Opinión

Riesgo de masacre en Rafah

Amira Hass
Amira Hass
· 12 minutos
Opinion Mgf

Ramalá | Feb 2024

Dado que el ejército israelí no encontró a Yahya Sinwar, líder de Hamás, ni a sus más cercanos colaboradores y militantes de la organización, en la ciudad de Gaza ni tampoco en Jan Yunis, está considerando prolongar su operación terrestre hasta la ciudad meridional de Rafah. El ejército supone que Sinwar y sus hombres se esconden en los túneles bajo esta región al sur de la Franja de Gaza, probablemente con los rehenes israelíes todavía vivos.

La mayor parte de los habitantes de la Franja, alrededor de 1,4 millones de personas, se concentran en Rafah. Cientos de miles de personas todavía están llegando aquí desde Jan Yunis, donde continúan los enfrentamientos. La sola idea de que Israel invada Rafah y que los enfrentamientos tengan lugar entre o cerca de los civiles aterroriza a los residentes de la ciudad y a los allí refugiados. Su terror ha aumentado al saber que nadie puede impedir a Israel llevar a cabo sus planes, ni siquiera la Corte Internacional de Justicia (CIJ) que ordenó a Tel Aviv hacer todo lo necesario para evitar actos genocidas.

Hacia Al Mawasi

Los corresponsales militares en Israel especulan que el ejército quiere ordenar a los habitantes de Rafah que se desplacen a una zona segura. Desde el inicio de la guerra, el ejército ha alardeado de estas órdenes de evacuación como prueba de que está tomando medidas para prevenir cualquier daño a los “civiles no involucrados”. La zona segura, no obstante, se está reduciendo gradualmente, e Israel ya la ha bombardeado y lo sigue haciendo. El único espacio que queda, que el ejército israelí está indicando a las personas de Rafah, es Al Mawasi, una zona costera meridional de aproximadamente 16 kilómetros cuadrados.

Todavía no está claro cómo harán el ejército y sus expertos legales para acomodar a tantos civiles en un espacio tan reducido y conciliar este hecho con las órdenes dadas por la CIJ.

La zona humanitaria delimitada por el ejército es igual de grande que el aeropuerto Ben-Gurión: 10 km2

“La zona humanitaria delimitada por el ejército es igual de grande que el aeropuerto internacional Ben-Gurión, aproximadamente diez kilómetros cuadrados”, concluyeron los periodistas Yarden Michaeli y Avi Scharf en un reportaje publicado el 8 de febrero en el diario Haaretz, titulado “Los palestinos de Gaza han huido de sus casas. No tienen un lugar al que volver”, que ha revelado la gran devastación de la Franja usando imágenes satelitales. La comparación con el aeropuerto hace pensar en una densidad inimaginable, pero los reporteros de la televisión israelí no van más allá de la suposición de que la invasión de Rafah “no será tan sencilla”.

En cualquier caso, deberíamos intentar imaginar qué podría sucederles a los palestinos de Rafah si el plan del ejército se lleva a cabo. Debemos hacerlo no tanto por las preocupaciones morales, que después del 7 de octubre no son tan relevantes para la mayor parte de la opinión pública hebreo-israelí, sino por las complejidades militares, humanas y —al fin y al cabo— legales y políticas que se avecinan si seguimos por ese camino.

Aunque “solo” un millón de palestinos huirá por tercera y cuarta vez e irá a Al Mawasi —una zona que ya está llena de refugiados—, la densidad será de aproximadamente 62.500 personas por kilómetro cuadrado. En una zona abierta, sin rascacielos para alojar a los refugiados, sin agua corriente, sin privacidad, sin medios de subsistencia, hospitales ni clínicas médicas, sin paneles solares para cargar los teléfonos. Y todo esto mientras las organizaciones humanitarias tendrán que cruzar las zonas donde se están llevando a cabo los enfrentamientos o pasar cerca de ellas para distribuir las pequeñas ayudas que entran en la Franja de Gaza. 

Parece que el único modo para albergar a todas esas personas en un espacio tan reducido es hacerlas estar de pie o de rodillas. Quizás será necesario crear “comisiones” que establezcan turnos para dormir: algunas miles de personas se acostarán mientras otras se quedarán despiertas. El zumbido de los drones, los gritos de los recién nacidos y las madres que no tienen leche o que tienen poca serán la estresante banda sonora.

