Reportaje

Las pirañas del Mediterráneo

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 12 minutos
Dos Peces Globo En El Estudio De Aylin Ulman En Fethiye, Turquía
Dos peces globo en el estudio de Aylin Ulman en Fethiye, Turquía (Oct 2024) | © María Duarte

Fethiye (Turquía) | Octubre 2024

«Son como pirañas, se comen a todo bicho viviente. Se meten en tus redes, destruyen las mallas, devoran la pesca y solo dejan las espinas». Así caracteriza Gürol Göztepe, un pescador turco de unos sesenta años, el pez globo que desde hace dos décadas se expande por el Mediterráneo.

Nativo del océano Índico, esta especie invasora, Lagocephalus sceleratus, llegó a través del mar Rojo y el Canal de Suez y el 2003 se registró por primera vez en el Mediterráneo, en concreto en las costas del sur de Turquía. Cinco años después abundaba en todo el mar Egeo y en la segunda década del siglo empezó a aparecer en las costas del Magreb, en el Adriático hasta Croacia, en España (en Alicante) hasta en el Estrecho de Gibraltar. Con efectos nefastos para las aguas ya turbulentas del Mediterráneo, ya sobreexplotadas y contaminadas.

Pezglobo Expansion

«La tecnología ha hecho mucho daño. Buscan por radar y pasan con redes de arrastre. Con el arrastre de fondo se lo llevan todo, destruyen los ‘nidos’ de los peces», «se queja Göztepe. «Luego está la contaminación: los ríos traen pesticidas de campos e invernaderos. Todo eso perjudica la pesca. Y luego viene el pez globo y se come el resto».

Y lo peor: el pez globo no se puede comer. Es tóxico. Un bocado puede ser mortal. Pertenece a la misma familia que el famoso fugu de Japón, apreciado como arriesgado delicatessen en restaurantes especiales, pero es todavía mucho más venenoso. La dosis letal de su veneno, la tetrodotoxina, para humanos es de dos miligramos, la cantidad presente en un kilo de tejido muscular. La concentración en intestinos e hígado es de cinco a diez veces superior y alcanza hasta medio gramo por kilo en las huevas. Es resistente al calor: un pez globo cocido sigue siendo tóxico.

Antídoto no hay. Quien tiene la mala suerte de pegar un bocado a un pez globo, sentirá los síntomas entre 10 y 45 minutos más tarde como una parálisis progresiva, porque la tetrodotoxina bloquea los nervios. O el cuerpo aguanta y el paciente se recupera, sin secuelas…. o la muerte llega por fallo respiratorio entre 6 y 24 horas más tarde.

La bióloga marina Aylin Ulman, oriunda de Turquía, criada en Canadá y doctorada en Italia con una tesis sobre especies invasivas en el Mediterráneo, ha documentado 144 casos de intoxicación no letal y 27 muertes por consumo de pez globo en el Mediterráneo, más de la mitad en Líbano, con cuatro casos registrados en Turquía. «Las primeras especies de pez globo, que llegaron al Mediterráneo hace ya 70 años, no eran venenosas, y la gente se acostumbró a comerlas. Ahora, con la expansión del Lagocephalus sceleratus, una confusión es mortal», explica.

El pez alcanza un tamaño de 80 o 90 centímetros y un peso de hasta 10 kilos. Es un peligro para la fauna local, advierte Ulman, porque «se puede comer cualquier cosa: percebes, cangrejos, moluscos, cefalópodos, peces pelágicos…» Y no tiene depredador natural en el Mediterráneo, no solo porque su toxicidad, sino también porque se puede hinchar cual globo —de ahí el nombre— formando una bola que hasta peces mucho más grandes no son capaces de tragar.

Redes rotas

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Güröl Göztepe remienda sus redes. Oct 2024 | © María Duarte

Gürol Göztepe remienda sus redes, sentado sentado en su barca en el puerto pesquero de Fethiye, una ciudad turística de 180.000 habitantes en la costa egea de Turquía a la que este periodista ha acudido gracias al mecenazgo de Earth Journalism Network, un proyecto de la fundación Internews. «Mire, aquí faltan veinte mallas. Se han comido la pesca junto con los hilos. Y ahí tengo trescientos anzuelos para la pesca al palangre. Ponemos de cebo sardina o calamar, los largamos… y cuando los sacas, faltan cincuenta. Se los ha comido el pez globo». Göztepe es uno de los pocos pescadores tradicionales que quedan en Fethiye. Antes había medio centenar de barcas en el puerto, cuenta su amigo Hüseyin Hançer, pero ahora «todo el mundo se dedica al turismo». Simplemente no queda suficiente pescado.

