Reportaje

El referéndum de Erdogan

Javier Pérez de la Cruz
Javier Pérez de la Cruz
· 12 minutos
Globo con imagen de Erdogan en una inauguración en Estambul (Dic 2016) | © Ilya U. Topper / M'Sur
Globo con imagen de Erdogan en una inauguración en Estambul (Dic 2016) | © Ilya U. Topper / M’Sur

Estambul | Febrero 2017 | Con Ilya U. Topper

Una diputada esposada al atril, dos peleas, gritos, insultos, una parlamentaria portando un cartel de “prohibida la entrada de perros”, tres políticas hospitalizadas, un mordisco. Las sesiones de debates y votaciones sobre la polémica reforma de la Constitución turca, que se han extendido durante el mes de enero, han sido extremadamente tensas.

Se espera que hoy mismo, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, firme la moción parlamentaria, aprobada finalmente el 21 de enero con 339 votos, nueve más que los tres quintos exigidos para convocar un plebiscito, pero lejos de los 367 (dos tercios) necesarios para aprobar una enmienda constitucional en el hemiciclo. Sesenta días más tarde se puede convocar la nación a las urnas. Caerá en uno de los primeros domingos de abril. Pero es difícil aún prever el resultado.

«El país necesita un gobierno fuerte. En Turquía ahora hay atentados cada semana»

«El país necesita un gobierno fuerte». K, Un peluquero de un barrio céntrico de Estambul lo tiene claro. “En Turquía ahora hay muchos problemas, atentados cada semana», recuerda. El cambio de sistema propuesto en el referéndum daría todo el poder al presidente, es decir a Erdogan, eliminaría la figura del primer ministro y dejaría al Parlamento convertido en poco más que una cámara consultativa. Las siguientes elecciones generales se celebrarían junto a las presidenciales, pero ya importaría poco el reparto de escaños, porque el jefe de Estado gobernaría por decreto ley.

«Está claro que el referéndum solo daría más poder a Erdogan. Voy a votar No porque estoy a favor de la democracia, aunque la verdad es que no soy nada optimista», dice un joven profesor de turco que prefiere no ver su nombre en la prensa. «¿El país está así de mal y le vamos a dar más poder al hombre que lleva gobernando durante más de una década? No tiene sentido», dice Ahmet, que trabaja en una céntrica cafetería de Estambul.

La reforma daría validez legal a “la presidencia de facto que existe en el país”

Si se llega a aprobar la reforma, Erdogan nombrará personalmente a los ministros y presidirá el Ejecutivo. Algo que en la práctica ya está haciendo, según el Gobierno, que considera al primer ministro, Binali Yildirim, poco más que un títere en manos de Erdogan. El propio entorno del presidente no se molesta en ocultarlo: la reforma daría validez legal a “la presidencia de facto que existe en el país”, según declaraba un alto funcionario turco.

Erdogan también vería aumentar su influencia en la judicatura, pues el artículo 14 del paquete legal supone una variación en el funcionamiento del Consejo Superior de Jueces y Fiscales (HSYK), el órgano que regula la entrada y la distribución de los empleados de la Justicia. La proposición recoge que el presidente pueda nombrar hasta el 69% de los jueces más importantes del país.

Otros de los 18 apartados de la reforma prevén subir el número de escaños de los actuales 550 a 600 y bajar de 25 a 18 años la edad para poder ser elegido. Otros más son apenas cosméticos, como añadir la palabra “imparcial” tras el “independiente”de la Judicatura.

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Las claves de la reforma

Erdogan en una inauguración en Estambul (Dic 2016) | © Ilya U. Topper / M'Sur
Erdogan en una inauguración en Estambul (Dic 2016) | © Ilya U. Topper / M’Sur

Más poder ejecutivo para Erdogan
El presidente podrá nombrar todos los miembros del Gobierno, legislar a base de decretos y declarar estados de emergencia durante seis meses.

Menor poder de control en el Parlamento
El Parlamento pierde la competencia de iniciar mociones de no confianza, al mismo tiempo que el presidente aumenta su capacidad para ejercer el veto.

Presidente partidista
El presidente podrá ser miembro de un partido político. Los comicios para elegir a los diputados y el presidente serán el mismo día, lo que minaría la separación de poderes legislativos y ejecutivos, según la oposición.

