Cirugía contra la ablación
Imane Rachidi
El Cairo | Agosto 2017
“Quiero volver a ser una mujer normal”, dice Rafia, una joven sudanesa que pide información en un centro de cirugía estética de El Cairo. Ella sufrió la mutilación genital femenina (o ablación) cuando apenas rozaba la adolescencia. Tiene ahora veintiún años y quiere recuperar la función de su clítoris porque necesita “sentir lo mismo que otras mujeres”.
Rafia ha decidido someterse a una operación de reconstrucción de esa parte de su cuerpo que su madre decidió extirparle para insensibilizarla, siguiendo lo que casi todas las familias de Egipto y Sudán, y una amplia franja de África al sur del Sáhara, creen una obligación religiosa. En las regiones periféricas de El Cairo, tanto musulmanes como cristianos están convencidos de que la intervención es imprescindible para preparar a las niñas para el matrimonio: amputar el clítoris es la única vía, consideran, para tener acceso a una vida matrimonial y social honrada.
Curiosamente, unos la justifican con el Corán, y otros, con la Biblia, si bien no aparece en ninguno de los libros sagrados y se practica también en sociedades africanas no adheridas a ninguna religión monoteista. Con todo, Egipto es uno de los países que lideran las estadísticas de la ablación, con más del 90% de las mujeres mutiladas.
“Nunca he podido disfrutar del sexo; necesito saber si es posible someterme a una cirugía»
Rafia no sabe ni por dónde empezar. Recurre al Centro de Ginecología Estética y Reconstructiva de la capital egipcia para resolver sus dudas. “No tengo más piel dentro pero aún sigo teniendo un poco de clítoris. No se puede ver con facilidad pero se siente con el dedo”, detalla sobre los restos de esa mutilación que le fue practicada
“Nunca he podido disfrutar del sexo y me da vergüenza desnudarme completamente delante de un hombre, nunca lo he hecho. Quizás a alguien le pueda sonar absurdo, pero necesito saber si es posible someterme a una cirugía plástica para recuperar la parte mutilada”, expone Rafia a los especialistas de la clínica. Hay que hacer un análisis: la forma de cortar no siempre es la misma, y algunas niñas no tienen manera de recuperar el órgano.
Según los médicos, no obstante, es muy raro que durante una mutilación se elimine todo el clítoris. Normalmente, se corta solo la parte visible; cuánto es depende bastante del pulso y el ojo de la curandera que realiza la operación. En algunas regiones de Sudán y sobre todo en Etiopía y Somalia se cosen luego incluso los labios mayores para cerrar la vulva, dejando solo un pequeño agujero para la orina y la menstruación. Para el coito hay que volver a abrir, de forma dolorosa, la parte cicatrizada.
La ablación siempre se produce en la ilegalidad, en clínicas privadas o a manos de curanderas
Incluso cuando la intervención es del tipo egipcio, menos profunda, no es exenta de riesgo mortal. En mayo pasado, una joven de 17 años falleció tras habérsele practicado la ablación en un hospital privado de la ciudad de Suez, en Egipto. Se llamaba Mayar Mohamad, y la intervención desembocó en una grave hemorragia que provocó su muerte. Su caso salió a la luz tras la denuncia de la familia por su fallecimiento. Demostró una vez más que las leyes que desde 1997 prohíben la ablación en Egipto – con nuevas penalizaciones y agravantes cada pocos años, tras algún escándalo – no han servido de gran cosa. Eso sí, la operación siempre se produce en la ilegalidad, en clínicas privadas y a menudo a manos de curanderas sin conocimientos médicos.
«Tratamos a 4-5 mujeres por semana y devolvemos el clítoris cortado a su estado natural»
El cirujano plástico Amer Saif al Din confirma que hay mucha probabilidad de que Rafia vuelva a recuperar la sensibilidad. Su caso tiene solución porque, a pesar de los graves daños sufridos, sigue teniendo parte del clítoris. Según explica el médico, esa parte restante del clítoris puede ser “remodelada y reconstruida después de la mutilación. El resultado siempre dependerá de la cantidad que ha sido sustraída”. Saif Al Din ha tratado a mujeres de Egipto, pero también a muchas de Sudán, Eritrea y Somalia. “De media, tratamos a unas cuatro o cinco mujeres por semana, que suelen tener entre 20 y 30 años, cuando deciden que ya no pueden más y recurren a la cirugía para sentirse más completas. Lo que hacemos es devolver el clítoris cortado a su estado natural”, explica.
Aún sigue recordando el caso de una joven que intentó operar, pero que no tuvo éxito. Tenía 19 años y fue circuncidada cuando tenía seis años, por su propia madre. Es egipcia y le contó todos los detalles de la barbarie que le hicieron cuando aún era una niña. “No se siente normal, ni siquiera hablaba del tema con sus amigas porque estudiaba entre chicas de clase media, que no habían sido mutiladas, y a ella le daba vergüenza contarlo”, rememora. Tiene problemas de menstruación, incluso dolor para orinar, y sobre todo, muchísimos problemas de autoestima. “Le arruinaron la vida”, sentencia.
