesto yo para hacer la rima”. ¡Pues no!
¿Ha viajado a Irán?
Sí, sí, varias veces.
¿Y reconoce en esa cultura ecos de Firdusi, al que ha traducido, o ya estamos hablando de un país muy diferente?
«En Irán les gusta su cultura como en ningún otro país; se saben a Hafez de memoria»
No, no, allí son tradicionalistas, les gusta su cultura como en ningún otro país he visto yo. Son entusiastas de lo suyo, se saben a Hafez de memoria, y en las casas se recita poesía, es habitual. La primera vez que fui a la embajada de Irán aquí en Madrid aún no sabía nada. Había escrito algunos artículos en la prensa sobre Irán, y por eso me invitaron. Y el traductor me decía: “Usted no sabe en qué lío me está metiendo este señor, el agregado cultural, porque sabe que usted es poeta, y va citando poemas a medida que habla” [risas]. Tienen un afán enorme por su cultura, una gran inteligencia. No me cabe la menor duda.
Sí, estuve hace unos años en la tumba de Hafez, en Shiraz, y me impresionó tanto su belleza como la cantidad de gente que la visitaba cada día.
Por supuesto, también he estado allí, cómo no.
¿Y cree que el poder de los ayatolás lo invade todo, o también Rumi o Firdusi pueden encarnar una identidad persa que no pase necesariamente por la religión?
Hombre, es que mira, dices dos muy distintos. Rumi es sufí, y los sufíes no están bien vistos por las jerarquíes eclesiásticas, date cuenta, porque eran muy libres, pero eso está allí. Yo he estado en Shiraz en una tariqa de sufíes, y allí te cantan, es maravilloso. Hay una gran alegría. Con Firdusi, hombre, lo tienen como uno de los grandes…
Y extendiendo esa idea, lo que entendemos hoy como mundo árabe, ¿qué relación tiene con la civilización árabe que vemos en la poesía clásica? ¿No ha estado todo muy usurpado por el aspecto religioso?
Los amigos que tengo que son poetas árabes, que hasta me hicieron de la asociación de escritores de Marruecos, te aseguro que cantan al vino y brindan con todo. No es todo el tema islámico, pero ni hablar. Hay una gran apertura. Fíjate, estuvo hace poco por aquí Adonis, pasé el día con él, y te aseguro que habla de todo…
Tenemos que aclararle al lector no prevenido que el mundo árabe o persa no se entiende sin vino, sexo ni cualquiera de las humanas debilidades…
«Yemen era una maravilla, y muy inocente; no sé por qué demonios lo tienen que destruir»
¡Por supuesto! [risas] Si piensan lo contrario, es porque no han estado, no han ido por allí. Ahora es un momento muy difícil, de acuerdo, pero no es culpa de ellos. En parte quizá, pero desde la primera Guerra del Golfo, ya me contarás: el afán de destruir todo eso, ha sido monstruoso.
¿Ha sido el momento decisivo, hay un antes y un después de esa guerra?
No soy historiadora, pero es lo que he vivido. Antes de la guerra estuve en Yemen, un país que era una maravilla, y muy inocente. No sé por qué demonios lo tienen que destruir.
Como directora de la colección de poesía de Ediciones del Oriente y el Mediterráneo, ¿se ha explicado alguna vez por qué hay tanta resistencia por parte de los editores españoles a los libros del sur del Mediterráneo?
No me lo he preguntado, la verdad, voy haciendo mi laborcita, ¿sabes?, y no estoy pensando que unos hacen más y otros menos. Fue casi una casualidad, empecé allí porque tradujeron a un poeta turco, y me pidieron que les presentara el libro. Y luego me ofrecieron dirigir la colección. Fíjate tú: Oriente y el Mediterráneo. Yo estudié checo en París, en la escuela de Lenguas Orientales. ¿Dónde empieza el Oriente, me lo quieres decir? El Oriente no es solo el mundo, es lo que está al este de ti.
¿Y antes de presentar al poeta turco, había tenido antes contacto con esa poesía “oriental”?
Ten en cuenta que yo voy a festivales de poesía desde el año 84. Y en esos festivales me encuentro a todo tipo de poetas, y siempre me apunto a los seminarios de traducción. En Rotterdam estaba una vez Seamus Heaney, lo tradujimos y estaba él, y nos divertimos muchísimo, porque era un tío fantástico. Y en otro estaba Adonis. Y en otro Ilham Berk, que me parece fabuloso. Aparte de que soy hija de un editor, ¿cuántos años tenía yo cuando mi padre publicó las Rubayat, y yo lo leí? ¿Catorce años? He estado siempre abierta a todos estos mundos, para mí no es una cosa extraordinaria. Y la vida de cada uno también manda.
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© Alejandro Luque | Especial para M’Sur
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