Se acabó el descanso de Netanyahu

Carmen Rengel
Carmen Rengel
· 19 minutos
Binyamin Netanyahu (2012) | © Carmen Rengel / M'Sur
Binyamin Netanyahu (2012) | © Carmen Rengel / M’Sur

“Es como si la primavera se desperezase de pronto. Pero todos sabemos que luego viene el verano, o sea, la polémica o la guerra, y después empieza el frío de nuevo… Así que sigo pensando que esta legislatura tampoco será la de la paz con los palestinos”, sostiene resignado Rani Hemaid, profesor de Periodismo e Historia de la Universidad Birzeit de Cisjordania.

Es la instantánea de Israel este abril. Tras un largo regateo de partidos, Netanyahu pudo por fin formar coalición de gobierno. No le había funcionado la estratagema de adelantar las elecciones para salir reforzado. Para acudir a las urnas tuvo que fusionar las listas de su partido, el Likud, con las de su más directo enemigo político, Israel Beitenu, encabezado por Avigdor Lieberman, en lo que fue una alianza con giro a la derecha no entendida por el electorado. Le reportó menos de un cuarto de los votos (23,34%, 31 escaños sobre 120). Con estos resultados sobre la mesa, la aritmética no casaba y tuvo que pedir incluso una prórroga insólita, pero al fin formó gabinete a cinco bandas, con Yesh Atid (19 diputados), Hogar Judío (12), Hatnua (6) y Kadima (2).

Ha sido una espera tediosa, más de ocho semanas sin tomar medida alguna, esperando a saber con quién iba a ejercer el control. Pero el periodo de gracia se ha acabado. Al primer ministro de Israel le toca trabajar duro, tanto fuera como en casa.

La primera cita importante de su nueva legislatura le llegó apenas dos días después de presentar su Gobierno definitivo, con la visita del presidente de EE UU, Barack Obama, la primera al país desde que ocupa la Casa Blanca. Cuando el demócrata bajó del Air Force One en el aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv, las esperanzas de que su ronda fuese útil eran nulas.

Sin embargo, cuando tomó el avión de vuelta, tres días después, comenzaron a saltar los titulares: el primer ministro Netanyahu se disculpa con Turquía por el asalto de la Flotilla de la Libertad en 2010; se liberan 300 millones de dólares de los impuestos palestinos bloqueados desde diciembre por Israel y EE UU avanza 500 millones más para oxigenar las raquíticas arcas de la Autoridad Nacional Palestina (ANP); el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, se entrevista con las partes en litigio y prepara una ronda de negociaciones…

Obama reforzó lazos con Israel pero también le pidió ponerse «en los zapatos» de un palestino

Netanyahu nunca ha tenido empatía con Obama. No casan. Pero la política pesa y el norteamericano orientó su viaje a afianzar los lazos con su “aliado más fuerte”, su “mejor amigo”, a apuntalar el Estado de Israel. A costa, incluso, de condenas severas sobre la ocupación (asentamientos, por ejemplo) o de gestos simbólicos para con la contraparte palestina (como la ofrenda floral nunca hecha en la tumba del rais Yasir Arafat en Ramala). La estampa de Bibi y Obama abrazados, las chaquetas sobre el hombro, camaradas que pasan revista a la Cúpula de Hierro a pleno sol, es la que quedará en la memoria.

Netanyahu ha escuchado a Obama gritando el “atem lo levad”, “no estáis solos”, su lazo “eterno” con Israel. “La estrella de David y las barras y estrellas ondean juntas. Es para siempre”, dijo a pie de pista. Ha defendido en todos sus discursos la necesidad de declarar un “Estado judío”, ha reconocido el “legítimo derecho a la defensa ante amenazas” como Irán, Hizbulá o Hamás y ha “compartido el dolor” con los habitantes del sur y el centro que sufren los cohetes de las milicias de Gaza.

Además de ser útil para todo eso -y ahí comienza el reto-, esta visita sirvió también para escuchar palabras insólitas en boca de un líder estadounidense, reflexiones tragadas por Netanyahu como aceite de ricino. “Ni la ocupación ni la expulsión son el camino”, repitió en su discurso central ante un grupo de jóvenes en Jerusalén. Obama se dolió del “desalojo de familias palestinas de sus hogares” y criticó que “la violencia contra los palestinos no sea castigada”, en referencia a los ataques de colonos.

