Reportaje

El No de los kurdos

Javier Pérez de la Cruz
Javier Pérez de la Cruz
· 12 minutos
Fiesta del Newroz en Diyarbakir (Mar 2017) | © Javier P. De la Cruz / MSur
Fiesta del Newroz en Diyarbakir (Mar 2017) | © Javier P. De la Cruz / MSur


Diyarbakir
 / Estambul | Abril 2017 | Con Ilya U. Topper

“Na” – No, en kurdo – es la palabra del día. No al cambio de la Constitución que se vota el 16 de abril en referéndum den Turquía. La campaña ha polarizado enormemente a la sociedad, pero parece obvio que la población kurda, en su mayoría, se ubica en el campo del No. Junto a los socialdemócratas del CHP, el mayor partido de la oposición, y junto a cierto sector nacionalista, incluso.

Tienen motivos. “Después de 22 años como profesora, el Gobierno ha despedido a mi hija”, explica Zozan, una vecina de Diyarbakir, en el sureste de Turquía, que sostiene una pancarta del “Na” junto a sus amigas durante la fiesta del Newroz, el 21 de marzo. “Erdogan ha matado a muchos kurdos. ¿Cómo vamos a decir que sí?”, añade esta mujer de 59 años.

El Ayuntamiento no ha permitido a sus trabajadores acudir al Newroz:  cae en martes y es laboral

Recep Tayyip Erdogan, primer ministro desde 2002 y presidente desde 2014, es la figura que aglomera los dos bandos: a favor y en contra. Y que divide Turquía de forma quizás más profunda que nunca. Esta polarización lleva años fraguándose, pero con el reférendum se lleva a la exasperación: si se aprueba la reforma, planteada por Erdogan y respaldada por el partido que fundó en 2001, el AKP, el presidente asumirá todo el poder ejecutivo. Desaparecerá la figura del primer ministro. Y a tenor de los detractores de la reforma, el Parlamento, hasta hoy símbolo de la soberanía del pueblo, dejará de tener poder.

La fiesta del Newroz, que siempre se celebra en el equinoccio de primavera, esta vez ha tocado a menos de un mes de la cita con las urnas que puede cambiar Turquía de arriba abajo. Para la conmemoración, que desde hace muchos años tiene un carácter político y reivindicativo, más allá de festivo y tradicional, los organizadores, los partidos opositores prokurdos, eligieron el lema “Definitivamente venceremos”.

—¡Newroz! —claman los altavoces entre canción y canción. —¡Piroz be! —responden miles de personas para completar la frase “Feliz año nuevo”. Hay unas 200.000 personas en el amplio recinto en las afueras de Diyarbakir, una ciudad de un millón de habitantes, que se considera la ‘capital’ de las regiones de mayoría kurda y el feudo más importante del HDP, el partido que en 2012 nació como continuación de los partidos de la izquierda kurda, pero dio el salto para perfilarse como opción de la izquierda en toda Turquía. En 2015 consiguió ganar una apuesta histórica: superó el umbral electoral del 10 por ciento y llegó al Parlamento como partido, en lugar de enviar a candidatos ‘independientes’. Con 59 escaños es el tercer partido de los cuatro en el hemiciclo. Pero ahora, una decena de sus diputados están en la cárcel. Entre ellos sus dos dirigentes, Selahattin Demirtas y Figen Yüksekdag.

Una decena de los diputados del partido HDP están en la cárcel, entre ellos sus dos dirigentes

También está en prisión Gültan Kisanak, alcaldesa de Diyarbakir desde 2014. El ministro de Interior a nombrado a un funcionario como gestor de la municipalidad. Al igual que en otros 82 municipios gobernados por el HDP o su partido local hermanado, el BDP. Se nota el cambio: a diferencia del año pasado, el Ayuntamiento no ha permitido a sus trabajadores acudir a la cita tan señalada en el imaginario colectivo kurdo: cae en martes y es laboral.

En Diyarbakir hay poca simpatía por el Gobierno, y menos por Erdogan, quien representa ya, él solo, el poder político del país. Es una novedad en Turquía, donde el jefe de Estado debe ser “imparcial y apartidista” por mandato constitucional. Erdogan, que tuvo que devolver el carné del partido al jurar el cargo de presidente, respeta la letra de la ley en un detalle: sus mítines diarios – a veces hasta tres citas al día antes plazas públicas abarrotadas por sus seguidores – donde pide el Sí a la reforma constitucional, presentada en el Parlamento por el AKP, no se llaman “mítines”. En el escenario figura la palabra “ceremonia de inauguración”.

