Opinión

Tetas

Mimunt Hamido Yahia
Mimunt Hamido Yahia
· 7 minutos
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Estambul | Agosto 2023

Tetas, tetas, tetas. Las veo en la playa o en el vestuario de gimnasio; las hay pequeñas, grandes, redondas, en forma de pera, tiesas, caídas… Así son las tetas. Todos y todas sabemos cómo son. ¿Qué tienen de atractivo las tetas para que, si alguien, en este caso Amaral, una cantante española, las enseñe en público tengan que correr ríos de tinta? Hasta yo misma me veo escribiendo sobre ellas.

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«Sois muy bonitas». Cartel de 8 Marzo en Estambul (2018) | © I. U. T.

¿Enseñar las tetas hoy en España es tener valentía? No.

No hace mucho, otra cantante, Rocío Saiz, las enseñó en el escenario, como ella tiene por costumbre. Un policía estrecho de miras la detuvo. Nadie apoyó al policía, a quien además se ha abierto expediente como era de esperar, así que el “escándalo” le vino bien a la cantante y poco más.

¿Enseñar las tetas hoy en España es feminista? No.

Además, Amaral no dejó ninguna duda al respecto. Le dedicó su destetamen a:

Bebe, una cantante cuyas declaraciones sobre el feminismo son algo así como“Yo, ni feminista ni machista”,

Rocío, que enseña las suyas en cada actuación y nunca ha pasado nada hasta que dio con el típico policía tontolaba,

Rigoberta, otra cantante cuyo mérito es haberle cantado a las tetas de esas mamás que preparan croquetas para eternas adolescentes explotamadres.

Amaral enseña las tetas solidarizándose con sus amigas, las que se ganan el pan cantando, y es eso: solo una actuación

Así que no, ese acto no es, en este contexto, feminista. A estas tetas no se les puede atribuir que sean un símbolo de cambio porque no cambia nada excepto mi TL en twitter.

Amaral enseña las tetas solidarizándose con sus amigas, las que son y piensan como ella, las que se ganan el pan cantando y actuando y es eso: solo una actuación.

¿Enseñar las tetas es revolucionario hoy en España? No.

¿Por qué habría de ser revolucionario? Puedes enseñar las tetas en la playa, en la piscina e incluso en la calle si se tercia. Recordemos a esas chicas que cada verano en las fiestas del pueblo se suben a hombros de sus sufridos amigos y ondean sus camisetas al aire enseñeñando las tetas eufóricamente.

Enseñar las tetas en el país de origen de mis padres sí es revolucionario. Como fue revolucionario en España en los años setenta, los ochenta… Con la dictadura, España se había perdido muchas cosas, entre ellas la romantizada “revolución” de mayo del 68 francés. O la famosa “quema de sujetadores” en septiembre de ese mismo año en la ciudad norteamericana de Atlantic City por parte de un grupo feminista americano llamado “New York Radical Women”, que protestaba así por el desfile de las pretendientes al título de Miss America, concurso que, como buenas feministas, consideraban que cosificaba y sexualizaba a las mujeres.

Enseñar las tetas en el país de origen de mis padres sí es revolucionario. Como fue en España en los setenta

Quemar los sujetadores era en esos años un acto revolucionario. Tetas libres, sin contrafuertes, arbotantes o ballenas, inventos diabólicos para dar la impresión de que los años no pasan por ellas, siempre tiesas, turgentes, duras y en su sitio.

Las primeras mujeres que paseamos libremente nuestras tetas por la geografia costera de nuestra península no teníamos ese afán revolucionario, pero sí sabíamos que era la puerta de entrada a seguir consiguiendo que el espacio que nos habñia sido prohibido durante tanto tiempo fuese también nuestro. Si ellos enseñaban sus tetas, nosotras también.

Veo ahora consternada que muchas compañeras en el feminismo, sobre todo compañeras más jóvenes, deben de creer que ese paso fue fácil. No, no solo había que enfrentarse a la familia, a esos padres de los 80 que en nada se parecen a los de hoy en día (menos mal), y a las tías siempre guardianas de la moral de sus sobrinas casaderas (Cómo te vas a casar, hija mía, quién te va a querer si vas por ahí enseñándo lo que solo puede ser de tu marido). Solución: La mayoría lo hacíamos a escondidas, al resguardo de esas playas con un acceso digno del piolet de oro al mejor de los escaladores, que nuestros familiares, por supuesto, no visitaban. También, como comprenderéis, había que afrontar las miradas, y no eran pocas, de los hombres. ¿Ver tetas al aire, sin pagar por verlas? Ya ni hacía falta pegarse una paliza en el coche para cruzar toda España y después los Pirineos para poder ver una peli donde salieran un par de tetas, incluso algo más. ¡Estaban a la vista de cualquiera, en la playa y gratis!

Así que no, queridas, no fue nada fácil pero no renunciamos, y al poco tiempo, qué cosas, la gente se acostumbró. Y se acostumbró tanto que en los 90 e inicios del 2000 era normal estar en bolas en la playa de Chiclana rodeadas de familias con la tortilla de patatas y los filetes empanados típicos de los días de playa gaditanos y nadie molestaba a nadie, nadie se quedaba mirando lascivamente, nadie hacia comentarios maliciosos.

Ahora esto ya no es posible. ¿Qué ha pasado?

He visto explicaciones de todos los colores. Las dos más extendidas son: Vivimos en una sociedad con una sexualización extrema y enseñar las tetas en la playa es sexualizarte tú misma. Y: Hay tíos que hacen fotos y luego las ponen en páginas porno.

Las miradas no dañan, por mucho que nos empeñemos; no seamos tan de cristal porque acabaremos rompiéndonos

La excusa que se utiliza en el país de mis padres es justo esa. El cuerpo de las mujeres incita al pecado. Por lo tanto, tapémoslo.

Curiosamente, las que empezamos a hacer toples o nudismo en los 90, lo seguimos haciendo hoy. Sois mayores, dirán las más jóvenes y sí, lo somos, igual que los hombres de nuestra edad, y seguimos resistiendo porque recordamos lo duro que fue y que sirvió. Sirvió para que vosotras ahora podéis hacerlo si queréis: antes, aunque hubiesemos querido, no podíamos.

Esas tetas revolucionarias de las que muchos hablan hoy en las redes sociales me recuerdan mucho a lo “revolucionario» que era ver a en los años 80 a mujeres españolas en Semana Santa desfilar detrás de la virgen de rigor en minifalda y con mantilla. Una revolución muy parecida a la que performan ahora mis congéneres musulmanas cuando se ponen un hiyab a juego con su laca de uñas, su top y sus pantalones ajustados. Esas revoluciones de chichinabo que solo revolucionan el graderío de twitter o instagram.

Habrá que volver a preguntarse: ¿Queremos desexualizar las tetas?

Yo digo que sí, y que eso bien vale un esfuerzo. Las miradas no dañan, por mucho que nos empeñemos; no seamos tan de cristal porque acabaremos rompiéndonos. Entre unas tetas aprisionadas en un wonderbra y unas al aire, quedémonos con las tetas al aire, porque todo el espacio que ganemos para normalizarlas es poco.

Yo odié mis tetas cuando crecían. Pasaron muchos años hasta que me reconcilié con ellas, y fue un día en la playa, con el agua acariciándolas y yo riéndome porque flotaban.

No, las tetas de Amaral no son revolucionarias ni feministas. Para eso llega tarde.

Que se hable tanto de las tetas de Amaral lo que demuestra es que no hay que descuidarse porque todo el trabajo que se hizo puede desaparecer en un momento. Las tetas de Amaral sirven para no confiarnos.