Por fin presidente
Ethel Bonet
Beirut | Noviembre 2016
Una marea de banderas naranja inundaron la plaza de Sasine en Ashrafiyeh, un bastión cristiano en el centro de Beirut. Ondean las banderas nacionales, la rojiblancas con el cedro verde, pero aún hay más enseñas naranja. Es el color de la Corriente Patriótica Libre, el partido que encabeza Michel Aoun. Desde ahora, presidente de Líbano.
“Hoy es un día feliz para todo Líbano”, asegura Mariam Bahuri que se identifica como partidaria de Corriente Patriótica Libre. “Aoun es el presidente que necesita Líbano”, proclama entusiasmado Pierre Bassem, vestido con camiseta y gorra naranja. “Hemos venido desde Becharre para apoyar a nuestro líder”. Hace referencia a un municipio de las montañas en el norte de Líbano que es conocido por ser feudo de cristianos maronitas, la confesión a la que pertenece Michel Aoun, aunque el exgeneral se presenta como laico.
«Tras la elección de Aoun vendrán los problemas y las rivalidades entre los lideres cristianos”
Las banderas naranjas de Sassine demuestran una vez más la crónica división política y confesional que padece el país, quizás más política que confesional. Fuera de la abarrotada plaza, tomada por hombres y mujeres que lucen gorras, camisetas o fulares naranjas, otros libanes están menos contentos. “Hemos estado más de dos años sin presidente y no ha habido ningún problema. Ahora, tras la elección de Aoun, vendrán los problemas y las rivalidades entre los lideres cristianos”, opina Fahed, un taxista cristiano. Se declara partidario de las Falanges Libanesas (Kataeb, en árabe), encabezadas por Amin Gemayel, presidente del país durante la guerra civil en los años 80, y hijo de una estirpe de políticos maronitas.
Las Falanges forman parte del grupo parlamentario 14 de Marzo, uno de los dos grandes bloques del hemiciclo. Junto a Gemayel están las Fuerzas Libanesas de Samir Geagea, cristianas también, y el Movimiento Mustaqbal (Futuro), que hace de portavoz de la población suní y está liderado por Saad Hariri, hijo del casi mítico primer ministro Rafic Hariri asesinado en 2005.
El otro bloque es la alianza 8 de Marzo, en la que se juntan los cristianos de Aoun con el partido islamista chií Hizbulá, con el pequeño partido cristiano Marada y con Amal, portavoz de la población chií no islamista.
Samir Geagea quizás sea el líder más resueltamente cristiano, enemigo acérrimo de Hizbulá y por extensión, de Michel Aoun, al que le disputaba la presidencia durante casi dos años. Que tanto el candidato del 14 de Marzo como el del 8 de Marzo fuesen cristianos corresponde al pacto nacional no escrito por el que el cargo de jefe de Estado siempre debe recaer en un maronita, y el de primer ministro en un musulmán suní. Los chiíes tienen concedido el de presidente del Parlamento.
«Aoun va a demostrar que ya no es el general de 1988 a 1990, sino el presidente de todo Líbano”
La rivalidad Geagea-Aoun parecía insuperable: ambos eran señores de la guerra en los 80, eternos rivales, a ratos aliados, a ratos enfrentados en las trincheras. Hace un año, casi parecía resuelto el dilema, al sugerir Saad Hariri como candidato al líder de Marada, Suleiman Franjieh, el otro líder cristiano aliado a Hizbulá. Pero Aoun no dio su brazo a torcer. En enero, Geagea escenificó en público un acuerdo con su contrincante y anunció que apoyaba la candidatura de Aoun.
Aún así ha pasado casi un año hasta que se limaron las últimas diferencias: el compromiso de Aoun de volver a nombrar a Saad Hariri primer ministro, que ya ostentó el cargo de 2009 a 2011. Con este pacto entre caballeros en el bolsillo, el 31 de octubre se reunió el Parlamento y Aoun recibió los votos necesarios. Apenas cuatro días más tarde, el 3 de noviembre, nombró a Hariri jefe del Gobierno.
