O putas o sin trabajo
Javier Pérez de la Cruz
Estambul | Junio 2016
Istiklal divide el centro de Estambul en tres estratos sociales. A un lado, entre la calle peatonal y el Bósforo, se asienta una clase acomodada que disfruta de cafés-librerías, galerías de arte y otros placeres hipster. La propia Istiklal supura por cada uno de sus comercios los síntomas propios de la clase media contemporánea: una masa inacabable de personas, procedente de todas las partes del mundo, con el único objetivo de comprar, comprar y comprar. Al otro lado, cuanto más se acerca uno a Tarlabasi, la sordidez aumenta hasta desembocar en la avenida frecuentada por ladrones, traficantes y prostitutas. Allí hay que ir si uno quiere encontrar transexuales en Estambul.
La prostitución es la salida más común para esta comunidad, y la imagen está grabada a fuego en el imaginario colectivo de la sociedad turca. Pero su realidad va mucho más lejos, pues también se les puede encontrar, por ejemplo, dando clase en la universidad.
«Cando somos adolescentes nos fuerzan a asumir el rol del sexo que figura en nuestro DNI»
Rivka prefiere utilizar un nombre falso para no complicar aún más su existencia. Y para no echar por la borda sus opciones de encontrar un trabajo de calidad. “Si ya es difícil para todos, para nosotras lo es diez veces más”, asegura.
Esta joven de 26 años es representante de una minoría elevada al cubo. Dentro de la comunidad LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales), los transexuales ya afrontan más obstáculos que los y las homosexuales, pero es que Rivka, además, es intersexual, es decir, tiene órganos de los dos sexos. “Nuestro caso es incluso más extremo porque cuando somos adolescentes nos fuerzan a asumir el rol del sexo que figura en nuestro documento de identidad. Incluso tenemos que tomar pastillas que nos pueden destrozar el hígado a la larga. Y luego, cuando somos mayores de edad, tenemos que empezar el proceso para cambiar de sexo”.
Universitarias, la excepción
Además, como universitaria, Rivka es una de las pocas excepciones dentro de la comunidad transexual. En estos momentos termina la tesis de su máster, lo que también le ha permitido dar algunas lecciones como profesora auxiliar. Es muy consciente de que su caso es extraordinario. “Si no fuera por mi posición económica y, sobre todo, por el apoyo de mi familia, sin ninguna duda tendría que dedicarme a la prostitución. Soy extremadamente afortunada”.
«Tengo que hacer un examen psiquiátrico para acreditar que necesito el cambio de sexo para sobrevivir»
Rivka vuelve de visitar a su abogado contando el número de personas que se le quedan mirando por la calle. Ahora mismo se encuentra inmersa en el tedioso proceso de demostrar que no puede tener hijos, requisito imprescindible para que las autoridades turcas acepten un cambio legal de sexo. “Me ha dicho que tengo que hacer un examen psiquiátrico para acreditar que realmente lo necesito para sobrevivir. Después otro de un urólogo que certifique que no puedo tener hijos; la ley pone un énfasis especial en esto. Llevo tomando hormonas un tiempo, así que no tendría que haber problema”, explica.
Con esos dos resguardos médicos se consigue el permiso por parte del tribunal para realizar la operación, la parte más difícil, en la que se completará el cambio físico de los órganos sexuales. Una vez realizada la operación, el trámite de cambiar de sexo en el registro civil no supone mayores dificultades.
Mientras tanto, Rivka trata de encontrar tiempo, concentración y motivación para terminar de escribir su tesis. Después, volverá al oeste de Turquía, donde vive su familia. “Cuando termine no creo que busque trabajo. En primer lugar, porque no lo necesito urgentemente. Y luego porque me provocaría mucho estrés, tendría casi que mendigarlo y me cabrearía mucho”. Y eso a pesar de su alta formación y los cuatro idiomas que habla.
El 67% de los transexuales se dedica a la prostitución, y el 18% se encuentra sin empleo
Lo más común es que las personas transexuales, especialmente las mujeres transexuales, sean repudiadas por su familia, lo que les impide continuar con una vida normal. “Poder completar los estudios es muy difícil”, señala Hayat Çelik, miembro de la asociación SPoD, que lucha por la igualdad de derechos para toda la comunidad turca de gays, lesbianas, trans etcétera. “Esto provoca que muchas terminen ejerciendo la prostitución”.
Çelik apunta a una de las pocas encuestas realizadas sobre la situación laboral de las mujeres transexuales en Turquía, realizada en 2010 por asociación Lambda. Según ésta, el 67% del total se dedica a la prostitución, mientras que el 18% se encuentra sin empleo. Otro dato significativo es que un 69% del total cree que la situación es tan complicada que ni siquiera merecer intentar solicitar empleo.