“Hay una demanda muy grande. La mayoría de estas mujeres ya han tenido relaciones sexuales e incluso tienen hijos, pero no ha sido un proceso agradable. El sexo es una cuestión muy, muy dolorosa, que no pueden soportar. Muchas acuden aquí en un estado muy grave de depresión y lo que intentan es arreglar sus genitales para sentirse mejor, y volver a sentir” aclara Saif Al Din, después de haberle devuelto la ilusión a miles de mujeres que han pasado por sus manos.
La operación consiste en la liberación del clítoris. Primero se elimina el tejido de la cicatriz, y después se tira de las partes restantes, donde aún sigue habiendo sensibilidad. En ocasiones se reconstruye un nuevo clítoris y labios menores para dar una apariencia más natural. Con ello, mejora “la imagen del cuerpo de la mujer, disminuye el dolor, mejora la función sexual en lo que se refiere al deseo, excitación, lubricación y orgasmo”, según Saif al Din.
El 90% de mujeres egipcias con relaciones prematrimoniales recurren a la himenoplastia
Los objetivos de esta operación –dice- es que ellas recuperen “la feminidad, la autoestima y la dignidad porque es un gran placer ver que se sienten y funcionan como mujeres completas” tras la cirugía. Se trata, pues, de olvidar esa fecha en la que fueron mutiladas que todas llevan clavada en la memoria, y tras la cual hay una historia muy dura. Pero no se trata de una operación barata. Dependiendo de la complicación, puede costar entre 1.500 y 2.000 euros. Una cantidad que no pueden pagar muchas de las víctimas.
Como una virgen
Con todo, la cirugía que ofrece Saif al Din es menos costosa que otra, extremamente habitual en Egipto y muchos países vecinos: la himenoplastia, es decir la reconstrucción del himen. Según una investigación del diario Al Watan, en Egipto, el 90% de las mujeres que han mantenido relaciones sexuales prematrimoniales se someten a esta cirugía para ocultar las pruebas. Se trata de una operación de entre 30 minutos y dos horas, y su coste puede alcanzar las 25.000 libras egipcias, unos 2.500 euros aproximadamente.
El himen, la membrana de piel en forma de anillo que cubre la vagina, es, en familias tanto musulmanas como cristinas, un símbolo de pureza y virginidad. La sangre que ocasiona la ruptura del himen suele producirse durante la primera experiencia de una mujer durante el coito, pero esta experiencia debe –moral y socialmente- tener lugar una vez contraído el matrimonio. No es una cirugía ilegal, pero en Egipto no todos los cirujanos acceden a practicarla. Según varios ginecólogos consultados, cada vez más mujeres recurren a la himenoplastia para no arriesgarse a perder a su futuro marido y su familia.
“Hay parejas que han estado años juntas, pero que antes de contraer matrimonio, reconstruyen el himen»
“Es verdad que es una cuestión sensible a nivel moral, pero es la salvación de muchas mujeres que han sufrido una violación sexual o han sido engañadas por sus parejas, que les han prometido que se casarían con ellas y luego las dejan tiradas después de tener relaciones”, lamenta una ginecóloga egipcia con clínica en el centro de El Cairo. Prefiere mantener el anonimato. Es un tema bastante tabú, aunque – sorprendentemente – no todas las operaciones de himenoplastia tienen lugar a espaldas del futuro esposo. “Hay parejas que han estado años juntas, pero que antes de contraer matrimonio, construyen el himen de la chica como símbolo de un nuevo comienzo. También para no arriesgarse ante sus padres, pues algunas familias aún insisten en ver la cama o el pañuelo manchados de sangre”, asegura.
Hasta 2009, la solución era aún más fácil: circulaba un kit ‘made in China’, por 25 euros, que incluía un himen falso pero resistente y que era capaz de expulsar una sustancia parecida a la sangre cuando se destruía. Aquel año, Egipto lo prohibió.
Saif al Din reconoce que son muchas las mujeres que recurren a él para hacerse una himenoplastia, pero él se niega a llevar a cabo este tipo de operaciones. “No me gusta meterme en esas cuestiones, hay mucha gente que lo hace, pero a mi no me gusta. Creo que no hay necesidad alguna para ello. Cuando una mujer está en una relación, y se somete a una reconstrucción del himen sin conocimiento de su pareja, está engañando a su futuro marido, y yo, como médico, estaría encubriendo una mentira. No lo voy a hacer”, se queja con cierto rencor este médico. “Es una cuestión moral, porque podría ser perfectamente una de mis especialidades, es una operación que entraría en el tipo de cirugías estéticas que yo realizo, pero no quiero”, recalca. Además, reitera que está especializado en traumas físicos (como accidentes, la ablación, etc.), violencia contra la mujer, o en casos de ausencia congénita de la vagina. “No quiero cooperar con más inmoralidades”, concluye: “Lo que quiero es devolverles la ilusión”.
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