Luis Antonio de Villena
«En una dictadura hay que buscar, primero, las catacumbas»
Alejandro Luque
Camino del centenar de títulos, Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951) ha cultivado todos los géneros literarios, pero si hubiera que destacarle en alguno, ése es el de la poesía. Destacado miembro de la generación de los llamados venecianos, que en los años 70 renovaron la lírica española, ha regresado a los versos con uno de sus libros más libres Proyecto para excavar una villa romana en el páramo, recién editado por Visor.
Sin desmentir su fama de dandy, el autor de Sublime solárium, El viaje a Bizancio o Huir del invierno aguarda a M’Sur saboreando un vermú en el bar del lujoso hotel Castellana Intercontinental, cercano a su casa. Chaqueta de colores llamativos, anillos y pulseras abundantes en sus manos, y unas gafas de sol que no se quita en ningún momento, pero que no le impiden observar con claridad algunas cuestiones de candente actualidad.
Proyecto… se antoja un libro muy elegíaco, para ser usted todavía relativamente joven.
Bueno, tengo 60 años, ¿eh? Pero no es sólo elegíaco por hacer repaso de la vida, sino por lo irrecuperable del paso del tiempo. De todas las cosas que te han pasado en la vida, las malas, las regulares y las mejores, todas han sido abolidas, ya no queda nada de nada. Ésa es la paradoja del tiempo, el tiempo pasado no existe en ninguna parte, más que en la memoria de cada uno de nosotros. Es decir, no existe y al mismo tiempo lo llevamos todos dentro, e influye mucho en nosotros. Esa cierta desolación tiene que ver con esa capacidad de destrucción del tiempo. Por eso el poema no es sólo un recuerdo, sino una vivencia. Te permite vivir en el presente el momento que se cuenta, como si fuera la tesela de un mosaico, de ahí el título del libro.
Antes, publicó otro libro más bien visionario, como Caída de imperios.
Sí, era un libro de poemas en prosa que empecé en 2003, al final de la época de Aznar, con la guerra de Irak en todo su apogeo, y se me ocurrió mezclar cosas de las que soy conocedor sobre el final del Imperio Romano con lo que me parecía el final del imperio americano. Estaba claro que Bush se había equivocado, y pensé en hablar de él como el emperador, de Aznar como el procónsul… Lo que pasó es que esos poemas se pararon, ahí se quedó. Abelardo Linares, de Renacimiento, me convenció para publicarlo así, como proyecto inacabado.
¿Y quiénes serían los bárbaros que van a suceder al imperio?
El ejército romano ya estaba compuesto en gran medida por inmigrantes, los que vivían en las fronteras. Luego vinieron los hunos y las tribus bárbaras desde Alemania hasta Rusia. El imperio romano no pudo contener ni la emigración ni la caída económica, y se empezaron a destruir todas las estructuras. Hoy los bárbaros serían también todo el integrismo islámico, esos imanes que son todavía más intolerantes que los curas españoles, que ya es decir.
Sin embargo, es curioso que Persia u Oriente Medio hayan producido tanta cultura, de la que hoy apenas se habla.
Pero la produjeron en épocas de tolerancia. El islam, cuando es duro, es muy duro, más que el Evangelio o la Biblia. Pero ha habido épocas en las que han interpretado el Corán de una manera abierta, laxa, y sin ir más lejos en Persia o Irak. Estaba permitido beber vino, había tolerancia con la homosexualidad, había un arte muy refinado, pero es que todo eso terminó por lo menos hace tres o cuatro siglos. El problema es que lo que el islam integrista promueve ahora es un regreso a la Edad Media. No han tenido Revolución Francesa, y están viviendo una religión intolerante, que todo lo prohíbe y todo lo castiga. Han convertido el Corán en el libro de las prohibiciones y de la esclavitud.
¿No es sintomático que los países más hundidos de nuestro Occidente sean Grecia e Italia, precisamente los focos de la cultura en la Antigüedad?
El problema básico de Grecia, aparte del problema general europeo, es que es un país muy pequeño; no tanto geográficamente, sino que tiene muy poca población, diez millones de habitantes, de los cuales cinco están en Atenas. Un país casi sin industria, que ha vivido sin industria, y al que en efecto están a punto de echar de la zona euro, siendo una de las cunas de la civilización europea. Es verdad, como dicen algunos, que la Grecia de Pericles no es la actual. Los gobiernos griegos, desde la independencia, han sido muy nacionalistas y empeñados en mirar al pasado, y el país ha promovido intentos incluso un poco locos de vuelta al pasado. Han modificado elementos lingüísticos, por ejemplo, como si así fueran a unirse al tronco de Sófocles…
¿E Italia?
