José Luis Guerín
«Allí donde vaya, mi casa es la filmoteca»
Alejandro Luque
Sevilla | Noviembre 2015
La expectación que levantó la visita de José Luis Guerín (Barcelona, 1960) al Festival de Cine Europeo de Sevilla se evidenciaba este miércoles desde primera hora tanto en el pase para acreditados como en la rueda de prensa posterior: la concentración de redactores, críticos y fotógrafos era similar a la de las grandes estrellas. Pero el barcelonés no defraudó ni mucho menos en la presentación de su último filme, La academia de las musas, un filme rico y complejo que ya conquistó al público de Locarno.
La cinta muestra a un profesor de filología real, interpretado por Raffaele Pinto, que acepta la sugerencia de una de sus alumnas de crear una Academia de las musas, inspirada en el mundo clásico, que tiene como aspiración regenerar el mundo a través de la poesía.
«Pensaba en Buñuel, en su capacidad de crear melodramas populares»
A partir de ahí, las relaciones del docente con sus alumnas y con su esposa dan pie a una serie de encuentros que ponen de manifiesto el poder de la palabra y su capacidad para movilizar y manipular los deseos. «Conocí el trabajo de Raffaele cuando preparó una edición de La vida nueva de Dante, que era el libro que conducía mi filme En la ciudad de Sylvia«, recordaba el director. «El profesor asumió cinematográficamente esa idea de la Academia, y ahí empezó todo», apuntó.
Ha dicho usted que la idea de una Academia de las musas es un disparate, pero, ¿no lo es también rodar un filme alrededor de una clase de Humanidades? ¿Cuánto de quijotesco tiene este proyecto?
Efectivamente, es una idea tan osada que nunca habría podido gestarse a partir de un guión. ¿Cómo escribes eso, dónde buscas financiación? Solo podía hacerse como se ha hecho, poco a poco. Sin saber qué objeto iba a generar, o si llegaría a generar algún objeto. No estaba obligado a nada, solo me dejé llevar por el placer de la búsqueda. Ha sido un proceso largo, de un año y medio, combinado con otros trabajos. Llegué a pensar que podía dar lugar a una serie de cortos sobre el tema de la palabra, o a una videoinstalación, incluso a algo tan descabellado como un culebrón televisivo… Pensaba en Buñuel, en su capacidad de crear melodramas populares para llevarse sutilmente las cosas a su terreno. No fue hasta muy avanzado el proyecto que vi que tenía una unidad. De hecho, creo que es mi película más compacta. El resultado es consecuencia de esa deriva, de esa especulación. Es el cine mirándose a sí mismo.
«Un proceso de vampirización entre profesor y alumnas, y luego el profesor me vampirizó a mí»
No es la primera vez que rueda con actores no profesionales. Con lo mal que está la profesión, van a empezar a protestarle muy pronto…
Es algo excepcional. Aprendí mucho sobre la noción de personaje y la creación de situaciones en En construcción. Además, en este tipo de película es más difícil tener hipotecado a un actor profesional durante tanto tiempo, solo puede hacerse con gente que tiene otros oficios. Pero la próxima película me gustaría hacerla con profesionales.
El filme plantea una simbólica rebelión de las musas, pero, ¿no es algo que ya ha ocurrido en la vida real, aunque quede mucha tarea por hacer?
Afortunadamente. Las musas pasan a ser las bacantes que despedazan a Orfeo [risas]. Es todo una metáfora, en efecto. De hecho, me gusta decir que la musa de mi película es el profesor. En el fondo hay una interacción permanente entre todos. Un proceso de vampirización entre profesor y alumnas, y luego el profesor me vampirizó a mí, y de una cosa y otra se fue gestando la película.
Lo impresionante es comprobar cómo seguimos reproduciendo conductas que están en la literatura desde hace siglos, ¿no?
Así es. Los humanos somos muy limitados, solo cuatro o cinco cosas nos afectan de verdad. Aunque se habla de musas, de mitos griegos y medievales, lo que vemos nos concierne en el presente tanto como en la noche de los tiempos. Las relaciones de poder, el amor, la manipulación, la seducción, todo está ahí. El espectador no precisa de un conocimiento previo, solo cierta predisposición a la curiosidad.
Me llama la atención que el filme, que se desarrolla a priori en espacios cerrados (el aula, el coche, la casa) se abre en un momento dado con la visita a Cerdeña, y más adelante a Nápoles. ¿Qué buscaba con estos giros?
«Una de las musas evocó la Arcadia y el modo en que ésta revive en los pastores sardos»
Son como ejercicios prácticos a partir del fundamento teórico inicial, de las clases. Una de las musas, con una convicción extraordinaria, evocó la Arcadia y el modo en que ésta revive en los pastores sardos, emparentados con los pastores mitológicos de la antigua Grecia, con sus cantos transmitidos de padres a hijos. Habló con tal pasión de ellos que en la mesa de montaje sentí el deseo de ir. No era planificado, me dejaba conducir por lo que iba surgiendo. Una vez rodado esto, la segunda parte estaba presidida por una musa rubia, la musa mala de algún modo, que nos lleva hasta el infierno, el antiguo Averno. Este juego de simetrías, ecos, reverberaciones, fue la guía para estructurar la cinta.
Los personajes hablan en italiano, castellano y catalán. ¿Habría sido una película muy diferente si se hubiera rodado en una sola lengua?