Para Basam Lahoud, analista político de la Universidad Libanesa Americana, el general Aoun “va a ser el mejor presidente para Líbano durante este período específico que está atravesando Oriente Medio”. “ Él es, al menos, el candidato que representa a la mayoría de los cristianos. Creo que vamos a tener un cambio en la política libanesa con la llegada del general Aoun, y va a demostrar que ya no es el general de 1988 a 1990, sino el presidente de todo Líbano”, evalúa Lahoud.
Porque no es la primera vez que Michel Aoun ocupa el palacio presidencial de Baabda, una población en las colinas al sureste de Beirut. En 1988, durante los últimos estertores de la guerra civil, el entonces presidente saliente, Amin Gemayel, lo nombró comandante en jefe del Ejército, pero también primer ministro – contraviniendo la norma de reservar este cargo para un suní – y le cedió el papel de presidente en funciones.
Pero cuando Aoun iba a tomar posesión, 20 minutos antes de que Gemayel terminara su mandato, el dimitido primer ministro, Selim Hoss, declaró asumir de nuevo la jefatura del Gobierno, dejando el país dividido entre dos Ejecutivos. Medio año más tarde, Aoun y la parte del Ejército nacional libanés que le seguía fiel lanzaron una guerra contra las tropas de ocupación sirias, entonces respaldadas por Estados Unidos.
Aoun fue el único señor de la guerra que no firmó el pacto del fin de la guerra civil en 1989
Mientras el resto de las fuerzas libanesas firmó en 1989 los Acuerdos de Taif para poner fin a 15 años de guerra civil, Aoun se negó, criticando que ese pacto permitía a Siria mantener sus tropas en el país de los cedros. Seguía atrincherado en el búnker bajo el palacio. El 30 de octubre de 1990, un bombardeo sirio lo obligó a abandonar la lucha y a refugiarse, primero, en la embajada francesa y más tarde en Francia. Juró que no regresaría “hasta que el último militar sirio abandonase el país”. Y lo cumplió: volvió a Beirut en 2005, cuando la llamada Revolución de los Cedros hizo que Damasco retirase sus tropas.
Pero sólo un año más tarde, Aoun alcanzó un acuerdo con Hassan Nasralá, el líder de Hizbulá, la fuerza que defiende los intereses del régimen de Damasco y se mantuvo al margen de la Revolución de los Cedros. La Corriente Patriótica Libre pasó a formar parte de la Alianza 8 de Marzo.
No sorprende que entonces mucho lo tildaran de traidor. Otros lo acusan de ser oportunista y de haber dividido a los cristianos en campos rivales. Sus partidarios, en cambio, creen que es capaz de superar divisiones arbitrarias, lograr la inclusión de todos los sectores y afrontar problemas arraigados como la corrupción.
Gracias a su origen humilde, Aoun sabrá enfrentarse a la corrupción, creen sus partidarios
Su origen humilde contribuye a afianzar su imagen entre sus partidarios. Michel Aoun nació el 17 de febrero de 1935 en el seno de una modesta familia maronita de Haret Hreik, uno de los suburbios del sur de la capital, que se convirtió en bastión de Hizbulá en la década de 1980. Ahora vive en una bonita casa en las colinas en Rabie, en el noreste de Beirut.
El exgeneral maronita defiende sus vínculos con Hasan Nasralá: esta alianza “contendrá a Siria en vez de permitirle volver a ocupar Líbano”, declara Michel de Chadarevian, asesor de Aoun y nuevo portavoz. “Al principio no le interesaba tanto ser presidente. Lo que hizo que se decidiera era que había tanta obcecación en su contra y las cosas se pusieron tan difíciles”, asegura.
Esa obcecación también espolea a sus partidarios: “El general no es parte del sistema corrupto local, que es la razón por la que los políticos se oponen tanto a él”, asegura Mariam Bassil, miembro del Movimiento Patriótico Libre y sobrina del Gibran Bassil, ministro interino de Asuntos Exteriores. “Para nosotros – concluye – representa la soberanía y la dignidad”.
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