Nesrine Belmokh
«El chelo y yo tenemos una historia de amor fuerte»
Ilya U. Topper
Estambul | Febrero 2024
Lo primero que se ve de Nesrine Belmokh al asomarse al Zoom es su larga melena negra fluyéndole por los hombros y su amplia sonrisa que solo cabe calificar de mediterránea. Luego llega, en cascadas, su risa. Nacida en Douai, en el norte de Francia, en 1982, de padres argelinos, Belmokh, —Nesrine para los amigos y el mundo musical— ha conservado una conciencia sureña, probablemente acentuada por su época de estudios en Marsella y sobre todo los doce años que ha vivido en Valencia. Una ciudad en la que no solo dio su primer gran salto al mundo musical de altos vuelos, al conseguir la plaza de violonchelista en la Ópera de Valencia, bajo la batuta de Lorin Mazel, sino que también le ha dejado en herencia un dominio fluido del español, idioma en el que se desarrolla la entrevista.
Actualmente, Nesrine vive en Paris, pero recién regresada de unas vacaciones en Estambul responde a MSur desde Marsella, días antes de tomar un vuelo a Nueva York, donde el 20 de febrero intervendrá en el Carnegie Hall en el marco del festival Paco de Lucía Legacy junto a otros nueve internacionales, como Carmen Linares, Chano Domínguez, Jorge Pardo, Rubén Blades o Silvia Pérez Cruz. Una etapa más en una carrera que cuenta con hitos como su participación en el West-Eastern Divan de Daniel Barenboim y una temporada en el Cirque du Soleil. Además, tiene tres discos en el mercado: Ahlam (2018), con el francés Matthieu Saglio y el español David Gadea, Nesrine (2020), en el que está acompañada de Gadea, Vicente Mascarell Miñana Swaeli Mbappé, y el recién lanzado Live with Metropole Orkest, grabado en Amsterdam.
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Usted nació en Francia de padres argelinos. Es francesa, argelina… ¿le gustaría definirse como una de las dos cosas, o de ambas orillas?
De las dos, seguramente. Una mezcla pura de una francesa con sangre árabe: son dos culturas, dos pasaportes también, dos idiomas. Es normal para mí.
Sin embargo, el instrumento que ha elegido, el violonchelo, es un elemento de la música clásica, que raramente se ve fuera de una orquesta de tradición europea, de Beethoven a Brahms. ¿Le consigue sacar también sonidos de otras orillas?
«Desde que tenía cinco años, yo tocaba la mandolina y cantaba; aprendíamos de manera oral, sin partitura»
Absolutamente. Yo empecé en la música con lo árabe-andalusí, que es la música clásica del norte de África. Desde muy chiquita, desde que tenía cinco años, yo tocaba la mandolina y cantaba. Te hacían como orquestas y aprendíamos todo de manera oral. No había ninguna partitura. Y desde entonces me quedé con esa raíz. Era un aprendizaje muy bueno, porque desarrolla muchísimo el oído. Empecé con el chelo de manera muy clásica europea. Hice toda una carrera con esto, pero ahora mismo, la música que hago y que compongo es a través de mi chelo porque es mi herramienta más fuerte para poder expresarme. Pero he mezclado la técnica clásica, todo lo que aprendí de manera clásica, con mis raíces de de música árabe andaluz. Y con los ritmos norteafricanos y el idioma, obviamente. Mezclo lo que conozco.
¿Todo este aprendizaje de la música arabe-andalusí lo tenía en casa de sus padres en Francia o también transcurría parte de su infancia en Argelia?
Era en Francia. Mis padres son amantes de la música y tenían una asociación que hacía venir artistas de todo el norte de África y Oriente Próximo, era casi como una agencia. Hicieron venir a algunos artistas que nunca habían venido a Francia, y en casa estábamos rodeados siempre de artistas que venían de todo el mundo, especialmente del mundo árabe.
¿Y usted escuchaba en casa ya una mezcla de estilos, o es que en su casa sonaba la música andaluza magrebí y la otra la encontró fuera?
