Reportaje

Ser gay es más grave que ser violento

Elena González
Elena González
· 11 minutos
Manifestación antigay en Beni Mellal (Abril 2016) | © Elena González
Manifestación antigay en Beni Mellal (Abril 2016) | © Elena González

Rabat / Beni Mellal | Mayo 2016

Abdelaziz R., de 37 años, fue condenado por homosexualidad a cuatro meses de prisión -en suspenso- en el tribunal de Beni Mellal, en el centro del país. En cierta medida, tuvo suerte: En Marruecos, la homosexualidad es un delito que se castiga con penas de entre seis meses y tres años de cárcel. Así lo exige el artículo 489 del Código Penal, si bien no se aplica con demasiada frecuencia.

Pero el caso de Abdelaziz ha tenido una amplia repercusión mediática en Marruecos por la manera de llegar al banquillo: el hombre fue golpeado y exhibido desnudo en público, junto a su pareja, por un grupo de vecinos del barrio de Aït Thaysh, donde se produjo el asalto. Todo se grabó en vídeo. En la cinta, que fue difundida masivamente en las redes sociales a finales de marzo, aparece un grupo de jóvenes atacando a una pareja de hombres desnudos y ensangrentados en el interior de una vivienda. Luego los arrastran desnudos a la calle

“Ha sido la presión mediática la que ha conseguido rebajar la pena a los homosexuales”

También los agresores pasaron por el tribunal. Escucharon un veredicto por “agresión con arma blanca, allanamiento de morada y publicación de un vídeo contra la moral”. Dos de ellos recibieron el pasado 11 de abril una condena de cuatro y seis meses de prisión firme y otros dos fueron exculpados. El compañero de Abdelaziz, Abdelah B., de 54 años, arrestado el pasado 9 de marzo, fue condenado una semana más tarde a cuatro meses de prisión, algo que pasó inadvertido hasta la difusión del vídeo, dos semanas más tarde. La pena para sus agresores fue exactamente la mitad: dos meses.

Los acusados recurrieron y en la sesión de apelación en abril, tanto Abdelaziz como Abdelah recibieron 3 meses de prisión en suspenso, quedando ambos en libertad. “Ha sido la presión mediática la que ha conseguido este cambio de rumbo en el veredicto”, señala Ibtissame Lachgar, fundadora del colectivo MALI por las libertades individuales. Pero pasado ese mismo revuelo en la prensa extranjera, el pasado 20 de mayo el tribunal de apelación de Beni Mellal también revisó a la baja la condena de los agresores: un mes menos de prisión para cada uno.

Es imposible encontrar en el barrio a alguien que defienda a los dos condenados por homosexualidad

Es imposible encontrar en el barrio a alguien que defienda a los dos condenados por homosexualidad. El ambiente es de abierta hostilidad hacia ellos. Son viejos conocidos del barrio, y no sólo por su opción sexual. El puesto de chucherías que regenta Abdelaziz R. en la Avenida Bagdad de Aït Thaysh continúa cerrado desde su detención, con la persiana metálica echada hasta abajo. En la puerta se han reunido algunos de los vecinos que han estado manifestándose para pedir que liberen a los agresores. Allí enumeran la lista de altercados en el barrio que atribuyen al condenado: peleas, ebriedad y acoso sexual. “No podemos permitir que alguien como él, que bebe y que se acuesta con hombres, venda caramelos a los niños”, explica Mustapha, un vecino, junto al puesto de chucherías.

Según Brahim Hassala, abogado de Abdelaziz, el acusado ya cumplió un año de prisión en 2011 por homosexualidad e intento de violación. De acuerdo con un informe policial que cita el semanario TelQuel, la víctima fue un menor con discapacidad.  El semanario también da cuenta de los antecedentes de Abdelah B. por prenderle fuego a una vivienda y por ebriedad en la vía pública.

“Quizás habría pasado inadvertido en una ciudad como Rabat o Casablanca, pero aquí se conoce todo el mundo. Todos saben lo que hace el de la puerta de al lado. Ellos no son buena gente”, asegura Aziz, otro de los vecinos. “No está bien lo que hace, tiene mala fama en el barrio, pero es cierto que tampoco se puede llegar al extremo de esta agresión”, añade Issam.

“No estaban en un espacio público. Estaban en una vivienda, y cada uno puede hacer en su casa lo que le plazca, es una libertad individual”, se indigna Brahim Hassala. Lo habitual es que los abogados nieguen la homosexualidad de sus clientes. Muchos aseguran que jamás defenderían a alguien que se declara homosexual, pero la línea de defensa del letrado Hassala es distinta.

“¡No queremos homosexuales aquí! ¡Deshonráis el islam! ¡Animáis a la homosexualidad!”

Su defendido admite que es homosexual, cuenta el abogado. Pero Hassala va más allá y ha pedido la derogación del artículo 489: “En todos los países democráticos eso no existe. Cuando la gente es adulta y hay consentimiento, ¿por qué condenarles? Además, la homosexualidad no es un crimen. Somos como somos. Es la voluntad de Dios. Yo he pedido la exculpación, pero la sentencia no está mal. Podría haber sido peor”, explica.

Durante la tarde del juicio a Abdelaziz y a sus agresores, el 11 de abril, un centenar de personas sale a manifestarse frente al tribunal, gritando “Basta de homosexualidad”. Acusan al Estado de querer normalizar esta opción sexual y exigen la libertad de los cuatro agresores. Megáfono en mano, Abdalah Mudalajr, del Colectivo Karama (‘Dignidad’), anima a los manifestantes: “¡No queremos homosexuales aquí! ¡Deshonráis el islam! ¡Animáis a la homosexualidad!”.

