Oro, caviar, cianuro y cárcel
Karlos Zurutuza
Roma | Nov 2024
Bakú es un hervidero estos días. Más de tres mil periodistas extranjeros navegan por la capital de Azerbaiyán, que acoge estas semanas la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, conocida como COP 29, junto a decenas de miles de delegados de Gobiernos y organizaciones internacionales. Todo está dispuesto para dar una perfecta imagen de un país que se presenta como adalid de la transición hacia las energías renovables, por mucho que su economía se basa enteramente en la extracción de petróleo y gas. Pero la fachada brillante oculta una cotidianidad muy oscura para los periodistas azerbaiyanos que intentan informar sobre cualquier aspecto de la realidad incómodo para el Gobierno.
“Sacar una sola foto en la calle te puede llevar a la cárcel. Hay policías por todas partes, es como una enorme prisión a cielo abierto”, dice al otro lado del teléfono un periodista que pide no desvelar su nombre: tiene miedo a posibles represalias. Por mucho que la vida diaria en Bakú parece relajada y no da en absoluto la impresión de un Estado policial, quien habla de derechos humanos en Azerbaiyán se sabe observado y en riesgo constante.
El 20 de noviembre de 2023, Ulvi Hasanli, director del digital independiente AbzasMedia, estaba a punto de subirse a un taxi al aeropuerto de Bakú cuando fue detenido por la policía. Mientras tanto, uniformados registraban la sede de AbzasMedia en la capital azerbaiyana. Aseguraron haber encontrado 40 000 euros en efectivo, lo que se incluyó como prueba para acusar a Hasanli de tráfico de divisas.
“Supongo que estábamos poniendo el foco en temas demasiado sensibles para el Gobierno”, explica desde Berlín, por videoconferencia, Leyla Mustafayeva, redactora jefe de AbzasMedia. Uno de estos temas era precisamente el medio ambiente, del que tanto se habla estos días en la cumbre de la COP29. El digital hablaba de la mina de oro de Gedabek, que la compañía Anglo-Asian Mining explota en el distrito de Gadabay en las montañas del oeste del país, a unos 50 kilómetros al oeste de la ciudad de Ganja y a apenas 25 de la frontera armenia.
Arrestaron a varios campesinos por una serie de cargos disparatados que incluían los de «narcotráfico»
La empresa construyó en 2012 un lago artificial en el cercano pueblo de Söyüdlü para almacenar los residuos de la explotación minera. Como es habitual en la minería de oro, Anglo-Asian Mining extrae el metal mediante el proceso conocido como lixiviación: amontonando el mineral aurífero al aire libre y saturándolo con una solución de cianuro que luego se recoge en un fondo impermeable, como explica la propia compañía en su web. Obtuvo con este método unas 20.000 onzas de oro, más de media tonelada, en 2023, la mitad de lo extraído en 2022, según sus datos, que también indican que el Gobierno azerbaiyano se lleva la cuarta parte.
Los lugareños llevaban tiempo denunciando problemas de salud graves que incluían una elevada incidencia de cáncer así como erupciones cutáneas, todo ello debido a la contaminación del agua y el suelo por los residuos, que siguen conteniendo trazas de cianuro. Los cultivos y el ganado también estaban afectados. Cuando se anunció la construcción de un segundo lago artificial en el que depositar los residuos tóxicos de la mina, en Söyüdlü empezaron las protestas. El 20 de junio de 2023, la policía intervino para reprimir de forma violenta una manifestación de los aldeanos. Se gaseó y apaleó, se multó y se arrestó a varios campesinos por una serie de cargos disparatados que incluían los de «narcotráfico». Por supuesto, se vetó el acceso a la prensa para que no hubiera testigos incómodos, pero AbzasMedia consiguió contar aquello. Incluso publicó un vídeo en el que se ve cómo la policía rocía a una abuela con spray de pimienta.
“Habíamos tomado muestras para ver los niveles de cianuro en la tierra y el agua porque el Gobierno no revelaba los datos y los pobladores locales están sufriendo serios problemas de salud”, agrega Mustafayeva, exiliada desde 2017. Tres meses después, las autoridades detuvieron a Hasanli. No era una sorpresa para Mustafayeva: su marido, Afqan Muxtarli (también escrito Afgan Mukhtarli), periodista azerí y defensor de los derechos humanos, había corrido una suerte similar: en 2017 fue secuestrado en Georgia, donde vivía exiliado y trasladado de forma ilegal a Azerbaiyán, una operación conjunta entre las autoridades de Tiflis y Bakú. Condenado a seis años de cárcel, fue puesto en libertad en 2020 y se exilió a Alemania.
