El calvario de las madres solteras
Rebeca Hortigüela
Rabat | Noviembre 2018
Conocer a Amina conlleva sobrecogerse por sus ojos. Por su mirada. Es la mirada de alguien que ha llevado sobre sus hombros, durante 9 meses, el peso del abandono, de la soledad, del rechazo, de la culpa. Sobre todo de la culpa. Y del odio que percibía en las miradas de los demás, pero también el suyo propio: se odiaba a sí misma y a la criatura que llevaba dentro.
Amina (nombre supuesto) se quedó embarazada de su pareja con 37 años. Es de una aldea muy pequeña de Marruecos, un ‘douar’ cercano a Kenitra. Su compañero la abandonó cuando le confesó que esperaba un hijo suyo. Y fue en ese momento cuando llegó el rechazo de su entorno: de su familia, de sus vecinos y de sus amigos. Se había convertido en una ‘chica fácil’, en una ‘indeseable’, como se llama en el país magrebí a la mujeres que se quedan embarazadas fuera del matrimonio. El bebé que llevaba en su vientre era un ‘hijo del pecado’.
Decidió seguir adelante con el embarazo. Encontró cobijo en el apartamento que la asociación ‘100% Mamans’ (Cien por cien mamás) tiene en Tánger para mujeres que, como Amina, deciden ser madres solteras. Les dan un hogar, cuidados sanitarios y cariño. El suficiente para que dejen de sentirse culpables y empiecen a amar a su bebé. “En cuanto vi al niño recordé lo que era ser feliz. Ahora solo quiero estar con mi hijo, ser una buena madre y olvidar todo lo que he pasado”, reconoce Amina recostada en la cama del apartamento, mientras sostiene con ternura en sus brazos a un niño de dos meses. Su familia no sabe que está allí. Y no quiere que lo sepan.
En Marrruecos nacen al año casi 50.000 bebés fruto de relaciones no maritales
Pero no todas las mujeres pueden o, quizás no quieren, sacar de sus entrañas la fuerza con la que Amina se enfrentó a su familia y dejó atrás todo. Para las más jóvenes, sacar adelante a un niño dentro de una familia conservadora, con padres y hermanos que jamás permitirían que su hija o hermana fuera considerada una ‘mujer indeseable’, es algo inviable. No les queda otra que abortar de forma clandestina: el aborto solo es legal en Marruecos en caso de violación, malformaciones, problemas de salud mental de la madre o en caso de que la vida de la madre corra peligro. Si no tienen recursos para acudir a una clínica, se ven obligadas a abandonar a la criatura después de dar a luz en secreto.
En el país magrebí nacen al año casi 50.000 bebes fruto de relaciones extramatrimoniales, 123 al día. Cada día, 24 son abandonados, según datos de un informe sobre madres solteras de INSAF, una asociación marroquí que trabaja por los derechos de los niños y las madres solteras. Solo en Casablanca, 300 niños se abandonan cada año en los contenedores de basura, según informaba una investigación del periódico francés ‘Le Monde’.
Muchas de estas madres son víctimas de violaciones o se ven abandonadas por sus parejas cuando se quedan embarazadas, como le ocurrió a Amina. Muchas vienen de “áreas rurales dónde las mujeres no tienen acceso ni a una consulta prenatal ni a atención posparto”, señala la Asociación Marroquí de Planificación Familiar (AMPF). O no tienen la posibilidad de abortar, por falta de recursos o de información. Llevan su embarazo a escondidas durante nueve meses, dan a luz solas y después abandonan al recién nacido. No solo tienen que ocultar su condición a su familia, sino incluso al Estado: tener relaciones sin estar casado está castigado por la ley.
