Mona Eltahawy
«Es más fácil elegir llevar hiyab que elegir quitárselo»
Alejandro Luque
Sevilla | Marzo 2019
Mona Eltahawy (Port Said, Egipto, 1967) no pasa precisamente desapercibida: ni por su aspecto físico (melena rojo fuego, vistoso vestido, brazos tatuados) ni por su discurso rotundo, directo. Egipcia afincada en Nueva York, se ha erigido en una de las voces más influyentes del feminismo mundial con su libro El himen y el hiyab. Por qué el mundo árabe necesita una revolución sexual (Capitán Swing), en el que reflexiona acerca de las múltiples formas de opresión de las que son objeto las mujeres, tanto dentro como fuera del islam. Presentó el libro (un extracto aquí), galardonado con el premio Estado Crítico 2018, en la Fundación Tres Culturas de Sevilla a últimos de marzo.
Para mucha gente, esta sería una situación violenta: yo soy un varón, usted una fémina, estamos hablando frente a frente y usted muestra su cabello. ¿Es ese el problema?
Las mujeres llevan el hiyab –velo que cubre la cabeza de la mujer, dejando solo al descubierto el óvalo de la cara– por diferentes motivos. Mi madre, por devoción: piensa que es una obligación religiosa. Yo discrepo de ella, y ella discrepa de mí. Mi hermana lleva hiyab para decirle «Iros a tomar por culo» a los racistas. Quiere que ellos vean que es musulmana. También discrepo de ella. Yo decidí llevar hiyab cuando tenía 16 años y decidí quitármelo cuando tenía 25. Y tardé ocho en quitármelo. Estas elecciones son difíciles, no es algo fácil de hacer. Es más fácil elegir llevarlo que elegir quitárselo.
Pero estamos de acuerdo en que el problema es, en todo caso, mostrar el pelo, que se supone que excita la líbido de los varones.
«El patriarcado utiliza el cuerpo de la mujer como campo de batalla de sus peones»
Es el mismo motivo por el que las mujeres ultraortodoxas judías se cubren el pelo y llevan ropa «decente», por el que las monjas se tapan el pelo, por el que a la Virgen María siempre se la representa con el pelo tapado. Mi explicación es que el patriarcado otorga a los hombres control sobre el cuerpo de las mujeres, y permite que un hombre le diga a una mujer: «Me gusta tu pelo». Es muy, muy raro que lo haga una mujer. Aunque más mujeres deberían hacerlo. Yo debería decir: «Me gusta tu camiseta». Debería ser un intercambio entre iguales. Pero no lo es. El campo de juego no está nivelado. En todo el mundo, el patriarcado utiliza el cuerpo de la mujer como campo de batalla de sus peones. Para señalar: ella es musulmana, ella es judía. Para controlar cuando se trata de derechos reproductivos, del aborto, de cómo vestimos, cómo tenemos sexo, qué hacemos después, si deberíamos poder tener sexo…
Pensar que si una mujer no se cubre el pelo se expone a que la asalten los hombres es una humillación para usted, pero también lo es para mí…
¡Exacto!
… pero los hombres no siempre lo entienden así. ¿Por qué?
Porque el patriarcado impone roles sexuales muy, muy estrictos. Crea un estereotipo de cómo es un hombre, y a la vez es contradictorio: le dice al hombre que es poderoso, que es un macho, que controla el mundo, y al mismo tiempo le dice que es tan débil que si ve a una mujer vestida de cierta manera, no podría resistirse. Y no es solo el hiyab: en muchos juicios por violación, en cualquier parte del mundo, incluso hoy, cuando una mujer acusa a un hombre de violación, a menudo se le pregunta: «¿Qué llevaba usted?»: se sugiere que llevaba algo que incitaba, tentaba al hombre y justificaba su violencia sexual. Y de nuevo, con eso, los hombres deberían sentirse humillados. No son niños. Deberían saber controlarse. Por eso les digo a los hombres: el patriarcado también os perjudica. No os permite un pleno espectro de emociones, no permite a los hombres ser emocionales, no les permite llorar, no les permite expresar amor entre ellos. Estamos hablando de valores heteronormativos, ¿no?
Sí, así es…
Masculinidad tóxica: tenemos que ir y darnos de hostias. ¿Por qué? ¿Por qué los hombres no pueden besarse? ¿Por qué un hombre no puede abrazar a otro ni decirle «te quiero»? Todo eso es parte de la lucha contra el patriarcado.
¿Puede resumirnos su experiencia de nueve años llevando hiyab?
«Masculinidad tóxica: tenemos que darnos de hostias. ¿Por qué los hombres no pueden besarse?»