Calificó de “contraproducentes” los asentamientos –aunque a su juicio son secundarios a la hora de abordar un nuevo proceso negociador– y de “obligada” la creación de un Estado palestino “viable, seguro”. “Pónganse en los zapatos de un joven palestino –animó-. Vean el mundo a través de sus ojos. No es justo que un niño no pueda crecer en un Estado que no sea suyo, que viva siempre en presencia de un ejército extranjero que controla los movimientos no sólo de los jóvenes, sino de sus padres y abuelos, todos y cada uno de los días”.

Su carga de buenos deseos “para llevar la paz a Tierra Santa” ha cuajado en la consigna dada al secretario de Estado, John Kerry, para que éste acuda cada 15 días a Israel y Palestina y que, en un plazo de dos meses, redacte una propuesta para retomar las negociaciones. Las partes deben estar sentadas a la misma mesa en medio año.

EE UU exige a Israel que congele los asentamientos y libere presos palestinos

Según fuentes del Consulado norteamericano en Jerusalén, al presidente de la ANP, Mahmud Abbas, Obama le ha ofrecido un plan de dinamización económica, liberar el dinero bloqueado por EE UU en represalia por el intento de reconocimiento como Estado miembro en Naciones Unidas (al menos 200 millones de dólares), impedir que Israel retenga su fondo de impuestos y ampliar la jurisdicción palestina en la zona C, que abarca un 62% del territorio cisjordano y donde Israel tiene hoy pleno poder.

A cambio, le reclama que no dé más “pasos unilaterales”, congelando su incorporación a más agencias de la ONU y, sobre todo, paralizando el reconocimiento de la Corte Penal Internacional (CPI) y su denuncia a Israel por supuestos crímenes de guerra: Palestina ya tiene derecho a este paso como estado observador reconocido como tal en noviembre, en la Asamblea General de Nueva York.

Abbas acata esa orden pero quiere más: la liberación de los casi 4.800 presos palestinos que quedan en cárceles israelíes (al menos 123 arrestados antes de los Acuerdos de Oslo de 1993), que Netanyahu presente planos con su propuesta de fronteras (Abbas quiere las de 1967) y que se aplique una moratoria sobre la expansión de los asentamientos.

Kerry reaviva las negociaciones

Dos de esas exigencias coinciden con las que Kerry ya le ha trasladado a Netanyahu: quiere un gesto liberando reclusos y que no se construya una casa más en los asentamientos (ya hay medio millón de israelíes residiendo ilegalmente en ellas). El terreno E1, entre la capital triplemente santa y el asentamiento de Maale Adumim, es la línea roja pintada por Palestina; si se edifica en ese suelo será inviable la continuidad territorial de su futuro estado.

Nadie del Gobierno de Netanyahu ha valorado aún este plan. El diario Maariv recoge, no obstante, que la ministra de Justicia y responsable de las negociaciones con los palestinos, Tzipi Livni, apuesta por retirar su exigencia de que la Autoridad Palestian tenga que reconocer previamente a Israel como Estado judío, variable inmutable en la última década. Algunos asesores del primer ministro sostienen que se trataría de una estrategia de negociación para que los palestinos se vean obligados a retirar su demanda sobre los asentamientos.

Gershon Baskin, copresidente del Centro Israel Palestina de Investigación e Información (IPCRI), profundo conocedor de las relaciones entre Israel, la Autoridad Palestina y Hamás hasta el punto de mediar en el canje de presos por el soldado Gilad Shalit en 2011, considera que el plan de Kerry es “razonable” porque pide a ambas partes que se “retraten”.

“Ha llegado el momento para que los líderes tomen decisiones sobre cuestiones fundamentales. Las negociaciones pueden tener éxito, pero para ello hay que permanecer en la mesa, trabajando de forma intensa, con dedicación, compromiso y voluntad política para llegar a un acuerdo. Buena disposición e integridad significa no decir al otro: “Lo tomas o lo dejas», como hizo Israel en Camp David en 2000 y [el ex primer ministro Ehud] Olmert en 2008. Sólo así protegeremos los intereses de Israel a largo plazo”, concluye.

