Safaa Fathy
«Feminismo e islamismo son incompatibles»
Alicia Alamillos
Madrid | Enero 2018 · Con Javier Calero
Egipcia expatriada en Francia, la filósofa Safaa Fathy (Minya, 1958) es conocida internacionalmente por sus extensos trabajos sobre el filósofo Jacques Derrida, sobre cuya vida y obra Fathy filmó la película D’ailleurs Derrida (“Derrida, por cierto”). Sin embargo, con su polifacética obra, Fathy ha explorado también la poesía, el teatro, el ensayo y otros géneros documentales sobre su país de nacimiento, Egipto, y sobre la revolución que tuvo lugar en la plaza de Tahrir en 2011. Acaba de publicar Al Haschische, un poemario en francés que sobrevuela el concepto de la muerte y la existencia, la nostalgia.
“La muerte es siempre un tema principal en mi obra. Me enfrenté con la muerte desde muy pequeña, y escribiendo poesía es como resistimos a la muerte. Con mis textos le digo al mundo, a la existencia: ‘Yo sigo aquí’”, dice la intelectual, invitada a Madrid para un coloquio en la Casa Árabe, poco antes de esta entrevista.
Usted creció en una familia muy tradicional en Minya, Egipto, hija de un policía ¿Cómo marcó eso su vida?
«El sentimiento de izquierda nunca ha sido tan popular en Egipto como ahora»
Creo que con una profunda melancolía, una tristeza, a veces un sentimiento de injusticia importante porque no hemos podido ser como los pueblos europeos. Veo a mis amigas europeas, y no venimos de la misma historia: a veces tienen dificultades para comprender de dónde vengo. Está eso, pero también un sentimiento de haber tenido acceso a recursos importantes, que se conocen en situaciones extremas, se me abrió una oportunidad de recursos de la vida, de la existencia. Recursos como la energía, la creatividad, la voluntad ejercida de una forma poderosa, el sentido de tener la voluntad. Al mismo tiempo sigo teniendo un sentimiento de impotencia, de tristeza, de llamada al pasado de la tierra. En Egipto no podía “desatarme”; fue cuando salí de ese ambiente cuando pude escribir en los géneros que escribo y liberarme de las ataduras que tenía en Egipto.
Usted militó en partidos de izquierda en Egipto durante sus años en la universidad. ¿Cuál es la situación de la izquierda en Egipto ahora?
Es difícil responder, porque la extrema izquierda tal como la conocimos en los años 60, 80 y 90 estaba muy vinculada a la existencia del telón de acero, pero con el derrumbe del Muro y de la Unión Soviética, como toda la izquierda europea, la egipcia también sufrió. Hay una izquierda marxista minoritaria de la internacional socialista, que ha crecido en la Revolución [de 2011], y luego hay una izquierda liberal, con varios partidos. Y después hay un paradigma que se eleva de la izquierda como procesos de liberación, de justicia social, de igualdad de las mujeres. Son paradigmas de izquierdas que no están plegados a la concentración de poder militar, sino que son movimientos de liberación.
¿Tienen validez hoy?
El sentimiento de izquierda nunca ha sido tan popular en Egipto como ahora, solo que no hay cristalizaciones de formaciones políticas fuertes para expresarlos. Había un candidato de izquierda para las presidenciales [del próximo 26 de marzo] y decidió no presentarse porque el candidato presidencial está arrestando a todos [ríe], y para protestar, todo el mundo está boicoteando estos comicios.
¿Cuando llegó a París en 1981, buscaba ese activismo de izquierda?
Al principio en París yo me comprometí en movimientos de izquierdas para mi desgracia. No debí hacerlo, perdí demasiado tiempo.
¿Por qué?
«Los del 68 han estado en todos los puestos, cines, teatros y no han tenido reemplazo»
Gasté demasiado tiempo y no aprendí nada. Lo que sabía lo había aprendido en Egipto. Fue una manera de integración social. En Francia es muy difícil entrar en la sociedad francesa, y como yo era de izquierda podía entrar en la sociedad francesa de izquierdas gracias a otros militantes, pero al mismo tiempo pasé demasiado tiempo, unos 15 años. Me arrepiento: debí pasar solo tres años e irme. Quizá es de lo que más me arrepiento en mi vida.