Silencio sobre Karabaj
Otro de los «temas sensibles» que investiga AbzasMedia tiene que ver con Nagorno Karabaj, el enclave de población armenia en territorio azerbaiyano, que descencadenó la guerra de 2020, en la que Bakú reconquistó grandes partes de la zona hasta entonces bajo dominio armenio. En septiembre de 2023, tras un asedio de nueve meses que llevó al éxodo masivo de la población armenia, Azerbaiyán tomó el control de todo el territorio. “Investigamos los contratos adjudicados para la reconstrucción en la zona y descubrimos que muchas compañías pertenecían a altos miembros del gobierno”, explica Leyla Mustafayeva.
Actualmente, seis periodistas de AbzasMedia forman parte de la lista de 23 informadores azeríes presos en su país, que ocupa el puesto 164 de 180 en la lista de libertad de prensa que elabora anualmente Reporteros Sin Fronteras. Observadores locales y foráneos coinciden en que se ha producido una escalada de la represión desde 2023 y hay quien relaciona este aumento de la vigilancia con las preparaciones para la COP 29, que se celebra del 11 al 22 de noviembre en la capital. “Bakú busca silenciar toda voz discordante durante el que ha de ser un gran año para Azerbaiyán”, cree Mustafayeva.
“Era un mensaje para todos: si pueden detener a alguien como Ibadoglu, pueden detener a cualquiera”
También ha acabado en la cárcel Qubad Ibadoglu (Gubad Ibadoghlu), profesor de Economía en la prestigiosa Escuela de Economía de Londres y reconocido defensor de los derechos humanos en Azerbaiyán, que también ha trabajado en la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción. El 23 de julio de 2023, el automóvil en el que viajaban Ibadoghlu y su mujer fue empujado a una zanja por otros tres vehículos. La pareja fue brutalmente golpeada por agentes de paisano antes de ser trasladada a dependencias policiales en Bakú. Tras pasar los seis primeros meses en una pequeña celda compartida con otros cinco presos y privado de sus medicinas para la diabetes, Ibadoghlu permanece en arresto domiciliario en espera de juicio por cargos de “falsificación” y “propagación de ideas extremistas”. No tiene derecho a usar un teléfono y sus visitas están restringidas.
“Era un mensaje para todos: si pueden detener a alguien como él, pueden detener a cualquiera”, explica su hija, Zhala Bayramova, abogada de 26 años, especializada en derechos humanos, por teléfono desde la ciudad sueca de Lund. Destaca que también en su caso, la policía aseguró haber hallado 40 000 euros en un armario de la oficina, curiosamente en el armario y no en la caja fuerte que había. “En 2003 se cebaron con la oposición política; con las oenegés en 2013, y hoy van contra periodistas, investigadores y académicos”, cree Bayramova. “Siempre ha habido presos políticos en Azerbaiyán”.
El 21 de agosto, la policía detuvo a Bahruz Samadov, un analista político azerí que cursaba estudios de doctorado en la Universidad de Praga, mientras estaba de vacaciones en su país. También en su apartamento, registrado por supuestas sospechas de tráfico de drogas, se encontraron los preceptivos 40 000 euros en efectivo. Samadov fue finalmente acusado de “traición”. Pocos días después, Cavid Aga, otro investigador azerí, era detenido en el aeropuerto para ser interrogado por los servicios de inteligencia sobre Samadov. Aga, de 31 años, se había forjado una reputación como observador, aportando contexto durante la guerra de Nagorno Karabaj de 2020. Se disponía a volar desde Bakú a Lituania para continuar sus estudios, pero ahora tiene prohibido abandonar el país. Está sumido en un proceso legal para aclarar su situación y desconoce cuándo se levantará el veto de viajar. Reconoce ser mucho más prudente en sus declaraciones “por razones obvias”. El Gobierno, añade en videoconferencia desde Bakú, “ha conseguido que la gente tenga miedo a hablar”.
