La primavera kurda estalla en el aula
Karlos Zurutuza
«Quiero aprender a escribir en mi propia lengua», dice Manal, una joven kurda de Siria. Ni ella ni sus 30 compañeros de clase han estado nunca tan cerca de conseguir su objetivo.
No es que Manal adolezca de una débil formación académica: esta kurda de 21 años confía en acabar la carrera de Economía durante el curso que está comenzando, algo que explica en un inglés casi perfecto. Sin embargo, su lengua materna ha estado proscrita durante los casi 50 años que lleva el Partido Baath en el poder en este país.
Durante sus vacaciones de verano, Manal ha acudido al centro de idiomas Badarhan, en Derik, una localidad de la provincia de Hasakah en el extremo noreste de Siria, 700 kilómetros al noreste de Damasco. Se trata de una de las dos escuelas de esta ciudad que han incluido recientemente el kurdo en su oferta educativa: tres sesiones semanales de una hora, y gratis.
Fátima fue suspendida en la escuela durante una semana por hablar kurdo en clase
Fátima comparte pupitre con Manal, siempre cuando sus turnos de enfermera en el hospital le permiten asistir a clase. «Es importante para nosotras, pero sobre todo para las generaciones futuras», apunta la joven. Recuerda que, de niña, fue suspendida en la escuela durante una semana por hablar kurdo en clase: «Lo hablábamos a escondidas, e incluso con algunos de los profesores».
Con la llegada del Partido Baath al poder en 1963, los kurdos de Siria —entre dos y cuatro millones, según la fuente— fueron sometidos a una política de arabización sistemática. No se permitía publicar libros o periódicos en kurdo ni utilizar este idioma en cualquier función pública.
Fátima se esfuerza hoy por escribir correctamente en su lengua gracias a una gramática fotocopiada y, sobre todo, a la entusiasta labor de profesores voluntarios como Hoshank. «En cuanto me enteré de que necesitaban profesores, no lo dudé ni un instante», explica este docente local. «Aprendí a escribir por mi cuenta, a través de internet y de libros que guardaba escondidos en casa. Hoy quiero facilitar las cosas a los demás y hacer algo por mi pueblo».
«Aprendí a escribir por mi cuenta, en internet y con libros que guardaba escondidos en casa»
Al finalizar las clases del día, Mohammad Amin Saadun, director de la escuela, explica los antecedentes de esta iniciativa que, si bien es novedosa en Derik, cuenta con precedentes en prácticamente todas las localidades bajo control kurdo. Algunas de ellas llevan abiertas casi desde el inicio de la insurrección, hace más de año y medio. «Enseñamos inglés y turco desde hace años, pero hace dos meses surgió la oportunidad de incluir el kurdo, así como clases de historia y cultura sobre nuestro pueblo», explica Saadun, un reconocido escritor y poeta en kurdo.
En su escuela, cerca de 600 jóvenes se enfrentarán en breve a una prueba de gramática para certificar que ya están alfabetizados en kurdo. Se trata de una lengua de origen indoeuropeo, que cuenta con dos variantes principales: el kurmanchí, hablado por los kurdos de Turquía y Siria y escrito en alfabeto latino, y el sorani, que utilizan los kurdos de Iraq e Irán y para cuya interpretación se emplea el alfabeto árabe. Ambas variantes cuentan con su propio estándar, pero no existe ni una lengua ni un alfabeto comunes para los más de 40 millones de miembros de este pueblo.
Las fronteras coloniales trazadas en secreto entre Gran Bretaña y Francia en 1916 dividieron a familias kurdas a ambos lados de la línea limítrofe turco-siria. El posterior Tratado de Sévres (1920) contempló incluso la creación de un Estado kurdo independiente, pero ese punto nunca llegó a cumplirse. A pesar de todo, el tráfico sigue siendo más o menos fluido a través de estas fronteras trazadas con escuadra y cartabón. Y no únicamente de personas y bienes.
Damasco lleva años aplicando un veto a las principales redes sociales y sitios de internet, un bloqueo al que se suma la errática comunicación telefónica desde el inicio de las revueltas contra el régimen de Bashar Asad, a fines de enero de 2011. Sin embargo, la mayoría de los kurdos de Siria gozan de un acceso a internet prácticamente libre de restricciones gracias a la red de telefonía turca, a la que acceden por su cercanía con la frontera. Aunque de forma involuntaria, Ankara estaría contribuyendo así a la cohesión del pueblo kurdo durante esta revolución cultural en curso.
Mientras el gobierno de Asad está absorto en combatir la rebelión opositora en buena parte de Siria, las zonas kurdas, en el extremo noreste, han quedado libradas a su suerte y han comenzado a ejercer un autogobierno de hecho. La gestión educativa de la región está a cargo del Partido de la Unión Democrática (PYD), la fuerza dominante, a menudo considerada la rama siria del PKK, la guerrilla kurda que combate en Turquía. El Comité de Educación de este partido trabaja a contrarreloj para que el inicio del nuevo curso escolar incluya asignaturas genéricas, como Matemáticas o Historia, en kurmanchi.
Alianzas kurdas
La ausencia de combates en todo el noreste ha llevado a muchos a afirmar que el PYD habría negociado una suerte de pacto de no agresión con el gobierno de Asad, algo que su presidente, Salih Muslim, niega categóricamente.