También Hançer culpa en parte al pez globo: «Lo devoran todo, redes y anzuelos, es terrible, acaban con todo». Pero esto no empezó ayer. La sobrepesca es un problema crónico en Turquía y se hace poco para cuidar los caladeros. Apenas hay estudios científicos al respecto, lamenta una académica, que prefiere no dar su nombre, porque en las universidades no está bien visto: una tesis crítica con las autoridades no favorece al departamento que la publique.

Ataques

Pezglobo Impacto

El pez globo no es apto para el consumo humano pero ¿y al revés? Aylin Ulman ha documentado cuatro incidentes en los que un pez globo le ha amputado un dedo a un bañista, entre un total de 28 ataques con mordedura en el Mediterráneo oriental desde 2014. El tamaño del pez globo no alcanza para protagonizar un filme de terror, pero con sus potentes mandíbulas y sus dientes afilados, que se cierran como un pico de loro, pueden seccionar hilos de pesca, alambres… y huesos humanos.

Ulman insiste en que el pez globo «posiblemente sea la peor especie invasiva del mundo», y desde luego peor, asegura, que el pez león, mucho más conocido, que también ha invadido el Mediterráneo desde el mar Rojo. El pez león también es venenoso, pero solo cuando pincha: basta con cortarle las púas para convertirlo en un plato delicioso. Desde que aparece en los menús de muchos restaurantes, ha encontrado a su depredador. Pero ¿qué se puede hacer con un pez globo?

El Gobierno turco lanzó en 2021 un programa de recompensas para cada pez globo entregado a las autoridades. Desde marzo pasado, la tarifa se ha actualizado a 25 liras (70 céntimos de euro) por ejemplar de Lagocephalus sceleratus y 10 liras (30 céntimos) para otras especies del género. Se han acondicionado 88 puntos de recogida en toda la costa mediterránea y egea del país y desde que empezó la campaña se han entregado y destruido 183.974 ejemplares de pez globo, acorde a los datos del Ministerio turco de Agricultura y Bosques. El programa continuará en 2025 y 2026. Pero ¿bastará para frenar la expansión de la especie?

Los pescadores de Fethiye no son optimistas al respecto. «Sí, entregas la cola del pez y cobras 25 liras. Pero no te dan el dinero: te abren una cuenta y al cabo de meses te llega. Ayuda a pagar la gasolina, pero es realmente poco». Ante el riesgo de perder redes y anzuelos a un coste mayor de lo que recibirán por sacar unos pocos peces globo, los pescadores en general intentan evitar las zonas donde se congregan esos peces. Tampoco está claro que sirva aumentar la tarifa. Chipre ya estableció en 2012 un sistema similar y paga 3 euros por cada kilo de pez globo entregado. Entre 2012 y 2016 registró y destruyó 150 toneladas de peces… «sin observarse una tendencia a la reducción» de la población de peces globo, apunta un estudio de la Unión Europea en 2018.

Del mar a la farmacia

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La bióloga marina Aylin Ulman muestra un pez globo | © María Duarte

Aylin Ulman asegura que la mejor manera de frenar la expansión de una especie invasiva es hallarle un valor comercial: acto seguido, alguien la cazará o pescará. Un estudio griego musra que calentando el tejido bajo presión a más de 200º C, la toxina se destruye y la proteína se puede usar para fabricar piensos, pero es dudoso que esto sea rentable. Una opción mucho más interesante reside en un posible uso de la propia toxina para fines farmacéuticos.

«La tetradotoxina, o TTX, es un potente bloqueador de los canales de sodio del sistema nervioso», explica Ali Riza Kösker, biólogo de la Universidad de Çukurova en la ciudad turca de Adana. «Algunos estudios sugieren que podría ser útil en el tratamiento del cáncer, pero esta investigación está aún en una fase inicial. Lo que sí se ha demostrado ya es que es un eficaz analgésico». Media docena de ensayos clínicos en Canadá, Estados Unidos y China con pacientes en fase avanzada de cáncer muestran que inyecciones de tetratodoxina alivian el dolor de forma duradera y sin efectos adversos. Y a diferencia de los opiáceos, la sustancia no crea adicción. Por eso también se está usando ya con éxito en ensayos clínicos de tratamientos para dejar la heroína, relata Kösker. Por ahora no hay ningún medicamento de este tipo aprobado por las autoridades sanitarias, subraya el académico, pero probablemente falte poco. Y entonces, pescar peces globo se podría convertir en una atractiva fuente de ingresos en las costas donde abunda el pez.