Pues en mi casa era música arabo-andaluza y de Medio Oriente, como Umm Kulthum, Fairuz, mucho de esto… y además soul, soul americano. Esa mezcla ocurre muchísimo en el norte de África, por lo menos en lo que conozco yo, porque la gente escuchaba muchísimo todo lo que era James Brown, Marvin Gaye y Otis Redding. Era algo que tocaba muchísimo a la gente y yo creo que es porque esta música norteamericana viene de la raíz de la esclavitud, viene de Africa. Hay esa cosa muy profunda que, por cierto, encuentro también en el flamenco, esa profundidad.
Hablando del esto, ahora que va a tocar en el festival Paco de Lucía Legacy de Nueva York, ¿cómo surge su relación con el flamenco?
«Ví a Paco de Lucía hace unos años en un festival en Francia, y me dije: Esto es increíble en directo»
Teníamos la suerte en Francia de ser un país al que le gusta mucho el flamenco; hay muchísimas actuaciones de grandes músicos flamencos. Yo asistía a muchos conciertos con mis padres, que les encantaba. Ví a Paco de Lucía hace unos años en un festival en el sur de Francia, y me dije: Esto es increíble, absolutamente increíble en directo. Es una música que escuchábamos en casa y a la que nos sentimos muy cercanos, seguramente por las melodías y las sonoridades del flamenco, que se se parecen muchísimo a la música árabe.
¿Se parecen tanto como se dice, o ahi hay mucho mito?
Hay muchísimas cosas de manera modal, que a nosotros nos parece como muy familiar, muy cercano, muy hermano. Personalmente no he tocado mucho flamenco con mi chelo, y ni hablo de cantar, pero esa experiencia, este concierto en Nueva York, va a ser maravillosa, sabiendo que yo voy a tocar cosas del flamenco que están enlazadas con lo clásico: la Danza del fuego de Manuel de Falla…. Son cosas que también he tocado ya en orquestas y que he tocado de manera clásica. Estoy muy feliz y me siento muy honrada de ser parte de este concierto.
Cuando dice que el flamenco tiene mucho que ver con esa música árabe… ¿en cuál música árabe piensa? La oriental de Fairuz y Umm Kulthum, o más bien la andalusí-argelina, que entiendo que tampoco es la misma que la que se hace en Egipto o en Líbano, ¿no?
«Para cantar en español tendría que escribir una letra en español, y no me siento capacitada»
No, es bastante diferente, pero en el uso de los modos y el uso de los pedales, que hay mucho de obstinatos… en eso se parece un poquito a la música de Oriente Próximo. Y eso también lo encuentro en el flamenco: los melismas dentro de un modo muy particular. Se encuentra en los tres. Creo que el flamenco ha venido desde lejos y encontró su identidad fuerte en España, donde acabó brillando, pero se alimentó de todo el viaje desde Asia, de India y de por ahí, de donde vino el flamenco ¿no? Musicalmente lo siento muy cercano.
Hablando de alimentarse de viajes: Usted canta en en francés, en árabe, en inglés también…¿y en español no?
Fíjate que no. Tengo cierto respeto hacia el idioma español. Porque yo escribo mis propias letras y para cantarlo tendría que escribir una letra en español. Y para esto no me siento capacitada. En el español hay mucho acento fuerte, que da el ritmo y la melodía del idioma. No me siento tan libre como para poder escribir en español, pero podría cantar en español si alguien me escribiera la letra; podría cantar una canción española ya escrita. Si no lo hago es por no escribir.
Sin embargo, escribir en inglés, que tampoco es su idioma materno, no le supone un problema.
El inglés es más fácil. Es un idioma que conozco muy bien, y la música también. Como he escuchado desde pequeñilla música en inglés, conozco el cantar en inglés, que es muy diferente hablar y cantar. Sé mejor dónde poner la palabra, qué palabra usar. Me siento mucho más libre con el inglés, y además me parece que es un idioma ahora muy universal. No sé, no tiene tanta literatura, hay un poco menos de descripción.