El Mayo del 68 ha creado muchos monstruos. ¿Qué balance hace en su 50 aniversario? ¿Cree que perdió el tiempo como consecuencia del 68?
He perdido demasiado tiempo porque es una razón personal, no política. El balance del 68 es muy complicado, porque el 68 fue un movimiento muy importante que cambió la sociedad francesa y que fue un movimiento de liberación. Al mismo tiempo, ha propulsado la mirada atrás de sectores de clase media que ve que hasta ahora los mismos han tenido el poder y no lo han dejado: los del 68 han estado en todos los puestos, cines, teatros y no han tenido reemplazo. Han producido cosas paradójicas: liberación social, de la mujer y de la juventud, movimiento contra el colonialismo de la guerra de Argelia y al mismo tiempo el paradigma del 68 ha ganado a la sociedad francesa y se han convertido en una élite que ha tomado el poder asociativo y que se ha quedado ahí, no lo ha intercambiado con otra generación durante mucho tiempo.
¿Considera que el 68 ha dañado a la izquierda y es responsable de su crisis actual?
Lo que ha dañado la izquierda ha sido por un lado la rigidez del Partido Comunista Francés, con una estructura de mando autoritaria que ha apoyado a regímenes autoritarios, y luego la adopción de una agenda neoliberal por parte del Partido Socialista Francés. La extrema izquierda se ha quedado demasiado encerrada durante mucho tiempo entre eslóganes. Ahora la izquierda está tratando de renacer a partir de movimientos como el de Jean Luc Mélenchon, que obtuvo un 19% en las presidenciales.
Volvamos a su llegada a París. Estudió Filología Inglesa e hizo su doctorado. ¿Cómo comenzó su relación con Derrida, a cuya vida y filosofía ha dedicado gran parte de su vida y trabajo?
«Yo creía que tenía la facultad intelectual para entender a Derrida, pero nada»
Fue algo práctico, por casualidad. Estaba en mi casa, no sabía qué hacer después del doctorado, me llamó un amigo, ¿qué haces en tu casa sentada mientras Derrida está dando una conferencia? Así que fui a la facultad donde estaba dando la charla, y no he vuelto a salir desde entonces (ríe). Yo había leído a Derrida y al principio no entendía nada, por supuesto. Yo creía que tenía la facultad intelectual para entenderlo, pero nada. Lo cerré y lo dejé en la mesa. Pero en la conferencia estaba hablando del testimonio, citó unas frases de Hamlet y empezó a hablar y hablar. Yo había escrito ya mi obra Terror (un manuscrito de teatro); era una persona tan importante, creí que actuaría como un dios, pero no, le vi como una persona normal, modesta, sencilla, iba con los alumnos a tomar un café… y pensé darle mi manuscrito.
¿Lo hizo?
Le dije: “Le doy mi manuscrito para que haga lo que quiera, lo puede tirar, puede hacer lo que sea”. Me escribió una carta de recomendación y a partir de ahí comenzó nuestra relación, le visitaba en su casa, comía con su mujer… Cuando quise hacer el documental sobre Derrida al principio a él no le gustó nada la idea: “No tengo nada que ver con las películas”, me dijo. Había mucha dificultad para que una persona de tal calibre cooperase para que se hiciera una película sobre su vida. Al final le gustó mucho la película y después sacamos un libro juntos… Tuvimos una relación de amistad.
Usted ha explicado muchas veces cómo Derrida influyó en usted, pero, ¿cree que usted influyó en la obra de Derrida?
No lo sé. No lo sé. Creo que quizá. Él decía de mí que yo le había atraído su atención hacia la cuestión de las mujeres, y que en los lugares donde habíamos vivido juntos había hecho que se preocupara más por el sufrimiento de las mujeres que anteriormente.
Egipcia pero viviendo desde hace años como expatriada en Francia… ¿En qué idioma se siente más cómodo cuando escribe de filosofía?
