Colonialismo
Es difícil fechar el inicio de la época colonial. Desde el siglo XV, los navegantes portugueses habían ido descubriendo la costa occidental de África, luego el sur de la Península Arábiga e India, pero sin tomar posesión de estas tierras. Los numerosos castillos que dejaron construidos servían en primer lugar para establecer puntos de apoyo para la navegación, facilitar el almacenaje de las mercancías, reparar los buques y cobrar aduana. Las relaciones con la población local se manifestaban normalmente en tratados con las autoridades locales.
Fue la entrada de España en América a inicios del siglo XVI la que marcó un nuevo concepto: la de someter territorios cuyos habitantes no eran considerados iguales ante la ley a los ciudadanos del país colonizador. Esta expansión colonial se limita durante siglos al Nuevo Mundo, África subsahariana e India.
La campaña de Napoléon a Egipto de 1789 a 1801 marca el interés europeo en las tierras al sur del Mediterráneo, entonces todas parte del Imperio Otomano, salvo Marruecos. En 1830, Francia invade Argelia y lo convierte en colonia tras 15 años de guerra. La población musulmana —a diferencia de la judía— nunca obtiene la ciudadanía francesa y se le define como «indígena».
En 1881 Francia firma un tratado con Túnez y en 1912 con Marruecos. Ambos países son puestos bajo tutela de Francia como protectorados, pero mantienen sus estructuras administrativas tradicionales. En 1882, Gran Bretaña ocupa Egipto y siete años más tarde Sudán y convierte ambos territorios en protectorados.
A diferencia de la colonia, donde la metrópolis establece una administración propia, modelado según el sistema europeo, en el protectorado, el país colonizador no interfiere apenas en el sistema de gobierno tradicional. Se limita a establecer una relación jerárquica con el rey, sultán o dirigente local, para marcar las líneas de su política exterior. La interferencia en la política interior se limita normalmente a asegurarse el acceso a los recursos naturales y a privilegios comerciales frente a otras naciones.
La denominación no siempre coincide con la realidad: aunque Sudán fue declarado «protectorado», en realidad fue gobernado directamente por oficiales británicos, sin una administración propia. Incluso en Egipto, altos cargos británicos estaban presentes en muchos niveles del gobierno egipcio.
A finales del siglo XIX se inicia una especia de carrera entre París y Londres por la supremacía en África y Oriente Próximo. Durante las primeras décadas del siglo XX, Francia se adjudica como colonia toda la franja de África al sur de Sáhara. Inglaterra se alía con las tribus árabes de Jordania, Palestina e Iraq y las respalda en su rebelión contra el Imperio Otomano. Así logra establecer reinos árabes locales bajo tutela británica. A la vez, Francia se adjudica Siria y Líbano como protectorado.
La expansión de Rusia en esta época es más modesta: se limita a los territorios otomanos limítrofes al sur del Cáucaso y al norte de Irán.
Italia entra en el juego en 1890 con la ocupación de Eritrea, que convierte en colonia. En 1912 hace lo propio con Libia. Un intento de extender su dominio a toda Etiopía fracasa: consigue ocupar el territorio a partir de 1936, pero su derrota en la II Guerra Mundial supone la pérdida de todas sus colonias y el regreso del emperador etíope.
España tiene un papel muy reducido: sólo ocupa el Sáhara Occidental a partir de 1884, aunque nunca llega a controlar el territorio del todo. Se adjudica la franja norteña de Marruecos y el pequeño territorio de Ifni en el sur en 1912, cuando Francia ocupa el resto.
A partir de la II Guerra Mundial, en todos los protectorados y colonias se refuerzan los movimientos nacionalistas y uno tras otro, los países recuperan una independencia efectiva (Egipto era formalmente independiente a partir de 1922, Iraq y Siria desde los años treinta). Túnez, Marruecos, Egipto y Sudán recuperan su soberanía en 1956, Argelia tras una guerra sangrienta en 1962, Yemen del Sur en 1967.
Los últimos territorios descolonizados son el Sáhara Español en 1975 -en forma de una disputada «devolución» a Marruecos- y Yibuti en 1977. Eso sí, aun tras la independencia, la influencia política, económica y cultural de los países europeos en sus ex colonias fue grande y se mantiene en algunos casos hasta hoy: Francia sigue siendo un aliado clave de Marruecos, Argelia y Túnez. Gran Bretaña, en cambio, ha cedido su protagonismo a Estados Unidos, que mediante programas de ayuda militar figura prácticamente como potencia protectora de Egipto, Jordania y los Estados del Golfo.
Aunque los territorios al sur del Cáucaso recuperaron la independencia en 1918, tras la Revolución Rusa, su incorporación a la Unión Soviética apenas tres años después los mantuvo dependientes de Moscú hasta 1991.