Alex de la Iglesia
«El cine español agoniza por nuestra culpa, pero seguimos vivos»
María José Ramírez
Venecia | Septiembre 2010
Tan sólo una película española es candidata al León de Oro de la Sección oficial de la 67 edición del Festival del Cine de Venecia: Balada triste de trompeta, una tragedia grotesca ambientada en el franquismo y dirigida por el bilbaíno Álex de la Iglesia, compite con otros 22 largometrajes por el galardón veneciano.
Aunque ya estuvo presente en 1995 en la Mostra con El día de la bestia, esta vez vuelve a lo grande, compitiendo por el León de Oro, algo que para Álex de la Iglesia es “un honor y una satisfacción increíbles; estar en la sección oficial con Aronofsky y con Sofia Coppola es francamente alucinante y ya sólo con eso me considero totalmente premiado”. Eso sí, en el día del estreno confiesa que lleva toda la mañana con una “sensación terrorífica de ir al colegio a hacer un examen”.
“Una historia de amor loco y salvaje en la que se mezclan amor, humor y horror a partes iguales”. Así define el director y presidente de la Academia de Cine española, Álex de la Iglesia, su nueva propuesta. Es la historia de dos payasos, interpretados por Antonio de la Torre y Carlos Areces, enamorados de la misma mujer, una trapecista a la que da vida la actriz Carolina Bang.
Para narrarla se ha servido de uno de los episodios de la historia de España más transitados por el cine, los últimos años del franquismo, una etapa “que no está enterrada debidamente” según De la Iglesia. “Fue un pasado triste y muy doloroso que condiciona bastante el presente”, afirma. “Todos, a través de nuestros padres y abuelos, hemos sufrido la Guerra Civil, y ese dolor está muy presente en nuestras vidas”, continúa.
El dolor del que habla De la Iglesia influye de forma radical en la vida del protagonista, un payaso que actúa guiado por su padre, quien le inculca una terrible ansia de venganza. Precisamente ése es el mensaje de la película, el de que la ira y la venganza conducen inexorablemente a la destrucción de lo que más quieres.“Es la sensación que tengo de ese pasado nuestro, de una hostilidad, de una violencia a mi alrededor de la que no soy responsable”, continúa.
«La humanidad pasa por la envidia, el ansia de venganza, la ira… pero también por un deseo irrefrenable de amor»
El director recuerda aquellos años en que en España se respiraba una violencia extrema en las calles como “una pesadilla”, y cuenta cómo de camino al colegio recogía casquillos de bala delante del quiosco de chucherías. “No olvido ese contraste de chuches y sangre. De aquella violencia no se hablaba, sino que se asumía como algo natural y luego descubres que no, que era un infierno que nos ha tocado vivir”, comenta.
Sobre los personajes de la película, De la Iglesia asegura que quiso crearlos con un carácter muy humano, porque cinematográficamente un personaje positivo no funciona, así como tampoco funciona uno tremendamente negativo. “Yo creo que la humanidad pasa por la envidia, el ansia de venganza, la ira, la necesidad de destrucción… Pero también por un deseo irrefrenable de amor, por unas ganas locas de amar, y yo el único amor que comprendo es el amor loco”.
El payaso como símbolo
Para el director, el payaso es un símbolo, tanto es así que lo define como “mensajero del dolor” e incluso dice haberse sentido como un payaso en muchos momentos de su vida. “No me siento adecuadamente vestido para este mundo, tengo la sensación de no encajar, es una sensación de ridículo. También porque la de cineasta es una profesión en la que te desnudas y cuentas una situación que quieras o no te define ante los demás”.
“Tu labor es la de entretener, divertir y apasionar a los demás, por eso para mí la figura del payaso es un símbolo, primero porque da miedo y segundo porque está totalmente descolocado ya. No tiene sentido un payaso; ni a los niños divierte ni a los mayores, es algo extraño. Yo creo que los últimos payasos que nos han fascinado han sido los payasos de la tele, igual por ser de la tele. Para mí fueron un salvavidas, pero la misma pregunta de ¿Cómo están ustedes? era terrible; todos decíamos “¡bien!”, pero no lo estábamos”.