Netanyahu deberá afrontar este reto con una ministra, Livni, deseosa de popularidad, que llevaba en el primer punto de su programa la paz con Palestina, pero también con Hogar Judío, que se niega a reconocer un Estado palestino e incluso propone la anexión de Cisjordania, y con Yesh Atid, el partido del experiodista Lapid, que juega al populismo, aún sin ideas claras sobre esta negociación clave, aunque proclive al debate.

Sin Tercera Intifada

La seguridad, de momento, no se ha cruzado como excusa para que los socios más reticentes tengan munición para negarse a los contactos. Los últimos 10 días han sido duros, con manifestaciones que han dejado una treintena de heridos y otros tantos detenidos en Cisjordania y Jerusalén oriental. Era la respuesta a la muerte del preso Maysara Abu Hamdiyeh, miembro de Fatah en Hebrón, de 64 años, con cáncer, que según la Autoridad Palestina no recibió de Israel el tratamiento médico adecuado.

Dos jóvenes de 17 y 18 años fallecieron tiroteados cerca de Tulkarem tras lanzar cócteles molotov a una patrulla israelí, en protesta por la muerte de Hamdiyeh. Ese ambiente caldeado, unido a la crisis económica local (1.300 millones de déficit al menos y casi más 500 en créditos bancarios), prometen oleadas de desesperación en los territorios palestinos, sólo puntualmente violentas, pero no hay atisbo, hoy, de una Tercera Intifada.

La tregua con Hamás está en el alambre, tras el fuego cruzado del último mes

En Gaza, Netanyahu tiene abierto otro frente preocupante, reavivado en el último mes. Una decena de cohetes han sido lanzados por milicias menores (salafistas en su mayoría) contra suelo israelí, rompiendo la tregua firmada en noviembre con Hamás tras la Operación Pilar Defensivo (170 muertos y casi 1.300 heridos en el lado palestino; seis muertos y una cincuentena de heridos en el israelí). El Tzahal ha respondido con dos ataques en el norte de la franja.

Hamás y las organizaciones pacifistas de Gaza confirman que desde el final de aquella operación, al menos seis palestinos han muerto por disparos de Israel, lo que también violaría el acuerdo. Las IDF explican que se trató “siempre” de personas que se aproximaron “peligrosamente” a la valla de separación y que no “hicieron caso” de advertencia alguna. Al otro lado hablan, por el contrario, de campesinos tiroteados mientras recogían fresas o adolescentes paseando en bicicleta.

Los próximos meses prometen ser los definitivos en el impulso o la muerte del proceso de unidad palestino, liderado por Fatah y Hamás, rechazado por la comunidad internacional. La colaboración creciente de Egipto con Gaza, el apadrinamiento de Turquía del acercamiento, ahora de nuevo en paz relativa con Israel, y el viraje de ciertos líderes del Movimiento de Resistencia Islámico, dispuestos a consentir una Palestina con las fronteras del 67 (que es como reconocer implícitamente a Israel) puede allanar el camino a esa unión, pero el departamento de Netanyahu no lo toma como una “amenaza urgente”. “Es un debate muy secundario. La pelea es entre los propios palestinos y a eso estaremos atentos”, resume un coronel de las IDF.

Más allá de Gaza, en el Sinaí, el momento es de relativa estabilidad. Egipto, en virtud del alto el fuego entre Israel y Hamás, tomó el papel de vigilante de la zona, responsable de impedir el flujo de armas en la península y de vigilar a los grupos “terroristas” que en el último año han dejado 23 muertos y 53 heridos, según los datos aportados por el Ministerio de Defensa de Israel. El desgobierno tras la caída del Hosni Mubarak dejó vía libre a los grupos de yihadistas y mafias beduínas pero ahora las inspecciones están cortocircuitando su actividad.

Egipto e Irán se acercan

Israel, por eso, mira por encima del desierto a El Cairo. Se han rebajado las tensiones del verano pasado, los ataques a su embajada, la quema de banderas israelíes. Los mensajes del presidente egipcio Mohamed Morsi, emitidos hace tres años y rescatados en enero pasado, llamando a los judíos “descendientes de los monos y los cerdos”, casi no han tenido respuesta. El papel de mediador con Gaza ha evitado rencillas, sumado a las declaraciones de los responsables de Defensa de que los acuerdos de paz con Israel no serán revisados.