La televisión transmite en directo todos los días estas “inauguraciones” de Erdogan y los mítines del primer ministro, Binali Yildirim, que hace una esforzada campaña para abolir su propio cargo y su propia función al frente del AKP: “Yo solo soy el cuarto secretario general del partido. Nuestro único líder auténtico es Recep Tayyip Erdogan”, llega a clamar. Delante aplauden, entusiastas, los seguidores. A un lado hombres, al otro lado mujeres. No se mezclan. Hay una barandilla en medio.

Muy distinto es el ambiente en el Newroz kurdo, donde el ambiente de fiesta reina toda la jornada y no paran los bailes, el popular ‘halay’. Decenas de personas bailan en corro cogidas de la mano, sin detenerse en ningún momento. Chicos y chicas en alegre mezcla, formando un amplio círculo alrededor de dos o tres músicos que tocan tambor y oboe. Muchas mujeres mayores llevan un fino pañuelo blanco adornado con los colores tradicionales, rojo, amarillo y verde, la gran mayoría de las jóvenes tiene el pelo al viento; muy pocas visten el hiyab islamista.

—Por favor, no coreéis cánticos que no estén permitidos — tratan de evitar provocaciones a la policía

Los bailes siguen aún cuando un hombre intenta entrar en el recinto con una mochila, se niega ser registrado y – según la versión policial – escapa gritando que lleva una bomba. Le disparan. Muere más tarde en el hospital. El caso queda confuso, pero es el único incidente violento en la jornada. Sin embargo, flota preocupación en el aire. “La gente tiene miedo de que haya una explosión”, señala Fatos, una ama de casa que ha acudido al Newroz con toda su familia. “Por eso este año hay menos gente. Se nota mucho”.

—Por favor, no coreéis cánticos que no estén permitidos. – Desde el escenario tratan de evitar consignas que puedan provocar una intervención de las fuerzas de seguridad. Alrededor de 5.000 agentes se han desplegado por toda la provincia de Diyarbakir. En la entrada, los policías solo permiten las pancartas y carteles con Na! y Hayir! (¡No! en kurdo y en turco), que ondean por todo el recinto.

Sin embargo en el interior también se puedo observar un gran retrato de Abdullah Öcalan, cofundador del PKK y el líder espiritual del movimiento kurdo de Turquía. Hace un par de años, su efigie era habitual en numerosas marchas kurdas, también en Estambul, ante cierta tolerancia de la policía. Según la ley, mostrar respeto a Öcalan, condenado a cadena perpetua y encarcelado desde 1999 en la isla de Imrali, en el Mar de Mármara – incluso llamarlo “señor” – ya se puede juzgar como enaltecimiento del terrorismo. Ahora, el partido ha dado consigna de no jugar con fuego.

Despliegan una pancarta con una foto de Çiyager, comandante de las milicias urbanas vinculadas al PKK

No solo Turquía, también la Unión Europea como Estados Unidos consideran al PKK una organización terrorista. Pero entre los jóvenes kurdos domina una opinión distinta. Poco antes de encender la inmensa hoguera del Newruz, el acto más simbólico de la celebración, un grupo de jóvenes despliega una pancarta con una fotografía de Çiyager, el comandante de las milicias urbanas vinculadas al PKK que combatieron contra las fuerzas turcas en las callejuelas de Sur, la ciudad vieja de Diyarbakir, en los primeros meses de 2016.

Desde que se rompió la tregua en julio de 2015, la guerra entre el Estado turco y las milicias kurdas ha supuesto la muerte de al menos 2.623 personas, según datos de la ONG Crisis Group International, que sigue el conflicto. De estas, 391 eran civiles; 1120, guerrilleros; 893, soldados o policías; y 219 eran jóvenes de los que no se ha podido determinar si pertenecían o no a las milicias relacionadas con el PKK. Aunque en las ciudades, la revuelta ha sido aplastada, en parte mediante bombardeos con artillería, los tiroteos en los montes y las explosiones de minas colocadas al paso de convoyes militares o policiales continúan y se cobran todas las semanas alguna víctima entre las fuerzas del orden turcas.

