Marwan
«No nos levantamos a escribir canciones sociales»
Alejandro Luque
Segovia | Septiembre 2015
Viene de tocar en Barcelona y, sin tiempo apenas para echarse algo en el estómago y estirar las piernas, se sube al escenario con Benjamín Prado para clausurar el Hay Festival de Segovia ante más de 300 personas, en un acto patrocinado por la Fundación José Manuel Lara. Hasta no hace mucho, Marwan, madrileño de 1979, Marwan Abu-Tahoun Recio en el carné, solía actuar para aforos bastante más reducidos. ¿Qué ha pasado para multiplicar de ese modo su público? Por increíble que parezca, una incursión en la poesía.
En efecto, en 2011 se autoeditó en el sello Origami La triste historia de tu cuerpo sobre el mío, un poemario que, gracias a un goteo constante y a los ejemplares que se van vendiendo en sus conciertos, ha alcanzado mareantes cifras de ventas. Después de publicar el año pasado el disco-libro Apuntes sobre mi paso por el invierno, Marwan fichó por Planeta, y el contrato se ha materializado recientemente con Todos mis futuros son contigo.
Hijo de palestino y española. ¿De qué modo le marcó su parte palestina?
Supongo que en mi cultura general no mucho, ya que nací y viví siempre en España, y mis costumbres son básicamente españolas y europeas. Pero poseo cierto conocimiento de aquella tierra, ya que he estado muchas veces allí. Lo que ocurre es que mi padre se fue españolizando muy pronto: dejó de ser musulmán al venir, y habla tan bien español que no piensas que venga de fuera, para nada.
«En mi casa se oía música árabe sin parar; no entendíamos ni papa pero nos gustaba»
¿Qué música se escuchaba en su casa? ¿Quién tenía el control sobre el tocadiscos?
Se oía música árabe sin parar, eso sí es verdad. No entendíamos ni papa de lo que decían, pero a mi hermano y a mí nos gustaba mucho. Mi madre nos ponía mucho Serrat, Víctor Manuel, Ana Belén… Y mi hermano y yo escuchábamos Europe y Bon Jovi, Madonna, Michael Jackson… Siempre he pensado que mi cultura musical ochentera es la mejor posible.
¿Nunca llegó su padre a enseñarles el árabe?
No, pero con el tiempo he ido aprendiendo un poco. Tengo muy buen oído y se me quedan un montón de expresiones.
Se crió en Aluche. ¿Tuvo alguna vez sensación de ser extraño para sus vecinos por esa ascendencia árabe?
No, sensación de gueto no tuve ninguna, aquello no era en absoluto como lo que cuentan los inmigrantes árabes en Francia. Tuvimos una vida normal, como la de cualquier vecino. Mi nombre sí sonaba un poco raro, llamaba la atención. De hecho, la gente nunca ha sabido pronunciarlo bien, me llaman de todas las variantes que puedas imaginar.
¿Cómo fue para usted actuar en Ramala?
«En Ramalá sentí mucho mi raíz, la mitad de lo que soy, como aquí siento que tengo la otra mitad»
Fue muy bien, algo muy emotivo. Llegamos dos semanas después de los bombardeos de la operación Plomo Fundido, que fue muy duro, y temíamos que el viaje fuera difícil. Pero tanto yo como Javier Álvarez o Carlos Chaouen, que venía conmigo, terminamos muy emocionados con la experiencia. La gente nos acogió de maravilla, y personalmente sentí mucho mi raíz, la mitad de lo que soy, como aquí siento que tengo la otra mitad.
Poco antes había cantado en Jerusalén. ¿Fue muy distinto?
Sí, en cierto modo sí, fue más tranquilo todo. Y yo no estaba tan sensible. Pero fue también bonito, había muchos cooperantes, también españoles, palestinos… Disfrutamos mucho.
Saber que la causa palestina tiene tantas adhesiones en el mundo, y comprobar sin embargo lo poco que mejora la situación real en la zona, ¿no es un motivo para el escepticismo?