Desde el vecino Egipto llega además la preocupación ante el posible restablecimiento de relaciones diplomáticas con Irán, rotas desde la revolución islámica de 1979 y nunca reanimadas, pese a un par de blandos intentos en 2003 y 2007. El acercamiento ha tenido varias fases: la visita a Teherán del presidente Morsi (en agosto de 2012) para la cumbre de Países No Alineados; la del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad a El Cairo (en  febrero pasado) para una cita de la Organización de Cooperación Islámica; el restablecimiento de vuelos comerciales entre los dos países y las primeras remesas de turistas iraníes a las pirámides…

Los vuelos directos entre Irán y Egipto no han durado más de una semana

Hillel Frisch, investigador del Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos, es partidario de que Israel presione si esos lazos se intensifican, pero estima que no pasarán de estos primeros gestos. Da tres razones fundamentales: la oposición interna en Egipto, país suní, a Irán, oficialmente chií; los problemas internos de ambas naciones, que impedirán poner el foco en nuevas “aventuras”; y la presión internacional, estadounidense sobre todo, para impedirlo. Ni siquiera confía en que la oficina de representación que hoy tiene el régimen de los ayatolás en El Cairo ascienda a legación diplomática plena.

Ya se han vivido incidentes con salafistas que creen que los turistas chiíes no vienen a salvar la economía patria sino a inocular sus creencias en el país. Se han producido ataques a los hoteles en los que se alojaban, sin graves consecuencias. Ni siquiera las limitaciones en los tours, que impiden a los iraníes entrar en las mezquitas y apenas les permiten estar en zonas turísticas, playas y espacios de ocio, han refrenado a los críticos. Los vuelos han durado una semana. Los dos Ejecutivos los han suspendido mientras se “revisan los programas”, señaló el Ministerio de Turismo egipcio a Reuters.

“Luego están las cuitas internas: Egipto bastante tiene con cuajar una transición en calma, con superar la bancarrota y limar las diferencias sectarias. No querrá otro conflicto con su gente, cuando Irán es impopular y tampoco tiene tanto que aportarle. Irán, por su parte, afronta elecciones en junio, con los líderes del Ejecutivo y el Parlamento enfrentados, con la oposición cada vez más contestataria, con focos que casi prometen otro despertar persa como el de 2009 y, sobre todo, con la población cansada de sufrir las sanciones económicas impuestas por Occidente para bloquear el programa nuclear. Lo que busca Ahmadineyad en El Cairo es tratar de rescatar la imagen de contrapeso regional de otro tiempo y hacerlo con un vecino de Israel, para estremecerlo. Nada más”, indica Frisch, también profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Frish resta importancia a los contactos ministeriales entre los dos países, que han pasado de un nivel técnico a citas de viceministros. “Esperamos recomponer totalmente nuestros lazos”, dijo el 1 de abril el vicecanciller iraní, Husein Amir Abdolahian, de visita en El Cairo. “Nuestras relaciones pasan por una etapa excelente”, añadió. “Fotos, algún acuerdo comercial, poco profundo”, desdeña el israelí. “La mejora de las relaciones es ante todo un intento de enviar un mensaje a ambos públicos, nacionales y extranjeros, de que Egipto bajo Morsi no es el Estado cliente de EEUU, como supuestamente lo fue el de Mubarak”, indica.

A su juicio, El Cairo no va a renunciar a los al menos 7.000 millones de dólares anuales que le entregan los países del Golfo Pérsico, que tampoco tienen relación con los chiíes iraníes, y menos aún a los casi 40.000 en ayuda militar que llegan desde Estados Unidos. “La pugna de Washington contra un Irán nuclear es incompatible con la inyección de dinero a Morsi o con el mantenimiento de provechosas zonas francas portuarias. Morsi no lo va a tirar todo por la borda. Recuerde: ni siquiera se pronunció sobre la oferta de un crédito blando que le hizo Ahmadineyad. Y eso sí que era tentador”, concluye el investigador.

