Salman Rushdie
«El placer es un acto revolucionario»
Alejandro Luque
Madrid | Octubre 2015
Paseando este lunes por el Museo del Prado, Salman Rushdie se demoró en las salas dedicadas a Goya. Su última novela, Dos años ocho meses y veintiocho noches (Seix Barral) comienza precisamente con el grabado del pintor español que se acompaña de la famosa leyenda: El sueño de la razón produce monstruos. “Sueño y razón son terribles cuando van por separado”, murmuró el escritor, nacido en Bombay en 1947 y convertido en celebridad mundial a raíz de la condena a muerte dictada por Jomeini hace 25 años por su libro Los versos satánicos.
El Rushdie que compareció ayer ante los medios españoles es un hombre que ha tratado de dejar atrás, en la medida de lo posible, aquella ingrata experiencia. No se ven guardaespaldas a su alrededor, ni siquiera policía en las inmediaciones del hotel donde se celebra el encuentro. El escritor hizo su último exorcismo con Joseph Anton, el relato autobiográfico de sus últimas décadas, y reconoce que ahora el cuerpo le pedía volver a la ficción. “Lo que he hecho ha sido irme al lado contrario del espectro emocional”, confiesa. “Si no llega a ser por los eventos que me ocurrieron, jamás habría tenido interés en contar mi vida. Desafortunadamente aquello ocurrió, pero me gusta pensar en la ficción como el barrio donde me gustaría vivir”.
«Tal vez el humor no sea una defensa, tal vez pueda ser el mejor ataque»
La promoción de Rushdie en Madrid coincide con la entrega al escritor de la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes. “Estoy contento de poder hablar aquí de este libro loco, que de hecho comienza en España en el siglo XII, y regresa a España más adelante. Cualquiera que lo lea puede ver la influencia de muchos artistas españoles, Goya por supuesto, pero también el surrealismo de Buñuel. Todos ellos me han ayudado a crear una atmósfera, la descripción de un mundo que ha ido mal. Pero me ha salido una comedia, una comedia negra”.
A propósito de ello, cuando MSur le pregunta si el humor es la mejor trinchera para defenderse de un mundo que también parece ir bastante mal, responde: “Tal vez no se trate de una defensa, tal vez el humor pueda ser el mejor ataque. No disfruto de los libros que carecen por completo de sentido del humor, por eso me gusta que mis propios libros contengan al menos un poco. La gente que no ha leído mis libros se sorprende de que sean graciosos, divertidos. Bastante gente me escribe y me dice, ¡quién lo iba a decir! ¿Puede ser el humor una tabla de salvación? No lo sé. Daño no hace, desde luego”.
El humor, afirma Rushdie, no le gusta a los fanáticos, “a ningún fanático. La cultura tampoco”, asevera. “Ahora son los islamistas, pero recuerdo que la Inglaterra del siglo XVII, la de Cromwell y los puritanos, lo primero que hizo fue cerrar los teatros. Como dijo un ensayista americano, el puritanismo es el miedo de que alguien pueda llegar a ser feliz. Y es normal para el instinto puritano oponerse a cualquier cosa que dé placer: el cine, la danza, el teatro, la música, los libros… El placer es el enemigo. Por eso es muy importante insistir en él, es todo un acto revolucionario”.
«No puede existir un dibujante de viñetas respetuoso. Su compromiso es con la irreverencia»
El escritor, que no se siente “representante de nada, tampoco de la libertad de expresión” sí cree que todos los creadores se sienten más o menos involucrados en ella, porque es la única forma de hacer posible el arte”. Cuando le preguntamos en qué bando están quienes, ante unos hechos como los asesinatos de la redacción de Charlie Hebdo, hay quien piensa que las víctimas “se lo buscaron” –o, como hicieron algunos de sus colegas del PEN Club, recogen firmas desmarcándose de la revista–, su gesto se torna algo más serio:
“Es un asunto odioso. Nadie puede ser asesinado por dibujar. Si no te gustan sus dibujos, busca otros. Si no te gusta este libro, lee otro. No podemos olvidar que para la gente de Charlie Hebdo, como para cualquier artista, su compromiso es con la irreverencia. No puede existir un dibujante de viñetas respetuoso. Además, aquella revista no solo había criticado al islam, sino a todas las religiones, aunque nadie más apareciera con metralletas”.