En Marruecos se practican 600-800 abortos clandestinos al día, muchos con graves riesgos
La prohibición del aborto y de las relaciones sexuales fuera del matrimonio tienen como consecuencia centenares de interrupciones ilegales del embarazo al día. Se practican entre 600 y 800 abortos clandestinos todos los días en Marruecos. Y, dependiendo de los meses transcurridos, el coste oscila entre los 2.000 y los 10.000 dirhams (entre 200 y 1000 euros). “Algunos abortos los practican médicos y otros, santones o ‘charlatanes’ sin ningún criterio médico, sin anestesia, que ponen en peligro la vida de la mujer y, en numerosas ocasiones, les dejan secuelas físicas, psíquicas y sociales de por vida”, afirma Chafik Chraïbi, presidente de la Asociación Marroquí de Lucha contra el Aborto Clandestino (AMLAC). Para este ginecólogo, legalizar el aborto es un asunto de prioridad nacional. Defender esta postura le costó su puesto como jefe de Maternidad en el prestigioso Hospital Les Orangers de Rabat.
«En los países donde el aborto está completamente prohibido o se permite solo para salvar la vida de la mujer o preservar su salud física, solo uno de cada cuatro abortos es seguro», asegura una investigación llevada a cabo por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Instituto Guttmacher, dedicado a cuestiones vinculadas a la salud reproductiva en todo el mundo.
El proyecto de ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo lleva en el Parlamento marroquí desde mayo de 2016, pero, según cuenta Chraïbi, “no se ha avanzado nada porque las autoridades marroquíes no le dan ninguna prioridad a este problema”. “No es una cuestión de religión: no hay ni un solo verso en el Corán que prohíba el aborto. Solo interpretaciones. Es una mera cuestión de voluntad política y de darle la importancia que se merece”, explica.
“Mientras tanto —sigue narrando este doctor especializado en ginecología—, las consecuencias son alarmantes: muerte de la madre durante la interrupción, intoxicaciones, graves secuelas en los genitales de por vida, suicidios de mujeres que tienen miedo al rechazo social, ‘crímenes de honor’ por parte de familiares cercanos —padres, hermanos, primos— y encarcelamientos de los médicos y enfermeras que realizan abortos de forma clandestina e ilegal”. Chraïbi denuncia a menudo en a prensa la amenaza de los crímenes de honor, aunque a diferencia de lo que ocurre en los países al este de Egipto, la práctica no está documentada en Marruecos.
Pesa el estigma, la carga mental, la culpa, el sentirse responsable de haber cometido un pecado
Un médico que practica el aborto clandestino en Casablanca, que no quiere revelar su identidad, contaba en una entrevista a un medio local los riesgos a los que se enfrenta a diario: año y medio de prisión, cese de su profesión y amenazas de los familiares de la mujer. Una práctica muy común en estos casos es hacer firmar a las mujeres que acuden a él para interrumpir el embarazo un certificado que indica que acudió a la clínica con una fuerte hemorragia. Con este documento puede probar, en caso de denuncia, que la mujer estaba sufriendo un aborto espontáneo, o incluso protegerse si la paciente muere durante la intervención.
Los expertos en la materia insisten en que “ninguna mujer aborta por placer”. Y la necesidad de legalizarlo y formar a los médicos para practicar abortos seguros debería ser una de las principales prioridades en la agenda política marroquí, insisten.
‘Hchuma’: vergüenza
Para algunos defensores de los derechos humanos, la legalización del aborto tendría que ir de la mano con la legalización de las relaciones sexuales extraconyugales. Así lo ha pedido en el Parlamento en más de una ocasión la AMDH, la asociación por los derechos humanos más combativa de Marruecos, que califica como “hipócrita” el artículo 490 del Código Penal que establece penas de entre un mes y un año de prisión para todo aquel que tenga relaciones fuera del matrimonio. Y aunque raramente se aplica esta pena de cárcel, sigue ahí en forma de amenaza legal, como medio de chantaje en manos de cualquier conocido o, por supuesto, de la propia policía.
La organización Mobilising for Rights Associates (MRA), con sede en Rabat y especializada en los derechos de las mujeres, denuncia que el artículo 490 es más injusto para las mujeres, “ya que a los hombres solo les afecta si la policía les pilla en medio del acto sexual. Si no, no lo pueden probar». «Sin embargo, las mujeres pueden ser violadas, quedarse embarazas, sus maridos les pueden pedir un certificado de virginidad para comprobar si han tenido relaciones sexuales antes de casarse con ellas, o comprueban el sangrado durante la noche de bodas” explica la responsable de MRA, una organización que lleva 18 años trabajando en Marruecos —sus siglas significan ‘mujer’ en árabe— y que también tiene proyectos en otros países del Magreb.
