Entrevista

Norman Manea

«El exilio es un extraordinario experimento pedagógico»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 7 minutos
Norman Manea | Cedida
Norman Manea | Cedida

La guerra, el campo de concentración y el exilio son tres traumáticas experiencias que el rumano Norman Manea (Bucovina, 1936) tiene como constantes en su obra. Distanciado muy pronto de la utopía comunista que abrazó en su juventud, este ingeniero de formación afincado en Nueva York vuelve a enfrentarse a sus propios fantasmas en El té de Proust, el volumen de sus cuentos reunidos que ha visto la luz recientemente en el sello Tusquets.

Ganador de prestigiosos galardones como el MacArthur, el National Jewish Award o el Médicis, y ya habitual en las quinielas del Nobel, el autor de la polémica autobiografía El regreso del húligan, la novela El sobre negro o el ensayo Payasos. El dictador y el artista, visitó España hace unas semanas y accedió responder a nuestras preguntas por correo electrónico.

En un mundo globalizado, hiper-comunicado y con fronteras menos rígidas, ¿cobra algún nuevo sentido la palabra exilio?
Probablemente sí. Para las nuevas generaciones, que ya se manejan en una dimensión planetaria a través de internet y otros medios veloces y multilingüísticos, es una situación muy diferente a la mía. Pero todavía hay importantes retos que afrontar, también para esa gente joven. Como dijo Brecht, el exilio está relacionado con una “dialéctica de cambio”. La modernidad trajo consigo, en todo caso, un mundo centrífugo, carente de un centro definido, y eso ha tenido profundas repercusiones en nuestra vida.

Usted fue deportado por Antonescu y exiliado con Ceausescu, pero se ha referido al exilio como “el mejor regalo del destino”. ¿Ironizaba?
Sólo en parte. Yo he hablado del exilio como de un “trauma privilegiado”. Trauma por la desubicación y la desposesión, privilegio porque es también un extraordinario experimento pedagógico, en el cual estás obligado a afrontar lo desconocido que hay alrededor y dentro de ti, a aprender de nuevo muchas cosas de los otros y de ti mismo.

También le oí decir en una entrevista que el exilio supuso la pérdida de su lengua, pero no ha dejado de escribir en rumano. Hay autores como Kundera que sí dejaron atrás la suya. ¿Cómo sufre una lengua el exilio?
Tú llevas tu lengua contigo, como el caracol su casa. Es tu refugio, tu verdadero espacio de pensamiento, sentimiento, creatividad. Y eso también debe pasar por un montón de desafíos y transformaciones, igual que los atraviesa uno mismo.

¿Por qué no regresó a Rumania cuando fue posible?
Por desgracia, en el caótico periodo que siguió al colapso de la dictadura comunista y un viejo-nuevo nacionalismo, y el renacer de las consignas de una vieja-nueva derecha, refrenaron mis deseos de volver.

Han pasado veinte años de la caída del comunismo en Europa. ¿Qué heridas siguen abiertas? ¿Cree que se ha perdido algo positivo en el proceso?
En efecto, siguen abiertas algunas viejas heridas y han aparecido otras nuevas. Muchos elementos positivos se han perdido por el camino, pero todavía esperamos que la difícil transición a una sociedad abierta, democrática, acabe arrojando mejores resultados.

En sus cuentos reunidos, como ‘El té de Proust’ está muy presente esa memoria de la que usted recela. ¿Cree que existe una memoria literaria tan válida como la de los historiadores?
Su importancia es de una índole distinta. La memoria literaria transmite una imagen más vívida de un tiempo y un lugar, del comportamiento humano y de los sentimientos, en una situación histórica concreta. Un entendimiento mejor y, me atrevería a añadir, una lección más provechosa de las complejidades del ser humano.