Dos horas antes

Por lo que hemos visto durante las redadas del ejército israelí y los enfrentamientos en las ciudades de Gaza y Jan Yunis, está claro que la operación terrestre de Rafah, si finalmente se lleva a cabo, durará muchas semanas. ¿Cree Israel que la CIJ considerará la imposición de meter a cientos de miles o incluso un millón de palestinos en un pequeño trozo de tierra como una medida adecuada para impedir el genocidio?

Alrededor de 270.000 palestinos vivían en el distrito de Rafah antes de la guerra. El millón y medio que actualmente se encuentra allí sufren de hambre y malnutrición; sufren de sed, de frío, de enfermedades e infecciones que se propagan, piojos, erupciones cutáneas; sufren de cansancio físico y mental, y de una crónica falta de sueño. Las escuelas, los hospitales, las mezquitas, los campamentos de tiendas de campaña de Rafah y alrededores y los apartamentos que alojan familias refugiadas están abarrotados.  

Solo son cuatro kilómetros de Rafah Al Mawasi, pero los desplazados necesitarán horas para recorrerlos

Hay decenas de miles de heridos, entre ellos muchas personas a las que se les han amputado extremidades a causa de los ataques del ejército o en intervenciones quirúrgicas posteriores. Todas tienen familiares y amigos —niños, recién nacidos y ancianos— a los que han matado en los últimos cuatro meses. 

Las casas de la mayor parte de ellos han sido destruidas o se encuentran muy dañadas. Han perdido todos sus bienes. No les queda dinero debido a los elevados o desorbitados precios de los productos alimenticios. Muchos sobrevivieron a la muerte de casualidad y tienen grabadas en la mente las terribles imágenes de los cadáveres. Todavía no lloran a sus muertos porque el trauma continúa. A pesar del apoyo mutuo y la solidaridad, también hay discusiones y peleas. Debido al sufrimiento, algunos pierden la memoria y la salud mental. Como se ha hecho en otras zonas de la Franja para mantener el efecto sorpresa, el ejército israelí difundirá un aviso aproximadamente dos horas antes de una invasión terrestre en Rafah. Esto dará a los residentes poco tiempo para dejar la ciudad.

Imaginad el convoy de refugiados y el pánico de las personas que huyen hacia Al Mawasi, al oeste. Pensad en los ancianos, los enfermos, los discapacitados y los heridos que tendrán la “suerte” de ser llevados en carros tirados por burros o en carretillas improvisadas y en coches que funcionan con aceite de cocina. El resto, enfermos o sanos, tienen que caminar. Quizás tendrán que dejar lo poco que llevaron en los anteriores desplazamientos, como mantas y lonas de plástico para resguardarse, ropa abrigada, un poco de comida y objetos esenciales como pequeños hornillos.

Esta fuga forzada probablemente pasará cerca de los edificios en ruinas que Israel bombardeó hace poco tiempo, o de los cráteres que provocaron en las calles los bombardeos. Todo el convoy se parará hasta que se encuentre un desvío. Alguno se tropezará, una rueda quedará atascada en el barro. Y todos —con hambre y con sed y asustados por un ataque inminente— seguirán avanzando. Los niños llorarán y se perderán. Las personas se encontrarán mal. Los equipos médicos tendrán dificultades para atender a quien lo necesite.

Solo son cuatro los kilómetros que separan Rafah de Al Mawasi, pero necesitarán horas para recorrerlos. A las personas que están huyendo se les cortará cualquier tipo de comunicación. Se pelearán por el espacio en el que montar las tiendas. Se pelearán por ver quién se queda más cerca de un edificio o de un pozo. Perderán el sentido por la sed y el hambre.

Quien se va y quien se queda

Esta imagen se repetirá más veces a lo largo de los próximos días: una comitiva de palestinos hambrientos y asustados que comienza a huir presa del pánico cada vez que el ejército israelí anuncia otra zona para evacuar, mientras los tanques y las tropas de infantería avanzan. Los bombardeos y las tropas terrestres que se acercan a los hospitales que todavía no han sido destruidos. Los tanques que los rodean y todos los pacientes y el equipo médico que tienen que irse a la superpoblada zona de Al Mawasi.