Además de lo físico, está la «hchuma» —vergüenza en idioma magrebí—, el estigma, la carga mental, la culpa, el sentirse responsable de haber cometido un pecado, de haber hecho algo completamente ilegal. A esto se añade una terrible presión familiar. Todas las madres solteras en el centro de 100% Mamans de Tánger relatan haber sido repudiadas por sus familiares, incluso amenazadas por sus primos y hermanos. No les sucedió lo mismo a los hombres que les dejaron embarazadas.
Volver a ser virgen
“No importa lo que una mujer haya logrado en su vida: juzgamos su valor por esta membrana tan frágil que es el himen. En algunos círculos, una niña no virgen es inmediatamente asimilada a una prostituta», afirma Soumaya Naamane Guessous, una socióloga especializada en cuestiones de mujer. En consecuencia, todo vale para preservar esa membrana… o recuperarla si se ha perdido. Muchas mujeres se reconstruyen el himen para la noche de boda o incluso antes, si sus futuros maridos les exigen un certificado de virginidad.
La himenoplastia es una práctica legal muy común en las principales ciudades de Marruecos. Casi todos las clínicas ginecológicas realizan esta operación. Se ofrecen dos modelos: en la forma provisional, la intervención se lleva a cabo tres o cuatro días antes de la boda y vale entorno a 250 euros. La definitiva, más real, hay que hacerla unos meses antes de la siguiente relación sexual para dejar que cure la herida. Su coste es de unos 500 euros.
La forma más barata, pero no la más creíble, de volver a ser virgen es un ‘himen chino’
Por último, para engañar a los maridos por poco dinero existen los hímenes chinos. Se trata de una artilugio fabricado con “un polvo natural rojo encerrado entre dos membranas de celulosa que se disuelven bajo la influencia del calor corporal, la humedad y las secreciones vaginales”. Durante la penetración suelta un líquido parecido a la sangre, tal y como lo explican en una pagina web que vende este tipo de membranas por internet. Se coloca 15 minutos antes de la penetración a unos siete centímetros de profundidad. Estos hímenes chinos, diseñados por primera vez por un japonés, pero comercializados sobre todo por China, tienen un coste de 20 dólares. Es la forma más sencilla de volver a ser virgen. Aunque no la más creíble.
La intimidad femenina, asuntos como la menstruación, la vagina, el clítoris, la virginidad o el himen, son completamente tabú en la sociedad marroquí. La palabra marroquí para vulva (tabbún) tiene una connotación extremamente vergonzante y casi no hay mujer que se atreva a pronunciarla. Y muchos menos ‘clítoris’: algunas probablemente no sepan siquiera lo que es. Por su parte, los hombres desconocen por completo que una mujer puede ser virgen y no necesariamente sangrar la primera vez que tiene relaciones sexuales.
Hicham Houdaïfa, un periodista y escritor marroquí amante de los derechos de las mujeres, cree que “la educación sexual, que la escuela pública marroquí todavía se niega a proporcionar, es la única vía posible para la liberación sexual de los hombres y de las mujeres». También es imperativo trabajar el empoderamiento financiero de las mujeres para que puedan cuidarse a sí mismas, sin tener que practicar la prostitución o la mendicidad, opina el reportero.
«Es necesario que las asociaciones de la sociedad civil, apoyadas por fondos estatales, se ocupen de estas mujeres, no solo en términos de crisis (embarazo, primeros meses de nacimiento, dificultades administrativas …), sino en un proyecto de vida donde el componente económico sea crucial”, concluye Houdaïfa, que hace poco publicó un libro sobre las mujeres del Marruecos profundo, bajo el título duro A la mujer y a la mula, vara dura.
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