Rached Ghannouchi
«El Estado que llamáis laico nosotros lo llamamos islámico»
Lucía El Asri
Madrid | 24 de mayo de 2014
Rached Ghannouchi habla lento. Muy lento. Casi con parsimonia. Como si quisiera analizar cada palabra que sale de su boca antes de que sea demasiado tarde. O como si quisiera evitar responder más preguntas de las necesarias. Cuando se le pregunta da continuos giros a su respuesta, hasta que se ve, con aparente resignación, entre la espada y la pared. Pese a su notorio dominio del inglés, prefiere hablar en árabe, con traductor.
Aunque su único cargo sea el de presidente de Ennahda, el ‘Partido del Renacimiento’ tunecino, mayoritario en la Asamblea Constituyente, Rached Ghannouchi (El Hamma, sur de Túnez, 1941) es una de las figuras clave del país magrebí. Veinte años de exilio en Londres – de 1991 hasta la caída del dictador tunecino Zine El Abidine Ben Ali en 2011 – le han convertido en uno de los ideólogos más destacados del islamismo combinado con la democracia.
No está solo: a la charla y posterior entrevista en Casa Árabe viene acompañado de varias personas que gestionan el encuentro. “No le hagas fotos mientras habla, que se desconcentra”, dice uno de estos acompañantes. “Y antes de irte nos enseñas las fotografías”. El propio Ghannouchi, sin embargo, no se molesta por la cámara. Parece mucho más amable que su séquito y continúa hablando aún cuando sus acompañantes ya han dado la advertencia de la “última pregunta”.
En 2011 su “sueño” era: “Conjugar Islam y modernidad”. ¿Es posible realmente un Túnez moderno que exige que su presidente sea musulmán?
«Desde un punto de vista teológico, si un pueblo musulmán elige a un gobernante no musulmán, es legítimo»
Este sueño no es un sueño mío personal, sino de todo el pueblo tunecino desde el siglo XIX. Ciudadanos que veían cómo el mundo occidental progresaba hacia la civilización, mientras el islámico retrocedía. Por tanto, ese sueño consistía en combinar la identidad islámica con el desarrollo, el progreso y la modernidad. Cuando decimos que el islam y la democracia son compatibles quiere decir que exigimos o reivindicamos que el pueblo elija democrática y libremente a sus dirigentes. Y nosotros creemos que no tenemos la potestad sobre el pueblo tunecino. Por eso luchamos para que el pueblo elija libremente a su gobernante, independientemente de su color político, ideología o religión.
Pero, entonces, ¿el presidente de Túnez tiene obligatoriamente que ser musulmán, o no?
Mi convicción es que en una sociedad como la tunecina, completamente musulmana, en la que lo islámico es un complemento importante de su identidad, es muy poco probable que el pueblo elija un gobernante que no sea musulmán. Y esto no es una peculiaridad de Túnez, sino que pasa en otros países, incluso en la democracia más avanzada que es Estados Unidos. Yo he demostrado, he justificado y he argumentado en mi libro las libertades fundamentales en la sociedad y en el estado musulmán. He demostrado desde un punto de vista teológico e islámico que, si un pueblo musulmán elige a un gobernante no musulmán, es legítimo.
Pero yo le estoy preguntando por lo que dice la Constitución tunecina.
Bueno, sí. La Constitución exige esta condición, la de ser musulmán para ser presidente.
¿Eso no podría contradecir los derechos y libertades que sí que garantiza esta Constitución?
No, no se contradice. Además, la persona es libre de declararse no musulmana. La Constitución garantiza la libertad de conciencia, la de aceptar el islam o dejarlo.
Tres años después de la revolución ahora se firma la Carta Magna. ¿Qué esperan de ella?
«En el islam, los delitos que merecen la pena de muerte son muy limitados. Nosotros solo apoyamos la aplicación mínima»
La Constitución aprobada garantiza todas las libertades con las que los tunecinos soñaban. Esto sí es un logro. Después del diálogo nacional que ha sido necesario para aprobar esta Constitución y consensuarla, la siguiente etapa es un debate nacional y económico entre todos los componentes de la política tunecina, necesario para consensuar las propuestas económicas del futuro. Porque la revolución tunecina vino para conseguir dos principales objetivos: por un lado la libertad y por otro la justicia social. Consideramos que la libertad es garantizada con la Constitución. Ahora queda el desarrollo económico.
No hay un artículo que prohíba la pena de muerte, ¿es ésta una asignatura pendiente en Túnez?
Evidentemente nos posicionamos en contra de la aplicación de la pena de muerte como condena cuando hay cualquier conflicto político, porque no estamos de acuerdo con que un gobernante utilice este punto para aniquilar y liquidar a sus opositores. Además, en el islam, los delitos que merecen la pena de muerte son muy limitados. Y el asunto de prohibir o no la pena capital es un punto discutible a nivel mundial. Nosotros, y aunque aparezca en la Constitución, solo apoyamos la aplicación más mínima de esta pena. Es decir, defendemos que apenas se aplique o se haga a niveles mínimos. En Túnez, este punto siempre ha existido pero hay que recordar que en 20 años nunca se ha aplicado.