Yo decidí llevar hiyab cuando tenía 16 porque en esa época creía que era una obligación del islam. Luego dejé de creer esto. Pero echaba de menos el viento en mi pelo. Me sentía sofocada. Hay mujeres a las que les encanta llevar el hiyab. A mí eso no me pasaba. Ellas podrán hablar de su experiencia, yo hablo de la mía. Mi experiencia es que no me sentía cómoda llevando hiyab y quería quitármelo. Y para mí es importante hablar abiertamente de mi experiencia. Porque, a menudo, una mujer musulmana se supone que representa a todas. Y eso no es justo. Yo hablo por mí, no represento a todas las mujeres musulmanas. Pero en la prensa, y muy a menudo también en la comunidad musulmana, el hiyab equivale a mujer musulmana. ¡Y ya está! ¡Eso es todo lo que se me permite ser!
Como si fueran soldados de la fe…
¡Exacto! ¡Y yo soy más que mi hiyab! Soy más que lo que tengo en la cabeza y lo que tengo entre las piernas. Por eso he titulado mi libro así: somos más que un hiyab y más que un himen. Por eso me gustaría que la prensa, cuando entreviste a mujeres musulmanas, tomara a una mujer con hiyab y una sin hiyab. ¡Porque existimos! Juntas en la misma familia: mi madre, mi hermana y yo. Por eso me gustaría complicar la imagen de la mujer musulmana: cuando complicas, humanizas. Cuando estereotipas, deshumanizas.
Cuando usted se quitó el hiyab ¿fue como desnudarse?
No tanto, pero fue muy complicado. Porque yo estaba muy acostumbrada a estar en la calle con mi hiyab puesto. E incluso un año o dos después de quitármelo, a veces me olvidaba de que ya me lo había quitado y me asustaba: «Oh, no me he puesto el hiyab…» Porque era algo muy presente en mi vida. Era muy difícil, pero he conocido últimamente a mujeres que se lo han quitado después de treinta años. Sé lo difícil que puede ser, porque la gente te asocia a ello. Cuando veo un caso así, le escribo y le digo: «Mira, sé por lo que estás pasando; si quieres apoyo, yo estoy aquí». Pero no les digo nunca «Qué bien se te ve» o «Oh, Dios, qué has hecho», porque es una gran carga para las mujeres musulmanas estar entre este hiyab sí o hiyab no.
La semana pasada estuve en Marruecos y vi a una bebé de tres años con hiyab puesto. ¿No es una sexualización de la infancia?
«La decencia es algo que se impone como carga a las mujeres, únicamente, no a los hombres»
Sí, eso es algo que rechazo totalmente. Rechazo la decencia como virtud para mujeres ultraortodoxas, monjas cristianas… para cualquiera. Porque la decencia es algo que se impone como carga a las mujeres y las niñas, únicamente, no a los hombres y niños. Pero con las niñas es especialmente preocupante. A menudo se oye decir: yo tengo hijas que han elegido el hiyab. ¿Cómo puede una niña elegir? No tiene potestad. Y si nos quejamos de las niñas a las que ponen en los concursos de belleza, niñas de seis años con peluquería y maquillaje, Miss Seis Años, eso es una terrible violación de los derechos de esta niña, que no tiene potestad para elegir si quiere ser miss. De la misma manera, creo yo, es una violación de los derechos de las niñas musulmanas ponerles un hiyab. ¿Por qué una niña de seis años lleva hiyab? ¿Qué necesidad tiene? Yo rechazo la decencia para mujeres y niñas.
¿Piensa que es un caso similar en España, en Europa, niñas muy pequeñas que llevan la parte de arriba del bikini, como si tuvieran que ocultar algo?
Sí. No se debe sexualizar a las niñas. Porque son jóvenes y no tienen la facultad, la potestad de decir «Yo quiero hacer esto». Por eso tenemos leyes contra el matrimonio por debajo de los 18 años. Porque no eres madura, hay muchas cosas que no puedes decidir por tu cuenta. Votar, casarse, beber alcohol, todo eso se hace después de los 18, y después de los 21 en algunos países. Todo, salvo el cuerpo de las niñas. El hiyab, tapar la sexualidad, exponer la sexualidad, la mutilación genital femenina, el matrimonio infantil, yo lo llamo violación de niñas, no es un matrimonio… Todo esto, incluida la circuncisión de los niños, también estoy en contra. La contradicción es decir: «No puedes votar hasta los 18 años, pero debes llevar hiyab».