Tratándose de actores no profesionales, lo más sencillo era que hablaran en las lenguas más próximas para ellos, y no imponer ninguna. Hay frases que parecen sacadas de un bolero, o del dominio de los trovadores.
¿Qué parte de voyeurismo reconoce en su faena como director?
«En mi ética de cineasta nunca entrará ni la cámara oculta ni los teleobjetivos de larga distancia»
En esta película he sentido que soy, sobre todo, un espectador. Me estimula el cine como experiencia viva de revelación. A diferencia de compañeros que ruedan para imponer discursos, yo quiero descubrir. Nunca me apetecería el cine para imponer una tesis. Por otro lado, mirar una pantalla es asomarse a una ventana, siguiendo la hermosa fórmula de Leon Battista Alberti para la pintura: Finestra aperta sul mondo. Y es un problema moral, siempre. Si una película es de naturaleza documental, te planteas cuándo hay un voyeurismo innoble. En algunos debates me he referido a que en mi ética de cineasta nunca entrará ni la cámara oculta ni los teleobjetivos de larga distancia. Es algo distinto a la presencia discreta de la cámara. Me planteo qué tengo derecho a mostrar y qué no, esa es una cuestión moral central. Tal vez por todo esto he evitado exhibir La academia de las musas en festivales documentales a los que me han invitado. Si fuera un documental, me parecería innoble.
No se ría, pero le confieso que fui a verla sin haber leído nada, creyendo que era un documental…
Pero eso es lo bonito, cómo se opera el movimiento, la distancia crítica, el juicio del espectador. Empieza con una lógica de captura observacional, pero va avanzando hacia la ficción y obligando al espectador a situarse ante las imágenes de otro modo, a entrar en crisis. Es como aquello de Douglas Sirk, “motion, emotion”: no hay movimiento más cinematográfico que el que opera en el sentimiento humano. La película empieza con humor y acaba casi en el melodrama… Así el espectador se convierte en sujeto activo, piensa cosas que no piensa en otras películas.
Han pasado 15 años de En construcción, y muchos de nosotros seguimos recordándola cada vez que pasamos por el Raval. ¿Cómo valora el cambio del barrio?
Lo transito constantemente, porque entre otras cosas han instalado allí la filmoteca. Si yo tengo una casa, ésa es la filmoteca, se encuentre en la ciudad en que se encuentre. Bueno, la crisis ha supuesto un parón para la especulación inmobiliaria, y eso me ha hecho ver que la película hablaba indirectamente de algo muy central. El Raval ha cambiado mucho, la emigración también, la morfología humana del lugar… La fuerza del turismo ha banalizado extraordinariamente la vida de los barrios. Quizás sea momento de hacer una segunda parte ahora o dentro de unos años, para comprobar a fondo la evolución.
Ahora Barcelona tiene una alcaldesa, Ada Colau, que viene de esa trinchera. ¿Se está notando esa faceta en su gestión?
«El nacionalismo catalán se ha llevado un chasco, porque creía que no existíamos»
Verás, todo lo que viene de Cataluña me deprime extraordinariamente, quizá es por ese motivo que estoy de viaje permanentemente, soy un permanent guest. Pero las medidas que están tomando sí me parecen esperanzadoras y necesarias, por más que Colau tenga a todos los medios en contra.
Esa depresión, ¿se refiere a toda la cuestión soberanista y su ruido mediático?
No hay nada que me interese menos que una bandera, y no soy el único. Es más, creo que tras las últimas elecciones el nacionalismo se ha llevado un chasco, porque creía que no existíamos. Eso sí, no contamos nada institucionalmente. Pero intentar vender que la culpa de todo es de Madrid, y no de la especulación financiera, es echar balones fuera. Y bueno, luego está el nacionalismo español, alimentándose de esto y alimentándolo. No sé cómo puede acabar la situación, pero la gente está tan cachonda, tan excitada… ¿Cómo se canaliza esta división? No lo sé, la verdad. No lo sé.
La pregunta invitada de… María Ruido
¿Qué recuerdo tienes de Chantal Akerman?
Chantal ha sido un espejo donde mirarme desde muy joven. Cuando empecé, a principios de los 80, el cine parecía haber perdido su esplendor, su espacio central, y la energía estaba para mí en los nuevos directores. He seguido su filmografía todos estos años, he viajado a París para ver sus películas cuando no llegaban aquí, y me pude relacionar con ella y decirle lo importante que era para mí. Estuvimos diez días juntos en el jurado de Venecia y fue maravilloso. Es una de esas presencias que sientes que te acompañan, porque ahora los cineastas estamos más solos que nunca. Antes había comunidades, grupos… Hoy estamos más desperdigados que nunca, ni siquiera nos amparan las nacionalidades.
Para mí Chantal era de esos pequeños faros que me ayudaban en las situaciones difíciles, un punto de referencia y una persona que quería, y de la que disentía ideológicamente en muchas cosas, por ejemplo en su postura con Israel. Era muy pro-Israel, tenía casa en Tel Aviv. Ella sale de hecho en mi película Guest… Discutíamos mucho de política y de creación, y en lo segundo estábamos más de acuerdo que en lo primero. Pero su muerte es una pena de la que no me libro. El último plano que filmó es estremecedor, creíamos que hablaba de la muerte de su madre, pero estaba hablando de su propia muerte.
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