Fervor monárquico
Nuria Tesón
Bucarest | Agosto 2016
Mujeres de negro cubiertas con sombrero o pañuelo, banderas del Reino de Rumanía con crespones negros, octavillas con el himno de la monarquía y hasta un grupo de turistas japoneses, curiosos ante las velas y relicarios, y las fotografías en blanco y negro de una regia mujer de aspecto frágil y amplia sonrisa rodeadas de coronas de flores y pequeños ramilletes. Todo ello a escasos cien metros de la antigua sede del Partido Comunista Rumano, hoy Ministerio del Interior, que el 22 de diciembre de 1989 asaltaron miles de personas, y del que el dictador Nicolae Ceaucescu intentó escapar en helicóptero junto a su esposa en los días de la revolución. Ajusticiados días después, sus cuerpos no recibieron el homenaje que hoy se le brinda a la reina Ana de Rumanía, que falleció el pasado 1 de agosto en el Hospital de Morges (Suiza) a los 92 años.
Rumanía sigue arrastrando la herencia de los rigores y desmanes de la dictadura comunista. Con una clase política larvada por la corrupción, pocos son los que confían en que aquellos años se hayan superado del todo. Y ese es precisamente el argumento que muchos esgrimen hoy frente al Palacio Real de Bucarest, donde una comitiva de monárquicos aguarda los restos mortales de la reina consorte, esposa de Miguel I, último rey de los rumanos.
“Me encantaría tener una monarquía constitucional. Al menos así tendríamos una figura respetada»
Para Ruxandra Rovania, una abogada de 23 años, “ninguna de las instituciones que deben funcionar en democracia lo hacen en Rumanía”. “Me encantaría que tuviéramos una monarquía constitucional. Al menos así tendríamos una figura respetada y supondría un cambio respecto a la situación actual”. Aunque la mujer duda de que eso sea factible. “Nunca hemos sido capaces de unirnos para cambiar nada, así que no creo que esta vez fuera a ser distinto”. Aún así, para Rovania, la Casa Real es “la única institución que no ha sido manchada por la corrupción de este país”.
Como ella, al menos dos tercios de los rumanos consideran que habría sido mejor reinstaurar la monarquía inmediatamente después de la caída del comunismo, según una encuesta de marzo de este año del Instituto Rumano de Evaluación y Estrategia (IRES). Todavía un 62% de los rumanos se decanta por un sistema republicano, de acuerdo con los datos de IRES, aunque siete de cada diez no saben precisar por qué. Al menos un 21% defiende que debería haber un referendo para votar el regreso de la monarquía y el 61% de los encuestados confían en la Casa Real. En otros sondeos, hasta el 30% de los rumanos se manifiesta a favor de la restauración de la monarquía.
Medio siglo destronados
El monarca Miguel I fue destronado en 1947 y forzado al exilio, medio año antes de casarse con Ana de Borbón-Parma. No fue hasta 1997 cuando recuperó la ciudadanía, y aún tardó más el permiso de residencia. El último rey de Rumanía, Miguel I, primo de la reina española Sofía, y su esposa Ana, siguieron exiliados en Suiza, pero a Miguel de Hohenzollern no sólo le fue devuelto su título de rey, sino también muchas propiedades confiscadas por los comunistas.
La princesa Margarita asiste a citas de agenda política y reside en el palacio de Elisabeta
Con los años, su reputación no ha dejado de mejorar, en parte quizá, según explicaba en una entrevista reciente la heredera de la Corona, la princesa Margarita, por su ausencia de aspiraciones al trono. Esto favoreció la participación de la Corona en la vida pública y cultural. La princesa Margarita asiste a citas de agenda política y celebra anualmente el Día del Rey, el 10 de Mayo, con una fiesta en el palacio de Elisabeta, residencia oficial del monarca, donde reside la heredera junto a su esposo, el príncipe Radu.