Ante la prensa extranjera, el líder de esta asociación vinculada a los islamistas del barrio de Aït Thaysh donde se produjo la agresión, modera su discurso: “Que vivan su vida privada como quieran, pero que no salgan en un barrio tan pequeño, que no vayan abrazados delante de la gente. Eso está bien en Francia o en España, pero no aquí”, comenta.

Por si no hubiera suficiente ruido con el caso, hacia la una de la tarde del día del juicio, el 11 de abril, dos activistas de Femen se presentaron con los senos desnudos en Beni Mellal. Fueron arrestadas por la policía en medio de los insultos de los manifestantes. Las dos activistas, “Gala” y “Lola”, fueron expulsadas del país acusadas de “atentar contra la moral”. El comunicado de la wilaya (oficina del gobernador regional) indica que “pertenecen a una organización extranjera que predica la depravación de las costumbres”.

No era la primera aparición de las famosas activistas del desnudo en Marruecos. En junio del año pasado, el Gobierno expulsó a otras dos integrantes de Femen Francia que se besaron con el torso desnudo en el mausoleo Hassan II de Rabat para exigir derechos para el colectivo de gays y lesbianas. Los colectivos en defensa de la libertad sexual en Marruecos se encuentran divididos sobre la pertinencia de las manifestaciones de la organización. Una parte de ellos cree que el tipo de acciones de Femen son perjudiciales para avanzar en la aceptación social de sus derechos y otros opinan que son muy necesarias como revulsivo.

La región de Beni Mellal, entre el Medio Atlas y la llanura de Tadla, es conocido por ser una de las cunas de la emigración. De aquí salieron miles de los marroquíes que emigraron a Francia en los años 70 y a Italia y a España en los 90. Muchos han vuelto por la crisis económica en Europa, pero siguen pensando en regresar a España algún día. “Aquí no hay trabajo, no hay nada que hacer y cuando el diablo no tiene nada que hacer, ya se sabe. Estos chicos, los agresores, todavía no tienen la cabeza amueblada, son muy jóvenes”, explica Mohamed para justificar la agresión.

20 ONG marroquíes firmaron un manifiesto que pedía la libertad para los dos homosexuales

En 2014 se inauguró el aeropuerto de Beni Mellal y hace menos de un año que se ha abierto la autovía A8 que comunica esta ciudad del centro de Marruecos con Casablanca. Hasta entonces, recorrer los 230 kilómetros de distancia que separan este municipio de 192.000 habitantes de la macro urbe y capital económica del país era una aventura por pistas mal asfaltadas y peor mantenidas y carreteras secundarias apenas iluminadas.

Todavía no hay fecha, en cambio, para acortar distancias entre ese Marruecos del barrio marginal y conservador de Aït Thaysh de Beni Mellal y ese otro Marruecos de los colectivos que se han movilizado pidiendo la derogación del artículo 489 del código penal que criminaliza la homosexualidad. Pese al amplio rechazo social en el país de esta opción sexual, 20 ONG marroquíes firmaron un manifiesto en el que pedían la libertad para los dos homosexuales.

A ellos se ha sumó la organización internacional Human Rights Watch, denunciando en un comunicado que la Justicia marroquí persiga a dos personas agredidas en su propio domicilio que mantienen una relación consentida: “Perseguirlos muestra la determinación de las autoridades marroquíes de reforzar las leyes antihomosexualidad”.

Y no parece que esta persecución, relativamente reciente, vaya a suavizarse: a últimos de mayo, la policía detuvo a dos hombres que mantuvieron relaciones sexuales en un coche, cerca de la ciudad de Gulimim en el extremo sur de Marruecos, según relata el diario digital Alyoum24. La Fiscalía interpuso denuncia y los chicos fueron condenados en primera instancia a seis meses de prisión, aunque han recurrido la sentencia. Según señala el colectivo Aswat, ningún abogado ha querido asumir su defensa.

Retroceso

Marruecos fue el segundo país del llamado mundo árabe, después de Líbano, que abrió un debate público sobre la homosexualidad. Aunque el artículo 489 del Código Penal mantiene una pena de entre 6 meses y 3 años de cárcel, en la primera década del siglo XXI, apenas se aplicaba y el escritor marroquí Abdellah Taïa, residente en París, salió del armario en 2007 apareciendo en portada del influyente semanario TelQuel, con la leyenda: Homosexual. Por y contra todos. Más tarde fue invitado a la televisión pública marroquí, donde defendía su opción sexual. La ley parecía una cosa del pasado.

En 2010, el activista Samir Bargachi editó una revista dedicada a los homosexuales, cuya edición el papel se distribuía en una edición limitada entre los simpatizantes. Era sólo semiclandestina: la policía no interfería. Y grupos como MALI, fundado por Zineb El Rhazoui e Ibtissame Lachgar, pedían públicamente la abolición del artículo 489. Lo siguen haciendo hoy. Pero la presión social, fomentada por movimientos islamistas, y también la policial, parece haber ido en aumento en los últimos años.
Prueba de ello es la discreta actividad de grupos en defensa del colectivo LGTB como Aswat. En el último año, tras el escándalo de las dos activistas de Femen expulsadas en Marruecos por exhibir el pecho desnudo en el mausoleo de Mohamed V y la detención y acoso a algunos de sus miembros, el grupo ha abandonado la idea de llevar a cabo cualquier actividad pública y se limita a dar asesoramiento y a publicar comunicados con casos graves de agresiones a homosexuales».

Esta homofobia es relativamente reciente en Marruecos: el músem (romería) tradicional de  Sidi Ali Ben Hamdush, cerca de Meknés, siempre ha sido un punto de encuentro de homosexuales, que no se cortaban en absoluto en pasearse durante estos días por la calle, incluso vestidos de mujer. Eran otros tiempos.

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