Creo que tener la simpatía de mucha gente crea una sensación de bienestar, independientemente de lo que consigas luego. Saber que tu causa es justa y que mucha gente la aplaude es bueno. Que luego los poderosos, los gobiernos, hagan otra cosa, es algo que no colabora en que haya una situación de paz duradera.
¿Cree que Podemos y movimientos afines van a volver a politizar la canción de autor?
No sé, me parece que es difícil que la música se politice. Vivimos tiempos extraños, no nos levantamos a escribir canciones sociales. Aunque yo tenga alguna letra reivindicativa, y gente como Quique González o Pedro Guerra, no hay una gran corriente que mire a la poesía social. Podría ser un gran momento para ello, pero parece que estamos demasiado acomodados y preferimos hablar de lo relacional.
¿Cómo vive un aficionado a la poesía la experiencia de vender más que José Hierro y Claudio Rodríguez juntos, por decir dos grandes nombres?
«Hay quien me ha conocido a través de mis poemas y dice: “Vaya, no sabía que también cantabas”»
Con alegría y sorpresa. Hice 500 copias de mi primer libro con una editorial gaditana, Origami, se vendieron varias ediciones, y luego lancé la mía propia, que llegó a tener doce ediciones. Lo he vivido con asombro, hasta alcanzar las 30.000 copias, sobre todo porque soy principalmente músico. De hecho, me hace gracia que gente que me ha conocido a través de mis poemas me diga ahora, “vaya, no sabía que también cantabas”.
¿Cree que son públicos diferentes, el suyo y el que lee a Góngora y Quevedo?
Seguramente sí. Yo no tengo ni la mitad del nivel de los clásicos o de los grandes nombres que has mencionado antes, mi poesía es muy cercana, muy prosaica incluso, y sobre todo soy un principiante. Pero me consta que mucha gente joven se acerca a ella con interés, y puede ser un buen escalón para llegar, qué sé yo, a Neruda, y a partir de ahí a cosas más desarrolladas. Creo que ahora, con el respaldo de Planeta, todo va a seguir creciendo.
Un principiante si excluimos las letras de las canciones como trabajo poético, ¿no?
Sí, supongo que una carrera de músico de tantísimo tiempo, currando las letras y siempre con una intención que podemos llamar poética, puede contar algo.
¿Quién le mira ahora con más recelo, los poetas o los músicos?
En cualquier mundo laboral, sea un hospital o un colegio, se dan conflictos de egos, y más en el campo artístico. Hay quien, en efecto, te mira de reojo, y sé que a veces me ponen a caldo. Gente que tiene envidia o simplemente que le parece que mi poesía no está a la altura. Pero creo que es peor para ellos. Con 25 años lo hubiera pasado mal quizá, pero con 36 me siento con más armas para reaccionar, y sé que las críticas hablan más del que critica que del criticado. En todo caso, debo decir que en general me siento muy respetado.
«Ha habido muchos cantautores amateur, que con dos canciones ya se subía a un escenario»
¿Cree que la canción de autor atraviesa un buen momento?
Hay un movimiento brutal de gente que florece a tope, como Rafa Pons y Luis Ramiro, que son auténticos genios, u otros más jóvenes como Funambulista, Andrés Suárez, Rozalén. Y además siguen los más veteranos, como Pedro Guerra o Ismael Serrano…
¿Han logrado desterrar por fin los prejuicios negativos del género? Ya sabe, esos motes de plastautor, cansautor…
Es verdad que estamos más considerados, pero al mismo tiempo esos motes nos los merecemos un poco, ¿eh? Ha habido muchos cantautores amateur, gente que con dos canciones ya se subía a un escenario, claro, como no necesitas ensayar con una banda ni nada, te basta con tu guitarra y tu voz… Pero nunca me ha importado la etiqueta de cantautor, la llevo con mucho orgullo. Y las otras denominaciones me hacen más gracia que a nadie.
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