Cuando yo era un niño era muy raro ver a chicas con hiyab en Marruecos, pero ahora, treinta años después, es hasta normal ver a mujeres con niqab –velo que solo permite ver los ojos de quien lo lleva. ¿Qué ha pasado desde los años ochenta?
«Lo primero que hacen algunas mujeres que se convierten es ponerse el hiyab, inmediatamente»
La influencia de Arabia Saudí. Especialmente para el niqab. Porque para el hiyab también era Irán. La revolución iraní: cuando los ayatolás impusieron el hiyab, se convirtió en un símbolo de la Revolución islámica. Y ahora las mujeres en Irán luchan contra el hiyab obligatorio, las hay que van a la cárcel en Irán por luchar contra el hiyab impuesto. Pero en el caso del niqab creo que es la influencia de Arabia Saudí, que practica una versión del islam ultraconservadora, llamado wahabi-salafismo. Pero el niqab es una cosa tribal anterior al islam, que existía en la Península arábiga. Arabia Saudí ha difundido su islam ultraconservador en todo el mundo y el incremento de mujeres que llevan niqab es un resultado de esto.
Gastan mucho dinero en esto, ¿no?
¡Y tanto que gastan, en todo el mundo! Y trabajan con grupos extremistas.
En Barcelona, usted se encontró con Brigitte Vasallo, que defiende el burkini, y con Miriam Hatibi, que defiende el hiyab. ¿Por qué cree usted que buscan la cercanía de una mujer como usted, que representa todo lo contrario a lo que ellas defienden?
[Risas] Eso se lo debería preguntar a ellas. No lo sé. Yo tuve conversaciones con Najat El Hachmi…
Ella es muy distinta, claro…
Creo que debería preguntar a Brigitte y a Miriam, pero si me pregunta, yo estoy feliz de hablar con mujeres muy distintas. Especialmente cuando son mujeres musulmanas. Porque es importante reconocer que las musulmanes no somos monolíticas. Tenemos diferencias. Sería como esperar que todas las feministas blancas estén de acuerdo. Y no lo están. Tienen posturas muy diferentes respecto al trabajo sexual, a la maternidad subrogada, temas políticamente importantes especialmente en España. Así, ¿por qué deberíamos estar de acuerdo las musulmanas? Discrepamos. Hay quien me dice que está de acuerdo conmigo salvo en un punto, o que está de acuerdo en la mitad de las cosas que digo. Y todo eso está muy bien.
¿Por qué cree que será que las conversas en España son las defensoras más convencidas del hiyab?
De nuevo debería preguntar a ellas. Mi experiencia con el hiyab no será la suya. Yo nací en una familia musulmana, crecí en ella. Gran parte de lo que soy ha sido formado por la manera en que me enseñaron el islam, por la cultura egipcia, la cultura saudí. También he vivido en Reino Unido, en Jerusalén, ahora vivo en Estados Unidos. Soy una mezcla de todo esto… A menudo, y eso sí me molesta, [esta actitud de las conversas] me recuerda que ser mujer musulmana equivale a llevar hiyab. Una de las primeras cosas que hacen algunas mujeres que se convierten es ponerse el hiyab. Inmediatamente. Es la señal de que ahora son musulmanas. Para alguna gente, esa es la señal de que son musulmanas, de hecho. Yo estoy en desacuerdo. Porque quiero que ser musulmana no equivalga automáticamente a llevar hiyab.
En la primavera árabe, primero veíamos muchas mujeres en las manifestaciones. Luego desaparecieron. ¿Qué ocurrió?
«El Estado oprime a mujeres y hombres, pero el Estado, la calle y el dormitorio oprimen juntos a las mujeres»
Eso pasa en todas las revoluciones: en la revolución argelina contra la ocupación francesa, en la egipcia.. incluso en la la revolución irlandesa de 1919. Hombres y mujeres se levantan juntos contra el Estado, contra el dictador en el palacio presidencial. Los hombres solo quieren luchar contra ese dictador, pero las mujeres tenemos dos dictadores más: el dictador en la calle y el dictador en el dormitorio. El dictador en el palacio presidencial, el Estado, oprime a todos, a mujeres y hombres. Pero el Estado, la calle y el dormitorio, todos juntos, oprimen a las mujeres. Por eso, mi revolución se dirige contra estos tres dictadores a la vez. La de los hombres, en su mayoría solo se dirige contra el del palacio presidencial. Esa no es mi revolución. La mía es contra lo que llamo la Trifecta, el triángulo de la misoginia.
Se ha dicho que usted, en un primer momento, apoyaba el golpe de Abdelfatah Sisi contra Mohamed Morsi en Egipto en julio de 2013. ¿Es cierto?