La celebración del Newroz y el sentimiento nacionalista kurdo son inseparables. Durante décadas la fiesta era ilegal. A principios de la década de 2000 se fue asumiendo como legal aunque casi siempre acababa en enfrentamientos con la policía, intervenciones de los antidisturbios y mucho gas lacrimógeno. En 2013 fue el escenario elegido para proclamar, mediante la lectura de una carta enviada por Öcalan desde la prisión, el fin de la guerra, el abandono de las armas y de las aspiraciones independentistas del PKK y su compromiso con una integración del pueblo kurdo en una República de Turquía democrática y plural.

La lengua kurda, que hasta 2010 algunos juzgados calificaban de “idioma inexistente” en juicios contra activistas o políticos, ganó derecho de ciudadanía en la televisión pública (en 2009) y como materia optativa en los colegios (en 2012). En noviembre de 2013, Erdogan apareció en Diyarbakir en un mitin multitudinario, flanqueado por el presidente del Kurdistán iraquí autónomo, Masud Barzani y dos cantantes kurdos, uno de ellos el inmensamente popular Ibrahim Tatlises, el otro el hasta entonces exiliado Sivan Perver.

“Vengo al Newroz para protestar contra el Gobierno y la ilegalización de nuestra cultura”

Con este viraje hacia los derechos de la minoría kurda no sorprende que el AKP, islamista y conservador, sea el segundo partido más votado en todas las provincias del sureste, después del HDP y muy lejos de los socialdemócratas del CHP que ahora piden el No en el referéndum.

En agradecimiento a esta apertura, realizada contra el parecer de los sectores nacionalistas, Erdogan esperó, a todas luces, recabar el apoyo de nacionalismo kurdo para su proyecto de liderazgo presidencial ya en 2014. No lo obtuvo: Selahattin Demirtas le negó su respaldo y apostó por forjar una unión de la izquierda kurda y turca contra el “capitán”, como llaman a Erdogan sus fieles. Un proyecto que pareció esperanzador en junio de 2015 pero se fragmentó en verano del mismo año cuando el PKK, ante la negativa de avances del Gobierno, declaró terminado el proyecto de desarme y volvió a la guerra.

Para muchos kurdos, Ankara sigue siendo un sinónimo para represión y negación de su cultura. “Vengo al Newroz porque es una parte importante de mi cultura y para protestar contra el Gobierno y la ilegalización de nuestra cultura”, explica la joven Asmin Lorin, que quiere estudiar medicina. “Para ayudar a mi pueblo”, agrega.

Pero Erdogan sigue apostando por convencer a ciertos sectores kurdos. El día del Newroz envió un mensaje que en el que decía que la fiesta simboliza “hermandad, amistad, solidaridad y la llegada de la primavera en una amplia región”. Ha dado mitines en Mardin y Diyarbakir. Buscando el voto de quienes reniegan de “Qandil”, nombre de la montaña en el Kurdistán iraquí desde donde la cúpula del PKK coordina las acciones de la guerrilla. No pasa día en que no equipara a sus adversarios con terroristas. Una de sus frases favoritas en los mitines es: “¿Quién pide el No en el referéndum? Qandil pide el No. ¿Cómo puede alguien alinearse con los terroristas?”

“¿Quién pide el No en el referéndum? El PKK. ¿Cómo puede alguien alinearse con los terroristas?”

Solo esta semana, en un sorprendente cambio de lenguaje, Erdogan admitió que los partidarios del No “eran tan respetables como los del Sí”, algo que había dejado de ser obvio para muchos de sus partidarios, que consideran el No directamente una especie de acto terrorista. Quizás un intento de salvar los muebles si al final pierde el plebiscito? Nadie es capaz de predecir el resultado de las urnas. Las encuestas difieren enormemente, aunque las últimas parecen indicar una victoria del No con uno o dos puntos porcentuales. En una entrevista en televisión esta semana, Erdogan aseguró, con cara no demasiado relajada, que “en los últimos días el Sí va escalando”. Queda por ver hasta qué altura.

En Diyarbakir se muestran confiados. “Nadie tiene que dudar de que venceremos a pesar de las políticas de opresión”. Los altavoces transmiten el discurso de Ahmet Türk, alcalde de Mardin hasta ser destituido por el Gobierno.
—¡Newroz!
—¡Piroz be!

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