A pesar de que laicos e islamistas se han puesto de acuerdo en el tema de la Carta Magna, ¿cuáles pueden ser las consecuencias de la falta de entendimiento habitual entre ambos sectores?
El conflicto entre nosotros y la oposición terminó cuando cedimos a la formación de un gobierno neutral. Por nuestra parte fue un gesto de ceder en un gobierno para garantizar la continuación de la transición democrática, para que nadie pusiera en duda los resultados de las próximas elecciones. Y esa fue nuestra forma de llegar a un acuerdo con la oposición, limitar las distancias y llegar juntos a las elecciones.
Estado laico, ¿sí o no?
¿Qué quiere decir Estado laico? Nosotros entendemos por Estado laico un Estado que respira la libertad de creencias, la libertad de conciencia. Y que garantiza a todos sus ciudadanos el ejercicio o la práctica religiosa, que protege tanto a los que profesan una religión como a los que no practican ninguna. Y que no impone una creencia determinada a sus ciudadanos. Este Estado que yo te acabo de definir vosotros lo llamáis laico y nosotros lo llamamos islámico, pero es el mismo.
Hace unos años dijo que la única amenaza terrorista que había en Túnez era Ben Ali y que no existían grupos yihadistas en el país. Sin embargo ahora se enfrenta al salafismo, e incluso a atentados terroristas relacionados. ¿Qué ha cambiado?
«Hay que abrir el acceso a la política a los grupos salafistas que dejen de lado las armas y decidan ofrecer sus ideas»
Antes, el mayor terrorista de Túnez era Ben Ali, pero sí que había otros grupos terroristas. Y nosotros condenamos los atentados que tuvieron lugar en la época de Ben Ali. Ahora, después de la revolución, han aumentado estos colectivos porque se están beneficiando del margen de libertad que hay actualmente y que antes no existía, y también de la situación de inestabilidad en Libia. Ahora estos grupos tienen campos de entrenamiento cercanos y un más fácil acceso a las armas que antes. Por eso han aumentado. Es cierto que un chico se inmoló hace unos años, pero no fue en una zona donde hubiera gente.
Pero el salafismo sigue estando ahí. ¿Cuál puede ser la solución?
Es un problema complejo, así que la solución también debe tener varios elementos. Una parte de esa solución tiene que ser religiosa, para sensibilizar a estos jóvenes y ayudarlos a que hagan una buena lectura del islam: con moderación y lejos de los extremismos. Otra parte de la solución es social, porque gran parte de estos jóvenes suelen estar viviendo en zonas marginales, en la exclusión social, y son las víctimas más atractivas para estos grupos. Y otra parte de la solución, por supuesto, debe hacerse en materia de seguridad. Considero que hay que abrir el acceso al ejercicio de la política a aquellos grupos que dejen de lado las armas y decidan ofrecer sus ideas y sus programas al pueblo.
¿Qué hacen cuando les llegan denuncias de vecinos que se quejan de los salafistas que atacan tiendas donde, por ejemplo, se venda alcohol?
Esto pasó al principio de la revolución pero el Ministerio del Interior consiguió controlarlo. Esas personas fueron detenidas y puestas en manos de la justicia.
En la preparación de un nuevo país moderno donde se reconocen amplios derechos a la mujer, ¿es hora de empezar a escuchar a las “Amina Tyler”?
No hay un problema respecto a la situación de la mujer en Túnez. En nuestra sociedad hay igualdad entre hombres y mujeres, y en la Constitución también. Incluso nuestro partido es el que más representación de mujeres tiene en la Asamblea Constituyente: la mitad de escaños están ocupados por mujeres y la mitad por hombres. Respecto al caso de Amina Tyler, decidimos no escuchar unas reivindicaciones concretas porque ella protestó de una forma provocativa que legalmente no está permitida.
Algunos consideran que la ley sobre consumo y posesión de drogas se está utilizando para detener a quienes participaron en la revolución. ¿Es así?
«No hay un problema respecto a la situación de la mujer en Túnez. En nuestra sociedad hay igualdad»
No, no es cierto. Se ha notado un aumento en el consumo de drogas de la sociedad tunecina actual, y eso ha llevado a que, aplicándoles la ley, muchos jóvenes estén ahora mismo encarcelados. Lo que se está reivindicando desde la sociedad civil y desde algunos partidos políticos, incluso, es que la pena sea más flexible, al menos durante la etapa actual. También que se haga una distinción entre el consumo y la venta de drogas, pero es un tema que aún está en debate. En Ennahda creemos que hay que distinguir entre consumo y venta, pero es algo complejo, un fenómeno enraizado en la sociedad, y la solución no es la cárcel, hay que pensar en otras alternativas.
En los últimos tiempos Ennahda ha perdido presencia en los sondeos y parece que Nidaa Tounes gana ventaja. ¿Cómo se ve usted y cómo ve al partido en las próximas elecciones?
Nidaa Tounes es un partido nuevo y dentro de él hay muchas facciones. Está compuesto por miembros del antiguo régimen, por izquierdistas, sindicalistas, y ahora mismo ya tiene conflictos internos. Ellos dicen ser el primer partido, la agrupación más grande de Túnez. Pero nosotros decimos que Ennahda es el principal poder. Las próximas elecciones juzgarán entre nosotros, y aceptaremos sus resultados, sin duda.
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