Cuando millones de egipcios salieron a la calle, y dos días más tarde se derrocó a Morsi, me parecía en un primer momento que era un movimiento popular. A Morsi se le echó para tener nuevas elecciones. Yo me oponía a Morsi desde mucho antes. Morsi, en noviembre de 2012, dio su propio golpe: suspendió la Constitución egipcia para crear otra nueva, hecha a medida de los Hermanos Musulmanes. De eso habla poca gente. Yo dije que esto era una golpe constitucional. Y muchos egipcios se le opusieron, porque se hizo obvio que en lugar de representar a la Revolución, que era por lo que se le había votado, empezó a representar a los Hermanos Musulmanes, algo para lo que no se le había votado.
Una cosa son las protestas en la calle, otra es que intervenga un militar, como el mariscal Sisi.
Mucha gente no sabe que Morsi promovió a Sisi. Se le había votado para representar al pueblo, y resulta que se alió con los militares contra el pueblo. Dio más poder a los militares, especialmente a Sisi, a quien nombró ministro de Defensa y jefe del Ejército. Les dio a los militares un montón de poder en la Constitución. Y ahora, ese hombre, al que Morsi había dado poder, va y lo derroca. Pero Morsi había creado ese monstruo.
Una rebelión encabezada por un monstruo… Difícil de aplaudir ¿no?
Lo dije en televisión, cuando lo derrocaron: Yo estoy contenta de que Morsi esté fuera pero, y eso es un pero muy importante, no quiero que los militares se pongan al mando. Una de las causas de la revolución era que el pueblo quería el fin del régimen, y el régimen es militar en Egipto. Dije que no quería ver a Sisi como presidente en Egipto. Si Sisi se convierte en nuestro nuevo dictador, dije, lucharé contra él igual que luché contra Morsi y contra Mubarak. ¿Ve lo que he tardado en explicar todo esto? Mucha gente solo ve lo que ocurrió el 3 de julio [de 2013] y dice: Mona apoyó el golpe. Pero eso es simplificar. Yo estoy en contra de los militares, estoy en contra de los Hermanos Musulmanes y estoy en contra de las dictaduras.
¿Y cómo ve la situación ahora, con Sisi al poder?
«Los militares son fascistas con un fusil y los Hermanos Musulmanes, fascistas con la religión»
Sisi es un fascista. Yo quiero que se acabe el fascismo en Egipto. Sisi es parte de los militares, y quiero que los militares abandonen la política egipcia. Durante demasiado tiempo, a los egipcios se les ha forzado a elegir entre los militares y los Hermanos Musulmanes. Para mí, los militares son fascistas con un fusil y los Hermanos, fascistas con la religión. Yo digo no a un fascismo y al otro. En España deberíais entender qué significa esto, porque la dictadura fascista de Franco recibió el apoyó de la dictadura fascista católica. Sabéis lo que es tener militares con religión, deberíais entender por qué lucho contra los militares y contra los Hermanos Musulmanes.
¿Podría defender la idea de un golpe, o el uso de la violencia, contra un Gobierno de los Hermanos Musulmanes?
No, yo no quiero violencia en política. El régimen ha utilizado violencia contra los Hermanos Musulmanes, y estoy en contra, al doscientos por cien. Derrocaron a Morsi en 3 de julio. El 13 de agosto del mismo año [2013], un mes y medio más tarde, hubo una gran manifestaciones en la plaza Rabaa y en la de Mada; eran simpatizantes de los Hermanos Musulmanes que querían que Morsi volviera al poder. Protestaron durante cinco o seis semanas. Militares y policías pusieron fin a esta protesta de forma muy violenta y masacraron a mil personas. Siguen utilizanda la violencia imponiéndoles la pena de muerte en juicios masivos a los Hermanos Musulmanes, los han declarado organización terrorista y les niegan el derecho de participar en política. Yo estoy en contra de esto.
¿Aceptaría, pues, que los Hermanos participen como un partido más en la política?
Aunque me opongo a los Hermanos Musulmanes, creo que todo egipcio tiene derecho a participar en política, sin violencia. Los militares han sido muy violentos y nadie ha rendido cuentas. Sisi orquestó la masacre. Sisi y, creo, otros siete generales, son responsables de la masacre de mil personas, y deben rendir cuentas ante la justicia por crímenes contra el pueblo egipcio.
En Argelia hubo un golpe contra un partido islamista, el FIS, en 1992. Si ahora los islamistas volvieran al poder ¿cómo reaccionar?