La diplomacia del caviar
El actual presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, asumió el cargo en 2003, sucediendo a su padre Heydar Aliyev (1993-2003) en el poder de este país de 10,5 millones de habitantes en el sur del Cáucaso. Las enormes reservas de gas y petróleo son un factor que fortalece la estabilidad del régimen, y que también le abre muchas puertas en la arena internacional. Durante años, ganar influencia mediante el soborno de políticos europeos a través del lujo ha sido un eje de la política internacional de Azerbaiyán, conocida como la «diplomacia del caviar», en referencia a los regalos generosamente repartidos que a menudo incluyen esta especialidad del mar Caspio. Bakú destina sumas millonarias para conseguir que ciertos europarlamentarios limpien la imagen de Azerbaiyán, y algunos académicos omitan lo más palmario en sus investigaciones. También ofrece tours de lujo en los que periodistas occidentales visitan el país.
«Si una dictadura como la azerí invierte en ti ese dinero es porque espera que se lo devuelvas en forma de reportajes»
«Me recordaba a esos viajes para periodistas que organiza Corea del Norte. No puedes hablar con nadie y, aunque lo hicieras, todos esos testimonios quedarían invalidados por la presencia constante de un agente gubernamental», describe la experiencia Emile, un periodista sueco de 36 años que prefiere ocultar su nombre real. Fue en otoño de 2022 cuando el Congreso de Azerbaiyanos, un organismo internacional cercano a Bakú, le invitó a informar sobre Nagorno Karabaj desde el lado azerí. Azerbaiyán correría con todos los gastos.
«Al principio dudé: si una dictadura como la azerí invierte en ti todo ese dinero es porque espera que se lo devuelvas en forma de reportajes. Por otra parte, no había otra forma de viajar a esos distritos de Karabaj, ni a ciudades como Sushi, que había cambiado de manos. Al final, acepté», explica el reportero por videoconferencia. Tras aterrizar en Bakú y ser conducido por la línea diplomática evitando todas las colas, Emile fue alojado en un hotel de lujo con otros cuatro periodistas provenientes de países de la Unión Europea. Más allá de las visitas a los distritos de Karabaj que Bakú había recuperado, el programa estaba repleto de entrevistas con parlamentarios azeríes y otros altos cargos del país.
Durante aquellos encuentros, Emile se acostumbró a oír cosas como que organizaciones internacionales como Human Rights Watch o Amnistía Internacional, —ambas muy críticas con las políticas azeríes—, eran «meros instrumentos de la propaganda armenia». También a ser acompañado durante toda su estancia por agentes del gobierno. Ni pudo conversar con los nuevos residentes de la ciudad de Sushi, ni tampoco quedarse unos días más en el país asumiendo él los gastos para trabajar por su cuenta. El desafío se redujo a «esquivar fotos de grupo con los oficiales azeríes y evitar convertirse en una herramienta de propaganda». Eso tampoco fue posible. Tras una semana de viaje, el periodista volvió a Suecia con la libreta vacía y la mochila cargada de dilemas morales.
Otros periodistas acabaron publicando publirreportajes sobre los «progresos» en esta orilla del Caspio: desde la reconstrucción de las zonas en disputa a través de una red de aldeas «inteligentes» en Karabaj a foros sobre periodismo en ciudades étnicamente purgadas. Esta estrategia de difundir una imagen positiva ha jugado un papel fundamental a la hora de proteger a Azerbaiyán de sanciones en respuesta a la represión de los derechos humanos. También ayudan los acuerdos gasísticos entre Bruselas y Bakú de 2022 para reducir la dependencia europea del gas ruso tras la invasión de Ucrania: ese año, Azerbaiyán exportó gas por valor de 15 000 millones de dólares, la mayor parte —11 000 millones— a Italia, y cantidades menores a Turquía, Grecia y Bulgaria.
Apenas dos semanas después del viaje de Emile, Azerbaiyán bloqueó la única carretera que conectaba Armenia con el Nagorno Karabaj, privando a sus residentes de los suministros más básicos durante diez meses. En julio de 2023, Ilham Aliyev inauguró en Sushi un foro sobre periodismo. Mientras periodistas llegados de más de 50 países le escuchaban divagar sobre «los retos de la prensa en el mundo digital», los armenios se morían de hambre en Stepanakert, a tan solo siete kilómetros de allí. Dos meses más tarde, el mundo contempló por televisión cómo huían en masa tras el último y definitivo ataque del Ejército azerbaiyano.