«La filosofía como una fábrica que crea conceptos como decía Deleuze no la tenemos en lengua árabe»
Encuentro muy difícil describir la filosofía en árabe aunque lo he hecho dos o tres veces en textos filosóficos. Es difícil porque hay que traducir todos los conceptos, no hay una tradición árabe de las luces del XVIII. Hay problemas de conceptualización, de hacer que las cosas se puedan entender. A menudo se mezclan palabras del latín para que el lector pueda referirse al origen de los conceptos. Para mí es mucho más fácil hacerlo en francés que en árabe, eso seguro. Normalmente la poesía la escribo en árabe. El árabe es la lengua de mi inconsciente.
¿Hay hueco para la filosofía en el Egipto actual?
No tenemos filósofos. Tenemos académicos que estudian la filosofía pero no tenemos filósofos. Hemos tenido algunas personas que han podido hacer una reinterpretación de textos sagrados, pero de filosofía según el concepto occidental del término como los de la escuela francesa, italiana… la filosofía como una fábrica que crea conceptos como decía Deleuze no la tenemos en lengua árabe. Quizá haya gente en Líbano o en el Magreb, pero que son más bien académicos que filósofos.
¿Es por la falta de libertad?
No hemos tenido tradición filosófica, no se ha podido transmitir la lengua latina y alemana en particular hasta la lengua árabe. Veo poca gente que pueda hablar de Heidegger, por ejemplo, es muy confuso. Probablemente, no olvidemos, se explica por haber sido ocupados tanto tiempo por el Imperio Otomano. La primera universidad en Egipto, en el sentido occidental del término, data de 1917. Entonces éramos un país ocupado por un imperio muy retrógrado como era el otomano. Toda la evolución natural que podíamos haber tenido fue paralizada. Actualmente un país como Egipto no tiene una tradición filosófica como ocurre en el mundo árabe, ha habido tentativas de alguna gente, bilingüe totalmente, en Francia o Inglaterra, EEUU, Alemania…
¿Cómo es posible construir un relato nacional sin filósofos?
Tengo la impresión de que en los países árabes se ve muy claro con la Primavera Árabe que están construyéndose y haciéndose. Son sociedades que están saliendo de la era poscolonial, con mucha dificultad, con mucha violencia y represión, y todo esto va a tomar su tiempo como lo tomó aquí en Europa. También hemos tenido una tradición religiosa que ha destruido completamente la filosofía, que la consideraba como obra del diablo, más allá de que hubiera una tradición de filosofía en el mundo arabomusulmán de Aristóteles y Platón que a Europa llegó a partir del árabe, pero eso se quebró con los últimos abasíes.
¿Y después ya nada?
«Antes era el marxismo el que dominaba. En 2011 te encuentras con un camino totalmente distinto»
La tarea de pensar y construir un relato nacional tuvo que hacerse a principios del siglo pasado, y eso es muy poco tiempo. También veo que en Siria, un país donde hay gente muy educada, a causa de la violencia y la guerra muchos han empezado a pensar y a escribir; después de la Revolución en Egipto han comenzado a pensar también a interpretar qué ha pasado, tratando de inventar paradigmas nuevos. Antes era el marxismo el que dominaba, la organización, el proletariado, la revolución se miraban según las vías marxistas. En 2011 te encuentras con un camino totalmente distinto. Toda la organización de la vanguardia se topa con otra forma de pensar.
¿Cuál es esa nueva forma?
De golpe, los historiadores piensan cómo es que exista un movimiento tan grande como el de 2011, cuáles son las bases, cómo se desarrolla. El relato nacional no es solo una descripción de lo que ha tenido lugar sino también de lo que habría podido tener lugar, qué podría haberse hecho para cambiar las cosas. Es muy importante porque la historia no ha terminado con esta represión y desigualdad social, y va a comenzar, ahora se tiene una experiencia que nos ha dado algunas herramientas conceptuales. Hablamos de una situación de emergencia: tomará su tiempo. Hay pensadores en árabe en occidente que escriben en francés y se traduce al árabe, tienen un pensamiento de la situación árabe pero en otra lengua.