¿Hacia dónde mira Rumanía hoy? ¿Al oeste europeo —Italia, Francia, España— …. o al este —Bulgaria, Rusia, Serbia, Grecia— donde encuentra una religión común, la ortodoxa?
Hay una profunda grieta en la psique rumana: entre los ritos latinos y la fe ortodoxa cristiana. Esto provoca un montón de contradicciones socio-políticas y confusiones, aunque debería ser productivo y original desde el punto de vista de la creatividad y el arte.

Corrupción y demagogia parecen ser los dos grandes lastres que parece arrastrar su país. ¿Logrará sortearlos tras la entrada en la Unión Europea?
Confiemos en ello.

En algunos países de Europa del Este se han formado movimientos de extrema derecha, que algunas veces incluso cultivan una imagen paramilitar, como Noua Dreapta en Romanía, pero también la Alianza Nacional búlgara u Obraz en Serbia. ¿Por qué ocurre eso en países ex comunistas, pero no tanto en Europa Occidental?
Tras el fin del totalitarismo comunista, el péndulo socio-político en el Este de Europa se desplazó a la derecha. La crisis financiera también alentó estos movimientos radicales, y la democracia sigue siendo precaria e inestable en algunos de estos países.

Una de las mayores polémicas de los últimos años en la Unión Europea ha derivado de las políticas de Sarkozy hacia los gitanos rumanos. ¿Cuáles son las claves del conflicto?
Es un problema social realmente complicado, con una errónea solución socio-política propuesta por el gobierno francés, en contraposición a la política española, por ejemplo, mucho más acertada.

Algunos ciudadanos rumanos que viven en otros países europeos, como España, se sienten incómodos con el hecho de ser confundidos con gitanos rumanos y tratan de subrayar que pertenecen a una comunidad diferente. ¿Una postura incomprensible, o una manera de renunciar a parte de su cultura para no ser considerados subdesarrollados?
Los gitanos fueron esclavos en Rumanía, literalmente, durante mucho tiempo, y podían ser comprados y vendidos. Su historia no es grandiosa, y su reputación está llena de malos entendidos.

Usted procede de una familia judía. ¿Qué papel jugó esta religión in Rumanía antes de la II Guerra Mundial? ¿Cambió mucho su papel después?
Evolucionar en un país libre es diferente de hacerlo en uno oprimido. Antes del comunismo, la cultura judía en Rumanía evolucionó de una forma relativamente normal, a pesar de los frecuentes gobiernos antisemitas y antiseméticos. Tuvieron grandes escritores, músicos, pintores, actores, lingüistas, algunos arraigados en la tradición judía, otros en la cultura rumana.

¿Sigue habiendo una importante vida cultural judía en la Rumanía actual?
Ahora es una población muy reducida, que trata de mantener su identidad y su cultura.

Un judío sefardí búlgaro nos contó que los judíos estaban integrados en la sociedad y continúan en regiones que formaban parte del Imperio Otomano, pero sufrieron pogromos en los países que no formaban parte del Imperio. ¿Lo cree usted así?
No tengo una opinión clara al respecto, pero es posible que la autoridad otomana tratara mejor a los judíos y a los cristianos. En Bulgaria, todas las iglesias tenían que ser clandestinas (underground), Rumanía firmó un pacto y pagó un tributo económico cada año a Estambul. El Imperio Otomano acogió bien a los judíos expulsados de España, y la vida de éstos fue de lo más normal. Los judíos contribuyeron a la cultura turca, creo que incluso fueron los pioneros del teatro turco…

¿Cree que los judíos, la gente de origen judío en general, siente una especial lealtad hacia Israel, o aceptan ser representados por este país? ¿O haría usted una distinción entre ser judío y ser israelí?
Depende de cada uno, pero teniendo en cuenta la larga y traumática experiencia judía en la Diáspora, con tantas crueles persecuciones y crímenes a los que estuvieron sometidos, resulta inevitable una cierta conexión con Israel, y también con los judíos que son totalmente devotos de su país y honorables súbditos de éste. Y más, en un tiempo en el que Israel está bajo una gran presión y amenaza, y el antiseminitismo está creciendo en todo el mundo, como sucede ahora.