Es otra cosa. El gran museo de Europa viene, desde la II Guerra Mundial, de una serie de gobiernos corruptos sin parar, todos dominados por la Democracia Cristiana, con ese nombre o con otros. Los políticos italianos han sido los que más han cobrado de Europa, cosa impensable, porque no era el país más rico de Europa. Como España, todavía hay allí grandes bolsas de pobreza, la Italia irredenta, como ellos la llaman. Esa crisis de Norte a Sur no se ha resuelto nunca. Pero te diré que si ahora quieres pasarlo bien, tienes que ir al Sur: el Norte está muerto. En todo caso, allí se ve muy bien que esta crisis que no nos merecemos la ha traído una clase dirigente, política y económica.
Usted pertenece a una generación que, dejando a un lado a los hermanos mayores del grupo Cántico, por primera vez incorpora elementos grecolatinos a la poesía española. ¿Era una ventana abierta en medio de la grisura del franquismo?
En los últimos años del franquismo, todo lo que nos interesaba era abrir ventanas y puertas, porque de lo que se trataba era de europeizar España. Abolir el franquismo, que era una rémora, a base de cultura. Nos dedicamos mucho a eso. Luego vino un segundo momento, en el que el mundo clásico podía servir muy bien como elemento de modernidad, frente a la Edad Media y el Renacimiento; y luego tenía una cosa muy buena, y es que era respetado, por aquello del latín y el griego, por el establishment, incluso el más reaccionario. Y sin embargo, si en lugar de leer los Evangelios en latín leías a Catulo, o a Virgilio, podías encontrar una moral completamente diferente. El mismo mundo que servía para la penitencia y la cerrazón de España, curiosamente propiciaba una moral diferente. La moral católica podía ser destruida por la moral pagana. El único gran problema de la Antigüedad, como decía un catedrático, era la esclavitud. Por lo demás, tuvo elementos de modernidad y sobre todo de pluralidad, que era lo que necesitábamos: muchos dioses, distintas morales, escuela filosóficas diversas.
¿Y recuerda cómo fue la irrupción en España de Cavafis, que también fue una figura emblemática?
Bueno, la verdad es que a Cavafis el primero que lo tradujo fue Valente —con ayuda de una señora griega, porque él no sabía griego—, en un tomito publicado por Caffarena en Málaga, en el año 64 o por ahí, y que conocía muy poca gente. Yo tuve acceso a ese libro porque lo tenía el padre de un amigo mío, lo descubrimos y nos maravilló. Luego vino la edición de José María Álvarez, que tampoco sabe griego. Cavafis deslumbró no por griego o neogriego, sino porque utilizaba muchos elementos de la Antigüedad, basándose en su conocimiento de la Antología palatina, y sabía que el libro XII estaba entero dedicado a epigramas homosexuales, de modo que todo aquello estaba en la tradición de su propia lengua; aparte de esos poemas directos, utilizó la historia del helenismo, la etapa entre Alejandro Magno y la conquista de Roma, para fundar su literatura y contarnos una moral moderna. El gran hecho de Cavafis es la modernidad de su moral, basándose en lo clásico. Que Marinetti, el futurista, le dijera cuando lo conoció en Alejandría que “usted es el gran poeta del futuro” no deja de ser interesante. Acertó, porque hoy Cavafis nos parece mucho más moderno que Marinetti, que ahora pertenece a la modernidad del siglo XX, es un siglo anticuado.
¿Qué más gente abrió camino en la nueva moral de aquella España? ¿Pasolini, por ejemplo?
Yo he sido un gran admirador de Pasolini, escribí un artículo cuando lo mataron, pero me ha interesado, más que el poeta, el personaje. Su narrativa y su cine me interesan, pero más el hombre que fue Pasolini, y el periodismo que hizo, enormemente atrevido y lúcido. Sus Escritos corsarios, un libro póstumo que vio la luz en el 75…
… lo lees ahora, y parece que habla del presente.
Exacto, y mira los años que tiene. 40 años después, es enormemente actual. Fue un hombre muy inteligente, muy lúcido, y que además se sacrificó. Porque a Pasolini lo mataron, sabían que tenía la costumbre de buscar chaperos en la estación de Termini de Roma, y pusieron uno de cebo, aquel chico Pino Pelosi, para llevarlo al lugar donde, según se ha demostrado, lo mataron entre varios.