La figura del payaso ya estaba presente en una novela escrita por el propio Álex de la Iglesia, Payasos en la lavadora (Planeta, 1997), reeditada por Seix Barral el año pasado. “Es terrorífico descubrir que un personaje que se supone que nos tiene que dar ternura y cariño realmente nos da miedo e incluso rechazo, repugnancia. El mismo rostro pintado de blanco con la nariz roja, ¿qué significa, que es un borracho? ¿Y por qué tiene una lágrima el payaso triste? ¿Cómo pretenden hacernos reír con alguien que sufre? ¿O por qué nos reímos de alguien que es tonto, que lleva unos zapatos grandes? ¿No será que nos estamos riendo realmente de nosotros mismos? No sé qué significa esa especie de parodia demencial, no sé dónde está la gracia”, comenta.
Ese perfil del payaso es lo que a De la Iglesia le resulta tan trágico, razón por la cual, por otra parte, lo ama: “porque es precisamente algo fuera de contexto, que es como todos nos sentimos realmente. Todos tenemos esa sensación de vivir solos y de formar parte de una sociedad de mentira. Porque realmente estamos solos en la vida, y sobre todo moriremos solos”, aclara.
Para Álex De la Iglesia, presidir la Academia de Cine española no ha cambiado en absoluto su actitud como director. “Sigo siendo el mismo, como director no tengo nada de sensato ni nada de conciliador. Y, en cambio, como presidente lo que quiero es el bien para todos, y que precisamente haya una relación directa entre el público y la gente del cine. Para eso sirve la Academia, es como una especie de gabinete de comunicación de la gente del cine”.
Después de este año de presidencia en el ente cinematográfico, De la Iglesia reconoce que es una labor “muy enriquecedora” y que le ha permitido ponerse en contacto con exhibidores y distribuidores, de ver el negocio del celuloide desde otro punto de vista. “Normalmente, la gente que hace cine tiene poca relación con los diferentes sectores y entonces lo ven como mundos diferentes, y de pronto colocarte en todos los puntos de vista es siempre muy enriquecedor”. “Además, es un trabajo que haces porque te apetece que las cosas mejoren y que te dará más dolores de cabeza sin duda, pero por otro lado es muy satisfactorio”, añade.
De la Iglesia asegura que en este primer año se conseguido “acercar el mundo de la exhibición y de la distribución a la Academia, que mucha gente que no era miembro se hiciera miembro, y además hemos mejorado la imagen de la Academia, creo”. Sin embargo, confiesa que queda mucho por hacer. El siguiente objetivo de la Academia será el de acercar las televisiones al mundo del cine. “Es importante que las televisiones, que son como los estudios de cine antiguos, estén más cerca de nosotros y entiendan que forman parte de la industria, porque son los mayores productores de este país y tienen que ser conscientes de ello”, puntualiza.
«Hay un gran concepto del cine español fuera de España, más que en España por supuesto, eso no es difícil»
El director vasco ve en las coproducciones el futuro del cine. Para él, “la única forma de emprender un proyecto ambicioso es a través de la coproducción con otros países, es esencial”. Entre las cinematografías actuales más interesantes, De la Iglesia destaca el cine francés y el alemán, porque “nos llega una película alemana normalmente por año, me imagino que habrá veinte interesantes, pero nos llega una al año y la que llega suele ser bastante buena. La vida de los otros, de Florian Henckel von Donnersmarck, era soberbia, era una película magistral”, apunta.
Sus obras son bastante admiradas en Estados Unidos, donde ya ha empezado a comercializarse Balada triste de Trompeta. Y todo porque, aunque se crea lo contrario, De la Iglesia opina que “hay un gran concepto del cine español fuera de España, más que en España por supuesto, eso no es difícil, porque ven las cosas desde fuera”, dice. “Una cinematografía más poderosa que la nuestra es la francesa, que tiene una gran producción y un gran éxito dentro del mercado francés y en el mercado internacional; pero no creo que se haga mejor cine en Italia, ni en Francia, ni en Inglaterra. Es muy fuerte decirlo, pero creo que somos de los países que tiene un producto más variado y más interesante precisamente por esa variedad. Hay gente muy diferente haciendo cosas muy diferentes”, concluye el director.
El presidente de la Academia asegura levantarse todos los días “alegre y confiado, porque aunque se hable mal de nosotros en la prensa, estamos vivos. El cine español agoniza por nuestra culpa y nuestra torpeza, es cierto, pero hacemos cine y estamos vivos, y no nos quejamos nunca”, bromea.