Más peso en la Judicatura
El presidente tendrá la capacidad de seleccionar a dedo a la mitad de los miembros del Consejo Superior de Jueces y Fiscales y a cuatro del Tribunal Constitucional.

La reforma, exigida e impulsada por el propio Erdogan durante todo el año pasado, fue finalmente propuesta en el hemiciclo por el partido islamista AKP, en el poder desde 2002, que la consensuó primero con la cúpula del menor de los cuatro partidos en el hemiciclo, el ultraderechista MHP.

Los 317 escaños del AKP no alcanzaban para la reforma, por lo que era vital el apoyo de al menos parte del hasta entonces partido de la oposición. Finalmente 23 de los 39 diputados nacionalistas votaron a favor, en medio de una fuerte polémica interna. El año pasado ya hubo intentos de un ala del MHP de derrocar al actual líder, Devlet Bahçeli, pero Judicatura y Policía impidieron el golpe interno.

Erdogan es el primer presidente de Turquía elegido en las urnas y no en el Parlamento

Las sesiones han estado envueltas en la polémica por la insistencia de los diputados del AKP en mostrar sus papeletas, esquivando la obligación de votar en secreto, lo que la oposición interpretó como una medida de presión de la cúpula islamista para evitar votos díscolos.

El socialdemócrata CHP y el izquierdista HDP se oponen tajantemente a la reforma, al considerar que solo aumentará el poder personal de Erdogan y acabará con la tradición parlamentaria de la República, en el que el presidente nunca ha sido más que una figura ceremonial. Erdogan ha roto con esta tradición: es el primer presidente de Turquía elegido en las urnas y no en el Parlamento, reforma que él mismo impulsó desde el cargo del primer ministro. Ahora reivindica una legitimidad popular que hace competencia a la del hemiciclo.

Con la reforma, Erdogan recuperaría el liderazgo formal del AKP y podría gobernar hasta 2029

Con la reforma, Erdogan recuperaría el liderazgo formal del AKP, el partido que el mismo cofundó en 2001 y en el que nunca ha dejado de ser la máxima autoridad, aunque por exigencias constitucionales tuvo que devolver su carné de partido al asumir, en agosto de 2014, el cargo de jefe de Estado. Con la reforma podrá estar al frente de su partido en las próximas elecciones generales en 2019 que se celebrarán el mismo día que las presidenciales. Si a partir de este momento cuenta la norma de que un presidente puede repetir una vez legislatura, Erdogan podría gobernar el país hasta el año 2029.

El líder del CHP, Kemal Kiliçdaroglu, acusó a la Cámara de haber «entregado su poder al Palacio» y consideró que «la fecha de hoy es la fecha en la que el Parlamento se ha traicionado a sí mismo». Apeló a la población como última esperanza: “El error que se ha cometido en el Parlamento puede ser revocado por la gente”. EL HDP, por su parte, el tercer partido de Turquía, ha afrontado esta votación con 11 de sus diputados encarcelados y se ha negado a participar en las votaciones. También hará campaña por el No.

Sondeos

Es imposible predecir el resultado. En 2015, más de dos tercios de la población tenían una idea
desfavorable de una reforma de este tipo, pero los sondeos de diciembre vaticinan un recuento muy ajustado. Si bien el diario progubernamental Sabah prevé una victoria del Sí con un 56 por ciento de los votos, y la empresa de encuestas ORC llega al 62 por ciento, otros sondeos predicen una victoria del No con un 51 por ciento o incluso un 58 por ciento, frente a un 42 por ciento de aceptación.

El porcentaje de votos reunidos por el AKP ha variado en los últimos años entre el 40 y el 49,9, mientras que CHP y HDP, unidos en el No, alcanzan juntos el 36-38 por ciento. Todo dependerá, así, de este 12-15 por ciento de la población que ha votado al MHP y que en gran parte puede estar descontenta con el respaldo que su partido ha dado a la moción. Pero tampoco está claro que todos los votantes del AKP voten por el Sí. Según un sondeo de la empresa Gezici, uno de cada 5 votantes del AKP y dos de cada tres simpatizantes del MHP tienen una opinión negativa del la reforma presidencialista

En el bando del Sí se halla, entre otros, uno de los futbolistas más populares del país: Arda Turan, centrocampista en el Barça, que ha difundido en su cuenta de Twitter un vídeo con el mensaje: “Por una Turquía fuerte, yo también me uno».