Es una situación que las numerosas mujeres que frecuentan los alrededores de Tarlabasi conocen bien de cerca. No es fácil hablar con ellas; rápidamente pierden interés si el desconocido solo quiere hablar y no pagar. Y en cuanto se pronuncia la palabra ‘periodista’, dejan de sonreír, se les forma en la cara una expresión de hastío y se alejan definitivamente.
Además, cada vez hay menos transexuales en la calle ejerciendo la prostitución, lo que no quiere decir que ya no lo tengan que hacer. La única diferencia es que ocurre a puerta cerrada.
Prostitución en la intimidad
“El mercado es muy grande y durante los últimos años han aparecido muchas páginas webs en las que las mujeres pueden colgar sus fotos para que los clientes les contacten. Yo empecé la mía hace un año y ya tengo 33.000 visitas cada día”, dice desde el salón de su casa Tuna Luna, propietaria de Travesti Evi, un portal digital en el que 110 mujeres transexuales ofrecen sus servicios sexuales.
«Si me bloquean la web, cambio de dominio y en unos días tengo el mismo número de visitas»
Tuna Luna – por supuesto es un seudónimo, el que utiliza en internet – asegura que no tiene grandes problemas con la ley. “Como mucho bloquean el acceso. Y lo que hago entonces es cambiar de dominio o ligeramente el nombre de la página web. Y en unos días vuelvo a tener el mismo número de visitas”. Según esta especie de ‘madame’ 2.0, la policía ignora a las transexuales. La prostitución es legal en Turquía, siempre y cuando se ejerza en espacios habilitados para ello, es decir el burdel de toda la vida, al que por ley sólo pueden acceder ciudadanos turcos. “Varias chicas me han contado que a veces va la policía a sus casas y que al comprobar que son transexuales, les dejan en paz. En cambio, si son mujeres, no trans, se las llevan para interrogarlas. Yo creo que es la manera que tienen las autoridades de decirles que no existen, que no son parte de esta sociedad”.
Como se puede suponer, el hecho de trabajar desde casa no garantiza, ni mucho menos, su seguridad. “Hace tres meses mataron a una mujer [transexual], Buse, en el barrio de Bakirkoy. Necesitan seguridad. Se tienen que proteger. Yo siempre les digo que es mejor que no vivan solas”. Abandonar las calles tampoco mejora la autoestima. “Hace pocas semanas, una de las chicas, Eylül, de 27 años, se suicidó”, cuenta Tuna Luna.
«El AKP está creando odio. Las religiones están dominadas por el hombre, y eso nos afecta”
Salir del ambiente de la prostitución puede ser difícil aunque tengas la fortuna de no tener que ejercerla para sobrevivir, como es el caso de Rivka. Si encontrar trabajo es difícil, también lo es encontrar un piso donde poder vivir. Ella ya ha tenido que pasar por seis pisos diferentes durante los siete años que lleva en Estambul. “Para mí no es fácil encontrar una casa. Si vivo con otras mujeres transexuales traen clientes a casa y, claro, mi vida es muy diferente a la suya. Yo estudiaba pero todo el rato entraba y salía gente. Había mucho ruido. No me sentía cómoda. Lo intenté, pero no pude”. Finalmente parece haber encontrado una cierta estabilidad en un piso junto a cuatro hombres, tres gays y uno heterosexual.
Y es que a pesar de que es legal, no es fácil ser transexual en Turquía. Y cada vez lo es menos a medida que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) aumenta su apoyo popular y pone en práctica sus principios más conservadores. “Esta expansión tiene un efecto negativo para nosotras. Están creando odio. Las religiones están dominadas por el hombre, y eso nos afecta”, asegura la trabajadora de SPoD.
El ambiente puede llegar a ser tan homófobo que Incluso se lanzan las amenazas públicas con total impunidad. “No permitiremos que estos deshonrosos pervertidos marchen”. La organización de la Juventud Musulmana Anatolia hizo este llamamiento al convocar a su gente para concentrarse en la plaza Taksim tan solo una hora antes de que tenía previsto su inicio la séptima marcha del ‘orgullo’ de la comunidad transexual de Estambul. Poco después, la asociación de extrema derecha Alperen Ocaklari hacía un llamamiento similar. Finalmente, la policía impidió todo tipo de manifestaciones, tras vetar la oficina del gobernador las marchas por “motivos de seguridad”.