“Todos en Rumanía reconocen la legitimidad de la institución”, explica Tudor Visan, coordinador de la Alianza Nacional por la Restauración Monárquica. “Hay un enorme respeto hacia el rey Miguel I y hacia su difunta esposa. Nos recuerdan cómo esta dinastía luchó por el país; cómo el rey Miguel I rompió sus vínculos con la Alemania nazi; cómo la reina se unió a la Resistencia francesa, antes de conocer al rey y cómo le apoyó a pesar de haber perdido su corona”, detalla el monárquico.
Tudor Visan defiende que debería llevarse a cabo una consulta para restaurar la monarquía y valora especialmente el papel “diplomático” que tiene la figura del Rey, comparándola con otras monarquías como España. El 45% de los rumanos creen que debería estar más involucrada de lo que está, y valoran que ayudaría a mejorar sus relaciones con Europa. “[Los Reyes] han mantenido su liderazgo y su reputación y han contribuido a mejorar la imagen del país”, argumenta el coordinador de la Alianza prorrestauración. En la retina de muchos está todavía el papel que jugó Miguel I en la adhesión de Rumanía a la Unión Europea. El monarca aprovechó sus buenos contactos con muchos jefes de Estado europeos para favorecer el ingreso.
El Ejecutivo debate declarar a la institución monárquica una persona jurídica de utilidad pública
Al Gobierno no le ha quedado más remedio que aceptar este fervor monárquicode muchos de sus ciudadanos y parece dispuesto a dar un paso más para consolidar su participación en la República rumana. El Ejecutivo debate declarar a la institución una persona jurídica de utilidad pública, independiente y apolítica, comprometida con la preservación de las tradiciones y valores del Estado y la promoción y desarrollo del país. El paso por el Parlamento para convertir en ley la decisión, parece un mero trámite dada la unanimidad sobre el asunto entre los distintos partidos.
Luto nacional
Entre los monárquicos hay división: algunos ven la medida como un intento de frenar las aspiraciones de realizar una consulta que podrían revelar que los rumanos desean un cambio de sistema de Gobierno. Otros como Visan, creen que “es una buena estrategia” para seguir desarrollando “apoyo popular”.
Viorica se acerca al retrato de la difunta y deja un ramillete de claveles rojos. Hace una leve genuflexión y la señal de la cruz. “Mi madre vive fuera de Bucarest y me ha pedido que traiga unas flores”, explica la joven. “Ella respeta mucho a los reyes y yo también”, señala, aunque a diferencia de su madre, no se declara monárquica, sino más bien “desencantada con la situación actual”. “Cualquier cambio que pueda traer algo distinto a este país corrupto tiene que ser para bien”, concluye Viorica, antes de encaminarse hacia donde un centenar de personas se agolpa a la espera de la llegada del féretro con los restos de Ana de Borbón-Parma, “la Reina Ana”.
“Cualquier cambio que pueda traer algo distinto a este país corrupto tiene que ser para bien”
El presidente de Rumanía, Klaus Iohannis, el presidente de la República de Moldavia, Nicolae Timofti, y el primer ministro rumano Dacian Ciolos ya le rindieron homenaje, el miércoles anterior, en el Salón de Honor del Castillo de Peles, en Sinaia (en el sur de Rumanía). Desde allí, en un coche fúnebre, sus restos llegaron a Bucarest. Miembros de la Gendarmería vestidos de gala sacan primero una cruz y luego una bandera doblada del coche, después, en hombros, llevan el féretro al interior del Palacio. Les siguen mujeres enlutadas.
El funeral se celebra el sábado 13 de agosto en la nueva catedral ortodoxa de Curtea de Arges, a 150 kilómetros de Bucarest, y el día del entierro ha sido declarado de luto nacional por el Gobierno. Los días previos, los rumanos velaron a su reina en el Salón del Trono del Palacio Real de Bucarest donde se instaló la capilla ardiente. Antes de acompañarla a su lugar de descanso en el Cementerio de los Reyes, se oficiaron rezos en la plaza de la Revolución, la misma que un día vio a los rumanos alzarse contra la dictadura comunista y contra Ceaucescu. “Esto nos recuerda cómo un monarca extranjero puede ser mejor rumano para Rumanía que alguien que haya nacido y vivido aquí toda su vida”, advierte Tudor Visan.
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