Crítica

Road movie con policías

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 6 minutos
savio-refugiado
Irene Savio, Leticia Álvarez
Mi nombre es refugiado

Género: Ensayo
Editorial: Oberta UOC
Páginas: 164
ISBN: 978-84-9116-545-3
Precio: 17 €
Año: 2016
Idioma original: español

Los hemos visto, en el telediario, en la portada de los diarios, en las fotos que corren por las redes sociales. Lesbos, Idomeni, Opatovac. Quizás incluso en el cine, si hemos ido a ver Nacido en Siria, el documental de Hernán Zin. Los refugiados que llegan a Europa a través de la ruta balcánica forman ya parte de nuestro mundo visual.

Para que no nos quedemos en la foto, dos reporteras, que llevan cubriendo este movimiento humano desde el principio, Irene Savio y Leticia Álvarez, han condensado decenas de reportajes en un libro que usted se puede leer en una noche, pero que tardará tiempo en digerir. La lectura es ágil, lo que cuenta es grave. Aunque usted ya creía saberlo.

Una road movie con personajes, refugiados y quienes los acogen: la abuela griega, la médico serbia…

Cuando digo desde el principio, no me refiero al verano de 2015 cuando la foto del niño kurdo saltó a las portadas. Lean, si no, el reportaje que Irene Savio, corresponsal en Roma, siempre con un pie en los Balcanes, hizo ya en 2013 en la frontera croata: la realidad llevaba tiempo ahí, aunque nadie quisiera verla. También Leticia Álvarez anda por Grecia y países adyacentes desde hace un lustro. No son paracaidistas del refugiadismo. Han visto crecer el fenómeno delante de sus cámaras, esas lentes para registrar hechos que en el caso de los redactores se llaman ojos.

Y tal vez precisamente porque conocen bien la historia, las reporteras han elegido centrar el libro únicamente en la fase más visible: el año transcurrido entre verano de 2015 y agosto de 2016. Aquí no se trata de exponer de forma analítica el fenómeno ni de hacer recuento: Savio y Álvarez han escrito una road movie que empieza en las costas de Turquía y acaba en Alemania, con personajes diversos, tanto refugiados como quienes los acogen, ayudan o simplemente observan pasar. La abuela griega. La médico serbia. El mecánico croata.

Se lee prácticamente como un único viaje, con los flashbacks justos (Damasco, Mosul) para entender el origen de quienes conforman ese inmenso treck (esta palabra, formada en Sudáfrica en 1830 para la emigración boer y utilizada para las millones de familias que huían en 1944 del avance de las tropas soviéticas en Europa oriental, es la que mejor describe el fenómeno). Las autoras han incluso decidido no interrumpir el texto con datos, cifras y detalles políticos necesarios para entender el fenómeno: estos figuran en notas a pie de página. Si usted ya los conoce, puede leer el libro del tirón como una novela. O casi.

Es un excelente resumen del gran trabajo que la prensa española ha realizado en Egeo y Balcanes

Porque esto es otro aspecto que se agradece: si bien el texto se basa, por supuesto, en los reportajes publicados por ambas periodistas durantes los últimos dos años, no es una recopilación de artículos. La materia prima está aquí fusionada, reescrita, aleada para crear un texto fluido y único.

Este texto final es un excelente resumen del gran trabajo informativo que la prensa española ha realizado en el Egeo y los Balcanes durante estos últimos años. Pero es también un buen reflejo del trabajo que no ha realizado, de las preguntas que nadie ha planteado nunca: aquí también están ausentes, si bien no tan clamorosamente ausentes como en el documental de Hernán Zin. Por qué los refugiados huyen de Siria o Iraq lo sabemos. Por qué eligen jugarse la vida antes que permanecer en Turquía, no lo sabemos, ni nadie nos lo explicará.

La breve referencia a que Turquía “no es un país seguro” porque ha rechazado a nuevos refugiados sirios en su frontera con disparos obviamente no es un motivo para que decidan irse quienes ya están dentro. Ni siquiera el hecho, documentado por Amnistía Internacional (ausente en el libro) de que las autoridades turcas han detenido, encerrado y deportado a decenas, quizás cientos de sirios, quién sabe si miles de los 2.700.000 que alberga, aunque es un hecho de extrema gravedad, sirve para explicar el éxodo de cientos de miles de sirios que viven, trabajan y sobreviven en Turquía.

Agradecemos el final feliz de una chica yazidí que consiguió huir del infierno del Dáesh en Mosul

Ni tampoco se explica por qué solo una cifra insignificante, casi inexistente, se plantea buscar refugio definitivo en Bulgaria, Rumanía, Serbia, Croacia o Austria: siempre debe ser Alemania. Sabemos que estos países ponen mucho más pegas a la solicitud de asilo, pero sabemos también que incluso cuando han decidido acoger legalmente a un número (vergonzosamente bajo) de refugiados, más de uno se ha negado a aceptarlo, porque incluía el compromiso de no continuar a Alemania.

La dimensión psicológica de la huida, que convierte un único país en meta indiscutible, casi celestial, del treck, no se ha cuestionado en la prensa y no se cuestiona tampoco en este libre, que la reproduce explícitamente en el titular del último capítulo: Alemania, Willkommen. Agradecemos el final feliz de una chica yazidí que consiguió huir del infierno del Dáesh en Mosul y ha recibido los papeles en Alemania, pero sería equivocado pensar que ese es el destino de todos los que consiguen traspasar la frontera germana.

Los apartados dedicados a quienes viven del inmenso negocio que es esta columna humana que llega del Egeo a los Alpes, los coyotes – “buitres carroñeros, aves de mal agüero” los llaman las autoras en un arranque de color algo demasiado inspirado en Kapuscinski – nos dan una importante clave sobre algunos de los impulsos invisibles que mueven las ruedas de este engranaje migratorio. Como todas las mafias, la de los coyotes vive de la prohibición oficial, que hace publicidad a su producto. Quizás estos párrafos sean los más importantes del libro para entender algo más. Pero se quedan cortos. Describen cómo se vende el humo, pero no nos aclaran que es en gran parte humo.

El terrible descubrimiento de que los centros de refugiados de Alemania, si bien desde luego mucho mejores que los griegos, no cambian en esencia lo que es ser refugiado, sin derecho a trabajo, dependiente de ayudas, condenado a reinventar una vida destrozada por la guerra, pero después de haber perdido decenas de miles de euros por el camino, que el treck es en parte un engaño, un viaje para el que venden demasiado caras las alforjas, eso no está – aún – en el libro. En este libro. Pero las reporteras siguen en el terreno. No dejen de leer.

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