Respondía así  la llamada de Ridvan Dilmen, exjugador del Fenerbahçe y conocido con el apodo de “El demonio”, que pidió el apoyo de Turan con la declaración: «Nuestro país atraviesa un período muy duro. Es como la Guerra de la Independencia. Queremos una Turquía fuerte».  No le sentó bien a toda la afición. Una contracampaña pidió: “No sigas al demonio: di No”, y muchos ciudadanos publicaron breves vídeos en los que imitaron a Arda Turan, pero con el mensaje contrario.

«Solo el procedimiento de impugnación podría ejercer control sobre el presidente»

Los partidarios del presidente consideran los cambios necesarios. “Los esfuerzos para introducir una Constitución moderna y democrática son parte de una reforma que hará de Turquía un país más estable y mejor gobernado”, escribe el columnista Ozan Ceyhun en un artículo del diario progubernamental Daily Sabah. Asegura que el nuevo sistema “minimizará los cuerpos burocráticos innecesarios” pero que el Parlamento seguirá monitorizando “con efectividad los poderes presidenciales”.

No está de acuerdo Sule Özsoy Boyunsuz, profesora de Derecho Constitucional de la Universidad Galatasaray. “El Parlamento pierde gran parte de su autoridad. Solo el procedimiento de impugnación podría ejercer control sobre el presidente, pero es muy difícil impugnar a un presidente porque se requieren dos tercios del Parlamento”, explica. “La reforma crea una presidencia mucho más fuerte que la del presidente de Estados Unidos. No hay contrapesos. El objetivo no es la separación sino la unificación de poderes”.

“No le culpo: el cambio del sistema es la única salida que tiene Erdogan. Tiene demasiadas cuentas pendientes: si pierde el poder, acabará en la cárcel. Es una huida hacia adelante”, cree Zekine Türkeri, traductora y militante de la izquierda kurda. “Tras el fallido golpe militar de julio pasado, aún habría tenido la última oportunidad de tomar un rumbo democrático, pero eligió no hacerlo. Ahora ya no tiene elección, solo puede continuar. Es como un tren sin frenos”, añade.

«El cambio del sistema es la única salida que tiene Erdogan. Es como un tren sin frenos»

No se hace ilusiones sobre el resultado. “Un referéndum bajo un estado de emergencia nunca puede ser limpio, porque todas las garantías judiciales están suspendidas. Además, casi toda la prensa hace campaña a favor de Erdogan. Incluso los medios poderosos, cuyos dueños odian a Erdogan, difunden su propaganda, por miedo”. En todo caso, cree, “Si han convocado el referéndum es porque han realizado sondeos (no públicos) que les indican que vayan a ganar. Si no confiaran en ganar, no lo habrían convocado”. Pero gane o no gane, vaticina, “tras el referéndum puede haber una situación muy crispada, cercana a la guerra civil”.

La denuncia del PEN Club

Carles Torner en Estambul (Ene 2017) | © Ilya U. Topper / M'Sur
Carles Torner en Estambul (Ene 2017) | © Ilya U. Topper / M’Sur

«En ningún país del mundo se consideraría legítimo un referéndum que se realice con una masa crítica de escritores y periodistas en prisión», advierte el filósofo canadiense John Ralston Saul, presidente emérito de PEN Internacional, el club de escritores vigilantes de la libertad de expresión. Ha acudido a Turquía con una delegación de 23 escritores, la mayor en la historia de la entidad, para denunciar la situación de 151 periodistas entre rejas, la mayoría en prisión preventiva, y ha celebrado reuniones con altos cargos del Gobierno, aunque no sabe si el mensaje realmente llegará a Erdogan. “Lo siento, pero no tenemos a escritores de ciencia ficción entre nosotros”, responde.

«Es un proceso inusitado, una situación democráticamente muy alarmante» dice también el escritor catalán Carles Torner. «PEN Internacional no toma partido en debates políticos, pero sí decimos que es inaceptable que un cambio fundamental de la orientación de un país se dé en ausencia absoluta de libertad de expresión, sin que pueda haber un debate publico en el que todas las voces sean escuchadas, sin posibilidad de criticar… Tomar una decisión tan importante en un clima de represión es una promesa de más violencia, que augura un futuro muy negro».

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