Otros investigadores se han fijado en el segundo aspecto aterrador de la especie: la dentadura. No solo es inusualmente fuerte sino que se regenera a lo largo de la vida del pez. Hay quien estudia las células madre de este tejido para descubrir posibles vías de regeneración de dientes humanos. Otro enfoque es más sencillo y convertiría al propio pez en materia prima para dentistas: el simple tamaño de los dientes permite aprovecharlos con cierta facilidad para extraer hidroxiapatita, un fosfato de calcio que es clave en la dentadura humana y que ya es objeto de algunos estudios para producir implantes dentales, apunta un estudio encabezado por Servet Ahmet Dogdu, profesor para tecnologías marítimas en la Universidad de Iskenderun en Turquía.

Un pez en tus pies

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Un fajo de cuero de pez globo teñido para fabricar zapatos, preparado por la bióloga marina Aylin Ulman, en una fábrica en Estambul | © María Duarte

Aylin Ulman tiene otra idea: aprovechar la piel. El cuero de pez ya no es un desconocido en el mercado de la moda desde que consideraciones ecologistas han reducido la demanda de piel de serpiente o cocodrilo, recuerda la bióloga. Normalmente se usa piel de salmón o carpa, recientemente también la del pez león y desde hace un par de años se experimenta con la del pez globo. Ulman se ha lanzado de pleno al desafío y junto a un maestro curtidor de la ciudad de Usak en Anatolia occidental, con 45 años de experiencia, ha desarrollado un proceso de curtido artesanal que mantiene el jaspeado natural de la piel a la vez que permite un teñido de diversos colores. En 2023 se asoció con el experto textil Muhammet Uzun de la Universidad de Marmara para fundar la compañía Olta Azul que distribuye, por ahora a pequeña escala, bolsos, monederos y otros accesorios fabricados enteramente o en parte con piel de pez globo.

Para este proyecto piloto, Ulman ha reclutado a varios pescadores de la costa egea que ahora buscan activamente peces globo, principalmente en la época de desove, en junio, cuando este pez se junta en aguas poco profundas. Con un simple hilo y anzuelo, pescando al chambel, «pueden sacar hasta 300 en una jornada», dice la bióloga convertida en empresaria, que este año ha conseguido hacerse con 5.000 ejemplares. Ha enseñado a las mujeres de las familias de pescadores cómo desollar el pez para preservar la piel, creando una pequeña industria local.

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El pescador Gürol Göztepe (izda.) y su amigo Hüseyin Hançe en su barca en el puerto de Fethiye (Oct 2024) | © María Duarte

Ahora en otoño tardía, ya no se pesca la especie, siguen las labores de curtido, pero en el estudio de Ulman en Fethiye ya se acumulan fajos de cuero de pez en diversos colores. Su asistente, Hülya Altunay, corta las piezas para coser monederos y bolsos que luego se venderán en algunas tiendas de artesanía o por internet. Y este mes, Ulman está lanzando una nueva línea: zapatos de piel de pez. La compañía Flo, uno de las mayores productores de zapatos de Turquía, está diseñando una colección de sandalias y zapatillas parcialmente fabricados con piel del pez globo.

Aylin Ulman, bióloga marina y submarinista profesional, pasa ahora más rato bajo los focos de las pasarelas de moda que bajo el agua. Pero quizás sea, a corto plazo, la vía más eficaz para proteger la biodiversidad del Mediterráneo ante la expansión de la especia invasora más voraz. Aunque a largo plazo, como saben ella y los pescadores, ni la fauna marítima ni el oficio ancestral de pescador se podrán salvar, si no se consigue controlar la actividad de un depredador mayor, el humano, con sus redes de arrastre.

© Ilya U. Topper | Reportaje publicado gracias al mecenazgo del programa Earth Journalism Network de la fundación Internews.