¿Y cómo elige cantar una canció en un idioma y no en otro?
«Canto en el árabe de Oriente Próximo porque es más fácil cantar vocales que consonantes»
Muy buena pregunta. No tengo la respuesta [Ríe]. Quiero decir, todo eso es un proceso bastante largo que no tiene un principio concreto. Tendrá un fin, que es la canción grabada en el disco, pero el principio de todo esto es una mezcla de mil cosas que pasan al mismo tiempo y necesitan su tiempo para madurar. Es un poco como… como usar un remo, se pone primero la música o se pone primero la letra y después se encuentran música y letra. Digo de verdad que se encuentran. Yo estoy ahí como herramienta. A veces suena mejor algo en tal idioma que en otro. Es muy raro que tenga una melodía y que no sepa qué idioma usar. Estoy diciendo esto, pero a veces sí se plantea la pregunta. Mi próximo disco, que saldrá en otoño, lo quise escribir en francés y en árabe y he decidido mezclar los idiomas ahí en una misma canción. ¿Que si a nivel de sonoridad, en función de la melodía, funcionaba mejor una palabra en en árabe? Pues una palabra en árabe en medio de un verso en en francés.
Cuando dice árabe ¿se refiere al árabe clásico de Fairuz, o al magrebí de Argelia que se habla en la calle, que es muy distinto?
Es muy distinto. Yo canto esencialmente en el árabe de Oriente Próximo. ¿Por qué? Porque es un idioma que tiene, a diferencia del dialecto, muchas más vocales. Tiene el A, la E, la I, la U… muy largas en comparación con el dialecto. En España sería un poco lo mismo con el castellano y el valenciano: el castellano tiene más vocales que el valenciano, que es más consonántico. Y es más fácil cantar vocales que consonantes.
Un buen argumento…
Pero este árabe me gusta también por toda la cultura de los poemas, de las grandes letras de artistas de Oriente Próximo, que lo ha cantado tando y tan bueno… pero fíjate que otra vez en el disco que estoy preparando, he decidido también intentar usar el dariya, el dialecto argelino, un poquito más. Estoy mezclando dariya y arabe clásico. En Argelia, los jóvenes ahora mismo ya no hablan francés; hablan más el árabe clásico, porque ahora es obligatorio hacer toda la escuela en árabe clásico. Y por cierto, lo mezclan más con el inglés, si hablan otro idioma. Pero el árabe clásico vuelve a estar un poco más fuerte en el norte de África, y a mí no me parece grave mezclarlo todo.
Es verdad que el dariya, el árabe magrebí, casi no tiene vocales. Será por eso que la música de moda ahora es el rap?
Exactamente. Los idiomas que tienen muchos consonantes ayudan al ritmo. El ritmo está en los consonantes y la melodía está en los vocales. Así se presta mucho al rap; es perfecto. De hecho, hay una nueva generación de raperos del norte de África que son muy interesantes; son muy, muy creativos; a mí me gustan.
Usted hace mucha fusión. El árabe-andalusí con música clásica se presta bien, pero ¿también hay estilos que no se deberían fusionar? ¿Hay límites, por respeto digamos, o está todo abierto al experimento?
«Los idiomas con muchos consonantes ayudan al ritmo: el ritmo está en los consonantes y la melodía en los vocales»
[Silencio] Quiero creer que es posible experimentarlo todo. Volvemos a Paco de Lucía, una buena persona que hizo una mezcla muy fuerte, que la gente rechazó bastante en un momento dado, pero él mezcló con muchísimo arte. Es verdad que la mezcla a veces puede ser un error que no funciona o que no es lo suficientemente bueno para el paso del tiempo, pero hay que experimentar. Después ya, que se quede para la posteridad… [ríe] Yo me atrevo a mezclar todo lo que aprendí, porque es mi manera de entender el mundo: retranscribir lo que entendí con todas mis culturas, todas mis herramientas musicales, todo lo que conozco.
Hablando de herramientas, ¿el violonchelo fue su instrumento predilecto de siempre o tenía también otros amores hasta decidirse por este?
