Entrevista

Justo Navarro

«Berlusconi representaba la moral política y económica media»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 7 minutos
justo navarro
Justo Navarro (2010) | © Ricardo Martín


Sevilla  |  Noviembre 2011

Aunque lleva muchos años viviendo en una localidad costera malagueña, el acento de Granada, la ciudad donde nació en 1953, nunca lo ha abandonado. Tampoco esa timidez que es casi un sello personal en él. Se dio a conocer como poeta, pero muy pronto empezaría a imponerse su potencia como narrador: desde Accidentes íntimos, que ganó el premio Herralde, se ha mantenido más o menos fiel a la editorial Anagrama, donde han visto la luz sus obras El alma del controlador aéreo, El espía, El videojugador, F., Finalmusik, Gran Granada, La casa del padre o Petit París.

Esta entrevista se realiza en el sevillano hotel Inglaterra, en un momento en que la crisis financiera iniciada en 2008 se ceba especialmente con los países meridionales. Acabamos de hablar con Aurora Luque sobre Grecia, y a renglón seguido preguntamos a Justo Navarro por Italia, país que conoce bien, y en el que ha ambientado algunas de sus ficciones. Ambos han sido reunidos en la capital hispalense dentro del ciclo ‘Poesía en Vandalia’, organizado por la Fundación José Manuel Lara.

¿De dónde le viene la pasión italiana?

Fue por casualidad. En el año 92 me fui a Roma con una beca para pasar un año en la Academia de Roma. Yo había estudiado italiano en la Facultad, estudié literatura italiana y me licencié en filología románica. Y mi mujer, Esther Morillas, es profesora y traductora de literatura italiana, de modo que hay una relación íntima, familiar, con ese país.

Los que defendemos que Italia y Grecia son la cuna de nuestra civilización y el corazón del Mediterráneo, ahora que solo llegan malas noticias de estos países, ¿qué podemos hacer?

«Italia y España sufren una colonización cultural que dura más de un siglo: la angloamericana»

Creo que era algo que se sentía venir, desde los años 80, casi. Se ve que nuestra economía, como la italiana, es una economía poco productiva, basada en la falsedad, en un querer y no poder que se transparentaba incluso en los modos de hacer arquitectura, y literarios. Había un oropel innecesario que se reflejaba en la música popular, en todo, que ocultaba un vacío absoluto. Todo eso nos condujo a lo que se luego se dio en llamar la burbuja, que tenía que estallar en un momento u otro. Además, la internacionalización de la economía desplazaba la producción a otras zonas del planeta.

¿En qué sentido?

No podía pretenderse que una zona del planeta que destrozaba su agricultura, su tejido industrial, su tejido minero, pudiera sostenerse a un nivel altísimo, como se pretendía. Esa es la situación común a Italia y a España. Habiendo dejado de apoyarse en la base de una economía capitalista productiva, pretende seguir manteniendo un estado de bienestar que corresponde a otra situación política y económica internacional.

La literatura y la cultura, ¿tienen un papel que desempeñar en esta debacle?

No me considero autorizado en absoluto para buscar soluciones… Creo que a la cultura en general le corresponde el papel que siempre ha sido el suyo, explicar cómo son las cosas, intentar mostrar clara la realidad, intentar comprenderla para actuar sobre ella. En Italia existe una contradicción: la mayor parte de la cultura estuvo contra Berlusconi. A pesar de que ahora todo el mundo lo abuchea como a los delincuentes a la entrada de los juzgados, y de que no encuentras a nadie que lo votara, lo cierto es que sacaba mayorías absolutas, una tras otra.

Y esto ¿cómo se explica?

Él representaba la moral política y económica media en ese momento. Y por encima de la media. Dicho esto, aparte de ser el zar de las televisiones, Berlusconi es un zar cultural: las grandes editoriales le pertenecen. Así, se da la contradicción de que hay escritores que están contra Berlusconi y publican sus libros y sus diatribas contra él en sus sellos. Las cosas son bastante más complejas que lo que se piensa en un principio.

En España nunca hemos prestado demasiada atención a los vecinos, no sabemos mucho de Portugal, ni de Francia, y de Marruecos no digamos… ¿Cree que los lectores españoles están familiarizados con las letras italianas?

Los lectores italianos saben más de literatura hispánica que nosotros de italiana. Luego los dos países sufren una colonización cultural que dura más de un siglo, la angloamericana, y se va produciendo un distanciamiento cada vez mayor entre unos y otros. Incluso los autores que más interesan en España, como Cesare Pavese en los 80, fueron curiosamente traductores de literatura angloamericana. Tradujo Moby Dick, tradujo a Faulkner…

¿Y la poesía? Esa sí que nos llega con cuentagotas…

No me atrevería a decirte. Si estuviera Esther aquí podría recomendarnos más cosas. Hay un autor que ella ha traducido, en dialecto milanés, Franco Loi, del que Pre-Textos publicó una antología, Ser hombre y ser poeta, muy recomendable.

Su regreso narrativo a Italia, con El espía, ¿vino por esa inmersión italiana?

«Si van a obligar a los Parlamentos a votar lo que diga la industria financiera, ¿para qué voy a elegir yo a diputados?»

Fue en Pisa, cuando descubrí que Pound había estado en los mismos meses que yo, pero 60 y tantos años antes. Eso fue lo que me llevó a investigar el asunto. La historia de Pound es verdaderamente interesante, pero no tengo duda de que era un fascista furibundo al que le encantaba provocar y armar bronca radiofónica. Eso de que la radio sea un arma de ruido estaba ya inventado en los años del fascismo. Yo creo que no era un loco, era un fanático, como conozco a muchos. Alguien con un entusiasmo por sus propias manías verdaderamente admirable.

¿Cree que lo de su salud mental es una excusa de sus lectores más devotos?

La inventaron los jueces americanos para no tener que juzgarlo, que es distinto [risas]. A mí me interesa el Pound de los años 20 y 30. El de a partir del año 45, cuando entra en el manicomio y sale doce años después y vuelve a entrar, y hace el saludo fascista… Lo habían cambiado los manicomios.

En el pueblo de Tonino Guerra, Pennabili, me contaron que Pound había pasado por allí. ¿Le suena que sea cierto?

Sí, el habla de Rimini… Allí era donde iba a ver a Mussolini, llegaba desde Roma en un descapotable, y se iba a la playa a repartir pasteles a los niños.

¿Qué libro dejaría en la mesita de noche del primer ministro italiano [Mario Monti]?

No me atrevería dejarle ningún libro a ese señor [risas]. Por lo visto, es un experto financiero, y estará leyendo informes, haciendo balances y cuentas. Debería meditar, y lo estará haciendo, cómo es eso de gobernar un país, más que por la voluntad de los electores, por la voluntad de la industria financiera. Eso estará reflexionando la mayor parte del electorado: para qué votar, si votes lo que votes, manda la industria financiera. Si van a obligar a los Parlamentos a votar lo que diga la industria financiera, ¿para qué voy a elegir a mis representantes parlamentarios?

¿No tiene nada la literatura que decir en esta situación?

El deber de la literatura es el que ha tenido siempre: procurar ser lúcida, inteligente, clara.

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© Alejandro Luque  | Especial para M’Sur

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