Alguien le comenta que ahora todos en Occidente se sienten tan amenazados como él se sintió en su momento. “Siento que sea vuestro problema también”, dice con una tibia sonrisa. “Pero la intención de escribir un libro como este en estos momentos es la de ir más allá de lo que vemos en las noticias cada día, de intentar decir algo más universal. La batalla entre razón y sinrazón que trato de contar, entre tolerancia e intolerancia, no es nada nuevo. Es la historia de la raza humana”, asevera. “También creo que esta disputa, como la que mantienen en mi novela Averroes y Al Ghazali, es la misma que sucede dentro de cada uno de nosotros. Todos tenemos un pequeño yinn dentro”.
La alusión a los genios de la mitología árabe no es gratuita. De hecho, en Dos años, ocho meses y veintiocho noches hay varios personajes que descienden de estas criaturas, propiciando un encuentro entre la realidad actual y el mundo fantástico altamente sugestivo, muy influenciado por Las mil y una noches.
«El realismo mágico hispanoamericano está muy influenciado por Las mil y una noches»
“Las historias orientales continúan muy vivas, la gente sigue contándoselas. En la India, si se te pincha una rueda, todavía dices que ha sido por culpa de un yinn. Y si derramas la copa de vino, también puedes echarle la culpa a otro. Crecí oyendo historias como estas y las he contado luego yo mismo. Luego me interesé mucho en la tradición del surrealismo, que me recuerda mucho a todo eso. Es una tradición no naturalista, y eso ha existido en todas las culturas y en todas las épocas. Incluso el realismo mágico hispanoamericano estaba muy influenciado por Las mil y una noches. Todo al final es lo mismo: se trata de encontrar una manera de contar la verdad. El realismo es solo una manera más, bastante reciente, por cierto”.
Como hace en su novela, el escritor se divierte explicando el misterioso uno de Las mil y una noches. “En muchas culturas orientales, a la gente no le gustan los números redondos. Mil es un numero feo, pero 1001 es bonito. En India, si das propina a un camarero, no le des cien rupias, dale 101. Es una convención”, dice. “Lo que sucedió después de la gran fama de Las mil y una noches, es que el número se convirtió en una expresión del infinito: si tienes mil y un problemas, tienes un número infinito de problemas. A mí también me gusta no tener que lidiar con números redondos”.
«Por suerte, no necesito mirar al Papa para tener un guía moral»
Sobre el aparente auge de los nacionalismos, Salman Rushdie comenta que es peligroso si pensamos en la Alemania nazi o en la Yugoslavia posterior a la caída del comunismo, “pero también recuerdo que en la India el movimiento nacionalista consiguió dos cosas: unificar el país y crear un movimiento anti-colonialista, porque no había estado antes de la llegada del Imperio británico”, explica. “No estoy a favor de él, pero tengo visiones diferentes del nacionalismo dependiendo de dónde suceda”.
A partir de este punto, los periodistas preguntan a Rushdie por los más variados asuntos. Él insiste en que se le dan mal las definiciones, que no alberga certezas sobre todas las materias. “¿Se me permite no tener una opinión sobre el Papa?”, bromea cuando alguien le pregunta al respecto. “Bueno, tengo una opinión mixta. Creo que no es tan progresista como la gente dice, pero creo que sí lo es en uno o dos temas importantes, como el cambio climático. Pero esta mañana he leído que el Vaticano ha expulsado a un cura por ser homosexual, y ahí ni el Papa ni la Santa Sede parecen progresistas. Por suerte, no necesito mirar al Papa para tener un guía moral”.
De nuevo le piden que ejerza de oráculo para pronosticar hasta dónde avanzará el fundamentalismo. “No me gusta predecir el futuro, casi todo el mundo que lo intenta acaba pareciendo idiota”, explica. “Cuando uno estudia Historia, aprende que es tremendamente complicado entender por qué ocurren las cosas. Tenemos que enfocarnos en lo que sí sabemos, y no especular. Sé que especular se ha convertido en una especie de industria, pero para mí siempre ha sido la ciencia de equivocarse”.