Lazos con Turquía

Queda por ver cómo se va destensando la cuerda con Turquía, con quien en dos semanas se pactarán las indemnizaciones para las familias de los nueve muertos del Mavi Mármara. De momento, la disculpa de Netanyahu -que reconoció “errores” en el asedio al barco, “no intencionados”- está a punto de desbloquear varios importantes acuerdos turísticos y comerciales. Y su homólogo, Recep Tayyip Erdogan, aconsejado por Estados Unidos, ha decidido aplazar su viaje a Gaza, prometido desde hace meses, para no entorpecer el acercamiento.

“Hemos dado el paso por Siria”, confesó el primer ministro israelí tras la llamada a su colega turco. Obama presionó en su visita para acercar a los dos bandos, porque ve en ambos países apoyos esenciales para intervenir en Siria, militarmente, con ayuda a los rebeldes o usando los servicios de espionaje de dos territorios fronterizos con los dominios de Bashar Asad.

Erdogan aplaza su viaje a Gaza para no incomodar a Netanyahu y Obama

El frente norte israelí lleva un mes alterado, después de que se hayan registrado cinco disparos de mortero desde suelo sirio hacia el Golán ocupado. Las Fuerzas Armadas israelíes confirman que en todos los casos se trató de fuego perdido, no de ataques programados contra Israel, por lo que se ha respondido “de forma firme pero controlada”, lo que quiere decir que sus tanques han disparado en al menos tres ocasiones.

Varios rebeldes han sido tratados en hospitales israelíes de sus heridas, producidas en combates con el Ejército regular a pocos metros de la valla. Tras su restablecimiento, todos han sido devueltos a Siria. El Consejo de Seguridad de la ONU se ha mostrado “consternado” por esta escalada, que por ahora no ha hecho prender la llama. De hecho, altos mandos militares llevan semanas declarando de forma anónima a la prensa local que “preocupa” perder de vista por estos ataques el otro frente impredecible, el sur de Líbano controlado por Hizbulá. Desde hace tres meses no se registran incidentes en esa frontera. El posible cáncer del líder de la milicia chií, Hassan Nasralá, podría explicar la baja actividad de sus hombres.

El dolor de cabeza en casa para el nuevo Gobierno de Netanyahu se llama presupuesto. Prorrogado el de 2012, después de que fuera imposible llegar a un acuerdo de mínimos (uno de los motivos que aceleraron la convocatoria de elecciones), es urgente aprobar las cuentas. El nuevo ministro de Finanzas, Yair Lapid, ha creado un comité de sabios para que las medidas macroeconómicas no “devoren” las soluciones que “obligatoriamente deben aportarse a la sufriente clase media israelí”, señaló en un comunicado. Desbancados los ultraortodoxos haredíes del gabinete, hay menos minorías a las que contentar. Lapid quiere reducir el déficit en 11 millones de dólares, recortar unos 800 en Defensa, otros tantos en funcionarios y otros 1.400 en subvenciones por hijos, medidas aún sin aplicar que tienen ya en pie de guerra a los colectivos afectados.

Presupuesto e integración de los haredíes en el Ejército serán los retos internos inmediatos

Netanyahu también tiene que alimentar a la fiera de su gabinete, Naftali Bennett, líder de Hogar Judío, su antiguo jefe de gabinete y ex líder colono, en cuyas manos ha dejado Vivienda, con la expansión de asentamientos como gran incógnita, y en quien además pone su fe el común de los israelíes, afectado por precios inasumibles. Su titular, Uri Ariel, ha anunciado la construcción de 50 casas para supervivientes del Holocausto en Talpiot Este, un barrio de Jerusalén más allá de la Línea Verde. Por ahora nadie del equipo del primer ministro ha respaldado el proyecto.

Bennett acaba de presentar un plan para aplicar su mayor reclamo de campaña: la incorporación de los judíos ultraortodoxos al servicio militar. El diario Yediot Aharonot informó de que el primer boceto incluye un plan de exenciones que dejaría fuera a 1.800 estudiantes de yeshivas -que sí mantendrían la ayuda del Estado para su estudio de la Torá y el Talmud- sobre 7.000 jóvenes reclutables cada año. Los demás sólo podrán tener una prórroga, de tres años como máximo. El Gobierno tiene poco más de un mes para debatir la propuesta. De la calle ya tiene el apoyo. “La sangre de sus hijos no vale más que la de los míos”, reza en una pancarta colocada junto a la residencia de Netanyahu en Jerusalén. Para que no olvide que tiene que ponerse a trabajar. Ya.

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