Creo que los argelinos saben, por su historia, qué significaría si los islamistas, armados, o extremistas, lleguen al poder o lo intenten. Argelia tiene una historia reciente muy sangrienta. Y tiene esa experiencia, al igual que las mujeres tienen la experiencia de luchar en una revolución y que luego les digan: muy bien, hasta luego, iros a casa… Ellas lucharon contra los franceses, y luego los hombres les dijeron hasta luego, lucharon contra el FIS y luego les dijeron hasta luego. Los argelinos en general tienen una memoria muy viva de lo que es la violencia de grupos islamista armados, y por lo que he visto hasta ahora en la actual revolución argelina es que en la calle hay familias: mujeres, hombres, niños, muy pacíficamente, exigiendo que Bouteflika no vuelva a presentarse a presidente.
¿Cree que tendrán éxito?
Ya ha dicho que no se presentará a una quinta legislatura, pero lo último que he visto – estaba viajando mucho – es que ha postergado las elecciones, y aún no sabemos cuándo serán. Eso es preocupante porque ¿qué pasa si dice que no vuelve a presentarse porque ya no hay elecciones nunca más en Argelia? En fin, creo que los argelinos saben lo que están haciendo. Y creo que las protestas están llenas de familias para difundir un mensaje muy claro: esta es nuestra revolución y no queremos que nadie la monopolice.
Cree que los partidos de izquierda en Europa, en Occidente, han traicionado a las mujeres musulmanas que luchan contra el hiyab o el sistema patriarcal?
Creo que algunos en la izquierda, tal vez incluso muchos en la izquierda, tienen mucho miedo a que les llamen racistas o islamófobos, y quieren luchar contra la derecha que es racista e islamófoba, y en esta lucha se alían con los conservadores de mi comunidad contra mí. Y esto es un error. Es terrible. Es una traición.
¿Qué le pediría a la izquierda?
«Decir ‘Mi cuerpo es mío’ significa que tengo derecho a tener sexo con quien quiera, si está de acuerdo»
A la izquierda le pido lo mismo que a la derecha: cuando se trata de mujeres de origen musulmán, cállense de una puta vez. Escuchen a las mujeres musulmanas. Porque las mujeres musulmanas, especialmente en Occidente, están atrapadas por un lado entre los racistas, islamófobos, mejor dicho xenófobos, de derechas, que quieren monopolizar a las mujeres musulmanas, emplearlas como armas contra los hombres musulmanes y contra el islam. Y por el otro lado tienes la izquierda que se quiere aliar con los conservadores contra la derecha. Y luego tienes a misóginos en la comunidad musulmana que quieren silenciar a las mujeres musulmanas, diciéndoles: no hables, no hables, que les estás dando munición a la derecha. Ni a la derecha ni a la izquierda ni los misóginos en mi comunidad les interesan las mujeres musulmanas: solo se interesan mutuamente unos por otros. Y son todos hombres, en los tres bandos. Y les digo a los tres: váyanse a tomar por culo los tres.
Habla de una revolución sexual. ¿Dónde y cómo empezar?
El inicio de la revolución es decir: Mi cuerpo es mío. No es del Estado, ni de la calle, ni del hogar, ni de la iglesia ni de la mezquita ni de la familia. Es mío. Esto es una declaración revolucionaria, porque significa que tengo derecho a tener sexo con cualquiera con quien quiera tener sexo, si está de acuerdo. Con un hombre, con una mujer, con dos mujeres, con tres hombres: es mi derecho. Declarar esto es revolucionario. Es luchar contra la mutilación genital femenina, contra la violación en el matrimonio, contra la violación en la calle, tipo La Manada, luchar contra todas estas cosas que te quitan el control de tu cuerpo, y eso es revolucionario. Luchar por los derechos reproductivos, por los derechos LGBT, es revolucionario, porque luchas contra el patriarcado, que viene en forma de religión, de capitalismo, de misoginia, de homofobia. Cuando dices que este cuerpo es mío, le dices al patriarcado: es mío, no tuyo.
Es la misma lucha entre musulmanas, cristianas, judías…
¡Por supuesto! Y entre ateas, agnósticas, budistas… Es la misma lucha en todas partes. En Estados Unidos, Donald Trump y los republicanos quieren prohibir el aborto. En España, le dijeron a una mujer: A usted no la violaron cinco hombres, porque usted no se defendió. Y si las mujeres nos defendemos nos mandan a la cárcel por defendernos. Es la misma lucha en todas partes: la lucha contra el patriarcado. El patriarcado le da a los hombres control sobre el cuerpo de la mujer. Y yo digo que no: mi cuerpo es mío.
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© Alejandro Luque | Parcialmente publicado en Eldiario.es · 1 Abril 2019
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