Reportaje

El profesor Marcelo frente al cambio

Óscar Tomasi
Óscar Tomasi
· 8 minutos
Un hombre pasa ante un tranvía en Lisboa (2005) |  © Fifi Inglima / M'Sur
Un hombre pasa ante un tranvía en Lisboa (2005) | © Fifi Inglima / M’Sur

Lisboa | Enero 2016

Un influyente tertuliano, analista político en televisión durante años, con tirón mediático y don de gentes que hace gala de su independencia, pese a haber sido líder en el pasado del principal partido de la centro-derecha en Portugal. Ésta es la radiografía del que todas las encuestas apuntan como próximo jefe del Estado luso, Marcelo Rebelo de Sousa, más conocido por sus compatriotas como «El Profesor». No sólo por su condición de catedrático universitario, sino también por el tono con el que hablaba desde su estrado, en la pequeña pantalla, disertando durante más de una hora sobre el estado de la política y la economía del país todos los domingos por la noche, en horario de máxima audiencia. Hasta que dejó las labores de comentarista, el pasado mes de octubre, y decidió regresar a la arena política.

No se puede decir que fuera una sorpresa. Los rumores sobre su candidatura a las elecciones presidenciales que se celebran este domingo 24 de enero -apenas tres meses y medio después de las legislativas- eran incesantes desde hace más de un año, fortalecidos por la enorme popularidad de la que disfruta. En un país donde los programas de análisis político están en manos de antiguos dirigentes partidarios, Rebelo de Sousa era el más cotizado de todos ellos, con audiencias millonarias.

El candidato ha optado por una campaña «low-cost», sin carteles ni autobuses, con 3 coches y 9 asesores

A sus 67 años, afronta el reto de convertirse en el nuevo presidente luso. No podría tener mejores cartas para ello: los sondeos apuntan de forma unánime a su victoria ya en primera vuelta, con porcentajes superiores al 50 % de los votos, cifra que necesita para evitar una segunda ronda que podría serle menos favorable. Él mismo parece hablar durante la campaña como vencedor virtual de los comicios, y sus rivales incluso contribuyen a ello al situarle constantemente en el centro de su discurso, aunque sea para atacarle.

Sabedor de su ventaja, ha optado por una campaña «low-cost». No hay carteles con su cara por todo el país, no organiza mítines ni cenas multitudinarias con la militancia, no reparte «merchandising» ni pone autobuses para llevar gente a sus discursos. Con una organización mínima (tres coches y nueve asesores), ha recorrido diferentes puntos de la geografía portuguesa sin apenas séquito, más allá de las cámaras y los periodistas, que lo persiguen como abejas a la miel.

Frente a ese favoritismo incontestable, existe aún así cierta incertidumbre en Portugal cuando apenas faltan horas para la apertura de las urnas, debido a la posible baja participación. Las presidenciales de 2011 batieron un nuevo récord en ese capítulo, cuando no ejercieron su derecho el 53 % de los electores.

Presidente del Partido Social Demócrata (PSD, centro derecha) entre 1996 y 1999, en campaña se ha esforzado por reforzar su perfil como independiente y alejar su imagen de la de los conservadores lusos, actualmente en la oposición. Tanto es así que ni siquiera ha aparecido junto al ex primer ministro Pedro Passos Coelho, en un intento por distanciarse de las políticas de austeridad implementadas por el Gobierno de éste en la última legislatura.

Socialistas divididos

Frente a Rebelo de Sousa se sitúan los otros nueve candidatos. Nunca antes unas presidenciales habían contado con tantos aspirantes en Portugal, y sin embargo, el discurso de la inmensa mayoría coincide en un punto: las críticas al favorito.

Su objetivo es que no sobrepase el 50 % de los sufragios y que, por tanto, sea necesario acudir a una segunda vuelta a la que sólo se presentarían los dos más votados. Quienes tendrían más papeletas de acompañar a “El Profesor” en caso de una nueva cita con las urnas serían, de acuerdo con las encuestas, o el académico António Sampaio da Nóvoa o Maria de Belém, ambos próximos al Partido Socialista luso (PS).