No. El chelo fue siempre… bueno, y la mandolina para la música árabe-andalusí. Probé el violín un año pero no se me dio. El chelo está aquí desde que tengo ocho años o por ahí. Me sigue y me da. Tenemos una relación de amor fuerte, con todo lo que va con esto [ríe]. Es lo que me permite todo.
Cuando participa en un concierto, o en un homenaje como el de Paco de Lucía, ¿ha sentido alguna vez presión por parte de los organizadores de buscar un tono más árabe o orienta, simplemente por ser argelina, por tener un nombre argelino?
[Reflexiona] No lo sé. No, yo nunca he sentido presión de cualquier parte por hacer lo que lo yo quería. He tenido la suerte de poder hacer todo lo que quiero, de tener a gente que trabaja conmigo y que lo quiere defender también. Creo que ahora se están dejando de lado los viejos clichés de quién tiene que ser qué a nivel de identidad, o que tienes que ser absolutamente, puramente, una cosa para poder defenderla. En el flamenco es un poco diferente, pero el mundo se abre. Ahora hay muchos artistas que son mezclas de todo, que hablan varios idiomas y que viajan, y todo esto encaja con su arte.Yo tengo la suerte de poder expresarme de esta forma sin ningún problema.
Usted estaba tocando usted con el West-Eastern Divan de Daniel Barenboim. Una orquesta con una fama que va más allá de lo musical y llego a lo social, a la comprensión pacífica internacional… Es tan bonito esto por dentro como parece de fuera o al final es una orquesta de música como cualquier otra?
«El Divan de Barenboim no es una orquesta como otras: hay un deber, casi una responsabilidad, y es muy intenso«
No, no; es algo muy particular. Somos, éramos gente que nos encontrábamos por un mes muy intenso, porque son giras puntuales y la gente venía de todos los países donde vivían porque hay muchos israelíes, algunos palestinos, gente de todo el mundo árabe. Todos viven en cualquiera parte del mundo, era como un encuentro tipo ONU, gente con sus historias, sus vidas, su background… Por lo que significa esta orquesta a nivel política y social, en cada concierto que hacíamos había muchísimas expectativas, la gente nos trasladaba mucho amor, mucha esperanza. Y esto cada uno de los músicos lo sabía y lo asumía y contaba con ello. Por eso: no, no es una orquesta como otras. Hay ese deber, casi esa responsabilidad, y esa intensidad, porque es muy intenso a todos los niveles. Empezando con lo musical: durante un mes es tocar miles de cosas en las salas más grandes del mundo, con mucha, mucha presión musical. Que es buena, de hecho.Y aparte, es una orquesta de gente joven que tiene muchísima energía, y que se ríe mucho.
¿Y no hay peleas, al llegar de tantos contextos diferentes?
Sí que hay polémica, sí que hay discusiones, Pero justamente es lo que tenemos que tener: significa que podemos hablar.
También estuvo en el Cirque du Soleil, que tiene una fama de altísimas exigencias a sus artistas y acróbatas. ¿Se refleja esa presión también en la música?
Pues yo aprendí muchísimas cosas estando allí. Es verdad que a nivel musical no es tocar la tercera de Mahler con Zubin Mehta. Pero es una exigencia musical a todos sus niveles, el show must go on, el show tiene que estar perfecto. Además, yo tenía un rol, era como el rol principal, y me veía todo el rato disfrazada [ríe]. Había muchísimas cosas que aprender para tocar sin partitura, para actuar a la vez que tocar y cantar. Me encantó esa experiencia. Me pareció algo muy profesional, algo excepcional en el mundo y he tenido la suerte de verlo. Es como en la múscia clásica tocar con Maazel o con Mehta, con una orquesta maravillosa, es el mismo tipo de exigencia.Y se aprende muchísimo.
¿Usted va también a Argelia para dar conciertos? ¿Cómo se le recibe en esta parte de su tierra?
Sí, voy. De hecho, hay un circuito musical de institutos franceses que organizan conciertos con artistas y he sido invitada para 2025 – 26, que ya tendré mi próximo disco. Iré de gira.