Pero, ¿tuvo influencia en los 70 y los 80 entre los intelectuales españoles?
Estaba empezando a llegar, date cuenta de que, salvo El Evangelio según Mateo, sus películas no llegaron. El verdadero Pasolini, el más fuerte, llega después de la muerte de Franco, cuando desaparece la censura cinematográfica, más fuerte que la de los libros. Entonces llega La flor de las Mil y una Noches, El Decamerón, Los Cuentos de Canterbury… Yo lo había visto en Francia e Italia, porque viajaba a menudo, pero para la mayoría de los españoles todo eso vino después.
¿Qué le debe España a Barcelona, con Gil de Biedma a la cabeza, en ese contexto de apertura?
Tuvo mucha apertura porque, con todo aquello que se llamó la Gauche Divine, desde finalísimos de los 60 hasta la muerte de Franco, tuvo más modernidad que Madrid, porque tenía menos censura. Y sobre todo, tenía un grupo de poetas muy moderno: José Agustín Goytisolo era más clásico, pero era un poeta social y se hizo muy famoso, Jaime Gil era el poeta que ya había dejado de escribir, pero tenía mucha influencia… Había un clima muy europeizante, que fue rápidamente destruido por el nacionalismo. De hecho, todos los que pertenecieron a la Gauche Divine fueron anticatalanistas, porque se dieron cuenta de que todo lo que el nacionalismo tiene de provinciano iba en contra de lo que ellos habían intentado hacer. Gil de Biedma, por ejemplo, no hablaba catalán, aunque lo entendía. Respetaban la cultura catalana, pero creían que esta se tenía que integrar en la cultura española, y abrirse. Por desgracia, en este momento, Cataluña es una región anticuada en todos los sentidos, empezando por la cultura, gobierna una derecha clerical y nacionalista, pueblerina, que ha convertido esa tierra en una de las menos interesantes de España. Y no lo digo porque yo sea madrileño, ese juego Madrid-Barcelona me parece una estupidez. Además, estamos en el hotel donde se queda el Barça cuando viene a jugar [risas]. Pero en contra de lo que creen, tienen una de las peores situaciones de su Historia.
Después de haber vivido el final de una dictadura, y como poeta, ¿qué consejo le daría a toda esa gente joven que está luchando contra otras tiranías en el mundo?
Las dictaduras, si son largas, tienen muchas épocas. La de Franco tuvo una etapa muy dura, en los 40 y los 50. Ahí tengo yo ocho años, vivía en una familia acomodada y no tenía problemas, pero fueron años atroces, espantosos. Los 60 en cambio los vivimos como una especie de apertura, porque la hubo. Empezó a venir mucho turismo, y la gente empezó a ver, sobre todo las mujeres, por qué habrían de ser distintas a las francesas o las alemanas. Yo recuerdo estar en Fuengirola en el 63, nada que ver con lo que es ahora, y comprobar cómo en misa las españolas iban con velo, y las extranjeras no. Al año siguiente, todas se quitaron el velo, a pesar de las peticiones del cura. Se quitaron un efecto de sumisión al catolicismo español.
Que también tuvo que hacer su propia evolución, nunca completada…
El problema es que ha sido siempre muy anticuado. Sólo en español existe la expresión ‘más papista que el Papa’. Esa frase es intraducible a ningún idioma. Los obispos españoles se comportan de una manera brutal, y es lógico que generen un anticlericalismo muy fuerte. Un día uno me dijo que yo era “muy anticlerical”, y le respondí: “Es que es usted muy clerical”. Ellos van de mansos, pero si algo no tienen los católicos españoles es mansedumbre. Yo tengo una ventaja cuando me enfrento a los católicos, y es que estudié 16 años en uno de sus colegios. Me sé la doctrina muy bien. Son jesuitas, San Ignacio les llamó milites christi, soldados de Cristo. Hay personajes como Rouco Varela, el cardenal de Madrid, que si tuviera una lanza sería capaz de sacarle un ojo a cualquiera que no esté de acuerdo con sus teorías retrógradas. Es un señor que actúa con una belicosidad terrible, y te obliga a ser belicoso con él…
Pero hablábamos de consejos para sobrevivir a una dictadura.