Pero el dominio incontestable del PYD no es del agrado de todos los kurdos y hay numerosos otros partidos, aunque la mayoría muy pequeños. Eso sí, casi todos están de acuerdo en que el futuro de la región debe quedar en manos kurdas.Los rumores de que países árabes y organizaciones yihadistas están ayudando al Ejército Libre de Siria (ELS), el principal grupo armado de la oposición al régimen de Bashar Asad, generan mucha incertidumbre. «No tenemos nada contra ellos, pero deben quedarse en su zona», dice tajante Qehreman Meri, portavoz de Yekiti (Unidad), uno de los partidos políticos kurdos más estables.
«Queremos una región autónoma y de fronteras claramente definidas»
Meri traza sobre un mapa una superficie oblonga que se extiende a lo largo de la frontera turco-siria. «Queremos una región autónoma y de fronteras claramente definidas», explica. «Existen diferencias entre los distintos partidos kurdos, pero todos apostamos por permanecer unidos y ser dueños de nuestra propia revolución», añade el activista.
Fundado en 2000, Yekiti es uno de los 15 partidos integrados al Congreso Nacional Kurdo (CNK). Masud Barzani, presidente de la vecina Región Autónoma Kurda de Iraq, apoyó la creación de este organismo en octubre de 2011, ante la nueva coyuntura de guerra interna en Siria. En julio, también bajo el auspicio de Barzani, la coalición firmó un acuerdo con la fuerza política kurda dominante en Siria, el Partido de la Unión Democrática (PYD). De allí surgió el Comité Supremo Kurdo, alrededor del que cierran filas la mayoría de los kurdos de Siria.
Otro de los integrantes de esta alianza es Azadi (Libertad). Desde la dirección ejecutiva de este partido fundado en 2005, Majid Hanush coincide en la necesidad de unidad en aras de conseguir los derechos de los kurdos sirios a través de un Estado federal. «Los kurdos lo merecemos más que nadie, ya que somos las principales víctimas del tratado de Sykes-Picot», explica Hanush. El activista se refiere al acuerdo secreto firmado en 1916, durante la Primera Guerra Mundial, por Francia y Gran Bretaña para la partición del Imperio Otomano y el reparto de Medio Oriente según unas fronteras aún vigentes.
Como la mayoría de los disidentes locales, Hassan Syfaldin también conoció la clandestinidad y la cárcel. Asegura que lleva más de 10 años trabajando para el Partido Democrático Progresista de los Kurdos de Siria (PDPKS), pero discrepa con sus pares sobre cuál ha de ser la fórmula que otorgue a su pueblo unos derechos hasta ahora negados.
«Dividir Siria en regiones autónomas traería un escenario similar, o incluso peor, al que se vive en Iraq», apunta Syfaldin en su recién inaugurada sede en la localidad de Girke Lege, también en la región de Qamishli, en el noreste de Siria.El activista aboga por «tender manos hacia todos» los sectores, incluso fuera de las fronteras. Se refiere, sobre todo, al apoyo que su formación recibe de la Unión Patriótica del Kurdistán, uno de los dos principales partidos de la vecina región kurda iraquí y cuyo jefe histórico, Yalal Talabani, es hoy presidente de Iraq.
Una gran multitud se ha concentrado en la pequeña localidad de Darna, en el extremo noreste y a cinco kilómetros de la frontera turca. Escuchan a Ismail Ali Sheref, el líder local del Partido Democrático de los Kurdos de Siria (PDKS). «Hemos sobrevivido a un régimen brutal, el de la familia Asad, y hoy la revolución kurda es de los kurdos y para los kurdos», arenga Sheref con un micrófono y bajo un retrato de Mustafa Barzani, dirigente histórico y padre del actual presidente de la Región Autónoma Kurda de Iraq, Masud Barzani.
La región kurda está quedando al margen de la guerra interna de Siria
Pero Sheref lamenta no poder importar el modelo federal iraquí a su región. «La geografía no lo permite; a diferencia de los kurdos de Iraq, nosotros no tenemos montañas donde refugiarnos de los árabes y los turcos». Por el momento, la mayor parte de la región nororiental de Siria está bajo control kurdo, y está quedando al margen de una guerra interna que arrasa las principales ciudades del resto del país. Muchos, como Sheref, atribuyen este nuevo escenario a un pacto entre el PYD y Asad.
Varios analistas no descartan una eventual operación militar turca en la zona, o incluso que Ankara intervenga a través del opositor ELS, al que da cobertura. La también kurda Organización para una Nueva Sociedad rechaza tal hipótesis. «Debemos esperar a que lleguen nuestros hermanos sirios del ELS para liberar nuestra región y conseguir nuestros derechos», argumenta Bave Sipan, miembro ejecutivo de este colectivo surgido al calor de las revueltas contra Asad, hace casi año y medio.
Sipan asegura no tener contacto con el PYD, pero sí con el ELS. No en vano su residencia es el único lugar de la región en el que este periodista ha visto una enseña siria rebelde: tres bandas, negra, blanca y verde, y dos estrellas rojas en el centro. «El futuro de Siria pasa por cuatro regiones autónomas: árabe suní, kurda, alawí y drusa», asegura convencido Sipan.
A su lado se sienta Azad, amigo de la familia, miembro de Avahi (Reconstrucción), una organización civil «comprometida con la sociedad kurda de Siria», y trabajador petrolero. Él discrepa con su anfitrión. «Estamos todos debatiendo sobre el federalismo, pero nadie sabe explicar en qué consiste realmente», dice Azad. «Lo que necesitamos son derechos, educación… somos muy pobres, ¿sabe usted?»