Es difícil saber cuántos decidirán quedarse donde están. Como vimos en los distritos septentrionales de Gaza y en Jan Yunis, un número significativo de habitantes prefiere quedarse en zonas donde se realizan operaciones terrestres. Entre ellos habrá decenas de miles de refugiados, enfermos y personas gravemente heridas, mujeres embarazadas. Y otros que preferirán quedarse en su casa, en la de familiares o en escuelas transformadas en refugios. La poca información que recibirán de la zona de campamento de Al Mawasi bastará para que se convenzan de no ir.

Quien salga de casa para ir a por agua a un hospital cercano es un criminal a ojos de los soldados

Los soldados y los comandantes del ejército israelí, sin embargo, interpretarán la orden de evacuación de manera distinta: aquel que se quede en una zona destinada a una invasión terrestre no se le considerará un civil inocente; no se le considerará “no implicado”.

Quien que se quede en casa y salga para ir a por agua a algún establecimiento de la ciudad que todavía funcione o a un pozo privado, los profesionales de la salud llamados para curar a un paciente, una mujer embarazada que va caminando a un hospital cercano para dar a luz: todos, como hemos visto durante la guerra y en campañas militares pasadas, son criminales a ojos de los soldados. Disparar y matarlos está previsto en las normas de combate de las fuerzas armadas israelíes.

El ejército afirma que está cumpliendo con el derecho internacional, porque a estos individuos se les ha avisado de que se tienen que marchar. También cuando los soldados irrumpen en las casas durante el combate, los palestinos, especialmente los hombres, corren el riesgo de que los maten. Un soldado puede disparar a alguien porque se siente amenazado o porque cumple órdenes; tanto da. Ha pasado en Gaza y podría pasar también en Rafah.

Los equipos de rescate no están autorizados a ir al norte de la Franja de Gaza para distribuir alimentos, o no son capaces de llegar, y no podrán hacerlo tampoco en las áreas de combate en Rafah. Los pocos alimentos que los civiles han conseguido conservar se agotarán gradualmente. Los que se queden se verán obligados a elegir el menor de los males: salir y arriesgarse a que los israelíes los disparen o morir de hambre en casa. La mayoría sufre ya una grave desnutrición. En muchas familias los adultos renuncian a comer para que sus hijos puedan hacerlo. Existe el peligro real de que muchos mueran de hambre en casa mientras fuera se intensifican los combates.

Trampa mortal

Desde el principio de la guerra, el ejército ha bombardeado edificios residenciales, zonas abiertas y coches en todos los sitios que había definido como “seguros” (que los habitantes no debían abandonar). No importa si los ataques se dirigen contra instalaciones de Hamás, funcionarios del grupo u otros miembros que estaban con sus padres, o habían salido de su escondite para visitarlos: casi siempre mueren civiles.

Los bombardeos tampoco cesaron en Rafah. En la noche del 7 al 8 de febrero, bombardearon dos casas en Tel al Sultan, un barrio occidental de la ciudad. Según fuentes palestinas, murieron catorce personas, entre ellas cinco niños. Las fuentes han dicho también que una madre y su hija murieron en un ataque israelí contra una vivienda en el norte de la ciudad el 7 de febrero. El día anterior mataron a un periodista junto con su madre y su hermana en la parte occidental. También el 6 de febrero, añadieron las fuentes, seis agentes de policía palestinos perdieron la vida en un ataque israelí mientras estaban protegiendo un camión de ayuda en la zona oriental de Rafah.

Estos ataques indican que los llamados cálculos de daños colaterales aprobados por los expertos jurídicos del ejército y de la fiscalía de Israel son muy permisivos. El número de palestinos no implicados a los que se “permite” matar para alcanzar un objetivo es mayor que en cualquier guerra anterior.

Los habitantes de Rafah temen que el ejército israelí aplique también estos criterios en Al Mawasi y que, si hay un objetivo en la zona, se ataque también a los refugiados. Así es como un supuesto refugio se convierte en una trampa mortal para cientos de miles de personas.

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© Amira Hass  | Primero publicado en Haaretz (10 Feb 2024); republicado en Internazionale Nº 1550 | 6 Feb 2024 | Traducción: Azahara Mengual a partir de la versión italiana.