¿Cree que es necesaria una reforma en el islam?
He trabajado sobre este tema; la reforma de la religión es un tema vital, es imprescindible, tiene que tener lugar. Algunos procuran frenarlo; hay muchos pensadores (egipcios, daneses, marroquíes) que hablan al respecto, pero existe también una resistencia a ese esfuerzo. A mi me gustaría que de la misma institución religiosa (Al Azhar) salgan pensadores que tengan un papel de reformadores, que hagan una reflexión no del Corán, sino de los textos posteriores, que son los esfuerzos humanos de entender el Corán. El islam político introdujo la idea de que hay que luchar contra el resto del mundo para ser buen musulmán. Hace falta recuperar la esencia del islam, y hay gente que está trabajando en este sentido. La religión debe ser un tema privado entre el ser humano y Dios.
¿Qué opina de la postura de los intelectuales egipcios, de los que muchos apoyaron a Abdelafatah Sisi cuando llegó al poder?
«No podíamos hablar con un compañero porque venía uno de los Hermanos Musulmanes a regañarnos»
El problema es que fue necesario el momento de 2013 para intentar salir del islamismo de los Hermanos Musulmanes, que es un poder muy grande y que podía extenderse a otros países como Túnez. Los islamistas persiguieron y persiguen a los intelectuales. El hecho de que gobernaran durante un año persiguiendo a los intelectuales fue terrorífico. Fui entonces a Egipto y la sociedad estaba islamizada, había muchas protestas… había mucha resistencia en contra de la islamización de la sociedad. Los intelectuales no tenían una alternativa civil a los islamistas… y tenían más miedo y preocupación por los islamistas que por los militares. Los comprendo, como persona que ha visto los inicios de la presencia islamista en la universidad de Al Minya: no podíamos hablar con un compañero porque venía uno de los Hermanos Musulmanes a regañarte, y decirte que te cambiaras de ropa… Esa situación hacía que muchos estuvieran en contra de Hermanos de forma radical.
¿Y esa postura los llevó a aceptar lo que fuese?
El error de los intelectuales y escritores egipcios -no todos-, es cuando se pasa al desalojo de la plaza de Rabaa, ocupada por los partidarios de los Hermanos Musulmanes. Los intelectuales, los humanistas en general, no pueden aceptar que se mate a mil personas en doce horas, no es posible, sea cual fuere la razón. Si se empieza a aceptar cosas así se pierde inmediatamente toda la credibilidad, no se puede aceptar. Había mucho descontrol pero hay que ser muy claro y decir que estamos contra la matanza de gente inocente que solo estaban en un acto político.
¿Y qué ocurrió después de la plaza Rabaa?
El segundo error fue en el momento en el que nos damos cuenta de que es un régimen sanguinario, liberticida, que está humillando al pueblo entero, que tiene una inclinación clara por el gran capital y por las desigualdades sociales, que tiene más de 60.000 presos políticos en las cárceles, lleva a cabo procesos judiciales lamentables, ninguno justo, ejecuciones… Hay que hablar de ello, lo tienen que denunciar los intelectuales, se puede decir ‘Nos hemos equivocado’, pero no podemos seguir en el error. Se llega a que incluso escritores conocidos hablen de ‘la voz bella y dulce de Sisi cuando habla, cómo guiña los ojos’… Tenemos a ese tipo de intelectuales pero también otros mucho más lúcidos en la oposición. Son los escritores e intelectuales más jóvenes los más radicales.
Acaba de celebrarse el aniversario de esta Revolución del 25 de enero de 2011. ¿Queda algo de su espíritu?