Mi consejo es buscar, primero, las catacumbas. Saber que vive en el underground, en el subterráneo, saber que allí es libre. Y luego, ir intentando salir de ahí a base de ir criticando no lo más duro, sino lo más blando, minando los cimientos. No hay que atacar a la cabeza, eso es muy difícil, sino ir reblandeciendo los cimientos para que el edificio se caiga. Al fin y al cabo es lo que pasó con el franquismo. Cuando muere Franco, torturado por su propia familia en el hospital, el franquismo ya está deshecho, era una estructura caduca. Y los franquistas, de alguna manera, sabían que era un armatoste viejo e inservible.
Tanto, que algunos no dudaron en subirse al carro de la Transición, ¿no?
Lo que fuera la Transición —Umbral hablaba de la “Santa Transición”—, es algo que tendrá que revisar la Historia, entonces parecía que se hacía lo único que se podía hacer, hoy en cambio tenemos otras perspectivas. El Estado de las Autonomías, que tanto se cuestiona, quiso evitar que Cataluña y País Vasco fueran las únicas regiones autónomas, porque se les debía. Ahí se apuntaron los andalucistas de la época, que creo que cometieron el error de seguir a Blas Infante, un señor que llamaba a Andalucía “Al-Andalus norte”, un disparate de la época… Fue un error crear un andalucismo que la gente no sentía, porque los tópicos de España no están basados en Castilla y León, sino en Andalucía, y en parte en Valencia. Bueno, era una época en la que, como aquella frase atribuida a Suárez, “querían que se cambiaran las cañerías sin dejar de dar agua”.
Acabemos hablando de su último libro, este Proyecto… ¿Ha llegado a la máxima desinhibición vital y moral?
La frescura y el descaro te los puede dar la edad. La edad te libera. Ahora, pienso que el libro es un repaso a tu vida, lo que eres porque has sido, y un intento de ver cómo había muchas cosas mejores. Por ejemplo, toda esta etapa de la Transición de la que hablábamos, fueron años muy buenos, en que se vivió con mucha libertad, hasta la primera época de Felipe González. Esas cotas en absoluto se han alcanzado después. La palabra libertad era absolutamente respetada, se escribía con mayúsculas y era un tanto sacrosanta. Hoy día no, pasa por el PP y la Iglesia Católica, oscurantista y avejentada, se ha atrasado mucho. Se ha vuelto a la España vieja, a lo que mi generación detestó. Es un país atrasado otra vez, no es homologable a Europa. La derecha española sigue siendo súbdita del Vaticano. En Francia, yo podría llegar a votar a Sarkozy, que no es súbdito del Vaticano, ni siquiera Le Pen; en España nunca votaría a Rajoy. No me asusta ni la izquierda ni la derecha, porque las dos están muy deshechas, no son solución ninguna. Como decía Miguel Delibes, lo que hace falta es un mundo nuevo.
Y sobre sus poemas, ¿hay aún quien se rasgue las vestiduras ante unos poemas homoeróticos, o todo está superado?
Supongo que no, en eso se ha avanzado mucho. En eso he sido un poco pionero, después de Cernuda y de algún otro. Incluso Pablo García Baena me reconoció que Hymnica, donde reflejaba mi vida homosexual, era el primer libro de la posguerra que lo hacía. Si escandalizase algo de eso ahora, apaga y vámonos.
Ocho años de PP en el poder, ¿pueden propiciar serios retrocesos en ese sentido?
Habrá retrocesos, sin duda. En algunas cosas no se meterán, porque la propia UE no les dejará. Mira, yo conozco a muchos del PP que son gente liberal y moderna, y respecto a la moral sexual no tienen ningún problema. El problema no es de individuos concretos, sino de la estructura total del partido que, insisto, es muy esclava de la Conferencia Episcopal. Para ser moderno, tendría que distanciarse de la iglesia, decirle: mire usted, somos católicos, pero no tenemos por qué obedecerles a ustedes. Que un obispo le llamara la atención a la actual vicepresidenta del Gobierno por no estar casada por la Iglesia, y que ella se callara, es gravísimo. Yo respeto el cristianismo, que tiene a Cristo como figura de libertad, mientras que el catolicismo la tiene como emblema de sumisión. Es para que te pongas de rodillas, no para que te levantes.
Me temo que queda mucho por hacer en España, en materia política y religiosa.
Te doy una primicia: yo lo que espero es poder marcharme dentro de unos años a Francia, hacerme francés, y desde allí poder hablar de España fuera de la dinámica española. Olvidarme de la derecha española, de la Iglesia católica española, también del comunismo español, y, como un francés heterodoxo que escribe en español, dedicarme a verlo todo desde fuera, y esperar a que España pueda ser al fin un país normal.