Los institutos franceses hacen su labor cultural, pero ¿qué me dice de la escena cultural argelina?
No hay tanta. No es como Marruecos, por ejemplo, que ha desarrollado esto muy bien, hay mogollón de festivales enormes, donde vienen todas las estrellas del mundo. Sí, eso es espectacular en Marruecos. En Argelia todavía no.
¿Cree que en el Norte de África, las últimas generaciones se han ido cerrando, debido a la reciente oleada de religiosidad, olvidando esa tradición artística abierta que usted disfrutó de niña?
«Marsella y Argel son superparecidas físicamente, aunque Argel tiene toda la arquitectura otomana»
Aunque pensemos que la gente se encierra en su identidad, que de hecho a nivel político está pasando, es inevitable que el mundo esté ahí, en todos lados. Hoy día, la gente joven tiene acceso fácil para escuchar cualquier música del mundo entero. Y esto, queramos o no, influye. Influye muchísimo. A lo mejor en esta generación no, porque la gente quiere quedarse con… con sus cosas. Pero la semilla ya está. Y a lo mejor sacará flores más tarde. Eso no se puede evitar. Too late. [Ríe]
Las nuevas tecnologías son en este sentido un enriquecimiento para la cultura musical, ¿no?
Absolutamente.
¿Cree que compensa la pérdida que para los artistas puede significar la facilidad de copiar y piratear sus obras?
Antes, las grandes discográficas, que eran muy pocas, tenían monopolio total y no permitían a muchos músicos ser artistas. Hoy todo el mundo puede ser artista si quiere, porque puede poner su música en un sitio y la gente puede acceder. Seguramente tengamos que buscar mejoras para que los artistas recibamos más dinero de los streaming y todo esto; sí, hay que mejorar, pero no me parece algo malo, no.
Ahora tiene una gira por Francia, llamada Les Pianos de Gainsbourg…
Sí, unos conciertos que hago con André Manoukian, que es un pianista muy bueno, bastante famoso en Francia y me invitó a esta gira con él.
Serge Gainsbouurg es un personaje polémico, hasta escandaloso… ¿Es un homenaje a su figura también?
«¿Por qué me encanta Nueva York? Porque también es un puerto, como Valencia lo es, Marsella o Argel»
No. Es un homenaje a su música. Me siento un poco lejos de su figura, la verdad. Pero su música es muy buena, y ha dejado un legado interesante que nos influye. Si hablamos de la cultura francesa, Gainsbourg es un buen ejemplo.
¿Y sus próximos proyectos?
Acabo de sacar un EP que es un Live con el Metropol Orkest, que es una orquesta maravillosa, es de Amsterdam y es un live que grabé hace un año en Amsterdam. Arreglaron mis canciones para orquesta. Y soy yo, totalmente, mis canciones, una orquesta detrás de mi, mi chelo, mi voz… Creo que ahí he conseguido algo muy bonito.
Usted vive, como quien dice, en el Mediterráneo. Entre Argel, Valencia, Marsella… ¿Hay más diferencia de Argel a Marsella que de Marsella a París o viceversa?
¡Es verdad! Marsella y Argel son la misma ciudad, son superparecidas. Físicamente, quiero decir, aunque Argel tiene toda la arquitectura otomana, pero es una ciudad que se parece a Marsella, es una mezcla un poco loca. París… estoy ahí porque es la capital y que me encanta vivir en una capital; tiene más posibilidades. Pero yo el Mediterráneo lo tengo ahí [se toca el corazón y ríe], muy fuerte. Y otra cosa de la que me he dado cuenta: me encantan los puertos de manera general. Por ejemplo, Nueva York, donde voy a menudo, tengo esa suerte, he hecho conciertos hace unos meses y vuelvo ahora, al Carnegie. ¿Por qué me encanta tanto? Porque también es un puerto. Como Valencia lo es, como Marsella lo es, como Argel lo es. Son ciudades donde llega gente, hay inmigración, hay mezcla de culturas. Me siento muy cómoda con esto.