Para Rushdie, el origen de los actuales desmanes del islamismo radical “es diferente en los diferentes lugares donde se da. En Oriente Medio hay dos estados completamente fallidos, Iraq y Siria que han dado como consecuencia un auge del gangsterismo. Por fortuna, no es mi trabajo averiguar qué ha fallado y cómo arreglarlo ahora”, dice. MSur le pregunta si la actitud de las potencias occidentales de apoyarse en Arabia Saudí para impedir la difusión del extremismo no es como llamar a la mafia para impedir la delincuencia callejera. “Algo así, algo así”, responde.
Pero el escritor regresa a los detalles de su novela. Por ejemplo, al sustrato pop que se hace notar en sus páginas. “No quería un libro de folklore tradicional, o que sucediese en un tiempo remoto. Quería algo muy contemporáneo, de aquí y de ahora. Si quieres estar en el mundo moderno, tienes que saber qué sucede en la cabeza de tus personajes. A la gente le sorprende que conozca la existencia de ciertos raperos, por ejemplo. Solo puedo decir que sé mucho de muchas cosas”, sonríe. “A mis estudiantes les digo que si quieren ser escritores, deben entrar en el mayor número de habitaciones posible. Si no, ¿cómo pueden darle vida a sus historias?”.
«Me gusta Spiderman, sobre todo porque vive en un lugar real, que es Nueva York»
“Miren a los grandes escritores, a Dickens, por ejemplo”, prosigue. “Era capaz de ambientar sus libros en los ambientes más variopintos. Puede hablar de la alta aristocracia, de los barrios bajos, de los criminales, de las cárceles… A mí, por ejemplo, una de las cosas que más me ha ayudado a escribir ha sido estar cerca de los jóvenes. Para un escritor es peligroso que los personajes envejezcan en la misma medida en que tú te haces mayor”.
Un poco juvenil se antoja, por ejemplo, el Rushdie que habla de cómics de superhéroes en su última novela. “Crecí con Batman y Superman, pertenezco a esa generación, es la verdad. Ahora se habla de un montón de superhéroes que no conozco. A lo más que llego es a X-Men”, explica. “También me gusta Spiderman, sobre todo porque vive en un lugar real, que es Nueva York. Cuando se hizo la primera película de Spiderman, un periodista buscó la dirección de Queens donde el cómic decía que vivía, y al pulsar el timbre se dio cuenta de que pertenecía a la familia Parker”, ríe. “Me gusta porque como superhéroe entra en el mundo real, no en ciudades imaginarias como Metropolis o Gotham. Sus enemigos también son de verdad”.
«Si la Metamorfosis de Kafka durara 400 páginas, sería insoportable»
Pero en seguida regresa el escritor agudo, con un amplio dominio de los registros narrativos: “Mi lenguaje cambia según la historia. Cuando escribí La encantadora de Florencia, el lenguaje que me salía era muy barroco, algo más adornado. Cuando hice Shalimar el Payaso, debido en parte a que hablaba de las atrocidades de Cashemir, el lenguaje era más desnudo y básico. En este caso, como la historia nace de una tradición, quería que el lenguaje fuera más informal. Como si alguien se sienta a tu lado y te dice ‘deja que te cuente una historia’. Algo casi conversacional”.
Eso, y que no fuese demasiado extensa. 395 páginas en la edición de Seix, poco tratándose de un escritor de largo aliento como Rushdie. “Si la Metamorfosis de Kafka durara 400 páginas, sería insoportable. 400 páginas de un bicho gigante no hay quien las aguante. 50 en cambio es una obra de arte”, subraya.
Cuentan que antes de abandonar el Museo del Prado, Salman Rushdie se detuvo ante un retrato de los Habsburgo. Como los yinn que describe en su novela, estos aristócratas se caracterizan por carecer de lóbulos en la oreja. “Me inspiré en los Habsburgo”, bromea el escritor. “Cada vez que comento ese detalle de los yinn, la gente se lleva las manos a las orejas, para asegurarse de que sus lóbulos siguen ahí”.
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