Reportaje

En las trincheras contra el Daesh, y detrás

Karlos Zurutuza
Karlos Zurutuza
· 10 minutos
Un guerrillero del PKK en el frente de Nouafel (Kirkuk), Sep 2015 | © Karlos Zurutuza
Un guerrillero del PKK en el frente de Nouafel (Kirkuk), Sep 2015 | © Karlos Zurutuza

Kirkuk | Septiembre 2015

Soldados iraquíes saludan a la bandera, o sonríen mientras cogen en brazos a niños rescatados del horror de la guerra. Son los murales de la 12ª División de Infantería iraquí, todavía visibles a la entrada del campamento K1, al oeste de Kirkuk. Pero los antiguos ocupantes huyeron tras la fulgurante llegada del Estado Islámico (Daesh), en junio de 2014.

Hoy, los nuevos inquilinos del K1 son un combinado kurdo formado por unidades peshmerga -el Ejército del Kurdistán iraquí autónomo– y guerrilleros del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), activo en Turquía.

Hechas las presentaciones, heval Rebar (‘camarada Rebar’ en kurdo) se ofrece a acompañar a los periodistas en dirección sur, siempre a lo largo de un muro de tierra levantado a nuestra derecha. Una cadena de retenes gestionados por peshmergas dan acceso a puestos de combate, así como a aldeas recuperadas a los yihadistas. La mayoría están reducidas a escombros por los ataques aéreos estadounidenses y sus aliados.

“Recibimos fuego de francotirador y nos atacan con un artefacto casero fabricado con bombonas de gas”

El coronel peshmerga Jamal Masim Jafar nos recibe dentro de un búnker al pie de un promontorio de tierra de unos 15 metros de altura. Se levanta uno idéntico cada mil metros a lo largo del muro. Jafar, kurdo de Kirkuk, habla de combates “constantes”:

“Recibimos fuego de francotirador desde dos casas y una torre que tienen levantada al otro lado pero también nos atacan con un artefacto casero fabricado con bombonas de gas”, relata el oficial, añadiendo que el último intercambio de fuego importante fue “hace una hora escasa”. Respecto a la colaboración con la guerrilla kurda, dice estar satisfecho.

“Tenemos muy buena relación con el PKK y luchamos juntos no sólo por los kurdos sino porque el Daesh es el enemigo de toda la humanidad”, espeta Jafar, buscando la aprobación de sus compañeros de armas. Sentado a su derecha, el camarada Rebar asiente.

Tras la obligada taza de té, Jafar nos invita a subir al promontorio desde el que oteamos el frente entre sacos terreros. A menos de un kilómetro divisamos Nur, una de entre los centenares de localidades levantadas por el régimen iraquí en los años setenta para acoger a colonos árabes en tierra kurda.

“Nuestros avances sólo son posibles gracias a la ayuda internacional en suministros y en cobertura aérea”

La aldea sigue hoy bajo control del Daesh pero a finales del pasado agosto, el combinado kurdo lanzó una ofensiva a gran escala un poco más al sur tras la que se recuperaron nueve localidades en un territorio de 24 kilómetros cuadrados.

“Estos avances sólo son posibles gracias a la ayuda internacional, tanto en suministros como en cobertura aérea”, explica Jafar, fijando la vista en una de las furgonetas artilladas desplegadas en el promontorio.

“Acabamos de instalar las ametralladoras en las traseras de los vehículos; son francesas y han llegado hace poco. También estamos recibiendo gafas de visión nocturna, imprescindibles en este entorno, y misiles teledirigidos Milan que nos envían desde Alemania. Respecto a la cobertura aérea, nos la dan siempre que la pedimos”, relata este oficial que pasó siete años con las tropas americanas en Iraq. Hoy asegura que vería con buenos ojos la presencia de tropas extranjeras sobre el terreno. “El apoyo con el que contamos hasta ahora es bueno pero un incremento del mismo siempre es bienvenido”, acota.

La armonía entre las principales facciones kurdas desplegadas aquí resulta evidente pero ésta nunca ha sido la tendencia en el oeste de Iraq.

Disputada por kurdos, árabes y turcomanos, Kirkuk pertenece a los llamados “territorios en disputa” entre Bagdad y Erbil, la capital administrativa de la región autónoma kurda. Se trata de uno de los conflictos más enconados de Iraq desde mucho antes de la irrupción del Daesh. Tras la huída del Ejército iraquí, los kurdos se hicieron con el control casi total de Kirkuk, pero aquí nadie olvida el devastador efecto del conflicto étnico y sectario sufrido por una población que se ha visto atrapada en el fuego cruzado entre las distintas facciones.

La siguiente parada en nuestra ruta a lo largo del muro es Nouafel, una aldea árabe “incrustada” contra el muro donde el PKK mantiene una de sus posiciones. Desde una de las casas, hoy cuartel general de la guerrilla, el camarada Selim prefiere no desvelar el número de guerrilleros desplegados en este frente.

“Tenemos los suficientes para luchar contra el Daesh”, zanja el asunto con una sonrisa. Encontramos el mismo promontorio protegido por sacos terreros desde los que la camarada Farashin, kurda del norte, otea la localidad de Wastanía, hoy plaza del Daesh, con la ayuda de unos prismáticos,.