«Cuando llegó Sisi al poder nos dimos cuenta de que el movimiento revolucionario había muerto»
Yo estuve de casualidad en los primeros días de de la Revolución, el 28 de enero. Yo conquisté la plaza Tahrir con todos los que estaban allí. Cuando llegó Sisi al poder nos dimos cuenta de que el movimiento revolucionario había muerto. Él está quemando la tierra tras él, quema todo, y cuando se queme todo se quemará él. Va a existir la dictadura varios años más, no sabemos cuántos. Va a matar a gente, pero no seguirá mucho más, porque la naturaleza de la vida es así. Yo no olvido el vídeo de la plaza Ramses llena, los eslóganes… La unión, la energía, la voz de existencia propia, física… no había palabras políticas precisas pero era por existir, por encontrar la dignidad.
¿Algún lema en concreto?
El eslogan más importante era “mantén la cabeza alta, que eres egipcio”. Recuperar la dignidad humana. Los hospitales eran para morir, no para curarse, los accidentes en la carretera, la contaminación de la comida, aire, agua, todo era una humillación profunda, por eso la dignidad de existir a la vez era política pero también apolítica. Toma forma política para hacer presión pero la revolución era existencial. ¿La gente renuncia a existir? No. La cuestión de la dignidad se va a mantener, incluso el teatro de la elección presidencial no va a poder contra la dignidad.
¿Puede volver usted a Egipto a trabajar?
Tengo prohibido trabajar en la universidad. Puedo volver, tengo miedo en el aeropuerto, informo a mi sobrino que trabaja en el aeropuerto que llego, vengo de una familia de policias. (Las fuerzas de seguridad) actúan sin vergüenza, pueden asesinar y torturar a un italiano, se ha detenido a 19 americanos, había un hombre que era jefe del Estado Mayor de Sisi y ha sido detenido (Sami Anan, precandidato presidencial, fue detenido a principios de año), nadie tiene inmunidad. Aunque entre con pasaporte francés, tengo miedo, todo el mundo tiene miedo. De que me detengan 48 horas… soy muy fragil, no tengo la fuerza para ser maltratada en la comisaría y que nadie sepa nada de mí. Tengo miedo naturalmente.
Usted forma parte de un programa de la ONU de mujeres filósofas. ¿Hay pocas mujeres en la filosofía?
«Comprendo el gesto político de incluir a mujeres que no estarían defendiéndose sin la palabra ‘islámica’»
Es un término un poco demasiado ambicioso, creo. Somos un grupo de mujeres filósofas que estudiamos, tratamos encontrar el terreno. Yo trato de abordar el velo islámico, de forma conceptual, ¿qué es?, ¿qué es en Occidente? Hay una fascinación por el velo, en Francia ocupaba portadas. Queríamos estudiar esta fascinación. En la tradición musulmana. Pero al final se ha retirado la iniciativa de “Mujeres filósofas” por falta de medios. Era una aproximación al campo filosófico pero no era original, no era Hannah Arendt. Era una tentativa modesta, porque la filosofía no ha sido cosa de mujeres sino de hombres siempre. Estábamos vetadas como escritoras, poetas, filósofos, cineastas… de la filosofía hemos sido expulsadas, y queríamos abrir un espacio para pensar las cosas de otra manera.
Ha hablado del velo, un elemento que reivindican las llamadas feministas islámicas. ¿Es posible unir estos conceptos, feminismo e islam?
Yo personalmente no estoy nada convencida de que sea posible, creo que es una forma de apropiarse de conceptos occidentales como el feminismo y de intentar de darle un color probablemente más político que realmente un modo de pensar, en un sentido donde comprendo el gesto político de que muchas mujeres que se dicen musulmanas quieren reconocer alguna cosa que le permite obtener un “empoderamiento”; un poco más de poder sobre sus vidas.
¿En qué se traduce en la práctica?
No parece real pero, si se comienza a indagar más profundamente para estudiar estos dos términos, feminismo e islamismo, creo es una combinación cualquiera, al estilo de movimientos como la “economía islámica”: ¿qué es eso? En un mundo neoliberal es simplemente poner el color, la etiqueta “islámica”, o nombrar como diferentes cosas que no son nada islámicas, sino que es el neoliberalismo que está por todos lados. Para mi son antinómicos, incompatibles, pero comprendo el gesto político que busca incluir a las mujeres que no estarían defendiéndose de esta forma si no tuviera la palabra islámica.
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