Euronews, comprada
La segunda edición del foro de Sushi se celebró el pasado mes de julio. Rebecca McLaughlin, uno de los rostros más conocidas de Euronews, entrevistaba al autócrata azerí en una ciudad que se ha convertido en un símbolo de la limpieza étnica para los que perdieron esa guerra. «Desmontando narrativas falsas: confrontando la desinformación», era el tema a debatir en una nueva y orwelliana vuelta de tuerca de Aliyev.
La presencia de MacLaughlin en Sushi sorprendió a muchos, a pesar de que la cadena había emitido una serie de publirreportajes sobre las posibilidades de negocio que ofrece Azerbaiyán o su potencial turístico. Pero tenía su lógica: Euronews fue comprado en 2022 por Alpac Capital, un fondo portugués. Una investigación conducida por Direkt36, una plataforma de periodistas húngaros, confirmó en abril pasado que más de un tercio de los 150 millones de euros que Alpac pagó para Euronews llegó de los contribuyentes húngaros a través de un fondo vinculado a Fidesz, el partido de Viktor Orbán, el primer ministro húngaro.
«Occidente ha fallado a la sociedad civil azerí: la prioridad es la energía, y no los derechos humanos”
Los vínculos entre Orbán y Aliyev son notorios. De hecho, el mandatario húngaro había visitado Sushi dos semanas antes del foro para participar en un congreso de la Organización de Estados Túrquicos. Y mientras MacLaughlin entrevistó a Aliyev, la agencia estatal de noticias húngara, MTI, firmó un acuerdo de cooperación con Azertac, su homóloga azerí. Pero la maquinaria llega hasta Londres: en agosto de 2022, la cadena británica BBC estrenó Wonders of Azerbaijan, una serie de documentales centrada en la cultura e historia de Azerbaiyán, sin mencionar las violaciones de derechos humanos y la represión política en el país. Hasta se subrayaba la labor de reconstrucción en lugares como Sushi sin referencia alguna a la población armenia expulsada tras la guerra de 2020. El trabajo estaba financiado por la petrolera BP, la mayor extractora de gas y petróleo en Azerbaiyán, y supervisado por el Centro de Prensa de Bakú, cuya directora es Arzu Aliyeva, la hija más joven de Aliyev.
Aquella connivencia entre las corporaciones, el Gobierno de Reino Unido y el régimen azerbaiyano levantó ampollas. Emil Huseynov, documentalista azerí en el exilio y ganador de un galardón de la BBC en 2006 con un documental sobre los activistas por los derechos humanos en su país acusaba a la cadena pública británica de haber sufrido una «transformación vergonzosa allanando el piso a uno de los regímenes más sangrientos y corruptos del mundo».
“Se puede decir que Occidente ha fallado a la sociedad civil azerí. Queda claro que la prioridad es la energía, y no los derechos humanos”, traslada por videoconferencia desde Estambul Arzu Geybulla, periodista azerí independiente de 41 años. No ha pisado su país desde que fuera acusada de “traición” en 2014 por haber trabajado para Agos, un periódico armenio con sede en Estambul. Dice que la cuestión armenia y todo lo que tenga que ver con la familia azerí en el poder desde hace tres décadas son dos líneas rojas para periodistas y activistas.
“La represión ha ido a peor en los últimos años. Los periodistas sobre el terreno están completamente indefensos ante amenazas de todo tipo, principalmente porque carecen de protección legal”, denuncia Geybulla. Se refiere a medidas como la llamada ley de prensa aprobada en 2022. El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) denunció entonces que ese decreto aumentaba el control gubernamental sobre la prensa, facilitando la suspensión y el cierre de los medios. Y la propia Organización para la Seguridad y la Cooperación de Europa (OSCE) consideró que las elecciones parlamentarias celebradas en septiembre pasado tuvieron lugar en un “ambiente político y legal restrictivo” y «carente de pluralismo político”.
Pero la elección de Azerbaiyán como anfitrión de la COP29 no puede sorprender gran cosa. La organización internacional Human Rights Watch ha recordado que este es el tercer año consecutivo en que la COP climática se celebra en un “Estado represivo que limita severamente la libertad de expresión y la reunión pacífica”. Los ministros que acudieron a finales de 2022 a la COP27 se reunieron entre los hoteles de lujo, bien aislados de incómodas realidades sociales, en el resort de Sharm el Sheij en Egipto. Al año siguiente, para la COP28, se dieron cita en Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos. Un país donde no es que haya un clima «carente de pluralismo político», sino directamente no existen elecciones ni partidos.
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© Karlos Zurutuza | Noviembre 2024 | Especial para MSur