El armamento de los guerrilleros se reduce a los fusiles de asalto, alguno de largo alcance ,y un par de ametralladoras pesadas apuntando al horizonte. Si bien resulta obvio que el PKK no parece beneficiarse del mismo modo del apoyo exterior que sus colegas de trinchera, el testimonio del camarada Aso confirma que la guerrilla kurda tampoco se encuentra desamparada:

“En primavera recibimos un curso de combate urbano de dos meses a cargo de dos instructores italianos. Aprendí muchísimas cosas que no me habían enseñado durante mi instrucción en Qandil (la montaña del Kurdistán iraquí donde se halla el cuartel general del PKK)»,  explica este chaval de Tuz Jormato, una localidad cercana de población mixta (árabe, turcomana y kurda) brutalmente castigada por la guerra durante años.

“Eran muy profesionales”, añade. “Nunca nos dejaron hacerles una foto ni nos dijeron a qué compañía pertenecían”.

Tierra de nadie

Lo que hace particularmente interesante esta posición de combate es que se encuentra en una aldea en la que la mayoría de sus residentes no han abandonado sus casas a pesar de haber permanecido bajo control del Daesh durante siete meses. A petición del camarada Rebar, varios de ellos acceden a hablar con este periodista en una casa próxima a la que hoy ocupa la guerrilla.

A primera vista, la relación entre civiles y combatientes se antoja cordial, casi en exceso. Se intercambian sonrisas y apretones de manos, y los guerrillero incluso se atreven con unas palabras en árabe para romper el hielo. Mientras tanto, Arkan Bader Ali, nuestro anfitrión, se esmera en servir el café árabe. Se toma de un trago, y en una misma taza poco más grande que un dedal que va cambiando de manos en el sentido de las agujas del reloj.

El ruido de los disparos a pocos metros de aquí unido al de munición más pesada no acaparan más que una leve mirada hacia arriba. Tanto civiles como militares se han acostumbrado al siniestro ruido de fondo.

Bader Alí lamenta que sus tierras, como las de la mayoría en Nouafel, se encuentren hoy en la “tierra de nadie” entre los kurdos y el Daesh. Por el momento, dice, sus vacas y ovejas se las apañan al este del pueblo pero el pasto, de por si escaso en este erial, es ya casi inexistente.

También enfundado en la tradicional dishdasha árabe, esa camisa holgada hasta los pies, como el resto de los lugareños, Juma Hussein Toma asegura que los siete meses que permanecieron bajo control de los yihadistas no alteraron la vida del pueblo de forma significativa:

“Cuando llegaron aquí anunciaron por los altavoces de la mezquita que la revolución había triunfado, y que nos habían liberado de los infieles pero no sufrimos amenazas de ningún tipo”, subraya el campesino. Los que se han ido, matiza, lo han hecho por falta de trabajo o recursos pero no por la guerra.

“Daesh mató aquí a gente de la milicia proestadounidense, pero a nosotros nos dejaron en paz»

“El Daesh mató a gente en Nur porque habían sido miembros de los Consejos del Despertar (una milicia iraquí que luchó contra Al Qaeda con ayuda estadounidense), pero a nosotros nos dejaron en paz, añade Mohamed al Ubeid, antes de recordar que dos jóvenes de la localidad se habían unido al Daesh “desde el principio”.

“¿No teníais miedo? ¿Por qué no huisteis cuando veías que se acercaban?”, pregunta un guerrillero, con una curiosidad que parece genuina. “Ocurrió de la noche a la mañana. Para cuando nos dimos cuenta la aldea ya había cambiado de manos”, aclara Ubeid.

Tanto él como el resto de los lugareños aquí reunidos aseguran sentirse cómodos con el despliegue de los guerrilleros en su aldea, pero dado que dichas declaraciones son hechas en su presencia, resulta imposible saber si se sintieron coaccionados.

Tras un despedida tan cordial como el resto de la reunión, uno de los combatientes apunta a la profunda zanja que rodea su improvisado cuartel general en Nouafel. “La hemos cavado porque no nos fiamos de esta gente”, reconoce el guerrillero, justo antes de despedirse para volver a su guardia en el muro.

Civiles, las víctimas no contadas

Según datos del Pentágono, entre el 8 de agosto de 2014 y el 30 de junio de 2015, los Estados Unidos y sus once aliados de la Coalición Internacional llevaron a cabo 4.924 ataques aéreos contra el Daesh entre Iraq y Siria.

Dichas fuentes calculan en 2000 el número de edificios destruidos, a los que se sumarían cientos de vehículos utilizados por los yihadistas. El número de combatientes del Daesh muertos en dichas operaciones se calcula en torno a los 15000. A pesar de la magnitud de los datos, la coalición reconoce un único incidente en el que murieran civiles (dos niñas muertas tras un ataque aéreo en Siria, en noviembre de 2014).

Teniendo en cuenta que durante la guerra de Afganistán los ataques aéreos del contingente internacional representaban la mayor amenaza para los civiles, y que Naciones Unidas da estimaciones muy a la baja de al menos un civil muerto por cada 11 ataques aéreos, la cifra de civiles muertos desde el aire durante el primer año de la lucha contra el Daesh ascendería fácilmente a 500 entre Siria e Iraq. Por el momento, Washington sigue esgrimiendo la “precisión” de sus ataques aéreos sobre el territorio.

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