La marcha ‘trans’ es la culminación a toda una semana de actos para dar visibilidad e informar sobre la situación de los transexuales en la capital del Bósforo. Una semana después tiene lugar la marcha de toda la comunidad LGBTI, a la que los movimientos extremistas también se han referido en sus llamamientos hostiles. Iniciada en 2003, esta marcha alcanzó unos 15.000 participantes en 2014, en un ambiente festivo, pero en 2015 fue prohibida con el motivo de que caía en el mes de ramadán, y la policía dispersó con gas lacrimógeno y cañones de agua a quienes se congregaban en el barrio de Cihangir, cerca de Istiklal. Este año ha sido vetada nuevamente por el gobernador.
A Rivka le encanta maquillarse, pero no se atreve a salir de casa después de hacerlo
Desde SPoD han anunciado tomar acciones legales contra las amenazas de los grupos nacionalistas o islamistas. Sin embargo, denuncian, la definición de crimen de odio que recoge la ley turca no es lo suficientemente clara para incluir los delitos cometidos contra este colectivo. La propia Hayat Çelik se resigna a decir que “nunca se puede saber qué va a pasar” al ser preguntada sobre la seguridad de la marcha del “Orgullo Trans». Y añade: “Antes de que ocurriera lo de Orlando [la masacre de 49 personas en un club gay en Estados Unidos] ya había miedo, pero esto ha hecho que haya más”.
A Rivka le encanta maquillarse, pero no se atreve a salir de casa después de hacerlo. “Al menos no hasta que complete mi transición”, acota. En el salón de su casa, como si de un ritual milenario se tratara, con sumo orden y cuidado, coloca uno a uno sobre la mesa todos los productos que va a utilizar. A veces también le gusta calzarse sus zapatos de tacón preferidos, tan rojos como uno de sus pintalabios. Solo entre estos cuatro muros puede ser la persona que ella realmente es.
Y en el futuro, fuera de ellos podrá serlo, pero no decirlo: “Cuando me opere tendré que ocultar que soy transexual porque, aunque me vaya a vivir a un pueblo pequeño del oeste de Turquía [zona más liberal y tolerante del país], el estereotipo de que todas las transexuales son trabajadoras sexuales está tan extendido, que si lo digo quizá se piensan que pueden hacer conmigo lo que quieran”.
Prohibidos los arcoiris
Una bandera arcoíris y un mensaje en recuerdo de los masacrados en Orlando desataron la vorágine.
La cita, la séptima anual de los colectivos de defensa de los transexuales, era el domingo, 19 de junio 2016, a las cuatro y media de la tarde, en la céntrica calle Istiklal, pero por primera vez fue prohibida por la oficina del gobernador, alegando motivos de seguridad. Cerca de 300 antidisturbios, apostados en todas las bocacalles y en la próxima plaza de Taksim, sellaban la zona y a las cinco de la tarde empezaron a vaciar bares y pisos del barrio ocupados por activistas pro LGBT.
Unas trescientas personas trataron de dialogar con los uniformados para sostener su convocatoria, aunque fuese bajo mínimos. La Policía aceptó permitirles permanecer sólo en la calle Mis, una conocida zona de bares, pero bajo prohibición de cantar consignas o enseñar banderas arcoíris. La tregua duró lo que tardó un pequeño grupo en recordar a las víctimas de Orlando: entonces empezó la carga.
Durante una hora, por los callejones cercanos a Istiklal, los antidisturbios corrieron de un lado a otro detrás de los pro LGBT, que iban y venían cantando «¡¿Dónde estás amor!?» y «¡Si los maricones somos libres agitaremos el mundo!». Los agentes dispararon un tipo de bala plástica que contiene un polvo que provoca tos y asfixia. Según la Plataforma de Solidaridad LGBT hubo trece detenidos, entre ellos un reportero, además de un número indeterminado de heridos leves. Entre los damnificados consta un joven al que una turba de ultranacionalistas e islamistas golpeó en plena calle Istiklal, ante los antidisturbios que asistían indolentes al acto, para luego marchar tranquilamente. En un lugar cercano, según la prensa turca, los agentes detuvieron a 11 radicales que cantaban consignas islamistas y hostiles a la marcha de los trans.
Al calmarse la situación, los policías se dedicaron a entrar en bares y cafeterías de la zona y echar de allí a «personas con apariencia LGBT», según testigos. «Quise ir a comer y un policía que me encontré empezó a acosarme a preguntas», explica Sinem, una participante de la marcha. «En vez de proteger, los policías se dedican a amenazar, atacar y detener. Turquía va camino de la charía», añade esta joven. «En el mes del ramadán, la presión contra quienes bebemos alcohol o no apoyamos a este gobierno, sólo partidario de la familia, va en aumento», zanja Roja, otra asistente.
Lluís Miquel Hurtado (Publicado en El Mundo)
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