Esta vez, el PS llega a esta cita con las urnas dividido entre quienes apoyan a uno u a otro candidato, lo que amenaza con fragmentar el voto de la militancia. A Sampaio da Nóvoa se le vincula con el actual líder, António Costa, mientras que la segunda es considerada cercana a su predecesor, António José Seguro.

Por el contrario, los dos partidos conservadores secundan a Rebelo de Sousa, el Bloque de Izquierda -hermanado con Podemos y Syriza en el Parlamento Europeo- hace lo propio con la eurodiputada Marisa Matías, y el Partido Comunista se ha apiñado en torno a Edgar Silva. Junto a ellos, participan en los comicios otros cinco candidatos sin mayor aval que el suyo personal.

Los candidatos se presentan a título personal, luego cada partido decide si pedir el voto para alguno

En total, diez aspirantes a la sucesión del conservador Aníbal Cavaco Silva, quien no puede presentarse a la reelección tras agotar el máximo de dos mandatos permitido por la ley.

La mayoría de los politólogos portugueses recuerda estos días que el voto de las presidenciales -donde se elige al jefe del Estado- poco o nada tiene que ver con el de las legislativas -que sirven para escoger qué partido ocupa el Gobierno-. De hecho, los candidatos se presentan sin excepción a título personal, y sólo posteriormente cada partido decide si pide públicamente el voto para alguno de los aspirantes.

Sin embargo, es difícil no tener la tentación de extraer alguna conclusión política de estas elecciones, más si cabe después de la reciente -y sorpresiva- llegada al Ejecutivo de los socialistas, que levantó una enorme polvareda.

António Costa se convirtió en primer ministro a finales de noviembre pese a haber perdido las elecciones por más de seis puntos con el candidato de la coalición de centro-derecha, Pedro Passos Coelho. El que fuera jefe del Gobierno entre 2011 y 2015, en una legislatura marcada sobre todo por la severa austeridad y el rescate, sacó más de un 38 % de los votos, aún así un porcentaje insuficiente para reeditar su mayoría absoluta.

Con Costa como primer ministro, el país ha empezado a ver cómo varios ajustes y recortes eran anulados

Lo ocurrido después es todavía visto hoy en suelo luso como una especie de triple salto mortal. El presidente -entre cuyas competencias está la de encargar la formación de Gobierno a un partido teniendo en cuenta el resultado de los comicios- apostó en primera instancia por Passos Coelho por su condición de ganador en las urnas, y éste incluso llegó a entrar en funciones. No obstante, ni siquiera duró en el cargo un mes debido al inédito pacto alcanzado por los socialistas con el resto de fuerzas de izquierda, y que permitió derribar al Ejecutivo conservador gracias a una moción en su primer paso por el Parlamento.

Cavaco Silva se mostró reticente a entregar el poder a los socialistas y sus nuevos socios, aunque finalmente optó por esta posibilidad -a regañadientes- debido a la falta de mejores alternativas. Con Costa como primer ministro, el país ha empezado a ver cómo varios ajustes y recortes eran anulados, aunque de forma gradual. Por el momento, el resto de fuerzas de izquierda mantienen su compromiso de dar apoyo parlamentario al nuevo Gobierno -del que no forman parte-, aunque en cuestión de semanas ya han aparecido las primeras divergencias.

En este contexto, con dudas sobre la duración y estabilidad del acuerdo que sustenta el actual Gobierno, el papel del próximo jefe del Estado se augura clave en Portugal. Una hipotética victoria del conservador Rebelo de Sousa añadiría “picante” a la situación política lusa, por más que el hasta hace poco tertuliano de televisión se muestre en campaña poco amigo de la confrontación y abierto a dialogar.

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